viernes, 27 de noviembre de 2015

Fantasía ocasional

Ella abre la puerta y baja las escaleras. No es la primera vez que se pregunta quién ocupa el resto de la casa. ¿Vive gente en esta casa? ¿Trabajan aquí? Ella nunca ha visto a nadie.
En la parte inferior de las escaleras, ella abre otra puerta y entra. Mezclado con el aroma de las velas y el incienso que algunas personas queman, hay un ligero olor a antiséptico  que mantiene el lugar impecablemente limpio.
Se quita la ropa y se sienta en una silla de madera con las manos en su regazo, esperando pacientemente. Bueno, tan paciente como ella puede. Desde entonces, ha estado esperando que cuando se abra la puerta, de nuevo sea él. Un hombre mayor, de pelo gris y de manera cortés. Sería muy difícil decir con exactitud lo que a ella le había atraído de él. Probablemente, fuera su aire de confianza total mientras él hacía su trabajo. Y también, la sensación de que él nunca la había visto, podía ver con el fondo de la mente de ella, comprender el caldero hirviente de deseo que la había hecho venir hasta este lugar, pues sabía mejor que ella lo que esta necesitaba.
Ella se dice a sí misma que debería dejar de pensar en él, porque puede ser que no sea el que venga. La última vez que ella estuvo aquí, se había sentado sin aliento, incapaz de soportar el suspense mientras esperaba para ver si el hombre mayor vendría por ella otra vez. Y luego, sufrió una oleada de decepción cuando la puerta se abrió para revelar otro hombre, mucho más joven. No es que este otro hombre no tuviera una cierta habilidad en lo que hacía. Y no hubo ninguna posibilidad de que ella pudiera rechazarlo. Ese era el trato, que aceptó sin vacilar para venir y del que no podía volverse atrás y eso era parte de lo que lo hizo tan excitante. El saber que ella no podía negarse, sin importar de quién se tratara, tuvo un efecto poderosamente estimulante en su imaginación.
De todos modos, sentada ahora aquí, ella deseaba fervientemente que pudiera ser el hombre mayor una vez más. Con seguridad, ¿él había disfrutado de la experiencia? ¿Es posible que él quisiera volver para encontrarla de nuevo? Pero ni la sumisa ni el dominante podrían estipular quién pudiera ser su pareja. Sólo se podía hacer una cita  a ciegas y volver a la esperanza. Incluso esto, no es algo que suceda muy a menudo. La gente que se dirige al lugar, personas sombrías y sin nombres, sólo una dirección de correo electrónico y una cuenta bancaria, vigilan cuidadosamente el uso de sus instalaciones. Nadie podría visitarla más de una vez al mes.
En los últimos dos meses, a pesar de su decepción, ella había estado esperando con desesperación a ese hombre nuevo, el hombre que la había motivado. Su cuerpo estaba dolorido por el beso de su látigo. Ella anhelaba la crueldad de su toque, la sensación sobre su cuerpo desnudo de esas manos que le habían hecho infaliblemente a ella lo que era tan perfecto, había hecho que su cuerpo se estremeciera y retorciera, la había hecho gritar y, cuando terminó, llorar de gratitud.
Ella sabe que pensar en él, sólo puede servir para que cualquier punzada de decepción sea mucho más nítida. Pero no puede dejar de recordar, cómo cuando él había entrado, no había pronunciado ni una palabra, solamente permaneció de pie delante de ella mientras ésta se sentaba. Luego, puso su mano bajo su barbilla y levantó su cara para que le mirase. Sus ojos marrones mirándola profundamente. Y luego, sin avisar, abofeteó su cara. Tres golpes punzantes y ella gritó, más por la sorpresa que por el dolor. Y la agarró por el pelo y medio la levantó de la silla, arrastrándola hacia el banco que estaba en el centro de la habitación. El banco,  acolchado en la parte superior y las correas de cuero en cada ángulo para atar las muñecas y los tobillos.
Durante la hora siguiente, ella descubrió lo que había estado esperando al venir aquí durante estos meses. Por fin, había sido justo y, de hecho, perfecto. Pero después, el hombre se marchó de la misma manera que había llegado, sin decir una palabra. Sin dejar ni una huella. Y sin embargo, ahora se siente esperanzada, sin atreverse a esperar que él vuelva otra vez.

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