domingo, 29 de mayo de 2011

Un extraño llama...

Su amante ha bajado las escaleras para encontrarse con el desconocido en el hall del hotel. Ella pasea por la habitación esperando. Se detiene para retocar su maquillaje ante el espejo, ella está nerviosa. Y, ¿si este hombre no le gusta a ella? ¿Qué pasa si ella no le gusta a él? Ayer, estaba tan excitada que no podía pensar con claridad, pero ahora, cuando su amante ha vuelto  y ha dicho que no pasaba nada, ella se alegró, ¿no?
La puerta se abre. El ujier de su amante introduce al hombre. Es un poco más alto de lo que ella esperaba de su foto. Más sustancial. Tal vez, no guapo, pero presentable y agradable.
“Aquí está ella,” dice su amante.
El hombre la mira por encima, sus ojos recorren su cuerpo de arriba abajo.
“¿Te parece linda?” su amante pregunta.
“Muchísimo,” dice el hombre.
Su amante le coge su mano y la conduce hacia el sofá. Él se sienta y la empuja hacia abajo encima de él para que ella se enfrente al desconocido. Su amante acuna sus pechos entre sus manos, apretándolos con suavidad.
“Traiga una silla,” le dice al hombre. El desconocido coloca una silla muy cerca para que cuando él se siente, sus rodillas casi toquen a las de ella.
“Tiene unos pechos muy bonitos, ¿no crees?” Dice su amante.
“¿Quieres verlos?”
“Por supuesto,” dice el hombre.
Su amante desabrocha su camisa, la echa hacia atrás sobre sus hombros, luego le desabrocha su sujetador y lo desliza hacia abajo. Él pone sus manos en sus senos jugando con los pezones.
“Mira lo duro que están los pezones,” dice él. Los retuerce. Ella grita.
El hombre no quita sus ojos de ellos. Su amante juega con sus pechos un poco más. Ella no puede dejar de mirar al desconocido directamente a los ojos, pero solo lo mira de vez en cuando. Ella no puede ver lo excitado que él está.
“Súbete la falda,” dice su amante. El caballero quiere ver tus piernas.
Ella se sube su falda hasta la cintura.
“Abre tus piernas todo lo más que puedas. Quiere ver también tus bragas.”
Ella había dicho que eran blancas. Aparentemente, esa era la preferencia del desconocido. Ella esperaba que las quisiera negras. Él miraba al blanco satín ajustado sobre su entrepierna.
“¿Te gustan?” su amante preguntó.
“Mucho,” dijo el hombre.
“Puedes tocarlas,” dice el hombre.                               
Él se acerca y acaricia el suave tejido, luego presiona la palma de su mano contra su coño. Siente el ardor en su mano a través del satín.
“Quítaselas,” le dice su amante.                                    
Él se acerca, mete sus dedos entre la cinturilla de sus bragas y las echa hacia abajo. Ella junta sus piernas para que puedan deslizarse hacia sus tobillos. El hombre pone sus bragas en su nariz y las huele delicadamente. Ella se sonroja con la intimidad de este gesto.
“Separa tus piernas,” le dice su amante.
El hombre mira a su coño.
“Separa los labios para que él pueda ver un poco el interior,” dice su amante.
Ella se sonroja nuevamente, pero hace lo que se le demanda.
“¿Le gusta la manera que los tiene?” Su amante pregunta.
“Es bellísimo,” dice el hombre.
“Puedes tocarla,” su amante dice.
El hombre se acerca y sondea su coño, aprieta sus labios suavemente, los pellizca juntos y le da un suave tirón.
“Mete tu dedo dentro,” dice su amante.
Él inserta su dedo índice. Ella siente que se mueve en su interior.
“Mira hacia abajo, ve lo que él te está haciendo,” le dice su amante.
Ella inclina la cabeza y ve como la mano del hombre se mueve entre sus piernas.
“Mete otro dedo,” le dice su amante. “Fóllala un poco con los dedos.”
Ella ve los dedos del hombre entrando y saliendo de su coño. No hay duda ahora de que quería esto. Ella hará cualquier cosa que se le ordene. Cualquier cosa.
“¿Está húmedo?” Pregunta su amante.
“Mucho,” replica el hombre.
“Mi pequeña puta,” dice su amante. Él empieza a susurrar obscenidades en sus oídos, cosas que va a hacer con ella, cosas que él quiere hacerle.
“Acaricia tu clítoris,” le dice en voz alta. Muestra a este hombre lo mucho que te gusta gozar.
Ahora baja su brazo, encuentra su clítoris con el dedo corazón de su mano derecha, siempre con el mismo. Ella lo rodea lentamente.
“Pon un dedo en su culo,” dice su amante. A ella le gusta disfrutar con eso.
El dedo del hombre se lo saca de su coño y lo introduce fácilmente en su culo. Ella sigue acariciando su clítoris.
“A ella le gustaría correrse,” dice su amante. Pero las putitas no siempre tienen que conseguir lo que quieren. De lo contrario, sería imposible contenerlas. Él saca su mano de su coño.
“A ella le gustaría si la penetraras. Ella no estaba segura que fuera al principio, pues ahora, sí. Pero, me temo que no lo voy a permitir.”
Ella mira a la cara del hombre. Puede observar su decepción. Sus dedos siguen todavía en el interior de su coño.
“En cambio, ella te masturbará,” dijo su amante. “Enséñale tu polla.”
El hombre se baja la cremallera y saca su pene. Tiene un buen tamaño, gordo y duro.
“Sácasela,” le dice su amante a ella.
Ella envuelve con su mano el pene de él, disfrutando de la sensación de suavidad, de la piel sedosa cubriendo la polla. La frota despacio al principio, luego más deprisa. Su amante le está susurrando todavía cosas a su oído. A ella le gustaría chuparle la polla o follarle. Se la mama y luego se lo folla por la boca. De repente, el hombre gruñe y eyacula, su semen explotó sobre el vientre de ella. Esta se sorprendió por la cantidad del mismo. Ella le chupó la polla para sacarle las últimas gotas. El hombre se aparta y se sube la cremallera.
“Extiéndelo por tu vientre,” le ordena su amante.
El semen está empezando ya a secarse. Ella se lo huele a sí misma. Hay un ligero olor acre.
“Ve y arrodíllate en la cama,” su amante le dice. “Ya sabes la posición.”
Ella se apoya sobre sus manos y rodillas en la cama, su trasero sobresaliendo por el borde.
“Te voy a demostrar cómo la follo,” su amante dijo al desconocido. Puedes verlo, es hora de irnos.
“De acuerdo,” dice el hombre.
Ella oye a su amante bajarse la cremallera, a continuación siente la polla de él en su coño. Empieza a follarla con brusquedad, agarrándola por la cintura con sus manos, atrayéndola hacia él con cada empuje. La penetra profundamente. La saca. Casi tan pronto como él la ha sacado, ella empieza a sentir su semen a rezumar fuera de ella. Su amante se sube la cremallera y acompaña al hombre hacia la puerta. Ella se arrodilla sobre la cama, sin moverse, el semen se seca en su vientre y corre por sus piernas hacia abajo. Se ponen a hablar un rato, pero ella no puede hacer nada al margen de lo que hablan. ¿Están hablando de cómo ha ido? Su amante se sonríe ligeramente. Ella se pregunta por qué. Siente que la puerta se cierra y los pasos de su amante volviendo a través de la habitación. Ella se pregunta qué hay preparado ahora para ella.

