lunes, 27 de abril de 2015

Hacerlo bien

“Ven al dormitorio,” él dice.
Él se sienta en el borde de la cama. Ella permanece de pie delante de él esperando instrucciones.
“Quítate las ropas,” le dice.
Ella puede decir desde su estado de ánimo que no puede ser coqueta. Se quita cada prenda lentamente, casi con solemnidad, desabrochando, descorriendo cremalleras, dejándolas caer al suelo.
Cuando ella está desnuda, él dice: “Acércate.”
Ella está de pie con sus rodillas casi tocando las de él.
“Abre tus piernas un poco,” le dice.
Él se sienta mirándola durante un momento, la mira a sus ojos. Él alarga una mano y mete un dedo en su vagina. Ella sabe lo que va a encontrar. No es la primera vez que ella se pregunta si es normal que una chica se humedezca tan rápido.
Él gira su dedo por el interior de ella, lo saca y se lo mete en su boca y lo lame despacio. Lo saca.
“Qué bueno,” él dice.
Vuelve a meter su dedo en el interior de ella, lo saca nuevamente y lo introduce en lo boca de ella. Ésta lo chupa. Ella nunca está muy segura del todo de cómo se siente sobre esto.
Una vez más, él vuelve a introducir su dedo en ella. A continuación, un segundo dedo y empieza a follarla. Ella pone una mano en el hombro de él para mantener el equilibrio. ¡Dios! a ella le gusta esto.
Él saca sus dedos. Por un momento, ella se siente despojada. Él los seca en el vientre desnudo de ella.
“Es hora de chupar mi pene,” le dice.
Ella se pone  de rodillas. Él desabrocha su cremallera y lo saca para ella.
“Si haces esto realmente bien, te follaré de la manera que más te gusta,” le dice.
Ella se inclina para realizar su tarea.

sábado, 25 de abril de 2015

Para tí, mujer sumisa

Eres peculiar, contundente y cándida. Algunas veces, tus días son demasiado oscuros y tus noches, a veces, son demasiado largas. A menudo, viajas sobre tus propias inseguridades. Requieres atención, tiempo de pasión y deseo de ser deseada. Usas la música para hablar cuando las palabras te fallan,  a pesar de, que las palabras son tan importantes para tí como el aire que respiras. Te encanta que lo haga dureza y con todo lo que tienes e, incluso, con tus propios defectos. Eres digna de ser amada.


