Creo que siempre ha sido un
parte de mí. Un poco de una parte oculta mía. Algo que me negaba a reconocer.
Cuando miro hacia atrás, honestamente, puedo decir que he disfrutado al
infligir dolor, físico o mental, durante la mayor parte de mi vida. Sin embargo,
me han llamado sádico y me he sentido ofendido.
En mis inicios como dominante,
tuve una relación con una chica y ambos éramos muy morbosos. Pero, hubo momentos durante el sexo en que me gustaba profundizar más y ella jadeaba
o gritaba. Yo le preguntaba si estaba de acuerdo. “Es un buen dolor,” me
replicaba. Y me metía más profundamente en ella y con más fuerza hasta que me
pedía que me detuviese. Hubo los cachetes ocasionales en su culo y los pellizcos
en sus pezones, mordiscos y arañazos, pero nada más allá de eso. La típica
pareja vainilla pensando que estaban haciendo cosas pervertidas de vez en
cuando. Pero, yo disfrutaba mucho más del sexo cuando le infligía un “buen
dolor.”
No lo calificaría a usted como sádico Señor, o quizás es que esa palabra se les haya ido un poco de las manos a los "expertos" que califican el sadismo como una enfermedad psiquiátrica y meten a todos en el mismo saco. Usted disfruta infringiendo dolor, pero sabe con quien puede jugar y también sabe hasta donde llegar, y eso lo convierte en un "sádico" muy especial.
ResponderEliminarMe sorprendes con tu comentario, porque me das la sensación de que me conoces bastante bien, aunque no nos conozcamos personalmente. Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario. Me considero un sádico y dominante responsable con una buena dosis de erotismo – según dicen. El mismo que impregno al dolor que inflijo. . Esto hace que la sumisa o la masoquista "vuele" en la palma de mi mano hacia el nivel de placer que busca o aspira a través del dolor y de su entrega y sólo su sádico le puede aportar.
EliminarFeliz día