jueves, 26 de mayo de 2011

El cuidado

Bettina Arndt, una sexólga y escritora alemana muy renombrada, ha publicado  recientemente “Los diarios del sexo: Por qué las mujeres se alejan del sexo y otras batallas de dormitorio.
En un artículo que  escribió para la revista de fin de semana “La edad”, señalaba que “los investigadores de Alemania descubrieron que en una relación de cuatro años, menos de la mitad de las mujeres de 30 años quería  sexo con regularidad.” Ella dice que “las mujeres reconocen que su pérdida de deseo sexual es un problema enorme en sus relaciones.”
Así pues, Bettina contaba con 98 parejas para llevar un diario de sexo y se sintieron libres para escribir lo que ellas quisieran. Ella escribió: “Con mis diarios de sexo, fueron las historias de los hombres las que realmente me pusieron tras mis talones. Es tan raro que los hombres hablen abiertamente sobre tales problemas personales, pero los diarios les dieron permiso para dejarles sueltos… Muchos se sintieron engañados, decepcionados y desesperados al ver pasar la vida pidiendo limosna para tener sexo con sus queridas parejas.”
Ahora, Bettina no es una mujer con miedo para remover el tema y hacer que la gente realmente piense, y viene con una idea muy interesante:
“Fue uno de los principales logros del movimiento feminista para prohibir la violación en el matrimonio y enseñar a las mujeres a resistir las ventajas no deseadas. Pero, esto no ha funcionado para tener una vida sexual de la pareja pivotando sobre la libido frágil y débil de la mujer.”
Huelga decir que, actualmente, algunos de los miembros femeninos de su público, no se sienten inclinados de una manera amable hacia ella y sus ideas.
Pero, creo que ella pudiera tener razón. Lo que no está diciendo es: “Hazlo en el Reino Unido.” Lo que está diciendo es que si las mujeres hacen un esfuerzo para comprometerse en las relaciones sexuales con su pareja,  podrían descubrir que realmente  las está disfrutando por sí mismas.
Cuando, al principio, Bettina  pidió voluntarios entre la gente para mantener un diario de sus relaciones sexuales,  recibió una carta de Sam. Este hombre de 54 años, dos veces casado, cuyo primer matrimonio fracasó en batallas por el sexo. Su primera esposa rechazaba regularmente sus peticiones de relaciones y cuando, algunas veces, a regañadientes accedía, le hacía sentirse como un ladrón.
Entonces, se casó con Mary. Él escribió sobre esta de que tiene un trabajo importante como ejecutiva:
“Ella nunca usaba el dolor de cabeza como excusa, nunca ha estado demasiado cansada. Siempre, hace que el sexo sea un regalo si no está de buen humor. Con frecuencia, disfruta del momento. Hace esto porque se preocupa de mí, de mis sentimientos y mis necesidades. En mi caso, estoy seguro de que puedes adivinar los resultados. Si yo noto que Mary está agotada o cansada, rara vez me acercaría a ella si no es para darle un abrazo… estoy muy lejos de ser el perfecto marido, pero la amo y me preocupo por ella, no porque yo sea un tío maravilloso, sino porque su obvio cuidado por mí, puede llevar a algo más que a la reciprocidad.”
Fue la palabra cuidado la que resonó en mí.
Creo que la gente en una relación de intercambio de poder tiene aquí una ventaja. La relación se construye alrededor del cuidado. La sumisa tiende con toda naturalidad a querer cuidarle, en el dormitorio y fuera del mismo y el cuidado o preocupación que él le aporta en el dormitorio y fuera del mismo, hace que ella se sienta especial, promoviendo así el cuidado de él. Es como un círculo.
Se dice con frecuencia que la sumisa busca la atención, pero creo que es solamente la mitad de la ecuación. El dominante garantiza, en todas las formas imaginables, que la sumisa demuestra que también ella está dispuesta a atender sus necesidades.
Ahora, las cosas van mal también en las relaciones de intercambio de poder. Creo que tiende a ser a la inversa. Una mujer que está finalmente expresando su sumisión tiende a tener una libido muy alta y, quizás, sea el Dominante quien a veces finja el dolor de cabeza. Él puede preguntarse: “¿Cuándo  suficiente es suficiente?”
Una relación de intercambio de poder puede ser delicada. Ella da (y da) al dominante, con la esperanza, sin duda, de que ella puede confiar en él para atenderla. Ella adora el enfoque, por lo que creo, que no es suficiente con darle algunas “sesiones” de sorpresa. Ella quiere saber que él está mirando cuando ella es buena e, incluso, cuando es mala. Ella quiere su atención y la quiere con regularidad. Ambos jugadores del equipo tienen responsabilidades. Yo no sólo me limito a la idea de que todo trata sobre el placer del dominante. A largo plazo, para mí, no me parece factible.
Creo que las parejas vainillas tienen mucho que aprender de las relaciones de intercambio de poder. Todas las parejas necesitan hablar sobre lo que va a funcionar para ellos, pero si la preocupación del uno por el otro es alta en la agenda, creo que pudiera ser el ingrediente que faltaba.
Espero tener las entrevistas de Bettina. Los resultados serán fascinantes.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Dolor erótico más intenso