viernes, 24 de abril de 2015

Acto de exhibicionismo

Aquí hay una paradoja. Todavía no la he visto desnuda en sus propias carnes, pero sé que cuando lo tenga que hacer, no voy a tener problemas para que se quite sus ropas. Cuando chateamos online, ella es tímida y reacia a mostrarme algo de su cuerpo. Debería ser al revés, ¿no? Cuando la veo por la pantalla del ordenador, ella está a medio mundo de distancia. Puedo verla, pero no tocarla. Ella no se expone a ningún peligro de que al quitarse algunas prendas, la vayan a llevar a alguna parte donde ella no quiera ir.
Creo que la mayoría de las mujeres tienen un lado exhibicionista. Saben lo mucho que a los hombres les gustan mirar y conocen y disfrutan de la cantidad de poder que esto les da. Incluso las mujeres sumisas pueden sentirse de esta manera. A ellas, les gustan bromear, les gustan excitar. Y sin embargo, ella es tímida, casi virginal en la forma que se sonroja y ríe nerviosamente y se aleja si aleja si hay sólo una pizca de que yo pudiera pedirla que me mostrara algo. Tal vez, haya montones de mujeres sumisas que no son de esta manera. Tal vez, esperan impacientemente a que su dominante les vaya a hacer cosas malas. Y tal vez, en el fondo, en un lugar de su mente no accesible para mí, ella es la misma. Pero, no es obvio. Todavía, no.
No digo que en la carne no exista también la timidez. Creo que ella no es alguien que alardee de sí misma. Pues sabría que yo intentaría follarla y que no habría un punto interminable en retrasar que se mostrara por sí misma. Ya que, en la pantalla del ordenador, no hay un resultado final. Solamente existe el baile.
¿Estaría ella vacilando en la pantalla porque teme que yo no pueda estar solo buscando, sino grabando y guardando imágenes de ella sin saber para qué fin? Creo que ella confía en mí, que yo nunca haría mal uso de cualquier imagen que yo tuviera. Por lo tanto, no creo que esa sea la razón.
Creo que parte de esto es vanidad. No es tanto que yo pueda verla. Es que ella puede verse a sí misma en ese pequeño marco cuadrado de la pantalla que te dan en el chat. Ahora bien, es admitido de una manera general, que las mujeres proclives a la vanidad. Se preocupan por cómo las ven los demás, a otras mujeres y a los hombres. Ellas quieren parecer lo mejor posible.
Si usted está presente físicamente con un hombre, ciertamente, espero que le guste lo que ve. Pero, la inmediatez y la excitación de la situación son aptas para superar sus pensamientos híper críticos sobre su apariencia y, de todos modos, no puedes verte a tú mismo (a menos te avisen de un vistazo en el espejo, lo cual es bien sabido).
Mientras que en online, existe esa foto tuya todo el tiempo. ¿Está manchado tu maquillaje? ¿Es tu peinado el más adecuado? Seguramente, ese no esté mostrando las raíces. Esa luz favorece tan poco a la sombra de tu nariz. Sin duda, ¿tus ojos son un azul más intenso en la vida real? Entonces, si no fueras a quitarte algo, ¿cuánto más crítica sería usted con su apariencia? ¿Le gusta mis tetas? ¿Son demasiado grandes? ¿Demasiadas pequeñas? ¿No tienen del todo la forma correcta? ¿No son tan firmes como deberían ser? ¿Cómo solían ser? Etc.
Lo cierto es – lo sé – y creo que ella sabe demasiado y que, con el tiempo, tendré mis maneras o mi estilo. Eventualmente, el último vestigio de la modestia será desnudado. De lo que tarde en llegar, es una cuestión de tiempo. Soy muy paciente. Y es porque no quiero que ella haga las cosas bajo presión. No quiero que ella se exhiba siempre porque ella pueda pensar que me decepcionará si no lo hace o porque tenga miedo de que me enfade por su timidez. Sin importar el tiempo que haga falta, quiero llevarla al punto cuando ella esté preparada para ofrecerse por sí misma. Cuando ella quiera complacerme tanto que hará cualquier cosa que yo le pida.
Incluso más que eso. Quiero que ella desee que yo la vea desnuda. Quiero que lo anhele. Quiero que ella desee ofrecerse online, que sea tan impaciente de modo que yo le pida cosas y que me lo enseñe todo, que no haga nada mientras la miro. El mayor placer para mí, no está en verla. Está en saber que ella quiere que yo la mire. A pesar de todos sus instintos hacia la modestia, saber que quiere que yo me entregue a ella. Y entonces, habrá un placer exquisito extra para mí. Cuando oiga su petición:
“¿Por favor, señor, puedo desnudarme para usted?”
Tal vez, le responderé:
“Ahora, no, chica. Tal vez, más tarde.”


