Ella llevaba pensando en esto desde hacía mucho tiempo:
“Ser el barco para la semilla de mi Dominante… me
satisface algo muy profundo y, a la vez,
a la sumisa que hay dentro de mí.” Le dijo a su Dominante.
Por motivo de sus horarios y disponibilidades
personales, habían limitado el tiempo para estar juntos físicamente. Por lo
tanto, sus sesiones o encuentros tendían a ser bastante intensos. Él la poseía por completo con el toque de su
mano, sus mordiscos y pellizcos cortándole el aliento de camino hacia su
dormitorio. Cada golpe con la mano, el cepillo o el cinturón la llevaba al
subespacio, complaciéndose ambos mutuamente con el uso del cuerpo de ella y su
sumisión hacia él. Después de usarla, después del dolor y del placer, después
de los interminables orgasmos regalados por él y que, gentilmente, le devolvía
ella…Cuando él está a punto de correrse, tanto si lo quiere en su boca o en
cualquier otro de los orificios de ella…cualquier sitio que él elija…
En ese momento tan íntimo, tan excitante y explosivo,
siente que todo su cuerpo resplandece, es como si todo su ser se estuviera
corriendo con él… le habla, recordándole lo que es y para quién es…su puta, su
zorra, su esclava…simplemente suya. Y, en ese perfecto momento, en que puede
sentirle explotar dentro de ella…su alma canta de felicidad…
Porque ella es una criatura muy curiosa, le preguntó a
su Dominante sobre este sentimiento tan abrumador.
“Me hace sentirme orgulloso y feliz,” le contestó.
“Yo también,” le replicó ella.
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