viernes, 30 de mayo de 2014

El poder de las palabras

Las manos.
Mis manos alrededor de su cuello, su lugar favorito para lo que sea. Ellas aprietan y le duele. Es el tipo de dolor que su corazón sufre una y otra vez. Y luego, vuelvo a empezar.

Las palabras.
Las palabras que susurro en su oído. Palabras que desgarran su alma. Palabras que desgarran las paredes que ha tardado tanto en construir alrededor de sí misma. Todo está abierto, ella está abierta y quiere que se detengan, pero tiene que seguir escuchando. ¿Cómo puede, la cosa que más le gusta, ser la única cosa que la impide escapar de este torrente de palabras?

Se quema.
Se quema con el fuego interior. Está enojada y herida y quiere que esto pare, pero mi voz es hipnótica y mis manos tienen el control sobre ella. Teniéndolas ahí, con esa misma fuerza detrás de ellas, está satisfecha y es una mujer fuerte en un momento de debilidad. Un momento de lujuria, deseo y sexo, mezclados con las palabras que rasgan su interior.

Grita.
Porque no quiere oír las palabras. Quiere que se detengan, pero que se queden las manos. Quiere esa sensación reconfortante que la rodea en la nada, mientras trata de reconstruir los muros que la protegen a su alrededor. No quiere ser vista, no quiere que nadie la vea así. No puede permitir que la vean de esta manera, porque si la ven, entonces, es que yo la tengo. Y no puede dejar que yo coja esas partes de ella y las mantenga, ¿qué pasaría si no se las devuelvo? ¿Qué pasaría si la dejo, desaparecida, queriendo y necesitando, pero nunca teniendo?

Rompe.
Rompe en la nada las paredes finales, que se hacen añicos. Siente mi cuerpo fuertemente presionado contra el de ella y el calor de mis manos que nunca aflojan su control. Todo está fuera, todo está a la luz, veo las partes de ella que han pasado tanto tiempo escondidas, pero ya no está enfadada conmigo. Mis palabras se transforman en las palabras que ella necesita oír, pero la cortan aún más profundamente.

Llora.
Llora porque es vista. Es amada y querida y necesitada. Es amiga, es valiente y, sobre todo, es digna. Llora porque la pongo en la oscuridad, la presiono alrededor y le hago daño con mis palabras, sólo para traerla de vuelta a la luz. A una luz diferente a la que vió antes. Ésta es más intensa y caliente y hecha de las cosas que, a menudo, estaba ciega para verlas. Le duele el corazón al oír estas cosas, el que yo vea estas cosas en ella. Le  duele su corazón al ser presionado tan violentamente en la oscuridad, que no tiene más remedio, que enfrentarse a las cosas que más teme, porque vienen a la luz después de haberlas sentido.

Le  duele.
Le duele su corazón, su alma, su cuerpo y su mente. Le duele cada fibra de su ser, pero siente consuelo con este tormento. Existe un consuelo enfermizo en las palabras que estaban llenas de malicia y, de una mayor comodidad, en las palabras que ahora le hablan directamente. Mis manos se sueltan y ella se siente libre. Golpea sus puños contra mi pecho. Le duele y me hace daño. Me duele dejar a alguien en esta profundidad, sin importarme lo que mucho que lo necesita. Esto no detiene al dolor.  No le impide tener miedo, hasta que la deje ir…

Se deja ir.
Se deja ir, respira profundamente e intenta dejar de llorar. Se deja llevar por el miedo, el odio y la ira. Se deja llevar por todo lo que se construye dentro de ella. Se deja ir y convertirse en limpia de nuevo. Ella mira a la cara de esta persona que la sostiene. Mira a los ojos sonrientes de alguien que ve casi todo de nuevo por primera vez. Mis manos secan los restos de las últimas lágrimas que permanecían en sus mejillas. Manos que ya no la tienen confinada, sino que se aferran a las suyas.

Ella camina.
Ella se aleja, no más rota, necesitada o queriendo. Se aleja toda, no más dolor o daño. Se aleja…

Sí, porque no había manera de que pudiera resistirlo más.

lunes, 26 de mayo de 2014

¿Piensas que puedes ser Dominante?

