“Mira,”
le dice. Este abre la palma de su mano. Ella mira a las dos pinzas de acero
unidas por una cadena fina.
“¿Sabes
para qué son?”
Ella
asiente con la cabeza.
“Quítate
la camisa.”
Ella
la desabrocha y la pone a un lado.
“Y el
sujetador.”
Ella
también se lo quita.
“Tienes
unos pechos muy bonitos,” él dice. Ella se ruboriza un poco. La dice que se
siente en una silla y se pone encima de ella. “¿Tengo que atarte?”
Ella
lo mira. “¿Va a ser malo?”
“Sí.”
“Entonces,
va a ser mejor que me espose.”
Él
coge la pequeña esposa para pulgares y le reduce sus manos en su espalda. Le
acaricia sus pezones ligeramente, haciendo que se pongan duros. Luego, coge las
pinzas y cuidadosamente las coloca en sus pezones. Ella respira profundamente.
Coge la cadenilla que une las pinzas y le da un pequeño tirón. A ella, se le
corta la respiración.
“¿Duele?”
Él pregunta casualmente.
Ella
asiente con la cabeza. Él tira de la cadena un poco más fuerte. Ella gime suavemente.
Él quita las pinzas y se inclina para chupar sus pezones con ternura, cada uno,
a su vez. Luego, vuelve a ponerle las pinzas de nuevo.
“¿Duele
un poco más ahora?” él pregunta. Ella asiente con la cabeza. Coge las
abrazaderas de las pinzas y las retuerce. Ella gime.
“Necesito
hacer esto,” dice él.
“Sí,”
ella responde.
Él
retuerce las pinzas con crueldad. Ella grita.
“Pobre
mujer,” él dice. De nuevo, las retuerce.
“Oh,
Dios,” Ella dice.
Él se
inclina y besa su boca, un beso largo y profundo. Luego, le quita las pinzas.
Él juega con sus pezones, retorciéndolos, frotándolos entre sus dedos y su
pulgar.
“Todavía
no he terminado,” dice.
“Lo
sé.”
“¿Preparada?”
Ella
asiente positivamente. Él pone las pinzas de nuevo. Ella gime. Él tira fuerte de
la cadena, tan fuerte que ella se levanta de su asiento. Luego, la deja ir.
“No
creo que hayamos descubierto lo mucho que de esto puedes recibir,” le dice.
“No.”
“Pero,
un poco más, es probable,” él retuerce las pinzas de nuevo. Ella chilla. “Calla,”
dice él.
Da un
paso hacia atrás y la mira, disfrutando con lo que ve en su cara. Él sabe el
dolor que está infligiendo. Eventualmente, le quita las pinzas y sus suaves
manos, una vez más, calman sus pezones.
“Sé
que duele mucho,” dice él. “También sé que quieres que las vuelva a poner. Por
supuesto, en este mismo momento, no hay nada que tú desees más. Pero, si me lo
pides con amabilidad, te las pondré de nuevo.”
Él
espera. Ella le mira, como si su mirada le ablandara su corazón. Él la vuelve a
mirar implacablemente.
Ella
respira profundamente. “Por favor, Señor, ¿me quiere poner de nuevo las
pinzas?”
Él lo
hace. Ella hace una especie de gruñido en la parte posterior de su garganta. Él
piensa que lo que en realidad, ella quiere es, que la haga gritar.
“Buena
mujer,” él dice.
Muy
despacio, él empieza a retorcer las pinzas. Su cara muestra dolor.
“Oh,
por favor,” ella dice, “por favor…”
“Shhh,”
él dice. Este quita sus manos de las pinzas. Espera un rato. Luego las retuerce
de nuevo, más fuerte que nunca.
“Pídelo,”
le ordena.
Ella
se calla durante un momento. Hay una fina capa de sudor en su frente.
“Por
favor, Señor, por favor, ¿me las quitará ahora?”
Él
espera un momento, luego, se compadece. Él aprieta la cabeza de ella contra su
pecho.
“Estoy
orgulloso de tí,” él dice.