martes, 21 de abril de 2015

La seducción de la inocencia

Era una noche cálida y suave. Pesada por el aroma de los jazmines y las orquídeas. La brisa fresca revoloteaba sobre su piel desnuda, acariciándola suavemente. Un escalofrío de sensación recorrió su cuerpo y, “¡ojalá! hubiera pensado en llevarme un chal,” pensó ella.
Pero, no. Él la había dicho cómo deseaba esta ocasión trascendental. La camiseta sin mangas del vestido de seda blanco abrazaba suavemente su pecho, levantándolo y empujándolo hacia fuera. Tal como la había dicho. Sin sujetador, sus pezones estaban duros por el roce de la seda suave, haciéndola sentirse muy consciente de sí misma y estar al corriente.
Los ligueros blanco, de encaje, sosteniendo las medias blancas la hacía incómodamente consciente de su estado sin bragas y podía sentir cómo se humedecía con la simple excitación de pensar en él.
Las sandalias de tacón alto resonaban en las escaleras de piedra que la llevaban a la alcoba aislada de la terraza, donde ella se había citado con él. Cuanto más se acercaba, más preocupada se  sentía. Su respiración se aceleraba bombeando sangre con adrenalina.
Pero esta noche, ella se iba a encontrar con él por primera vez. Aceptado, habían pasado mucho tiempo intentando conocerse el uno al otro a través de incontables horas de comunicación por teléfono y mail. Pero esta noche, la fantasía se iba a hacer realidad. Mientras ella se acercaba a la terraza, de pronto, sintió el impulso de salir corriendo, asustada. Sus miedos y sus propias dudas inundaron su mente. “¿Y si él no me encuentra agradable y atractiva? ¿Y si no aparece?” pensaba ella.
Admonitoriamente, recordó que éste hombre no era aquel a quien ella había amado durante toda su vida. Prometiéndole no sólo su cuerpo, sino también su corazón y su alma. Este hombre era aquel con el ella había descubierto todo y no sólo se había comprometido, sino que aceptó a la niña interior que había dentro de ella. En el borde de la sexualidad y la feminidad y aún, en el borde de la inocencia. Atrapada por los miedos y las dudas.
Se acercó a la mesa y él se levantó para recibirla. Incapaz de mirarle a los ojos, ella bajó la mirada y balbuceó suavemente:
“Hola, señor.”
Él cogió con amabilidad su barbilla con una mano, levantó su cara y con delicadeza, le ordenó:
“Mírame.”
Al levantar ella sus ojos, se sintió hipnotizada, perdida en todo lo que había leído en su mirada profunda e hipnótica.
Y aunque, ella sabía que él había encargado la comida para los dos, no recordaba el haberla compartido con él. De repente, se encontró en sus brazos, sus cuerpos meciéndose en una música que sólo sus corazones podía oír. Mientras ella le miraba tímidamente, la besó con suavidad. Plumas, ternuras, besos de mariposas. Arrancando un suspiro de entrega de todo su ser.
La comprensión, saber que ella, de hecho, sólo tenía que entregarse por completo a él, éste profundizó los besos. Moviéndose por su propia voluntad, sus brazos alrededor del cuello de él y las manos ligeramente detrás de su cabello. Las pasiones ocultas comenzaron a emerger y se podía oler el aroma almizclado de la excitación de ella en el aire.
Gimiendo suavemente, ella se arqueó hacia él, necesitándole más cerca. De repente, y de algún modo, su vestido era un charco de seda a sus pies. Los labios de él bajaron por su cuello, succionando, lamiendo, mordiendo y provocando jadeos suaves de pasión en los labios de ella. Cuando él cogió primero un pezón y luego el otro, duro y dolorido con su boca, ella empezó a gemir de placer.
La mano de él encontró el punto interior de ella que estaba palpitando por la pasión y el deseo…
Con sus débiles piernas convertidas en gelatina, ella se encontró agarrándose para apoyarse.
De repente, él la giró, la inclinó sobre el balcón y la entró desde atrás.
El cuerpo de ella convertido en fuego, empezó a arquearse hacia él, aceptándole y abriéndose a él por completo. Ahora, era suya.
Cuando la ordenó que se corriera para él, su cuerpo, sacudido por los espasmos y lavando uno sobre otros en las ondas, sus lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.
“¿Por qué estás llorando?” la preguntó con amabilidad.
Incapaz de pronunciar una palabra, ella movía su cabeza. Cobijándola entre sus brazos, la estuvo confortando y consolándola. Y, mientras lo hacía, ella supo que había llegado a la casa que tanto había deseado en su vida.


domingo, 19 de abril de 2015

Amable

“Esto te va a doler un poco,” le dice a ella. “Tal vez, algo más que un poco.”
Hay un aliento brusco y profundo. “Voy a hacerlo de nuevo,” él dice. Esta vez, ella gime.
“Pobre chica,” dice. Él lo hace otra vez. “Duele. Sé que duele. Pero es bueno para tí.” Su voz es suave y relajada.
Él lo hace un poco más. “Buena chica,” dice. Entonces, lo vuelve a hacer. Ella retiene su respiración.
Él espera un momento, luego le dice a ella: “Esto va a ser malo esta vez.”
Ella gime. Es realmente malo, tal como ha dicho: “¿Por favor?” ella dice. ¿Es una súplica de piedad o una simple petición? Tal vez, no lo sepa ni ella misma. Esta se retuerce nuevamente.
“Oh, Dios,” ella dice entre dientes.
“Sé que es malo, mi mujercita,” le dice. “Pero no se ha terminado todavía.”
Él lo vuelve a hacer y mira cómo ella escribe en vano contra sus ataduras. Hay una película de sudor en su frente. Ella nunca ha estado tan deseable como ahora.
Una vez más, él lo vuelve a hacer y luego la besa.
“Sabes lo mucho que me gusta hacerte daño,” él dice. “Por lo tanto, ahora un poco más, aunque sea por mí.”
Él lo hace una vez más, más fuerte que nunca, aunque no tan fuerte como puede. Ella grita.
“Da las gracias,” dice. “Es un regalo para tí.”
Él se pregunta por qué está terminando en este preciso momento. ¿Podría ella haber recibido un poco más? La próxima vez no va a ser tan amable.