Veo que mucha gente en este estilo de vida se ha aprovechado y han hecho mucho daño. No sólo físicamente, sino también, emocional. Los moratones se desvanecen y los verdugones desaparecerán, pero las cicatrices en el corazón son para siempre. Esas cicatrices se mantendrán y perseguirán a las sumisas durante el resto de sus vidas y, algunas veces, perjudicará a futuras relaciones.

Antes de asumir la responsabilidad  de esta enorme tarea, por favor, sopesa los pros y los contras. Pregúntate a tí mismo, si quieres esa responsabilidad que viene adjunta con el “título” de dominante. De verdad, ¿quieres tener a alguien, mantener a alguien en la palma de tu mano? ¿Quieres ser responsable de la persona que está al otro lado de la barra? ¿Eres emocionalmente capaz de realizar todas las tareas que se pueden requerir a un Dominante? Asegúrate de que puedes hacer lo que prometes o dices que puedes hacer, antes de empezar una relación.

Probablemente no, es posible que usted sólo quiera sexo morboso y disfrutar diciendo a sus amistades lo que hace. ¿Cree que porque usted tenga el título de Dominante, todas sus acciones estarán justificadas? No lo estarán. Exigir no significa dominar. Esto solo hace que usted sea un idiota.

No estoy diciendo que esto sea verdad en todos los casos, pero me parece que una inmensa mayoría de las personas no saben lo que significa ser un Dominante real. La palabra ha sido prostituida, parece haber perdido su sentido para algunas personas.

Los dominantes auténticos tienen corazón y sentimientos. Tienen lágrimas que derramar, lo mismo que todo el mundo. Esto no los hace débiles, de ninguna manera. Sin dudarlo, ellos abrirán su corazón para darlo todo para ellas. Se asegurarán de que sus sumisas sean siempre su máxima prioridad. Ellos no siempre reciben lo que dan, pero hacen lo que se necesita para nutrir a su sumisa y ayudarlas a crecer en algo hermoso. Abrirán sus puertas a su corazón y mente para mostrarle la mejor manera de evolucionar. Se tomarán su tiempo para conocer lo que  hace que la sumisa sea lo que es. Se meterán, de forma segura, bajo su ala para mantenerla a salvo de cualquier daño.

Las dinámicas de la D/s no son para tomárselas a la ligera. Las sumisas auténticas requieren mucho de sus dominantes y depositan toda su confianza y todo lo que tienen en él. Se entregan de forma abierta, aunque sea peligroso para ellas, pero esta entrega las libera. Le dan el poder a su dominante, incluso, para destruirlas emocionalmente, pero siempre confiando en él para que no lo haga.

Por lo tanto, posible o futuro dominante, asegúrate de que eres capaz de esto antes de salir hacia un viaje en el que podrías herir a una posible sumisa. Heridas que podrían destrozar su alma de sumisa y dejarla marcada para siempre.

Reflexiona antes de dar ese paso tan importante.

jueves, 22 de mayo de 2014

La palabra justa

De antemano, él le dijo exactamente a ella lo que quería hacer, hasta el último detalle. Ella le escuchó con atención, su corazón latía con fuerza. Ella temía que se le ruborizara la cara y que él pudiera percibir el efecto irresistible que sus palabras estaban teniendo. Pero entonces, a estas alturas, él lo sabía con seguridad. Después de todo, este fue el primer punto. Como había conseguido conocerla, y estaba convencido de sus pensamientos interiores más y más, incluso, de los que ella estaba avergonzada, ya tenía una idea más clara de qué era esa excitación, a pesar de ella misma. Él no pretendía saberlo todo; y sin embargo, no es así y, tal vez, nunca lo haría. Pero, ahora sabía lo suficiente por haber ganado un poder bastante aterrador para ella, miedo a que él pudiera obligarla a hacer cosas que, tal vez, nunca haría, cosas que ella temía, cosas que estaban en el límite y eran hasta un poco peligrosas.

Ella le dijo al principio, cuando estaban iniciándose en el intercambio de las listas de cosas que harían y no le gustaban, de que a ella no le importaba la humillación, no quería decretar ninguno de esos tipos de escenarios. Y luego, poco a poco, mientras que él hilvanaba cosas al margen de ella, ésta se vio obligada a admitir que se trataba de una farsa que, de hecho, la humillación la excitaba más allá de su poder para controlarse a sí misma. Ella admitió que era lo que más la excitaba.

“¿Es lo que quieres?” ella preguntó. “En realidad, ¿qué quieres?”

