Su amante ha bajado
las escaleras para encontrarse con el desconocido en el hall del hotel. Ella
pasea por la habitación esperando. Se detiene para retocar su maquillaje ante
el espejo, ella está nerviosa. Y, ¿si este hombre no le gusta a ella? ¿Qué pasa
si ella no le gusta a él? Ayer, estaba tan excitada que no podía pensar con
claridad, pero ahora, cuando su amante ha vuelto y ha dicho que no pasaba nada, ella se alegró,
¿no?
La puerta se abre. El ujier de
su amante introduce al hombre. Es un poco más alto de lo que ella esperaba de su
foto. Más sustancial. Tal vez, no guapo, pero presentable y agradable.
“Aquí está ella,” dice su
amante.
El hombre la mira por encima,
sus ojos recorren su cuerpo de arriba abajo.
“¿Te parece linda?” su amante
pregunta.
“Muchísimo,” dice el hombre.
Su amante le coge su mano y la
conduce hacia el sofá. Él se sienta y la empuja hacia abajo encima de él para
que ella se enfrente al desconocido. Su amante acuna sus pechos entre sus
manos, apretándolos con suavidad.
“Traiga una silla,” le dice al
hombre. El desconocido coloca una silla muy cerca para que cuando él se siente,
sus rodillas casi toquen a las de ella.
“Tiene unos pechos muy bonitos,
¿no crees?” Dice su amante.
“¿Quieres verlos?”
“Por supuesto,” dice el hombre.
Su amante desabrocha su camisa,
la echa hacia atrás sobre sus hombros, luego le desabrocha su sujetador y lo
desliza hacia abajo. Él pone sus manos en sus senos jugando con los pezones.
“Mira lo duro que están los pezones,” dice él. Los
retuerce. Ella grita.
El hombre no quita sus ojos de
ellos. Su amante juega con sus pechos un poco más. Ella no puede dejar de mirar
al desconocido directamente a los ojos, pero solo lo mira de vez en cuando.
Ella no puede ver lo excitado que él está.
“Súbete la falda,” dice su
amante. El caballero quiere ver tus piernas.
Ella se sube su falda hasta la
cintura.
“Abre tus piernas todo lo más
que puedas. Quiere ver también tus bragas.”
Ella había dicho que eran
blancas. Aparentemente, esa era la preferencia del desconocido. Ella esperaba
que las quisiera negras. Él miraba al blanco satín ajustado sobre su
entrepierna.
“¿Te gustan?”
su amante preguntó.
“Mucho,”
dijo el hombre.
“Puedes
tocarlas,” dice el hombre.
Él
se acerca y acaricia el suave tejido, luego presiona la palma de su mano contra
su coño. Siente el ardor en su mano a través del satín.
“Quítaselas,”
le dice su amante.
Él
se acerca, mete sus dedos entre la cinturilla de sus bragas y las echa hacia
abajo. Ella junta sus piernas para que puedan deslizarse hacia sus tobillos. El
hombre pone sus bragas en su nariz y las huele delicadamente. Ella se sonroja
con la intimidad de este gesto.
“Separa
tus piernas,” le dice su amante.
El
hombre mira a su coño.
“Separa
los labios para que él pueda ver un poco el interior,” dice su amante.
Ella
se sonroja nuevamente, pero hace lo que se le demanda.
“¿Le
gusta la manera que los tiene?” Su amante pregunta.
“Es
bellísimo,” dice el hombre.
“Puedes
tocarla,” su amante dice.
El
hombre se acerca y sondea su coño, aprieta sus labios suavemente, los pellizca
juntos y le da un suave tirón.
“Mete
tu dedo dentro,” dice su amante.
Él
inserta su dedo índice. Ella siente que se mueve en su interior.
“Mira
hacia abajo, ve lo que él te está haciendo,” le dice su amante.
Ella
inclina la cabeza y ve como la mano del hombre se mueve entre sus piernas.
“Mete
otro dedo,” le dice su amante. “Fóllala un poco con los dedos.”
Ella
ve los dedos del hombre entrando y saliendo de su coño. No hay duda ahora de
que quería esto. Ella hará cualquier cosa que se le ordene. Cualquier cosa.
“¿Está
húmedo?” Pregunta su amante.
“Mucho,”
replica el hombre.
“Mi
pequeña puta,” dice su amante. Él empieza a susurrar obscenidades en sus oídos,
cosas que va a hacer con ella, cosas que él quiere hacerle.
“Acaricia
tu clítoris,” le dice en voz alta. Muestra a este hombre lo mucho que te gusta
gozar.
Ahora
baja su brazo, encuentra su clítoris con el dedo corazón de su mano derecha,
siempre con el mismo. Ella lo rodea lentamente.
“Pon
un dedo en su culo,” dice su amante. A ella le gusta disfrutar con eso.
El
dedo del hombre se lo saca de su coño y lo introduce fácilmente en su culo. Ella sigue acariciando su clítoris.
“A
ella le gustaría correrse,” dice su amante. Pero las putitas no siempre tienen
que conseguir lo que quieren. De lo contrario, sería imposible contenerlas. Él
saca su mano de su coño.
“A
ella le gustaría si la penetraras. Ella no estaba segura que fuera al
principio, pues ahora, sí. Pero, me temo que no lo voy a permitir.”
Ella
mira a la cara del hombre. Puede observar su decepción. Sus dedos siguen
todavía en el interior de su coño.
“En
cambio, ella te masturbará,” dijo su amante. “Enséñale tu polla.”
El
hombre se baja la cremallera y saca su pene. Tiene un buen tamaño, gordo y duro.
“Sácasela,”
le dice su amante a ella.
Ella
envuelve con su mano el pene de él, disfrutando de la sensación de suavidad, de
la piel sedosa cubriendo la polla. La frota despacio al principio, luego más
deprisa. Su amante le está susurrando todavía cosas a su oído. A ella le
gustaría chuparle la polla o follarle. Se la mama y luego se lo folla por la
boca. De repente, el hombre gruñe y eyacula, su semen explotó sobre el vientre
de ella. Esta se sorprendió por la cantidad del mismo. Ella le chupó la polla
para sacarle las últimas gotas. El hombre se aparta y se sube la cremallera.
“Extiéndelo
por tu vientre,” le ordena su amante.
El semen está empezando
ya a secarse. Ella se lo huele a sí misma. Hay un ligero olor acre.
“Ve y arrodíllate en la
cama,” su amante le dice. “Ya sabes la posición.”
Ella se
apoya sobre sus manos y rodillas en la cama, su trasero sobresaliendo por el
borde.
“Te voy a demostrar
cómo la follo,” su amante dijo al desconocido. Puedes verlo, es hora de irnos.
“De acuerdo,” dice el
hombre.
Ella oye a su amante
bajarse la cremallera, a continuación siente la polla de él en su coño. Empieza
a follarla con brusquedad, agarrándola por la cintura con sus manos, atrayéndola
hacia él con cada empuje. La penetra profundamente. La saca. Casi tan pronto
como él la ha sacado, ella empieza a sentir su semen a rezumar fuera de ella.
Su amante se sube la cremallera y acompaña al hombre hacia la puerta. Ella se
arrodilla sobre la cama, sin moverse, el semen se seca en su vientre y corre
por sus piernas hacia abajo. Se ponen a hablar un rato, pero ella no puede
hacer nada al margen de lo que hablan. ¿Están hablando de cómo ha ido? Su
amante se sonríe ligeramente. Ella se pregunta por qué. Siente que la puerta se
cierra y los pasos de su amante volviendo a través de la habitación. Ella se
pregunta qué hay preparado ahora para ella.