viernes, 30 de mayo de 2014

El poder de las palabras

Las manos.
Mis manos alrededor de su cuello, su lugar favorito para lo que sea. Ellas aprietan y le duele. Es el tipo de dolor que su corazón sufre una y otra vez. Y luego, vuelvo a empezar.

Las palabras.
Las palabras que susurro en su oído. Palabras que desgarran su alma. Palabras que desgarran las paredes que ha tardado tanto en construir alrededor de sí misma. Todo está abierto, ella está abierta y quiere que se detengan, pero tiene que seguir escuchando. ¿Cómo puede, la cosa que más le gusta, ser la única cosa que la impide escapar de este torrente de palabras?

Se quema.
Se quema con el fuego interior. Está enojada y herida y quiere que esto pare, pero mi voz es hipnótica y mis manos tienen el control sobre ella. Teniéndolas ahí, con esa misma fuerza detrás de ellas, está satisfecha y es una mujer fuerte en un momento de debilidad. Un momento de lujuria, deseo y sexo, mezclados con las palabras que rasgan su interior.

Grita.
Porque no quiere oír las palabras. Quiere que se detengan, pero que se queden las manos. Quiere esa sensación reconfortante que la rodea en la nada, mientras trata de reconstruir los muros que la protegen a su alrededor. No quiere ser vista, no quiere que nadie la vea así. No puede permitir que la vean de esta manera, porque si la ven, entonces, es que yo la tengo. Y no puede dejar que yo coja esas partes de ella y las mantenga, ¿qué pasaría si no se las devuelvo? ¿Qué pasaría si la dejo, desaparecida, queriendo y necesitando, pero nunca teniendo?

Rompe.
Rompe en la nada las paredes finales, que se hacen añicos. Siente mi cuerpo fuertemente presionado contra el de ella y el calor de mis manos que nunca aflojan su control. Todo está fuera, todo está a la luz, veo las partes de ella que han pasado tanto tiempo escondidas, pero ya no está enfadada conmigo. Mis palabras se transforman en las palabras que ella necesita oír, pero la cortan aún más profundamente.

Llora.
Llora porque es vista. Es amada y querida y necesitada. Es amiga, es valiente y, sobre todo, es digna. Llora porque la pongo en la oscuridad, la presiono alrededor y le hago daño con mis palabras, sólo para traerla de vuelta a la luz. A una luz diferente a la que vió antes. Ésta es más intensa y caliente y hecha de las cosas que, a menudo, estaba ciega para verlas. Le duele el corazón al oír estas cosas, el que yo vea estas cosas en ella. Le  duele su corazón al ser presionado tan violentamente en la oscuridad, que no tiene más remedio, que enfrentarse a las cosas que más teme, porque vienen a la luz después de haberlas sentido.

Le  duele.
Le duele su corazón, su alma, su cuerpo y su mente. Le duele cada fibra de su ser, pero siente consuelo con este tormento. Existe un consuelo enfermizo en las palabras que estaban llenas de malicia y, de una mayor comodidad, en las palabras que ahora le hablan directamente. Mis manos se sueltan y ella se siente libre. Golpea sus puños contra mi pecho. Le duele y me hace daño. Me duele dejar a alguien en esta profundidad, sin importarme lo que mucho que lo necesita. Esto no detiene al dolor.  No le impide tener miedo, hasta que la deje ir…

Se deja ir.
Se deja ir, respira profundamente e intenta dejar de llorar. Se deja llevar por el miedo, el odio y la ira. Se deja llevar por todo lo que se construye dentro de ella. Se deja ir y convertirse en limpia de nuevo. Ella mira a la cara de esta persona que la sostiene. Mira a los ojos sonrientes de alguien que ve casi todo de nuevo por primera vez. Mis manos secan los restos de las últimas lágrimas que permanecían en sus mejillas. Manos que ya no la tienen confinada, sino que se aferran a las suyas.

Ella camina.
Ella se aleja, no más rota, necesitada o queriendo. Se aleja toda, no más dolor o daño. Se aleja…

Sí, porque no había manera de que pudiera resistirlo más.

7 comentarios:

  1. Ya sabe que leo todo lo que escribe, y me suele pasar que siempre creo estar ante la mejor entrada de su blog, pero pasan unos cuantos días y publica, y otra vez me descoloca, así que esta vez no voy a decir, guau, es el mejor post de Ben Ali, no, porque la semana que viene nos sorprenderá con otra maravilla, aunque superar este le va a resultar muy difícil!! ¿Lo conseguirá? No voy a apostar porque perdería.
    Un saludo y toda mi admiración

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    1. Observo que eres una fiel seguidora de mi blog y te agradezco que me "leas con buenos ojos." Procuro escribir con los cinco sentidos, lo que ocurre es que la inspiración es muy caprichosa y juega al escondite.

      Gracias por tus elogios.

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  2. Que placer de lectura...
    ¿El poder de las palabras? Usted es el que las domina a la perfección. ¿Quien posee el poder entonces?

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    1. Cinaede, de nada valdrían mis palabras si no existierais sumisas como tú, ella y ellas...

      Entonces, dime, ¿quién le da el poder a mis palabras?

      Feliz día

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    2. El poder siempre lo tiene la sumisa y es ella quien lo transfiere a quien la dominará y someterá.

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  3. "Sin palabras" me dejó :D
    Le deseo una placentera semana Señor

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  4. Tan cortés como siempre.

    Gracias, igualmente...

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