martes, 15 de febrero de 2011

Restricción


Hago que se ponga a cuatro patas en frente de mí. Ella está desnuda.

- Déjame ver como te lo tocas, le digo.

Su mano se dirige a sus entrepiernas. Sé que ella es tímida. Eso forma parte del placer para mí.

- Te gusta eso, ¿verdad?

Ella asiente con la cabeza.

Le sonrío con indulgencia. “Esta pícara mujer.”

Ella está tocándose todavía. No le gusta mirarme mientras lo está haciendo. Tal vez le sea más fácil si finge que no estoy aquí. Pero no voy a permitir que se oculte.

- Muéstramelo si estás húmeda, le digo.

Ella se sonroja al saber lo que debe hacer. Duda brevemente, entonces ella misma se introduce un dedo misma y lo saca de nuevo.

- Enséñamelo, le insisto.

Levanta el dedo. Está brillante por la humedad.

- Lámelo hasta dejarlo limpio.

Ella lo hace.

- Vamos, le digo.

Ella se toca algo más.

- ¿Están empezando tus fantasías? Pregunto.

Asiente con la cabeza.

- ¿Solo una polla o varias?

- Muchas, susurra.

- ¿Te gustaría ver la mía?

Ella asiente con la cabeza otra vez. Me bajo la cremallera y me quito los pantalones. Cojo mi polla y la acaricio despacio. Ella está mirándola, casi como si estuviera en trance.

- Ven y huélela, le digo, “pero no la toques.”

Gatea hacia delante. Echo hacia atrás el prepucio. Me dice una vez más que el olor de la polla del hombre  hace que su coño se apriete. Inclina la cabeza y la olfatea delicadamente.

- ¿Qué quieres ahora? Le pregunto. Mientras me la toco, su cara está tan sólo a dos centímetros de mi polla.

- En mi boca, dice ella.

Sacudo la cabeza. “Hoy, no. La tuviste ayer y las mujeres jóvenes no deben tener todo lo que quieren.”

Ante cualquier señal de mala cara, observo su rostro con atención y le digo. “¿Qué más quieres?”

- Pero solo bajo estrictas condiciones. No estoy seguro si estás lo suficientemente disciplinada para cumplirlas.”

- En mí, dice ella. Su voz es ronca por el deseo.

Ella está todavía tocándose. Puedo apreciar su creciente deseo.

- Si la pongo, voy a sacarla de nuevo antes de que hayas tenido suficiente. “¿Estás preparada para eso?”

Ella ha tenido el sabor de este tratamiento antes. Es duro para ella.  Nunca está satisfecha hasta que mi polla explota dentro de ella, llenándola por completo. Cualquier cosa es una gran decepción.

- Lo que usted diga, murmura. Sabe cual es la respuesta correcta. Mi conjetura es, “ella está apostando a que una vez que esté dentro de ella, no voy a ser capaz de detenerme. Pero, lo tiene mal esta vez.

- Arrodíllate aquí en el sofá, le digo, acariciando el asiento que está a mi lado.

Con impaciencia se levanta de un salto y se coloca con su parte inferior asomando por el borde. Es su posición favorita para ser follada. Tal vez sea porque lo lleva por dentro. Pero pienso que, como mujer sumisa arrodillada, tiene una importancia especial para ella.

Estoy de pie detrás de ella y presiono mi polla ligeramente entre los labios de su coño. La observo durante un momento. Ella parece contener su respiración. Muy lentamente, casi imperceptiblemente, empiezo a deslizar mi polla dentro de ella, toda adentro, hasta la “empuñadura”. Entonces, hago una pausa, dejando que ella me sienta de lleno en su interior. Flexo los músculos de mis piernas un par de veces para hacer que mi pene se contraiga. Sé que ella puede sentirlo. Entonces, poco a poco, la voy penetrando, deslizo mi polla hacia atrás, hasta que la punta está en la entrada de su coño. Estoy esperando a ver si ella se retuerce o presiona hacia atrás contra mí, intentando que se la meta de nuevo. Pero,  se da cuenta que, justo ahora, esto no puede ser tolerado. Cojo mi polla y la muevo acariciando los labios de su coño con la punta. Después de una pausa prolongada, la deslizo una vez más, incluso algo más despacio que antes. Ella empieza a temblar. La dejo descansar un rato, alojada profundamente en su interior y, de nuevo, la retiro. Con mi polla a punto, una vez más, en el umbral de su coño, de repente, abofeteo con fuerza su nalga derecha. Ella chilla. Le doy algunos cachetes fuertes varias veces, más fuertes que nunca. Ella sabe mejor cómo tratarla y llevar una acción evasiva.

Hay una gran pausa. Quiero que se pregunte qué viene a continuación. Sin avisar, sumerjo mi polla dura dentro de ella. Empiezo a follarla furiosamente cogiendo sus caderas para que me sirvan de palanca mientras la saco y meto con frenesí. Ella gime. Entonces, tan repentinamente como había empezado, me detengo. Una vez más, me retiro hasta que mi polla apenas toca sus labios mayores. Espero durante un largo minuto, y luego, tan despacio como antes, vuelvo a penetrarla. Estoy intentando follarla con la cabeza tanto como la estoy follando por su coño. No quiero que  sepa lo que viene después. Y quiero que sepa que lo que sea, ella no lo decidirá.

Ahora la follo con delicadeza, sensualmente, mi polla entrando y saliendo despacio, rítmicamente. Ella está empezando a emitir suaves gemidos de placer. Meto mi mano entre sus piernas. Puedo sentir la humedad que resuma entre ellas. Mojo su clítoris con su propio flujo y hago círculos alrededor del mismo con mi dedo, de la manera que  sé que le gusta.

- ¡Oh, Dios! dice ella.

- No vas a conseguir que la disfrutes mucho, dije. “Voy a sacar mi polla pronto.”

Ella gime. “Oh, por favor,” me ruega. “No, por favor.”

Continúo follándola despacio. “Te dije lo que sucedería.”

Ella está en silencio. Tiene miedo que a si protesta demasiado, la podría sacar de inmediato. Reduzco el ritmo pero sigo moviéndome. Voy a tener que ejercer algún control sobre mi mismo para no correrme. (Las sumisas saben qué sacrificio tenemos que hacer debido al entrenamiento de obediencia).

Todavía estoy acariciando su clítoris mientras la follo suavemente. Creo que si yo la follara un poco más de tiempo, se correría. Pero esto no forma parte del plan. Quito mi mano. Ella hace un pequeño ruido, que solo puedo interpretarlo como un sonido de decepción, pero no protesta, al menos descaradamente.

- Cuando saque mi polla, que será pronto, digo, quiero que te vuelvas a vestir. No habrá más sexo hoy.

Ella no dice nada. La follo un poco más, luego muy lentamente, saco mi polla de su coño. Hay un pequeño ruido de chapoteo cuando por fin nos desacoplamos. (Tal vez, amable lector, ¿es esto demasiada información? Pero es lo más real, ¿no?) Ella da un profundo suspiro de pesar. Bueno, al menos, puedo permitírselo. Pongo mi polla a cierta distancia. Está todavía grande y tengo mucho cuidado que no le coja un pellizco la cremallera del pantalón al subirla y la guardo en mi vaquero.

Cuando terminó de vestirse, la eché sobre mi regazo y la besé.

- Buena mujer, le dije.

1 comentario:

  1. Pequeñas dosis hacen grandes recuerdos, los preceptos establecidos se deben cumplir.

    Saludos Caballero

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