Con amabilidad, le dice: “- Acércate aquí y desnúdate.”
Ella se aproxima tímidamente, sin saber lo que le espera. Empieza a
desnudarse: la camiseta, los zapatos, la falda y el sujetador. Ella duda.
“Quítatelo todo,” dice él.
Ella se quita sus bragas, las pone sobre el borde de una silla y
permanece desnuda delante de él, su cuerpo descansando torpemente sobre una
pierna, sus manos delante de ella, con ganas
de esconderse pero, no se atrevía. Después de todo, si la quiere desnuda es
porque quiere verla. Pero, ella nunca se había acostumbrado a su mirada
penetrante, que parece despojarla de algo más que de sus ropas, quitándole los
últimos vestigios de su vergüenza.
Él está sentado en el sofá. Le hace un gesto para que se acerque un
poco más. A continuación alarga sus manos cogiéndola por sus caderas y la hace
girar.
“Abre tus piernas un poco, dice él.” Ella separa sus piernas.
“Ahora, inclínate y toca los dedos de tus pies,” la dice.
“Gracias a Dios,” piensa ella, “al menos, no tengo que mirarle
mientras estoy haciendo esto.” Pero, al saber que él está mirando su culo, hace
que sus mejillas se sonrojen. Lo peor está por venir.
“Separa las nalgas de tu trasero,” le ordena.
El rubor se torna del rosa al púrpura. Pero, ella obedece e intenta no
pensar en lo que él está mirando fijamente.
“Tu ano está un poco irritado. ¿Te duele?” Pregunta él.
Ella apenas puede decidirse a hablar, así de grande es su humillación.
Ayer, él la había penetrado analmente durante mucho tiempo y con brusquedad. Como
siempre, ella lo disfrutó bastante. Pero, no podía negar que todavía podía
sentirlo.
“¿Y bien?” pregunta él.
“Fui bien usada, Señor.”
Él puso su dedo contra su apretado agujero. Ella se estremeció
ligeramente.
“Ponte sobre mi regazo,” dice él. “Tengo que hacerte una auscultación
adecuada.”
Ella se echa sobre él, con la cara hacia abajo y con la cabeza vuelta.
Está tratando de simular que no está allí, que está en otro sitio.
“Separa tus nalgas otra vez,” dice él.
De su bolsillo, saca un tubo de lubricante y vierte un poco en el
dedo.
“Vamos a ver lo apretado que lo tienes,” dice él, presionando con el
dedo contra su pequeña y redonda abertura. Lo entra y saca suavemente, luego
pone un poco más de lubricante y esta vez empuja con dos dedos. La sensación de
placer está empezando a superar tanto su dolor como su aguda vergüenza. Pero
pronto, ella se vuelve a sonrojar.
“Necesitamos que lo dilates, dice él. “Por lo tanto, en cualquier
momento podrás recibir una polla sin molestias. Me agrada que tu pequeño
agujero esté un poco apretado, pero no quiero que mi placer esté a expensas de
hacerte sufrir. Quiero que seas mi pequeño culo de puta, capacitado para dar un
servicio anal perfecto siempre que sea necesario, estrecho pero no tan
demasiado. Así pues, voy a dilatarlo un poco y también a quitarte tu vergüenza,
de modo que siempre te sientas relajada cuando yo lo necesites. He conseguido
introducirte ya dos dedos y, ahora, voy a meterte el tercero.”
Ella siente sus dedos retirados, luego reinsertados, llenándola
completamente.
“¿Cómo te sientes?” Pregunta él.
“Bien”, ella contesta. Esta se siente mejor que bien, pero no está del
todo segura de que se crea un culo de puta. Interiormente, ella piensa que,
probablemente, es ya uno de ellos. Tal vez, mucho más de lo que él se da
cuenta. Piensa mucho sobre esto. Pero, ¿es esto lo que realmente ella quiere
ser?
“Creo que puedes recibir más,” dice él. “Eventualmente, voy a
introducirte los cuatro dedos, justo hasta la articulación del pulgar. Y
después de un poco más de entrenamiento, el pulgar también. Mi objetivo es
conseguir introducirte mi puño y toda mi mano en el interior de tu ano.”
El pánico recorre su interior. Lo que él está describiendo es prácticamente
imposible.
“Creo que piensas que no se puede hacer, pero estoy seguro que con el
tiempo, sí. Solo necesitamos enseñarte la manera correcta. Y lo primero de todo,
es dilatarlo un poco.”
Sus dedos se deslizan hacia su interior. Ella gime. Pero, no le hace
daño.
Te he comprado un nuevo plug,” dice él. “Es un poco más grueso.”
Lo saca de su bolsillo. Ella oye el crujido del embalaje mientras lo
desenvuelve.
“Míralo,” dice él.
Ella gira su cabeza. “Es enorme. Dios mío,” piensa ella, “por favor,
no.”
Pero, ella sabe que no tiene nada que decir cuando él está con este
estado de ánimo. La lubrica un poco más, luego, despacio, empieza a presionar
el plug. Habla con ella mientras lo hace, dándole ánimos. La dice qué nalgas
tan bonitas tiene, cuán intenso placer le produce el penetrarla por ese
agujero. Le comenta cuánto adora su pequeño y querido ano, tan apretado, tan
tímido y, sin embargo, tan codiciado cuando ya está preparado. Ella se sonroja
un poco más, pero no puede decir que no le gusta lo que él le dice. Este usa
palabras como la sodomía, palabras que ella nunca se diría a sí misma puesto
que le producirían un rubor ardiente en la boca de su estómago. Le dice que
empuje hacia abajo para relajar los músculos de su esfínter, que los abra ella
misma para él como una buena puta y, ella lo hace. Poco a poco, el plug entra y
su culo finalmente se cierra alrededor de la parte más estrecha del mismo. La
base plana se asienta cómodamente entre sus nalgas.
“Eres una mujer magnifica,” dice él.
A ella le encanta estar penetrada por el plug. Le gusta la sensación
física de estar dilatada, de estar llena. Más que esto, a ella le gusta la
sensación de estar abierta, su culo disponible, su culo hecho el centro de su
ser sexual (no que su coño no lata de simpatía). Y esto de ser penetrada con el
plug es muy reconfortante. Le aporta una sensación de seguridad. Y luego,
cuando al final, el plug sale, ella está tan abierta y vacía que tiene la
necesidad de su polla.
aggg...yo también quiero! >.<
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