jueves, 16 de abril de 2015

La sumisa de carácter e independiente

Es tan fácil como difícil explicar lo que es una sumisa de carácter o Alfa, como la suelo definir o denominar. Ellas no son como usted podría esperar, la líder de un grupo de sumisas, pues no pueden serlo.
Lo que son, está en el primer plano. Están fuera. Se hacen notar. Son testarudas, de cabeza dura, independientes, pero necesitan un control firme.
No les gustan las decisiones, pero las imponen. Desafían y esperan que les den o impongan los retos. No tienen reparo en afirmar su opinión, tanto si alguien está de acuerdo como si no. Incluso, si no es el criterio de su Amo.
Pero, obedecerán. Son inteligentes, siempre con ganas de aprender, explorar, presionar sus límites en todo. Su entusiasmo por la vida no tiene fin. Tienen altas expectativas consigo mismas y demandan y se esfuerzan por vivir también de acuerdo como ellas son y sienten.
Saben lo que quieren (bueno, la mayoría) y van tras ello. No son de las que dicen “espera.” Al mismo tiempo, han aprendido también lo que no quieren y rechazan a conformarse con menos.
Son como cualquier sumisa: aman, anhelan servir, dan su lealtad y confianza a su Amo. Pero, son difíciles de manejar. Yo diría que, de alto mantenimiento en todos los aspectos.
El dominante necesita mantenerla sobre la punta de los dedos de sus pies y, a la inversa, piensan que también necesitan mantener a su Dominante sobre los dedos de sus pies.
Al igual que otras sumisas, tienen sus gustos, disgustos, fallos y puntos buenos. No son perfectas. Llegan al estilo de vida de la sumisión al igual que la mayoría de las sumisas, buscando su sitio y con una visión muy clara y definida de sus necesidades íntimas. La diferencia es que no se las pueden poner en un molde.
Ellas tienen que hacer su propio camino y necesitan un Dominante fuerte para que las controlen y las guíen.
Las sumisas Alfa están convencidas de que el respeto y la confianza se ganan, pero los buenos modales son una necesidad, al igual que su formación como sumisa. El protocolo es su honor. Se suelen someter a un solo Dominante y nunca a varios.
Por lo tanto, dejarán pasar a cualquier otro Dominante que les digan lo que hacer, que lo ignoren o, francamente, le digan “no.” Y esto es más que cierto, tanto si le han impuesto el collar como si no.
La sumisa Alfa es coqueta y exhibicionista. Suele fastidiar y es juguetona incluso en las sesiones. Se ríen y viven la vida con alegría y la siente, como una necesidad. No son celosas, pero pueden ser envidiosas. Creo que se puede decir de ellas que se toman todo con mucha profundidad.
El Dominante que pueda encontrar la clave para su comunicación, tendrá sus manos llenas, pues recibirán una sumisión total, leal, amorosa y respetuosa, entre otras cosas.
Retarán insistentemente a su Dominante y esperan a que éste sea “Dominante” y le tendrán una estima alta sobre todos los demás. Y, a cambio, ellas obedecerán, no sin cuestionarle, pero obedecerán, dado que su sumisión a Él es total y completa.
El corazón de la sumisa Alfa llevará el nombre de su Dominante protegiéndolo con amor, mitigando sus necesidades y deseos. El cuerpo de ella será reclamado para el placer de su Dominante y su alma, una vez entregada, es un tesoro hecho para él que tiene el espíritu de ella y la llama que la impulsa.

domingo, 12 de abril de 2015

El amor y el sexo

Nunca he sido capaz de distinguir emocionalmente entre el sexo y el amor. Suelo bromear diciendo que soy una chica que necesita una conexión emocional sin la cual, una persona física simplemente no me satisface. Ha habido momentos en los que, ojalá, hubiera podido separar el sexo y el amor. Pero, al final, soy el que soy y me he acostumbrado.
Cada vez que entro de nuevo en mi amante, me enamoro de ella. Tal vez, yo sea un romántico bobo, pero el ser invitado y acogido en su propio cuerpo es mágico para mí y, en sí mismo, es una expresión de amor. ¿Existe, por casualidad, un gesto de mayor aceptación?
Cada momento de la interacción entre un hombre y una mujer en una relación es sexual. La pasión puede fluir y refluir y usted no puede estar pensando en la penetración y los orgasmos, pues todavía no somos seres abstractos y andróginos cuando estamos fuera del dormitorio. Todavía seguimos siendo machos y hembras primarios. Siempre estaré al tanto de su esencia, de su forma, de cómo su cuerpo se abre para mí, de cómo ella se hace tan deliciosamente diferente a mí.
El amor y el sexo están inextricablemente ligados para mí. Mientras paseaba por la puerta de los jardines colgantes de Babilonia, me enamoré de su belleza sin fin y me reía por haber llegado, por fin, a casa. Y todavía, seguía hundiendo mis dedos en la tierra,  todavía comía las frutas carnosas y maduras que me ofrecía. Mientras los jugos corrían por mi mandíbula, yo todavía seguía enterrando mi nariz en los pliegues fragantes que se abrían para mí en cada amanecer.
Yo no necesito sexo más que amor. No necesito amor más que sexo. Los necesito por igual porque, para mí, son lo mismo.

