viernes, 21 de noviembre de 2014

Abre las piernas

Completamente desnudos, ellos están bromeando alrededor de la cama. Vamos como si fuera un combate de lucha libre. Parece que, en cualquier momento, puede haber sexo duro entre ellos. Ella espera que sí. Él la coge por espalda, la bloquea con el brazo y ella se ríe y chilla agitando sus piernas. De repente, los golpes llegan con fuerza entre ellos.
“¡Ay!” instintivamente, ella cierra sus piernas, más apretadas que una almeja.
“Abre tus piernas,” él dice.
“¡No!”
Él le echa una mirada.
“No, por favor, que duele.”
“Por supuesto que duele.”
“No, en serio, no quiero.”
Su mirada es ahora muy seria. “No me digas eso.”
Ella guarda silencio.
“Estoy esperando,” él dice.
Muy despacio, él separa sus piernas, no muy abiertas. Él azota entre ellas, de lleno contra su coño. Ella grita y cierra sus piernas de nuevo.
“Ábrelas,” la dice.
Hay una mirada temerosa en sus ojos. Pero, ella sabe que no puede negarlo otra vez. Por consiguiente, ella abre sus piernas.
“Más abiertas.”
Ella gime. Él separa todavía más sus piernas.
“No te muevas,” él dice. Apuntando cuidadosamente, la azota con más fuerza que antes.
“Oh,” ella dice. Pero esta vez, ella mantiene sus piernas abiertas. Él continúa azotándola, despacio pero con fuerza. Ella le mira, con los ojos abiertos, como si, en cualquier momento, como una cervatilla asustada, ella pudiera levantar vuelo, sólo si pudiera.
El baja su brazo. “La próxima vez no hagas esto, porque usaré mi cinturón,” le dice.

“Oh, no,” dice ella. Él puede ver lo mucho que teme al cinturón, pero él sabe lo suficiente bien para ver que detrás del miedo, ella es esclava de la idea. Ella seguirá pensándolo hasta que la azote con el cinturón.

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