Para muchas mujeres, el spanking que he descrito en el post anterior es posible que lo consideren muy suave y, de seguro, desearían algo mucho más intenso. No todas las mujeres tienen este deseo de más intensidad y la respuesta de cada una es diferente. Lo que ellas reciben un día, no pueden ser capaces de conseguirlo al siguiente. Todo depende de su estado mental, emocional y físico a la vez. Parece que es normal de que la sumisa contra más profundamente se encuentre en el subespacio, más puede controlar.
Este es un tema que el dominante necesita hablar con mucho detalle con su sumisa y explorar muy despacio y con cuidado. Yo no entraría en este asunto sin una palabra de seguridad, como una señal para cuando la sumisa se esté acercando o haya alcanzado sus límites, pues es algo que el mismo dominante necesita averiguar.
He aquí un extracto de una conversación que habla un poco de cómo la percepción del dolor varía para cada sumisa.
“¿Por qué disfrutas con el dolor?” le pregunto.
“Yo no lo experimento como dolor. De alguna manera, las neuronas se cruzan y lo que comienza como dolor llego a interpretarlo como placer.”
“¿Incluso cuando es muy severo?” Insisto.
“Especialmente cuando es muy fuerte… El permitir que sea muy severo parece que acelera la transmisión al placer. Un spanking suave no es tan placentero como un azote fuerte, a menos, que yo sepa que va a seguir con un azote severo. Yo “siento” el dolor en mi culo, pero, a la vez, viaja a mi cerebro y este lo“siente” fuerte. Solamente cuando es realmente fuerte, yo sé que realmente he renunciado al control. Me gusta sentir que mi spanker está interesado por mí en su corazón, así como percibir su propio placer…”
Si tienes dificultad, como Dominante, en crear la intensidad de la sensación que tú sumisa desea, he aquí algunos pequeños detalles que te pueden ayudar:
Primero, ve a tu propio ritmo. Es siempre mejor hacer menos que más. Vigila sus reacciones a lo que estás haciéndole. Comprueba lo húmeda que está… aunque ella no pueda ser capaz de comunicarte verbalmente esto, a la vez, vigila el lenguaje de su cuerpo y escucha el tono de sus gemidos. Si ella se está poniendo más predispuesta a los azotes del cepillo, puede ser que ella verbalmente no diga que quiere más.
Algunas mujeres tienen la habilidad de llegar al orgasmo mientras están recibiendo una intensa sensación producida al ser azotada con una fusta, sin ningún tocamiento sexual. Una vez que compruebes cuán intensamente placentero son  para ellas, debes estar mucho más relajado con lo que está sucediendo. Después de todo, la meta aquí es el placer de ambas partes. Todo debe ser consensuado y nunca deberás hacerle a ella ningún daño corporal, salvo algunas marcas en tiras o moratones que, probablemente, le gustarán y los mostrará como prueba de su sumisión a ti y el orgullo de saber lo que recibió para conseguirlos.
He aquí una idea sobre la creación del dolor erótico. Si a tu sumisa le gustan los azotes, intenta colocarla de espalda con sus piernas bien abiertas. Arrodíllate a su lado y use tu mano, dale algunos azotes suaves en su pubis y su vulva. (Si ella está rasurada, esto es incluso mejor) Empieza suave y aumenta la intensidad poco a poco. Comprueba su reacción. Puedes descubrir que una combinación de azotes fuertes, seguidos de algunos rápidos y más suaves sobre su vulva y clítoris puede dar lugar a un orgasmo intenso para ella.
Las pinzas para los pezones son, generalmente, los primeros elementos que deben ser colocados al inicio de una sesión. Si son regulables, puede regularse su mordedura conforme su excitación aumenta. Hay algunas diseñadas que tienen unas campanillas unidas a cada clip, que son un recordatorio maravillosamente erótico de que ella es tu sumisa de placer.

lunes, 23 de mayo de 2011

Comentarios mientras la azoto...