viernes, 10 de abril de 2015

Nuevos descubrimientos

Ella siempre había pensado que no le gustaba el dolor. Estaba segura que podía y toleraría una cierta cantidad de dolor como un acto de sumisión, sólo para complacer a su pareja.
Resulta que, mientras su umbral puede estar todavía bajo, no sólo para tolerar el dolor, le gusta. Unos cuantos azotes cuidadosamente ubicados con la fusta le dan un billete de ida y vuelta al subespacio.
Incluso le gusta el hecho de que no pueda sentarse cómodamente al día siguiente o durante unos días, ya que le recuerda una sesión maravillosa.

lunes, 6 de abril de 2015

Codiciosa

Las mujeres sumisas son aptas para ser codiciosas. No creo que nunca he oído que ella se queje de haber recibido demasiados azotes, ni tampoco que nadie se acaba de morir por haber recibido interminables golpes sobre su culo. Pero, he oído a un montón de ellas lamentarse del hecho de que no consiguen los suficientes, que no han sido azotadas en una semana, en un mes o en toda una vida. O que tienen un mal concepto de los azotes o, incluso, de un mal Spanker. Por supuesto, podría visitarlas a todas de improviso y decirles que no corresponde a la sumisa decidir cuándo o cómo ella va recibir unos azotes, a ella la azotarán cuando lo necesite, etc. Yo podría decir eso, pero no creo que me estuvieran escuchando. Sus anhelos por unos azotes son demasiado profundos.
Entonces, ¿qué va a hacer una mujer si no está haciendo los suficientes méritos? En primer lugar, permítanme decir, que estoy de acuerdo con Gordon Gekko sobre esto, “la codicia es buena,” aunque sólo sea en el ámbito de la D/s. Me gusta cuando las mujeres quieren más y más. Me gusta dárselos a ellas. Pero, ¿qué debería decirle, si ella no me pertenece, si su dominante es otro hombre? Un hombre que, sean cuales sean sus indudables cualidades, esté menos comprometido en el proceso de los azotes de lo que ella está.
No sé si tengo algunos consejos prácticos. Depende de las personas implicadas. Algunas mujeres provocan. Deliberadamente, hacen cosas que no deberían con la perspectiva de un castigo. Si esto funciona para tí, eso está bien. Personalmente,  prefiero que una mujer sea buena. Muy ocasionalmente, yo podría intentar el escenario de un castigo, aunque sólo sea por diversión (“por lo tanto, el perro se come tu trabajo casero, uhmmmm…”). Pero, esto no es realmente mi estilo. Supongo que podría llegar a serlo, si conociera a una chica que realmente estuviera en este tema. Soy un Dominante muy adaptable y hay algunas cosas que por las que no puedo ser seducido. Pero, como yo digo, la ingeniería de un castigo es algo de la que tiendo a tener muy mala opinión. Es la manipulación y si hay alguna manipulación que hacer, sé quién va a estar haciéndola.
Una mujer que está tratando de provocar a su dominante para que la azote, siempre corre el riesgo de que ella termine trepando desde su condición de sumisa. No soy un purista. Me doy cuenta de la cantidad de veces que esto ocurre en cualquier relación de la D/s. Después de todo, es una calle de doble sentido. Pero, al final del día, realmente ella no quiere ser la única que esté haciendo la carrera. Ella quiere triunfar y no ser obligada.
Aún así, una cosa que nunca hace daño es la comunicación. Si necesitas más azotes, simplemente, házselo saber. Esto no es trepar. Pero, ¿qué pasa si esto no funciona? Por difícil que pueda ser, lo tienes que intentar y explicar de qué exactamente se trata de los azotes que tanto te excitan. Y cuando consigues ser azotada, no tengas miedo de hacerle saber cómo te sientes. Creo que la mayoría de los dominantes disfrutamos si tenemos una respuesta. No es suficiente azotar, al dominante le gusta saber que los azotes han conseguido el efecto deseado. Necesariamente, no quiero decir que cada mujer debería ser una llorona. Pero sufrir de una manera pasiva corre el riesgo de que él esté pensando que ello no está teniendo mucho efecto sobre usted. Si él puede ver el efecto profundo, es mucho más probable que lo vuelva a repetir.
No puedo enseñarte lo que el lenguaje corporal o los sonidos inflamarán a tu dominante. Yo sé una cosa que funciona para mí. Es cuando veo que ella está un poco miedosa, más preocupada sobre lo que ella ha conseguido por sí misma, preguntándose si esto pudiera terminar yendo demasiado lejos. Por lo general, ella se va un poco más tranquila. Eso es muy excitante para mí. No me gusta que ella acepte unos azotes con demasiada celeridad. Un ligero grado de resistencia o, al menos, vacilación, hace que mi adrenalina fluya. Pero, por supuesto, que si el dominante es un azotador reacio, en primer lugar, corres el riesgo de emitir señales equivocadas.
Estos azotes de cabriolas son un tema difícil. Se podría pensar, ¡oh! a él le gusta azotar, a ella le gusta ser azotada. Lo hace y se divierte muchísimo. Pero con el tiempo, se aprende que azotar es algo más que eso. Aun así, las cosas que realmente merecen la pena hacer, nunca son fáciles, ¿verdad?

