sábado, 28 de junio de 2014

Esposada

“Mira,” le dice. Este abre la palma de su mano. Ella mira a las dos pinzas de acero unidas por una cadena fina.

“¿Sabes para qué son?”

Ella asiente con la cabeza.

“Quítate la camisa.”

Ella la desabrocha y la pone a un lado.

“Y el sujetador.”

Ella también se lo quita.

“Tienes unos pechos muy bonitos,” él dice. Ella se ruboriza un poco. La dice que se siente en una silla y se pone encima de ella. “¿Tengo que atarte?”

Ella lo mira. “¿Va a ser malo?”

“Sí.”

“Entonces, va a ser mejor que me espose.”

Él coge la pequeña esposa para pulgares y le reduce sus manos en su espalda. Le acaricia sus pezones ligeramente, haciendo que se pongan duros. Luego, coge las pinzas y cuidadosamente las coloca en sus pezones. Ella respira profundamente. Coge la cadenilla que une las pinzas y le da un pequeño tirón. A ella, se le corta la respiración.

“¿Duele?” Él pregunta casualmente.

Ella asiente con la cabeza. Él tira de la cadena un poco más fuerte. Ella gime suavemente. Él quita las pinzas y se inclina para chupar sus pezones con ternura, cada uno, a su vez. Luego, vuelve a ponerle las pinzas de nuevo.

“¿Duele un poco más ahora?” él pregunta. Ella asiente con la cabeza. Coge las abrazaderas de las pinzas y las retuerce. Ella gime.

“Necesito hacer esto,” dice él.

“Sí,” ella responde.

Él retuerce las pinzas con crueldad. Ella grita.

“Pobre mujer,” él dice. De nuevo, las retuerce.

“Oh, Dios,” Ella dice.

Él se inclina y besa su boca, un beso largo y profundo. Luego, le quita las pinzas. Él juega con sus pezones, retorciéndolos, frotándolos entre sus dedos y su pulgar.

“Todavía no he terminado,” dice.

“Lo sé.”

“¿Preparada?”

Ella asiente positivamente. Él pone las pinzas de nuevo. Ella gime. Él tira fuerte de la cadena, tan fuerte que ella se levanta de su asiento. Luego, la deja ir.

“No creo que hayamos descubierto lo mucho que de esto puedes recibir,” le dice.

“No.”

“Pero, un poco más, es probable,” él retuerce las pinzas de nuevo. Ella chilla. “Calla,” dice él.

Da un paso hacia atrás y la mira, disfrutando con lo que ve en su cara. Él sabe el dolor que está infligiendo. Eventualmente, le quita las pinzas y sus suaves manos, una vez más, calman sus pezones.

“Sé que duele mucho,” dice él. “También sé que quieres que las vuelva a poner. Por supuesto, en este mismo momento, no hay nada que tú desees más. Pero, si me lo pides con amabilidad, te las pondré de nuevo.”

Él espera. Ella le mira, como si su mirada le ablandara su corazón. Él la vuelve a mirar implacablemente.

Ella respira profundamente. “Por favor, Señor, ¿me quiere poner de nuevo las pinzas?”

Él lo hace. Ella hace una especie de gruñido en la parte posterior de su garganta. Él piensa que lo que en realidad, ella quiere es, que la haga gritar.

“Buena mujer,” él dice.

Muy despacio, él empieza a retorcer las pinzas. Su cara muestra dolor.

“Oh, por favor,” ella dice, “por favor…”

“Shhh,” él dice. Este quita sus manos de las pinzas. Espera un rato. Luego las retuerce de nuevo, más fuerte que nunca.

“Pídelo,” le ordena.

Ella se calla durante un momento. Hay una fina capa de sudor en su frente.

“Por favor, Señor, por favor, ¿me las quitará ahora?”

Él espera un momento, luego, se compadece. Él aprieta la cabeza de ella contra su pecho.

“Estoy orgulloso de tí,” él dice.

“Si le pido que me las vuelva a poner,” dice ella, ¿me follará usted?”

4 comentarios:

  1. Ufff como spankee que soy, no sé si preferiría la canne a esas temibles pinzas.
    Una vez más, magnífica la escena que describe, no he podido evitar tener un pellizco en el estomágo al leerla, parecía que yo tuviese esas pinzas puestas.
    Buen domingo!

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    1. Lo ideal es combinar el la cane con esas pinzas...las sensaciones no podrían ser mejores...

      Feliz día

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  2. Maestros y discípulas suelen inspirar las más bellas composiciones.

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  3. Cuando la sumisa está preparada, siempre llega el Dominante....

    Buen día

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