domingo, 10 de diciembre de 2017

Cuando el intento falla

Ella me contaba que había pasado mucho tiempo de su vida tratando de rescatar relaciones aparentemente rotas. La habían enredado en tantas justificaciones que la dejaron completamente ciega ante lo que era justo para ella. En cada relación fallida, no importa cuál, cuando se preguntaba si necesitaba permanecer o trabajar en ella o dejarla, su respueta siempre era “quédate.” Cuando amaba a alguien, nunca quería dejarlo ir. De hecho, pocas mujeres lo suelen hacer. El hecho de renunciar no suele estar en los genes de las mujeres, y esto exactamente no ayuda.

 

Ella buscaba en el lugar equivocado sus respuestas. No debería buscar fuera sobre cómo poder hacer nuevamente feliz a su pareja, sino hacia dentro, en su propia alma. Ella necesitaba preguntarse: “¿Cómo mi relación hace sentirme?” Su respuesta era “no lo suficientemente bien.” Y esa era una una señal roja brillante de que su relación no era lo suficientemente buena. Fin de la historia.

 

Una vez que dejó de preguntarse quién tenía razón y quién estaba equivocado, pudo concentrarse en lo que realmente importaba. ¿La hacía feliz esa relación? Sí, no y ambas partes no eran capaces de reconocer su culpabilidad en la destrucción, era el momento de seguir adelante. Tratar de ser correcto y feliz es el error del tonto en las relaciones tóxicas, ya que, por lo general, tiene que elegir el uno o el otro. La felicidad siempre tiene que venir primero. Puedo ser feliz como persona sola, pero seguro que jodiendo no puede ser feliz en una relación fallida. No hay nada más solitario que despertarse para encontrarte solo con una pareja que ya tiene un pie fuera de la relación.

 

Ella se estaba desmoronando lentamente y le parecía casi imposible conjurar la suficiente autoestima para sentir que se merecía el tipo de relación que quería: Una   relación de amor arraigada en la confianza y el respeto. Una vez que comenzó a valorar otra vez su felicidad, descubrió una cantadidad enorme de negación oculta debajo de los escombros de su relación tóxica. No le llevó mucho tiempo para que el momento “ya” descendiera, cuando vió cuánto dolor había sufrido por quedarse.

 

Al final del día, si no tenía la suficiente compasión y empatía para tratarse como si tuviera un valor real, nadie podría salvarla. Esta vez eligió la felicidad. Ya esperaba elegirla cada vez. Elegir el amor y si no lo conseguía con su pareja, necesitaría encontrarlo en sí misma.

 

Ella me preguntó: “¿Soy guapa?” “¡Jolines! Claro que sí,” le respondí.

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