viernes, 3 de abril de 2015

La oscuridad

Deseas la oscuridad, ¿verdad?
Mis ojos brillan en la oscuridad de la noche y, ¿te atreves a entrar en mi círculo? Buscas mi mirada y te sumerges de cabeza en el abismo conmovedor de la discordia emocional. El dolor encuentra al placer cuando seduces a mi mirada. La angustia suaviza al éxtasis cuando reclamo tus deseos más oscuros.
Ten cuidado con los deseos que anhelas, pues existe un erotismo peligroso que usurpará tu espíritu, devastará tu cuerpo y consumirá tu mente.
En mis brazos, en mis ojos, raptaré sólo la fuerza más oscura de la verdad espiritual. Soy el cuervo lobo, portador de las tormentas y el alfa de las sombras. Encuentra mis ojos y saborea mi pecado y prepárate para la consumación carnal.
Una vez que detecte el olor de la lujuria, asegúrate de comprender la oscuridad desviada que buscas en mi mundo. La luz solamente viene del interior.
Cierra los ojos.
El lobo está cerca.
La tormenta viene.
¿Puedes controlar esto?

miércoles, 1 de abril de 2015

La necesidad de disciplina

Su falda levantada se ciñe en torno a su cintura. La mano de él forrajea entre sus bragas.
“Vamos a ver qué tipo de chica eres,” le dice, introduciendo un dedo en su vagina.
“¡Oh, querida!” él dice.
Lo saca y lo limpia en la mejilla de ella. “Ya estás mojado y goteando y apenas hemos empezado.”
Ella no puede mirarle. Sus ojos están arraigados en el suelo.
“Hay una palabra para las mujeres como tú,” le dice. “Y creo que la sabes.”
“Puede ser,” dice ella.
“Ser una puta no es un delito punible. De hecho, más bien lo admiro. Incluso, he sido reconocido por complacerla. Pero las putas necesitan orientación y control. Necesitan disciplina. ¿Lo entiendes?”
“Supongo que sí,” ella dice lentamente.
“Y creo que usted sabe lo que quiero decir por disciplina.”
“Sí, tengo alguna idea.”
En su rostro, hay una mirada un poco malhumorada. Su postura expresa algo, si no resistencia, sí un poco de renuencia a ceder con demasiada facilidad.
“Inclínate sobre la silla,” le dice.
Ella duda. “¿No cree usted” ella dice, “que mi humedad no es toda de mi propio hacer? ¿Qué, tal vez, eso no sea una falta mía?”
Sin decir una palabra, la agarra por los pelos, se los retuerce, forzándola hacia abajo, sobre la silla. Ella chilla. Mientras la mantiene en su sitio, él se quita su cinturón con su otra mano. Ella conoce el ruido del deslizamiento del cuero y el tintineo de la hebilla. Tiene un nudo en su estómago. Le parece que esto va en serio.