martes, 21 de abril de 2015

La seducción de la inocencia

Era una noche cálida y suave. Pesada por el aroma de los jazmines y las orquídeas. La brisa fresca revoloteaba sobre su piel desnuda, acariciándola suavemente. Un escalofrío de sensación recorrió su cuerpo y, “¡ojalá! hubiera pensado en llevarme un chal,” pensó ella.
Pero, no. Él la había dicho cómo deseaba esta ocasión trascendental. La camiseta sin mangas del vestido de seda blanco abrazaba suavemente su pecho, levantándolo y empujándolo hacia fuera. Tal como la había dicho. Sin sujetador, sus pezones estaban duros por el roce de la seda suave, haciéndola sentirse muy consciente de sí misma y estar al corriente.
Los ligueros blanco, de encaje, sosteniendo las medias blancas la hacía incómodamente consciente de su estado sin bragas y podía sentir cómo se humedecía con la simple excitación de pensar en él.
Las sandalias de tacón alto resonaban en las escaleras de piedra que la llevaban a la alcoba aislada de la terraza, donde ella se había citado con él. Cuanto más se acercaba, más preocupada se  sentía. Su respiración se aceleraba bombeando sangre con adrenalina.
Pero esta noche, ella se iba a encontrar con él por primera vez. Aceptado, habían pasado mucho tiempo intentando conocerse el uno al otro a través de incontables horas de comunicación por teléfono y mail. Pero esta noche, la fantasía se iba a hacer realidad. Mientras ella se acercaba a la terraza, de pronto, sintió el impulso de salir corriendo, asustada. Sus miedos y sus propias dudas inundaron su mente. “¿Y si él no me encuentra agradable y atractiva? ¿Y si no aparece?” pensaba ella.
Admonitoriamente, recordó que éste hombre no era aquel a quien ella había amado durante toda su vida. Prometiéndole no sólo su cuerpo, sino también su corazón y su alma. Este hombre era aquel con el ella había descubierto todo y no sólo se había comprometido, sino que aceptó a la niña interior que había dentro de ella. En el borde de la sexualidad y la feminidad y aún, en el borde de la inocencia. Atrapada por los miedos y las dudas.
Se acercó a la mesa y él se levantó para recibirla. Incapaz de mirarle a los ojos, ella bajó la mirada y balbuceó suavemente:
“Hola, señor.”
Él cogió con amabilidad su barbilla con una mano, levantó su cara y con delicadeza, le ordenó:
“Mírame.”
Al levantar ella sus ojos, se sintió hipnotizada, perdida en todo lo que había leído en su mirada profunda e hipnótica.
Y aunque, ella sabía que él había encargado la comida para los dos, no recordaba el haberla compartido con él. De repente, se encontró en sus brazos, sus cuerpos meciéndose en una música que sólo sus corazones podía oír. Mientras ella le miraba tímidamente, la besó con suavidad. Plumas, ternuras, besos de mariposas. Arrancando un suspiro de entrega de todo su ser.
La comprensión, saber que ella, de hecho, sólo tenía que entregarse por completo a él, éste profundizó los besos. Moviéndose por su propia voluntad, sus brazos alrededor del cuello de él y las manos ligeramente detrás de su cabello. Las pasiones ocultas comenzaron a emerger y se podía oler el aroma almizclado de la excitación de ella en el aire.
Gimiendo suavemente, ella se arqueó hacia él, necesitándole más cerca. De repente, y de algún modo, su vestido era un charco de seda a sus pies. Los labios de él bajaron por su cuello, succionando, lamiendo, mordiendo y provocando jadeos suaves de pasión en los labios de ella. Cuando él cogió primero un pezón y luego el otro, duro y dolorido con su boca, ella empezó a gemir de placer.
La mano de él encontró el punto interior de ella que estaba palpitando por la pasión y el deseo…
Con sus débiles piernas convertidas en gelatina, ella se encontró agarrándose para apoyarse.
De repente, él la giró, la inclinó sobre el balcón y la entró desde atrás.
El cuerpo de ella convertido en fuego, empezó a arquearse hacia él, aceptándole y abriéndose a él por completo. Ahora, era suya.
Cuando la ordenó que se corriera para él, su cuerpo, sacudido por los espasmos y lavando uno sobre otros en las ondas, sus lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.
“¿Por qué estás llorando?” la preguntó con amabilidad.
Incapaz de pronunciar una palabra, ella movía su cabeza. Cobijándola entre sus brazos, la estuvo confortando y consolándola. Y, mientras lo hacía, ella supo que había llegado a la casa que tanto había deseado en su vida.


10 comentarios:

  1. Simplemente hermoso, no pudo describir mejor el final. Yo también me siento en casa, creo que desde siempre he tenido alma sumisa. Él me descubrió, me eligió y moldeó a su antojo sin que yo abandonara mi esencia. Buenos días, Ben Alí.

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    1. Buenos días, Anónimo...

      Si ya estás en casa, me alegro y dáte por afortunada...Gracias por leerme...

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  2. Hace tiempo que le leo y releo, porque hay cosas que me cuesta asimilar en la primera lectura,no por incomprensibles,si no porque,como los libros que me gustan, hay párrafos que me aportan cosas nuevas según mi estado de ánimo y mi situación personal en ese momento.

    Como decía,hace tiempo que le leo y releo,no así que comento, quizás por timidez,o porque simplemente,no tenía nada que decir.

    Hace tiempo que le leo y sería demasiado osado por mi parte el decir que este texto es el más hermoso de su blog,pero, si no lo es, se acerca mucho.
    Lo leeré cuando esté triste para saber que,alguna vez,quizás yo pueda sentirme en casa.
    Lidia.

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    1. Ya tengo asimilado que mis escritos te desconciertan. A este respecto no tengo nada que objetar. No puedo cambiar... sin embargo, si te llegan a aportar cosas buenas y bienestar interior, ya me doy por recompensado...

      A veces, tengo la sensación que nos conocemos personalmente, pero reflexiono y creo que no.

      Este artículo lo he escrito con el mismo cariño que los demás. Nunca pretendo que uno supere al otro...

      Te agradezco tu comentario, tu aprecio y no sabes cómo me gustaría que estuvieses en casa...

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    2. Por supuesto que me aporta cosas buenas. No lo leería si no fuera así.

      No tengo el gusto de conocerlo personalmente. Si fuera así, se lo diría.

      No deseo ni pretendo que cambie; pero esta faceta de su personalidad más tierna y sensible me gusta mucho.

      Nada me gustaría más que sentirme en casa.La sensación de pertenener es lo más maravilloso que existe.

      Gracias por sus buenos deseos.

      Lidia.

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    3. Con respecto a la temática de mis escritos en este blog, soy consciente que estoy “mutando,” dentro de la temática de la D/s, hacia un erotismo más amable y menos transgresor o crudo que el tratado hasta hace bien poco.

      Entiendo que después de más de cuatro años casi ininterrumpidos escribiendo, vaya descubriendo otros matices eróticos y muy sensibles también muy interesantes y enriquecedores.

      Feliz día…

      Ben Alí

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  3. Bonito es poco.
    :)

    rarita

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  4. Y... siempre hay un punto de inocencia que alguien puede llegar y seducir ..

    :)

    rarita

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    1. Estoy de acuerdo contigo, rarita...los dominantes siempre encontramos en las sumisas o posibles sumisas ese punto de inocencia para seducirlas...

      feliz día...

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