“Sí,” dijo él. “Es lo que, de verdad, quiero.”

“Muy bien,” dijo ella. Ésta lo quiso entender como si estuviera haciéndolo por su bien, justo para agradarle. Pero, ella podía ser honesta consigo misma, a pesar de que no era del todo honesta con él. Quería que él también lo fuera. Cuando pensaba sobre ello, sus rodillas temblaban y había una humedad testigo en sus bragas. Su cuerpo no mentía.

Y ahora, ella estaba a su merced. Al pasar por el pequeño escenario que él planeaba, ella quiso decir, “no, por favor, no puedo hacerlo, no puedo. Pues, sabía que no serviría de nada, ni ahora ni después, de que él hubiese descubierto la verdad. Por lo tanto, ella escuchó en silencio hasta el final, cuando él la preguntó lo que pensaba.

En los días previos, antes de la fecha que él había establecido para el evento, ella pensaba, una y otra vez, sobre lo que él la había dicho. Algunas veces, deseaba que no fuera a suceder. Otras, incluso pensaba en suplicárselo, “por favor, no creo que pueda seguir adelante con esto, por favor, no me lo haga.” Pero, ella pensaba que si dijese eso, se sentiría defraudada. Porque él sabía lo que ella era. Sabía lo que le podría hacer que hiciera y la razón por la que podría ser obligada a hacerlo.  No era sólo que él tuviera poder sobre ella (¡y qué poder tenía!). No, la razón por la que él podía obligarla a hacerlo, era porque  sabía que ella había pensado mucho sobre esas cosas, había pensado mucho antes de que, incluso, se hubieran reunidos. Ella no había cambiado. Ahora, la única diferencia que iba a haber, es que sus pensamientos se iban a hacer realidad.

Aún así, cuando la dijo que había encontrado un hombre para hacer lo que él quisiera, ella casi entró en pánico. Lo miró suplicante, medio esperando que dijera, “¿estás de acuerdo con esto? Porque si no, lo suspenderemos.” Pero, él no dijo eso. En lugar de ello, dijo: “Es lo que hemos estado buscando. Él será el adecuado. Le he explicado exactamente lo que puede y no puede hacer.” Ella pensó en pedirle que pasara de esto otra vez, de lo que puede y no puede hacer. ¿Había cambiado algo? ¿Lo que le había dicho al hombre, era lo mismo que le había dicho a ella? Pues entonces, pensó que era mejor no saber los detalles. “Sólo me obsesionaré con esto. Mejor que me ponga en sus manos. En sus manos. Me someteré, me dejaré llevar. Lo que tenga que ser, que sea. De esa manera, yo no soy responsable. De esa manera, no podrá culparme de que sea una puta.”

Es curioso, cómo la palabra llegó a ocupar un lugar central en el proceso. Al anochecer, conocieron al hombre en un bar. No había mucha gente. Buscaron un rincón tranquilo. La conversación divagó durante un rato. Entonces, el hombre le hizo una pregunta directa: “¿Es una buena chica?” “Me temo que no, no,” fue la respuesta. Y su compañero se volvió hacia ella y dijo, en ese tono que ella conocía tan bien, y la convirtió en gelatina:

“Muéstrale al caballero lo que tienes escrito en tu cuerpo.” Y allí mismo, no había la más mínima posibilidad de que pudiera ser evitado, ella tuvo que levantar su falda, mirando rápidamente por los alrededores para ver que no la miraban y luego, se bajó ligeramente las bragas y allí estaba escrita esta palabra en rojo sobre su vientre: “Zorra.”

domingo, 18 de mayo de 2014

La verdad de este blog

Cuando empecé por primera vez este blog, sentí una tremenda sensación de liberación. Yo había pasado los años anteriores sin darme cuenta de mi sexualidad, viviendo una mentira. Bueno, tal vez eso sea demasiado melodramático y el melodrama no es el género habitual de un andaluz de clase media. Digamos que una parte de mí, una parte que cada vez estaba asumiendo más y más una importancia primordial, se había mantenido en las sombras.

