A ella, no
le gusta el dolor. No es algo que lo disfrute. Cuando se da un golpe en la
cabeza o se da un porrazo en los dedos de su pie, te aseguro que ella no gime.
A ella, lo
que le gusta es recibir dolor de alguien que la ame salvajemente, dado que él
todavía tiene esa necesidad innata de hacerle daño. Esa lucha interior tiene
lugar cuando ella se está sintiendo segura. Dolor descarado, que es por lo que
ella vive. Siempre empieza bromeando. Los cachetes suaves sólo pretenden
bromear. Es el juego previo. Esos azotes suaves la lanzan, haciendo que ella
quiera más. La línea entre la broma y el pánico es muy delgada para ella. En un
principio, la divierten, pero luego, no. Es cuando ella realmente se da cuenta
que esto es el comienzo para hacerle daño y él debe parar antes de que sea
demasiado tarde. Pero, ella no quiere que se detenga. No durante un segundo,
sino en ese preciso momento en que ella lo recibe. Necesita pararlo con un
miedo y una urgencia que no puede controlar. En ese momento, ella cree que
haría algo para pararlo. Pero, no lo hace. No, porque, en realidad, un final ni
siquiera parece remotamente cerca.
Él acaba de
azotar sus nalgas y le ha provocado un surco con la fusta. Ahí está el problema
de ella. El dilema que se utiliza para describir a las mujeres en el parto
natural. Ellas saben que no pueden seguir preñadas para siempre. Eventualmente,
tienen que dar a luz y mucho más allá de cualquier tipo de intervención. Ellas
han comprendido esto en ese momento y ellas empujan.
Así es como
la mujer masoquista se siente cuando la han golpeado con frenesí. Sabe que no
tienen otra opción. Debe aceptarlo todo. Y es que… la liberación. Ella lo
siente todo. Cada asalto a su cuerpo, sola lo acepta. A pesar de que esté
llorando y aunque no lo esté rogando, esas cosas son tan involuntarias como
respirar en ese punto. Está dejándose llevar o sólo experimentándolo.
Y eso es lo
que ella piensa “el suave te amo del… al estar hecho para…” Ese momento, cuando
ambos se colapsan el uno en el otro, es como hacer el amor. Sólo han pasado a
través de algo épico juntos, por falta de una expresión mejor. Ella acaba de
compartir una experiencia que nadie más en el mundo jamás podría incluso
comenzar a entender. Ese momento, ese sentimiento es para lo que ella vive.
Lo creas o
no, ella no ha tenido ninguna sesión de dolor extremo. Eso sí, ella ha tenido
un montón de magulladuras y cada una le encantó. Pues eso era a lo que ella
intentaba ir. Ella tiene la sensación que es como una droga que él ha
construido con demasiada tolerancia. Esos pequeños azotes no la van a
satisfacer un día, pero, por ahora, ella va a beberlos.
Y, como también
diría ella: “Bienvenidos a mi cabeza masoquista bellamente jodida.”