La estoy azotando sobre mis piernas. Su abdomen hacia mi izquierda. Su cabeza baja, con la única visión del suelo. Completamente desnuda desde su cintura hacia abajo. Sus piernas, ligeramente separadas y apoyadas sobre las puntas de sus pies.
Durante unos azotes como estos, es muy importante conseguir que ella haga comentarios sobre la manera que  lo está asumiendo. Una cosa que me gusta hacer, es que la sumisa me agradezca cuando le doy el azote “perfecto.” Un simple, “Gracias, mi Amo” después del golpe, en absoluto, la pone al frente de los azotes. De hecho, probablemente, esto le hará sentirse más sumisa ante mí, ya que soy el único que decide si ella va a recibir otro u otros azotes de la misma intensidad o si ha llegado el momento  de presionarla hacia otro nivel. Por mi parte, es muy tranquilizador conseguir este comentario por parte de ella, ya que puede dejar de lado cualquier pensamiento que le esté haciendo daño, mucho más de lo que ella puede soportar.
Otra idea es decirle, que levante su trasero un poco más hacia el cepillo, como si le diera la bienvenida a los azotes. Si le digo esto, es cuando el spanking es lo más erótico para ella. La próxima vez que la vaya a azotar, inconscientemente, puede ofrecerme su trasero como señal de que ella necesita “más” de lo que estoy haciendo con ella.
Muchos dominantes ordenan  a sus sumisas que cuenten los azotes que reciben. Esto tiene varias ventajas. La primera, hace que se centren en el acto del spanking en sí. Cuanto más se cierra su mente, más profundamente puede entrar ella en su sumisión y más se entrega al control del dominante. La otra ventaja es que permite oír el tono de su voz mientras el dominante calibra cómo ella está  reaccionando a los azotes. Yo prefiero el silencio absoluto, solo roto por el sonido sordo del golpe. Es otra manera de que la sumisa se centre en su sumisión.
Un tema que me gustaría tocar es que, es muy difícil preguntarle si ella lo está disfrutando, puesto que le estoy dando algunos azotes muy fuertes. Primeramente, ella se encierra en su pensamiento crítico porque no es lo que ella quiere hacer. También, la mayoría de las mujeres se vuelven muy silenciosas y, a veces, les gusta esto y les serán muy difíciles hablar de algo en ese momento. Este siguiente punto es muy importante de comprender. Conforme los azotes se intensifican, ella los quiere y no los quiere más fuertes. Después de que mi mano cae y el picor es más intenso, ella, quizás, pueda no querer otro más. Sin embargo, solo unos segundos después, los quiere… después de su spanking, probablemente, se preguntará si hubiera podido recibir más.
Mi opinión, como Dominante, es esencial para hacer que este trabajo funcione. Ella quiere las sensaciones y, al mismo tiempo, sabe que será un reto para sí misma. Está dependiendo de mi capacidad para “leerla” sin preguntar y, en mi fuerza y confianza, para llevarla a una experiencia cumbre.
A medida que los azotes se intensifican, llegará un punto donde ella se negará a recibir más. Puede ser que algunos “ayes” se estén escapando de su boca. Por ello, no tengo miedo. Si ella no recibe un poco más de lo que quería, no se sentirá realmente azotada. A su vez, sentirá que lo he hecho exclusivamente para ella.
Es esencial comprender que el presionar sus límites de esta manera toca una parte muy significativa de su sumisión. Ella está recibiendo estos azotes por “mí.” Cuando estoy presionando sus límites de resistencia, ella encuentra muy beneficioso si le digo: “Recíbelo por mí, amor mío. Recibe estos buenos azotes por tu Amo.” Con frecuencia, esto la empujará más profundamente hacia su subespacio, el cual le permitirá aceptar más sensaciones. A la vez, es un regalo que ella me hace, al igual que un despliegue maravilloso de su sumisión. Ella quiere que yo, como su Dominante, disfrute de la libertad de azotarla tan fuerte como yo quiera. Este es un ejemplo del equilibrio inherente en ambos roles. Cuando la azoto, ella siente mi dominación, a la vez, que  está sintiendo su sumisión.
Para ser capaz de presionar los límites, el dominante tiene que reflexionar mucho en cuanto a las motivaciones e intenciones de él mismo. Hay que hacer mucha auto exploración antes de confiar lo suficiente en sí mismo para realmente liberar a la sumisa, sabiendo qué es lo que ella quiere y tener confianza en uno mismo para que ella no haga mal uso de las emociones hacia su dominante. Hacer esto sería una completa traición de su amor y confianza en su dominante y traería unas consecuencias desastrosas.
Por supuesto, en una relación amorosa, tiene que haber un equilibrio entre lo que el dominante quiere y lo que ella puede soportar y controlar y que es donde mucha de la conexión emocional e increíble emoción se encuentran. Unos buenos azotes deberían ser como una danza entre dos personas, el dominante liderando y la sumisa aceptando y siguiéndole.
A medida que el spanking va llegando a su final, escucho más “ayes” que gemidos de puro placer. Déjenme hablar sobre estos “ayes” durante un momento. Muchas mujeres quieren ser azotadas hasta este punto y se sentirían engañadas si no alcanzaran este nivel. Cuando la sumisa tiene que luchar para aguantar el picor, varias cosas está sucediendo. La primera es que el dominante controla el aumento de la intensidad y un “ay” por parte de ella, es una prueba de ello. Esto es mucho más importante si los azotes se están aplicando como “castigo” para corregir su conducta que por  placer para el disfrute de ambos. Al mismo tiempo, un “ay” es un desafío por parte de ella, pues prueba su habilidad para transformar la sensación dolorosa en algo mucho más placentero.
Nunca subestimo el orgullo de una mujer sumisa, al ser capaz de absorber estas clases de sensaciones. Forma parte de ella, el ser una buena mujer que es lo que ella quiere ser. Está inseparablemente ligado a su amor por su Dominante. Ella intenta darle “su” placer con su sumisión y si ella siente que su dominante lo disfruta de verdad azotándola (y confío que lo haga) quiere ser capaz de recibir todo el que él la quiera dar.
En este punto, es posible que el dominante quiera reducir o incluso detener los azotes y reanudar algunas caricias suaves, disfrutando del cálido resplandor de su culo, mientras continúa azotando su coño para dejar que el picor se disipe y, al mismo tiempo, volver a su nivel de excitación sexual. A continuación, yo, como su Dominante, puedo desear el reanudar los azotes o provocarle un clímax de muchas maneras maravillosas y no creo que la sumisa necesite instruirme.

viernes, 20 de mayo de 2011

Mi regalo

Cena…en un restaurante de lujo. Todo el mundo vestido muy elegantemente. Me siento. Ella lo hace a continuación y se acomoda. Pongo un regalo en la mesa…bellamente envuelto…le digo que ni siquiera lo toque. Habrían pasado como unos diez minutos y le doy la orden de que lo coja, deje el bolso en su silla y que se vaya al cuarto de aseo.
“Allí, lo abres y haz tal como dicen las instrucciones… también, por mí, te quitas las bragas …por supuesto, en el interior de la caja, hay un plug anal…que te lo insertarás…,” le digo.
“Lógicamente, luego tienes que apretar las bragas en tu mano…me las traes de vuelta y, discretamente, me las entregas aquí…todo el tiempo con el plug dentro…y llevando los muslos apretados, sentirás tu carne desnuda y viva contra lo insertado…”
Una vez terminada la cena, nos dirigimos al parking y en el interior del coche, le di un delicioso y erótico spanking…para empezar y continuar la noche…

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Piensas que soy cruel?