Uno o dos amigos íntimos sabían la verdad de lo que yo era, lo que yo quería y lo que hacía al respecto. Pero, muy pocos. Creo que alguien que esté leyendo este blog, es probable que sepa cuán imposible es admitir abiertamente las preferencias sexuales de uno si son morbosas. La gente no entiende. No quieren entenderlo. En absoluto, prefieren no tener que pensar sobre este tipo de cosas. Y sospecho que ellos no se frotarán la nariz contra esto si no lo desean. Pero es sólo, saber lo importante que son estas cosas y no ser capaz de decírselo a nadie.

Todavía pienso que tener un blog es una liberación. Aquí, puedo decir cosas que no puedo decir en ningún otro lugar, en un espacio público. Esto ayuda a compensar el hecho de que, a pesar de que estoy en una situación mucho más libre de lo que solía estar, todavía no he “salido del armario,” por así decirlo. Un montón de gente que me conoce, no sabe lo que siento. Pero, al menos, tengo una salida en el blog. Es que no tengo ninguna idea ingenua para decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Así que, cuando empecé este blog, yo pensaba: “Esto era maravilloso.” Nadie sabe quién soy y puedo decir exactamente lo que pienso y cómo siento. Puedo decir todo sobre las cosas que hago y las cosas que quiero hacer con total franqueza. No quiero ser furtivo, no más rodeos (una metáfora interesante, dado el contexto de la D/s, pero no vamos a desviarnos). Puedo hablar a la gente sobre mis gustos por los azotes y otros deseos extraños, incluso puedo decirle a la gente con detalle las cosas que he hecho. Por supuesto, los nombres tienen que ser protegidos. Pero, bajo el manto del anonimato, todo puede ser revelado.

Qué poco sabía yo. Puedo ser extremadamente ingenuo. No pasó mucho tiempo para darme cuenta, por ejemplo, que esconder u ocultar los nombres no garantizaba el anonimato. Yo estaba ya dejando pistas (no voy a decir las que eran) sobre mi identidad. Es un mundo pequeño y una vez que dejas escapar un par de cosas sobre lo que haces para ganarte la vida, las personas inteligentes empiezan a sumar dos y dos juntos. Una o dos lectoras consiguieron contactar conmigo por email y las permití conocer mi primer nombre. En un instante, una chica muy inteligente localizó mi identidad. Eso fue un chequeo a mi realidad, aunque como se vio después, era totalmente fiable.

Pero, pasar desapercibido, no eran tan fácil como yo pensaba. Tan pronto como lo descubrí, de hecho, yo no podía decir sólo lo que me gustaba. No podía ser del todo franco sobre lo que hacía y lo que pensaba, porque siempre involucraba a alguien más. Y yo sabía que tenía que respetar el deseo de los demás por su vida privada. Es mi blog y decido lo que se escribe aquí. Pero, esto no significa que yo solamente pueda pensar sobre mí mismo. La gente varía en la medida en que están dispuestas a hacerlo público.


A algunas mujeres, no les importan que yo haga revelaciones ocasionales acerca de hasta donde llegué con ellas, siempre y cuando no manifieste su identidad. Pues, no tengo ningún derecho a decir cosas que ellas preferirían mantener ocultas. Todo el mundo tiene que mantener sus apariencias para protegerse, proteger a su familia o para lo que sea. Y a algunas personas, simplemente, no les importan exponer los detalles íntimos sobre su vida sexual, como si nadie pudiera decir que eran ellos. He intentado respetar eso, aunque mis propios instintos sean lo más abiertos posibles.

miércoles, 14 de mayo de 2014

No es un orgasmo lo que necesito

Hay algo más que fornicar. No pido la fusta para que me fastidies. No le presento el cinturón con los dientes, para que me azote y me corra. Recibir un azote no es el medio para orgasmar.

Estoy aquí para que ponga mi piel en llamas. Quiero sentir cómo la anchura de la paleta de madera dora una marca en mi muslo. Azotarme con el flogger no es algo con lo que sueñe, porque me gusta el sexo. Quiero sentarme con los ojos vendados, mientras se mueve para hacer lo que le plazca, al hacer que mi mente se arremoline de posibilidades.

Quiero que se burle de mí con el dulce pincel de la punta de sus dedos, mientras asalta mis nalgas con la palma de su mano. Mi coño es la última parte de mi cuerpo en la que estoy pensando. Correrme no es mi prioridad. Al coger el cinturón de mis hombros, siento que muerde con fuerza en mi clavícula. Su mano acariciando los verdugones hinchados de mi piel, sus dedos amoratando mis caderas.

