Hoy, alguien me ha recordado algo que yo
había escrito anteriormente en otro artículo:
“La esencia de la sumisa es decir: sí. La
esencia del dominante es decir: no.”
¿Qué es lo que quiero decir?
El poder y la energía de la sumisa son
usados al servicio de otro. La sumisa nunca rechaza una petición o una orden.
Su respuesta es siempre “sí.” “Sí, haré tal como se me diga.” “Sí, voy a
confiar en usted para que me cuide.” “Sí, seré honesta en todas nuestras
interacciones.”
El dominante expresa su poder y energía a
través del control y responsabilidad sobre sí mismo y otra persona. La
implicación aquí es decir “no”. “No, no perderé el control de mí mismo.” “No,
harás lo que yo te diga.” “No, usted no tiene mi permiso.”
Aunque estoy seguro que es posible
reorganizar estas frases para adaptarlas a sus sentidos semánticos, creo que el
sentimiento subyacente es correcto. Por definición, la sumisa está bajo el
control del dominante. Ella le ofrece sus servicios y su acuerdo completo con
todas las cosas. Sin importa cuán fuerte la presione, ella hará tal como le
diga. Por supuesto, si alguna vez, ella siente que la relación ha migrado a una
zona de abuso y que sus peticiones son imposibles para ella, esta puede elegir
el terminar la relación, a sabiendas que será el final. Pero, bajo condiciones
normales, ella siempre dirá “sí”. Esto puede ser incómodo, puede herir, puede
ser desagradable, pero ella no tiene otra opción.
Ella hace esto, porque confía en su
pareja para que la controle de una manera responsable y para desarrollarla de
forma inteligente.
El dominante encuentra una satisfacción
enriquecedora en el ejercicio del poder de control y en el desarrollo de su
pareja. Se enorgullece de sus logros, siente una cierta vanidad en mostrar a su
“bebè” y encantado por los servicios que ella le ofrece. Él disfruta de su
responsabilidad al cuidarla, desarrollándola y protegiéndola. Hay una emoción
íntima al saber cómo la controla y cómo
ella ha puesto todo, incluso su propia vida, en sus manos.
Por lo tanto, ambas partes ganan. Sin
embargo, ambas partes deben dar su opinión sobre la relación. Lo que ofrecen es
muy diferente, no están en la misma línea. Pero, si ambas partes no se preocupan de lo que la
otra necesita, la relación está condenada al fracaso.
Por supuesto, esto trae a colación la
pregunta de la sumisión individual. ¿Qué es lo que una sumisa hace, cuando no
tiene un dominante que la controle, la facilite un marco y una estructura y
regule su conducta?
Esto, creo que será el tema de mi próximo
comentario en este blog.