Estamos chateando por Internet. Puedo verla y oírla. La conversación es relajada, inconsustancial. De pronto, me cambio al modo de dominante.
“Quítate la camisa.”
A ella, le pareció este rápido cambio super excitante.
“Y ahora, el sujetador.”
Mientras, la miro durante un rato. Ella sabe que no debe decir nada.
“Las tetas,” digo
Es verdad, son bonitas, firmes, redondas y con los pezones rosados.
“De acuerdo, digo, ve a la cocina y coge unos cubitos de hielo y media docena de pinzas de la ropa.”
Ella regresa pronto.
“Tú sabes que el hielo es para… ¿no?2
“Creo que sí.”
De acuerdo, frótate tu pezón derecho con un cubo de hielo.”
Ella lo hace. La miro intencionadamente. Puedo ver cómo su pezón se pone tieso.
“Ahora, el otro.”
Ambos pezones están ahora duros e hinchados.
“El dolor es peor cuando están fríos, ¿verdad?”
“Sí, señor, creo que será.”
“Y ¿sabes que va a haber dolor, no?”
Sí, señor, lo sé.”
“De acuerdo, dos pinzas en el pecho derecho, una a cada lado del pezón.”
Ella sabe cómo colocarlas, horizontalmente, la parte plana contra el pecho. Observo mientras ella se los pinza con cuidado.
“¿Duele algo?” pregunto.
“Sí, señor.”
“Bien, esto es solo el principio. Vendrá algo peor.”
Ella no replica.
“Ahora, dos pinzas en la otra teta.”
La miro cuando lo ha hecho, admirando la simetría.
“Más hielo en cada pezón,” digo.
La miro mientras hace esto. No hay emoción en mi cara. No permitiré que vea lo mucho que me excita esto.
“Ahora, vamos a la parte más dura,” digo
Aspira en profundidad.
“No te gusta esto, ¿verdad?”
“No, señor, no.”
“¿Realmente, no disfrutas del dolor, verdad? No eres una de esas putas del dolor suave que nunca tienen suficiente.”
“No, señor, no lo soy.”
“¿Solo vas a hacer esto porque te lo ordeno? Entonces, ¿no hay ningún placer físico para ti con esto?”
“Sólo el placer de la obediencia.”
“¿No te humedeces?”
“No lo sé, señor.”
“Algunas mujeres dicen que cualquier cosa que se les haga a sus tetas viaja hacia su coño.”
Ella guarda silencio
“Pídeme si puedes ponerte las pinzas en los pezones.”
Hay una pausa. Espero pacientemente.
“Por favor, señor, ¿Puedo ponerme las pinzas en mis pezones?”
Hago que ella espere la respuesta. “Un poco más de hielo,” digo eventualmente.
Ella cumple.
“De acuerdo,” digo, “es la hora. Hazlo.”
Ella se pone una pinza en su pezón derecho para que se mantenga tieso. Oigo su grito de asombro. Luego, se coloca la pinza en el pezón izquierdo.
“¿Duele?” le pregunto.
“Sí, señor.”
“¿Poco o mucho?”
“Mucho, señor.”
“Bien, digo, ¿Quieres quitártelos ahora?”
“Si, señor.”
“No todavía,”digo. Voy a disfrutar mucho.
Ella se sienta en silencio. Puedo ver pequeñas gotas de sudor en la ceja y labio superior.
“Introduce tu dedo en tu coño y ve si está húmedo,” le digo.
Ella lo hace. Mantiene fuera su dedo para mí. Puedo ver que brilla. Ella puede odiar el dolor, pero, de todas las maneras, tiene su efecto.
“Pide si puedes quitártelas ahora,” digo.
“Por favor, señor, ¿puedo quitarme las pinzas?”
Durante un rato, no digo nada. Solo la miro.
“Lo has pedido muy bien,” digo.
“Por favor, señor, por favor, ¿puede permitirme que las quite?”
“No,” le digo.
Nos sentamos en silencio.
“Ruega,” le digo.
“Por favor, por favor, por favor, señor, se lo ruego, el dolor es tan malo, por favor, ¿puedo quitármelas ahora?”
“Tengo la impresión,” digo,” que después de un rato, el dolor disminuye. Usted empezará a aliviarse.
“No se, lo notaría usted,” contesta ella rápidamente.
“Puede quitárselas,” digo. “Haga lo que quiera.”
Rápidamente, ella se quita las pinzas de su pezón izquierdo.
“Me parece que uno está más dolorido que el otro. Cuando los dos pechos están pinzados el dolor rompe el equilibrio.”
Ella no dice nada. No parece estar convencida con esta teoría. De cualquier manera, es doloroso.
“Sólo tienes que mover la pinza con tus dedos, gírala un poco, pero asegurándote que no se salga.”
Ella hace una muesca cuando lo hace.
“Qué buena eres, estoy encantado contigo.”
Ella intenta sonreír.
“De acuerdo, quítate todas las pinzas ahora.”
Cuando se las hubo quitado, le aconsejó que se frotara sus pezones suavemente.
“¿Piensas que he sido cruel?”

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Es buena la sumisión para ti?

Algunas veces, ella se preocupa porque, al ser sexualmente sumisa, pudiera tener un impacto negativo sobre la otra parte de su vida. Dudaba de que pudiera poner en cuarentena su sexualidad y temía que, al hacerlo en su vida sexual, inevitablemente se extendería al resto de su vida. Se decía a sí misma que el sexo era demasiado importante para ella como para tratarlo como un juego, una especie de juego de roles donde ella pretendiera ser una buena chica y hacer lo que él la dijera, mientras, al mismo tiempo, salir al mundo real como una mujer liberada, independiente y exitosa. “Si yo voy a ser sumisa, es porque eso es lo que yo realmente siento. Pero si me permito esos sentimientos, ¿cómo van a afectar al resto de mi vida?” se preguntaba.
Esto parece más bien como el argumento de ciertas militantes feministas, que ninguna mujer que, algunas veces, se encuentra a sí misma sobre las rodillas de él, pueda nunca ser libre. Creer que las mujeres son iguales que los hombres significan rechazar la sumisión sexual, sin embargo, muchas de ustedes la quieren. Pero, yo no creo que fuera lo que ella estaba diciendo. Ella estaba más por tomar la línea de que si algunas mujeres querían ser dominadas, ese era su problema. Pero, para ella, en este momento de su vida, ser sumisa pudiera dificultar el ser la mujer confidente e independiente que ella sabía que era y debería ser.
Le dije que no, no es un juego, no vas a pretender ser sumisa, lo eres realmente, pero no veo el por qué no sea posible separar tu actividad sexual de otros aspectos de tu vida. No se trata de que todo tenga que estar integrado. De hecho, puede ser liberador dar rienda suelta a tu propia sexualidad, no siempre vigilada por el super ego con sus nociones de lo que es políticamente correcto.
Para usted es fácil decirlo, respondió ella. Yo tengo que vivir con mis contradicciones y no es fácil. Por mi parte, yo pensaba que negar sus contradicciones, suprimir sus inclinaciones sumisas, harían su vida menos satisfactoria a largo plazo. Dudo que yo pueda obligarla a ser lo que piensa que debería ser sexualmente, cuando no era de esa manera, sin hacerse a sí misma algún daño interno. Pero entonces, por supuesto, yo diría  que, queriéndolo me permitiría dominarla. Algunas veces, es muy difícil dejar que la gente sea lo que quiera ser, aceptar que ellas quieran cambiar cuando les gusta la manera que ellas son.