Si yo quisiera sexo, me pondría debajo y le permitiría que pusieras tu verga dentro de mí, movería mis caderas y me correría. Necesito algo más que un orgasmo. Necesito tener un dueño, ser poseída. Sentirme dominada. Mi cerebro necesita perder el control. Mi mente necesita ser seducida y castigada, tanto como mi cuerpo.

Si mi orgasmo es lo que usted quiere, provóquelo y cójalo. Provóqueme. Úseme. Soy suya y también me puede usar de la manera que quiera y necesite. Todo lo que digo, es que esto no es sexo. Instrúyame. Disciplíneme. Ámeme. Poséame. Dígame que le pertenezco.

Los orgasmos son fáciles. Se necesitan unos minutos y los últimos segundos. Estoy pidiendo más. Se lo ruego. Domíneme, por favor…

Le decía ella a su Dominante…

viernes, 9 de mayo de 2014

Sueño de una masoquista

Arrodillada ante él, mientras le venda los ojos, las cuerdas mordiendo su piel más y más fuerte. Levantando sus pechos pequeños y sacándolos hacia adelante con la presión de la cuerda que los rodean. Respira profundamente y empieza a hundirse en la parte favorita de su mente.

Ella se siente pequeña y segura, los ojos cerrados bajo la venda y se sonríe para sus adentros, mientras se hunde más y más. Le acaricia sus pechos con la cuerda. Él es suave y metódico con sus movimientos. Se burla de ella mientras trabaja. Sus brazos empiezan a dolerle de tener las manos sobre su cabeza por lo que le parece mucho tiempo. Le recuerda que debe mantener sus manos en esa posición, mientras ella se mueve un poco para dejar que descansen sobre sí misma. Queman y se pregunta cuánto tiempo tiene que tenerlas en esa posición. Ella quiere hacerlo bien, no quiere fallar tan pronto. Está decidida, pero se siente agotada porque tarda mucho tiempo en decirla que las baje para ponerse a cuatro patas.

Al levantar su falda, él frota sus nalgas y luego, las azota. El flujo y reflujo empieza y ella está volando. Se inicia muy rápido y ella está asombrada. Cuando la azota, ella vuelve a la realidad. Luego, vuelve a iniciar el vuelo dentro de sí misma, mientras le permite recuperar su aliento, sólo para volver a azotarla.

Ella está en una silla y le ata sus manos a la misma. Sólo está sentada, respirando con fuerza, sintiendo las ataduras rudas  de las cuerdas alrededor de sus pechos, mientras inhala profundamente. La cuerda muerde sus brazos. Se asegura de que tenga la clave en mi mano. Es su señal de seguridad. Todo lo que tiene que hacer es dejarla caer. Siente la  respiración de él sobre ella, mientras le susurra cerca. Su voz la reconforta y quiere ir más lejos, confía en él, no quiere que esto termine nunca.

Siguen tantas sensaciones. Él la hace gemir, gritar y sollozar. Le encanta oírla en el dolor. La cálida quemadura seguida por la mordida de una cane, sus tiernos pezones palpitando en el dolor. Ella no sabe cuánto tiempo más podrá seguir adelante, no quiere que termine. Pero, el dolor es tan intenso. Una vez más, él retira las pinzas y ella grita de dolor. Luego, vuelve a hacerla llorar de nuevo. Le susurra otra vez, le está haciendo el bien y se complace. Ella puede ir más lejos, pero no quiere cosas que detengan el ritmo, quiere seguir más allá.

Otra vez, de rodillas. Siente que entra en su boca y lo quiere todo. Es cuidadoso y considerado, pero ella quiere probar su piel y no el látex que lo rodea. Quiere agradarle adecuadamente y después de un rato, él se detiene. Ella se congracia con su semen caliente sobre sus pechos y boca. Mueve su lengua a través de la apertura de la mordaza y lo saborea. Se siente satisfecha porque ha terminado. Por el momento, no ha concluido de hacerla daño.

De nuevo, a cuatro patas, y su mente vuela, aún más profundamente que antes. Elevándose mucho más. Quiere más, está más codiciosa. Ha esperado tanto tiempo este momento con él y ahora que está allí, no quiere que termine. De vuelta al mundo, con un golpe fuerte, incapaz de recobrar la respiración mientras sigue aumentando la sucesión de azotes de forma rápida. Le duele y le quema, mientras su cuerpo empieza a fallarle. Esta vez, su determinación no es de rivalidad. Ella resiste mucho más de lo que pensaba, pero no puede aguantar más.