viernes, 13 de mayo de 2011

Ser un sádico responsable

He usado la frase “sádico responsable” unas pocas de veces desde que he empezado este blog. Creo que ha llegado la hora de definir lo que quiero decir
El término “sádico” normalmente evoca una imagen de un loco furioso o psicópata calculador, decidido a infligir a la víctima indefensa el dolor más brutal y extravagante en contra de su voluntad. Esta imagen está perpetuada en nuestros medios de comunicación, películas, TV, etc. Después de esta exposición, la gente llega a creer que:
Los sádicos son individuos desequilibrados mentalmente con profundos problemas psicológicos que, probablemente, obedecen al hecho de que sus madres no les amaban.
- Cualquier víctima es adecuada para los terribles deseos de un sádico.
- No es lógico que una persona normal sea sádica.
- Los sádicos son malos.
- Etc.
Extrañamente, la mayoría de estas impresiones y conclusiones están en consonancia con el último duende sexual que tuvimos, el homosexual. Volvamos atrás y miremos a los medios de comunicación sobre los gays antes del 1970 más o menos y veremos que los trataban de una manera muy light. Estaban considerados mentalmente individuos enfermos que necesitaban, más que nada, ser curados para ser normales. Hoy en día, esta clase de argumento parece absurda, pero en aquel entonces, se tomó como un evangelio. Los gays se vieron obligados a permanecer en el armario, se veían en lugares secretos y sí, muchos de ellos, se aprovecharon de una u otra manera.
Yo diría que lo mismo se aplica a aquellas personas cuya preferencia sexual es de orientación sádica (o masoquista, de alguna manera). No veo nada malo con ser sádico, siempre y cuando uno se comporte de una manera responsable.
Una vez que has determinado que te puedes excitar sexualmente ante la idea de emplear sensaciones extremas para estimular a tu pareja, ¿cómo entonces puedes llegar a ser responsable? Te sugiero las siguientes reglas:
- Debe ser consensuado. Esto es imprescindible. Es un error enorme participar en actividades D/s con cualquier pareja con la que no se haya acordado previamente. Cualquier otra cosa es inmoral y un abuso.
- Sea honesto. El dominante responsable acepta que él (o ella) lo sea. Si bien no es necesario llevar una etiqueta en este sentido, tampoco hay necesidad de fingir ser otra cosa diferente a lo que eres. Si alguien empieza con una nueva pareja, debe hacérselo saber tan pronto como sea posible.
- Infórmate. Cuando se trata de temas extremos, hay que entender cómo funcionan las cosas. Las consecuencias de participar en actividades que no se comprenden son demasiado serias para involucrarse a la ligera. Esto no solamente incluye la comprensión de tu equipo e implementos, sino también de cómo el ser humano reacciona a las sensaciones, cómo estar seguros, técnicas de primeros auxilios, etc. Cuanto más entendamos, mejor preparado estaremos para controlar lo inesperado. Si es posible, busca a alguien que te entrene en diferentes técnicas, no intente hacerlo todo usted solo. A través de la educación, usted aprenderá a estar seguro con su pareja. Recuerde, ellas confía en que usted la cuide.
- Conoce a tu pareja. Tal como he mencionado, diferentes masoquistas pueden soportar diferentes niveles de dolor. No espere que sea uno para todas. Si quieres algo más extremo, busca a otra pareja.
- Empieza despacio. Al comenzar con una nueva pareja, no empieces con lo más extremo. Empieza despacio, descubre su umbral y límites y establece nuevas sensaciones incrementándolas poco a poco.
- Sea tolerante con la crítica. Después de una sesión, asegúrate de hablar con tu pareja de sus reacciones. Aprende de lo que ella te diga y adáptate en consecuencia.
El sádico es un individuo cuyas preferencias sexuales son estimular a su pareja con la aplicación de lo que muchos calificarían como dolor. El sádico responsable es una persona que puede hacer esto de una manera que sea seguro, sano y consensuado.

domingo, 8 de mayo de 2011

Butt plug

Ella me dijo que encontraba mis artículos sobre la D/s muy excitantes. Le estaban ayudando a descubrir en los hombres que la fuerza, el poder y el mando en ellos eran altamente eróticos. Pensaba que el “prestar atención” a su sumisa, tenía que ser la cosa más maravillosa del mundo. Los dominantes con los que había hablado siempre le preguntaban sobre esto y siempre les contestaba que no era un ritual (aunque le gustaba el ritual) o el castigo que estaba esperando, sino la libertad de no tener que estar en el control, no tener responsabilidad. Sospechaba que era porque, en la mayoría de sus círculos sociales, era la persona que esperaba tener todas las respuestas.
Una mujer quiere que su hombre sea fuerte, la proteja y la observe. Quiere ser capaz de relajarse en la seguridad de sus brazos y en el mundo que él crea para ella. Si usted puede hacer esto por una mujer, verá que algo en su interior florecerá y crecerá y usted se maravillará con el tesoro que ha descubierto, el cual siempre estaba dentro de ella, pero que nunca se sintió segura de revelar. Tanto miedo tenía. que ni ella misma  apreciaba el increíble regalo que tenía en su interior.
Sabiendo que ella tiene su amor, su cuidado y su atención, parte del sentimiento de que él esté a su cargo, es saber que ella tiene ciertas normas y límites consigo misma. Si esta las desobedece, ella sabe que será disciplinada o amonestada. Cuando el dominante está corrigiendo su conducta con cualquier tipo de castigo, están sucediendo varias cosas. La primera es que su hombre – su Dominante – se está preocupando bastante por corregirla. Es la prueba de que ella tiene su atención y la vigila, asegurándose de que ella haga lo mejor para sí misma. Si esto fuera una tarea o una orden de él que ella desobedeciera, entonces, su castigo no deja la menor duda en su mente de que ella debe obedecerle y que le permite sentirse segura en su sumisión hacia él.
Si el dominante establece unas reglas para ella, nunca debe comprobar que son cumplidas, porque el mensaje que le transmite es que no vale la pena el esfuerzo que hace para ver que ella ha desobedecido. Inconscientemente, le está diciendo que no se merece su atención. Esta falta de atención puede tocar muchas emociones retornando a los años de su infancia…
Esta es un área donde la formalidad de los roles de la D/s puede mejorar una relación de una manera increíble. Por lo tanto, el dominante quiere que ella obedezca sus reglas y ella no quiere obedecerlas y ser reconocida más por su deseo de agradarle. Si ella “se pasa por alto” una norma que, a menudo, es una prueba para ver si al dominante le importa lo suficiente para captarla y, para él, es una oportunidad para mostrarle que a ella no se le permitirá irse sin nada. Contra más estricto sea el dominante supervisándola, más sentirá ella su atención y más feliz será.
La experiencia real me parece que es cuando el dominante y la sumisa (cada uno a su manera) se revelan mutua y completamente, y con total confianza, el aceptarse exactamente donde ellos están. No tienen el derecho a esperar a su propia persona para admirarse mutuamente cada uno de sus rasgos, pero sí tienen el derecho al amor incondicional.
Podemos encontrar a gente que estén pretendiendo ser alguien que no sea lo que son en cualquier lugar. Todo el tema de la D/s es despojarnos de las pretensiones, de los pequeños secretos sobre nosotros mismos porque estamos convencidos de que nadie pudiera amarnos si los supieran.
Los dos siguientes y breves comentarios pueden dar una mejor idea de cómo el intercambio de poder y la confianza de ella en su dominante, le permite encontrar  su verdadera esencia:
Yo: Es todo un intercambio de poder. La sumisa ha perdido casi todo el control, pero la emoción está en entregarse con el fin de ir hacia nuevos lugares dentro de ella misma.
Ella: La honestidad…no creo que en una buena relación D/s la sumisa esté bajo control. Mi Dominante me enseñó que él debería hacerme querer cosas que yo había jurado inicialmente que no tenía ningún interés en quererlas. Realmente, me controla porque se encontró que mi “yo” nunca podrá encontrarse conmigo misma.
Un aspecto maravilloso de la sumisión es que es una manera emocionante para escapar de ella misma. La transición hacia el otro lado de su personalidad puede ser muy excitante y, algunas veces, difícil, pero esto forma parte de la emoción.
Durante el día, diferentes aspectos de su personalidad entran en su mente conforme se desplaza de un rol a otro. Por ejemplo, puede haber una gran diferencia en la personalidad de la sumisa en el trabajo en comparación con el de la casa. Mantener estos roles requiere una gran cantidad de energía psíquica que con el tiempo puede llegar a ser agotadora. Uno de los grandes atractivos de la D/s es este equilibrio de energía al experimentar el papel contrario.
En el trabajo, la sumisa puede ser muy poderosa y dominante y tener una gran responsabilidad. Ser madre en el hogar es tremendamente exigente y requiere un gran caudal de energía para cuidar y supervisar a los niños. Si ella ha  pasado el día instruyendo y controlando a los demás, puede anhelar y desear la transición desde esa posición de autoridad a otra de servidumbre. Cuando ella puede llegar a convertirse en la sumisa de su dominante, consigue en su vida un respiro relajante del estrés. Ella puede renovarse por sí misma, convirtiéndose una vez más, en una mujer que es amada y querida de una manera muy especial. En lugar de tener que lidiar con el estrés de la toma de decisiones, puede entregarse a su dominante y hacer exactamente como si se le hiciera saber que está segura bajo su protección.