La dice que se siente sobre las rodillas de él, le pregunta si quiere que pare. Si él es feliz, ella, también. Le desata las cuerdas, siendo tan gentil y metódico, rozando sus pechos blandos. Así que ella se levanta. Está en el cielo, aunque, y no es comparable, con lo que tuvo que soportar antes.

Hablan sobre la sesión y luego, acerca de las cosas normales. Ella está volviendo al mundo real, pero no del todo. Quiere volver. La dice que ha sido suave con ella. La próxima vez, la sesión será más larga y mucho peor. Aunque, lo desea, el pensarlo la excita de nuevo. La lleva a casa y ella quiere abrazarle, mostrarle algún tipo de afecto para testimoniarle su agradecimiento por la sesión. Ella no sabe si está bien o no, así que lo deja.

Al día siguiente, ella está dolorida. Aparecen los moratones en diferentes lugares de su cuerpo, sólo al moverse, la devuelve a esos maravillosos momentos.

Han pasado dos días y ella todavía sigue volando…

martes, 6 de mayo de 2014

Amor y sexo

Hace algún tiempo, yo estaba viendo una película, una historia de ciencia ficción más bien insulsa, titulada “No me dejes ir,” realizada por un par de actrices inglesas del tipo que los americanos, con frecuencia, las dotan y yo sólo las encuentro anémicas. De todos modos, en un momento dado, alguien dice: “En efecto, las mujeres son siempre desagradables a los hombres que más les gustan.” Y yo pensé, ¿siempre? Hummm. Tal vez, a veces, ocurre. Y luego, pensé en una novela que acabo de terminar, una que me dió mucho placer. Se llama “Las travesuras de la niña mala,” escrita por Vargas Llosa, quien recientemente ganó el premio Nobel de Literatura.

No dejes que esto te desanime. Es una historia convincente de una obsesión erótica de un traductor e intérprete peruano que vive en Paris. Siendo muy joven, se enamora de una chica que es también de Perú. Durante décadas, ella le atormenta. De vez en cuando, le permite hacer el amor con ella, viviendo con él de vez en cuando e, incluso, hasta el punto de casarse con él. Pero, en cada encuentro, que es solo una cuestión de tiempo antes de que ella lo deje, se va con otro hombre con mejores perspectivas: un propietario inglés de caballos de carreras, incluso un gánster japonés (cuyo fetiche es verla follar con otro hombre). Cada vez que el héroe jura olvidarla, cada vez la coge para que vuelva.

¿Por qué? Algunas veces, supongo, no hacemos lo que es bueno para nosotros. Recogemos lo que nos excita, no lo que nos hará más feliz. Si hay una cosa que he aprendido y me ha costado mucho aprenderla, es esta: el amor y el sexo no son la misma cosa. La excitación sexual y la satisfacción emocional no siempre van de la mano. De acuerdo, sé que eso es obvio. Tal vez, las mujeres instintivamente lo saben mejor que los hombres. El problema es que hay un mito de cómo se supone que tiene que ser: el que pierde su corazón es el que calienta sus lomos. O viceversa.

Espero que, aquí, todos seamos adultos. Deberíamos ser capaces de distinguir una cosa de la otra. Pero, actualmente, no es tan simple. Porque si usted encuentra a una mujer que, de verdad, le ama sexualmente, que le lleva a una dimensión diferente, que le abre expectativas sexuales que nunca ha sabido que existieran, ¿es de extrañar que se sienta emocionalmente vinculado? El gran sexo se desbloquea emocionalmente. Usted puede conseguir llevarlo lejos, tal vez, a un lugar en el que siempre ha deseado estar, pero tal vez, a un lugar donde no debería ir. El amante de la Niña Mala nunca se siente y se pregunta a sí mismo, si él hubiera sido más feliz sin saber de ella. Ciertamente, él es consciente de que su vida hubiera sido mucho más pacífica y, tal vez, esto es lo que mucha gente quiere. Pero, no todo el mundo.