viernes, 6 de mayo de 2011

Presta atención a tu sumisa

Ella me dijo que encontraba mis artículos sobre la D/s muy excitantes. Le estaban ayudando a descubrir en los hombres que la fuerza, el poder y el mando en ellos eran altamente eróticos. Pensaba que el “prestar atención” a su sumisa, tenía que ser la cosa más maravillosa del mundo. Los dominantes con los que había hablado siempre le preguntaban sobre esto y siempre les contestaba que no era un ritual (aunque le gustaba el ritual) o el castigo que estaba esperando, sino la libertad de no tener que estar en el control, no tener responsabilidad. Sospechaba que era porque, en la mayoría de sus círculos sociales, era la persona que esperaba tener todas las respuestas.
Una mujer quiere que su hombre sea fuerte, la proteja y la observe. Quiere ser capaz de relajarse en la seguridad de sus brazos y en el mundo que él crea para ella. Si usted puede hacer esto por una mujer, verá que algo en su interior florecerá y crecerá y usted se maravillará con el tesoro que ha descubierto, el cual siempre estaba dentro de ella, pero que nunca se sintió segura de revelar. Tanto miedo tenía. que ni ella misma  apreciaba el increíble regalo que tenía en su interior.
Sabiendo que ella tiene su amor, su cuidado y su atención, parte del sentimiento de que él esté a su cargo, es saber que ella tiene ciertas normas y límites consigo misma. Si esta las desobedece, ella sabe que será disciplinada o amonestada. Cuando el dominante está corrigiendo su conducta con cualquier tipo de castigo, están sucediendo varias cosas. La primera es que su hombre – su Dominante – se está preocupando bastante por corregirla. Es la prueba de que ella tiene su atención y la vigila, asegurándose de que ella haga lo mejor para sí misma. Si esto fuera una tarea o una orden de él que ella desobedeciera, entonces, su castigo no deja la menor duda en su mente de que ella debe obedecerle y que le permite sentirse segura en su sumisión hacia él.
Si el dominante establece unas reglas para ella, nunca debe comprobar que son cumplidas, porque el mensaje que le transmite es que no vale la pena el esfuerzo que hace para ver que ella ha desobedecido. Inconscientemente, le está diciendo que no se merece su atención. Esta falta de atención puede tocar muchas emociones retornando a los años de su infancia…
Esta es un área donde la formalidad de los roles de la D/s puede mejorar una relación de una manera increíble. Por lo tanto, el dominante quiere que ella obedezca sus reglas y ella no quiere obedecerlas y ser reconocida más por su deseo de agradarle. Si ella “se pasa por alto” una norma que, a menudo, es una prueba para ver si al dominante le importa lo suficiente para captarla y, para él, es una oportunidad para mostrarle que a ella no se le permitirá irse sin nada. Contra más estricto sea el dominante supervisándola, más sentirá ella su atención y más feliz será.
La experiencia real me parece que es cuando el dominante y la sumisa (cada uno a su manera) se revelan mutua y completamente, y con total confianza, el aceptarse exactamente donde ellos están. No tienen el derecho a esperar a su propia persona para admirarse mutuamente cada uno de sus rasgos, pero sí tienen el derecho al amor incondicional.
Podemos encontrar a gente que estén pretendiendo ser alguien que no sea lo que son en cualquier lugar. Todo el tema de la D/s es despojarnos de las pretensiones, de los pequeños secretos sobre nosotros mismos porque estamos convencidos de que nadie pudiera amarnos si los supieran.
Los dos siguientes y breves comentarios pueden dar una mejor idea de cómo el intercambio de poder y la confianza de ella en su dominante, le permite encontrar  su verdadera esencia:
Yo: Es todo un intercambio de poder. La sumisa ha perdido casi todo el control, pero la emoción está en entregarse con el fin de ir hacia nuevos lugares dentro de ella misma.
Ella: La honestidad…no creo que en una buena relación D/s la sumisa esté bajo control. Mi Dominante me enseñó que él debería hacerme querer cosas que yo había jurado inicialmente que no tenía ningún interés en quererlas. Realmente, me controla porque se encontró que mi “yo” nunca podrá encontrarse conmigo misma.
Un aspecto maravilloso de la sumisión es que es una manera emocionante para escapar de ella misma. La transición hacia el otro lado de su personalidad puede ser muy excitante y, algunas veces, difícil, pero esto forma parte de la emoción.
Durante el día, diferentes aspectos de su personalidad entran en su mente conforme se desplaza de un rol a otro. Por ejemplo, puede haber una gran diferencia en la personalidad de la sumisa en el trabajo en comparación con el de la casa. Mantener estos roles requiere una gran cantidad de energía psíquica que con el tiempo puede llegar a ser agotadora. Uno de los grandes atractivos de la D/s es este equilibrio de energía al experimentar el papel contrario.
En el trabajo, la sumisa puede ser muy poderosa y dominante y tener una gran responsabilidad. Ser madre en el hogar es tremendamente exigente y requiere un gran caudal de energía para cuidar y supervisar a los niños. Si ella ha  pasado el día instruyendo y controlando a los demás, puede anhelar y desear la transición desde esa posición de autoridad a otra de servidumbre. Cuando ella puede llegar a convertirse en la sumisa de su dominante, consigue en su vida un respiro relajante del estrés. Ella puede renovarse por sí misma, convirtiéndose una vez más, en una mujer que es amada y querida de una manera muy especial. En lugar de tener que lidiar con el estrés de la toma de decisiones, puede entregarse a su dominante y hacer exactamente como si se le hiciera saber que está segura bajo su protección.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Hora del baño

Me arrodillo junto a la bañera y lavo su espalda, sus costados y axilas, intentando no hacerle cosquillas. Enjabono sus pechos, luego los enjuago. Empiezo a enjabonarlos de nuevo, sintiendo sus pezones rígidos contra las palmas de mis manos.
Ella sonríe. “Creo que están limpios ya,” me dice.
“No puedes estar muy segura,” le digo, con mis manos sosteniendo deliciosamente sus  pechos suaves y jabonosos.
Mojo su pelo y entonces, comienzo a lavarlo. Es una sensación tan hermosa, masajear su cuero cabelludo con el champú. Cierra los ojos. La enjuago cuidadosamente.
“Ponte de pie,” le digo.
Ella se levanta sobre sus rodillas. Enjabono su vientre con mis dedos, buscando cuidadosamente cada pliegue. No enjabono su interior. No sería bueno para ella o para mi boca, si tuviera que encontrar su camino. Pero, introduzco mi dedo para enjuagarlo. Está húmedo por dentro, una especie de humedad diferente, deslizante. Se me ocurre que, tratar de aclarar esto, sería un poco como Sísifo y su roca. Tan rápido como lavar sus jugos, lo estimularía para que volvieran otra vez.
Enjabono su culo, poniendo especial atención en el pequeño agujero fruncido. Ella es todavía muy tímida sobre esto, hace un pequeño ruido, ya sea de placer o de vergüenza, no estoy seguro. Cualquier cosa que sea, yo seguiré adelante.
Por fin, aunque tengo que admitir que está limpia, me apoyo sobre el filo de la bañera y la beso en su boca, poniendo mis manos entre sus piernas. Mi túnica cae abierta, ella ve que mi polla está dura.
Ella sonríe. “¿No vas a ponerme sucia de nuevo, verdad?”

domingo, 1 de mayo de 2011

En su cara

Él puso su mano izquierda en la parte de atrás de su cuello y agarró un puñado de pelo. Lo retorció con fuerza, inclinando su cara hacia arriba. Con su mano derecha, la abofeteó en su mejilla. Ella lo mira sorprendida. En realidad, no es un cachete fuerte, pero pica un poco.
“¿Me prestas atención?” pregunta él. La abofetea de nuevo.
“Sí, señor,” dice ella apresuradamente.
“¿Seguro” Él la golpea de nuevo.
“Sí, señor, definitivamente.”
“¿Y vas a ser una buena chica para mí?” Bofetada.
“Sí, señor.”
“¿Una chica muy buena?” Bofetada.
“Sí, señor, también una chica muy buena.”
“¿Harás exactamente lo que te diga?” Bofetada.
“Sí, señor, lo haré.”
“¿Sin dudar?”  Bofetada.
“Sin dudar,” señor.
“Sí, señor, inmediatamente,” lo prometo.
“Buena chica.” Plaf, plaf, plaf.
Él desliza su mano entre sus bragas para sentirla. A él siempre le sorprende lo mojada que está. Él se limpia su dedo resbaladizo en la mejilla de ella. Todavía, con la mano cogiéndola de su pelo, la fuerza para que se ponga de rodillas.
“Ya sabes lo que tienes que hacer,” le dice.