Usted podría preguntarse qué tiene que ver esto con la D/s. No mucho, excepto que yo tiendo a pensar que las relaciones sexuales D/s son más intensas y, por lo tanto, tienen más probabilidades de generar una especie de movimientos sísmicos que haga, que un edificio aparentemente sólido, se venga abajo:

“Un estremecimiento se engendra allí, en el lomo. La pared destruida, el techo y la torre, en llamas. Y Agamenón, muerto,” parafraseó el literato.

Por aquel entonces, también vi otra película francesa, titulada: “Dejando,” protagonizada por Kristin Scott Thomas como una ama de casa casada, de clase media, aparentemente feliz, que empieza una tempestuosa relación con un albañil que viene a trabajar a su casa. Él es totalmente inadecuado, expresidiario y sin dinero; su pasión destroza sus vidas y termina en desastre. No sé, si se puede decir que valió la pena para ellos. Pero, la forma en que la película lo describe, no hay manera de evitarlo. Algunas veces, no se está en el control de hacia dónde van las cosas.

Una y otra vez, me he preguntado si el calor blanco de una relación D/s  está siempre destinado, y a tiempo, para quemarse por sí mismo. Sin embargo, ¿podría dejar brasas de afecto que aún brillen y podría mantener el calor para siempre? A mí, todavía no me ha sucedido, no todavía de esa manera.

viernes, 2 de mayo de 2014

"Córrete para mí"

Me encantan estas palabras, tres palabras sencillas que envían escalofríos a mi espalda. “Córrete para mí,” mi mano alrededor de tu garganta, cuidando de no apretar tus delicados huesos, pero lo suficientemente fuerte para recordarte que me perteneces.

“Córrete para mí,” un  beso profundo y, echando para atrás tu cabeza, mientras te llevo mi deseo por tí. “Córrete para mí,” tu respiración acelera el ritmo de tu corazón. Lo siento a través de tu cuello, lo siento mientras te beso, como el aliento cálido de tu nariz aplastada contra mi mejilla.

“Córrete para mí,” tus caderas empiezan a moverse. No puedes pararlas, me quieren dentro de tí, eres mi juguete y tu cuerpo sabe quién es su dueño. “Córrete para mí,” los gemidos y quejidos empiezan a escaparse de tu garganta. Tus caderas se mueven más rápidas, más caóticamente, mientras tu cuerpo pierde su lucha contra la lujuria que te domina.

“Córrete para mí,”, sé lo que quieres, estás fláccida entre mis manos, un gemido, tu cadera empujando la bola del deseo, y tu necesidad. Eres tan hermosa como tan increíblemente caliente. No es de extrañar que yo te haga esto muy a menudo. Me encanta ver cómo te pierdes en el mundo del placer sin nada más que un beso y una caricia.

“Córrete para mí,” sé que tus bragas se están humedeciendo, me encanta tu humedad y lo preparada que te pones para mí. Me encanta saber que estás sufriendo por mí. “Córrete para mí,”  porque sé que estás preparada y es hora que te lo recuerde.

“Córrete para mí,” digo las palabras en voz alta y, a continuación, te las susurro en voz baja en tu oído y tu cuerpo se desmorona.

“Córrete para mí,” tu respiración se acelera, un gemido de éxtasis suave comienza muy dentro de ti, amenazando con rasgar tu boca, mientras luchas por mantenerte quieta. Tus caderas tiemblan y se estremecen, los espasmos incontrolables de tu cuerpo.

“Córrete para mí,” siento el orgasmo vibrando incontrolablemente a través de tu cuerpo, el éxtasis borrando durante un tiempo todo tu pensamiento racional. Siento tus rodillas doblarse y te apoyo en mis brazos, mientras te derrumbas en mí. Tus manos hacia arriba y se aferran a mi espalda, tirándome hacia tí. Es increíble verte. La manera en que, obedientemente, haces lo que te digo. La forma en que te entregas a mí.

“Córrete para mí,” el orgasmo continúa su camino hacia éxtasis. Observo que empiezas a venirte abajo, pero no he terminado contigo. Me gusta ver cómo te corres de esta manera y quiero verte más. “No pares de  correrte para mí.” Te digo y tu cuerpo se enroca en otro cataclismo de sensaciones. Este parece más intenso que el anterior. Los quejidos y gemidos se intensifican y me siento increíblemente excitado.

Me encanta el poder, la sensación del  control y la increíble intimidad de todo este acto. Me encantan esas tres palabras. Me encanta que me obedezcas.

Tal vez, deberías abrigarte.