jueves, 18 de octubre de 2012

Culo de puta


Con amabilidad, le dice: “- Acércate aquí y desnúdate.”

Ella se aproxima tímidamente, sin saber lo que le espera. Empieza a desnudarse: la camiseta, los zapatos, la falda y el sujetador. Ella duda.

“Quítatelo todo,” dice él.

Ella se quita sus bragas, las pone sobre el borde de una silla y permanece desnuda delante de él, su cuerpo descansando torpemente sobre una pierna, sus manos  delante de ella, con ganas de esconderse pero, no se atrevía. Después de todo, si la quiere desnuda es porque quiere verla. Pero, ella nunca se había acostumbrado a su mirada penetrante, que parece despojarla de algo más que de sus ropas, quitándole los últimos vestigios de su vergüenza.

Él está sentado en el sofá. Le hace un gesto para que se acerque un poco más. A continuación alarga sus manos cogiéndola por sus caderas y la hace girar.

“Abre tus piernas un poco, dice él.” Ella separa sus piernas.

“Ahora, inclínate y toca los dedos de tus pies,” la dice.

“Gracias a Dios,” piensa ella, “al menos, no tengo que mirarle mientras estoy haciendo esto.” Pero, al saber que él está mirando su culo, hace que sus mejillas se sonrojen. Lo peor está por venir.

“Separa las nalgas de tu trasero,” le ordena.

El rubor se torna del rosa al púrpura. Pero, ella obedece e intenta no pensar en lo que él está mirando fijamente.

“Tu ano está un poco irritado. ¿Te duele?” Pregunta él.

Ella apenas puede decidirse a hablar, así de grande es su humillación. Ayer, él la había penetrado analmente durante mucho tiempo y con brusquedad. Como siempre, ella lo disfrutó bastante. Pero, no podía negar que todavía podía sentirlo.

“¿Y bien?” pregunta él.

“Fui bien usada, Señor.”

Él puso su dedo contra su apretado agujero. Ella se estremeció ligeramente.

“Ponte sobre mi regazo,” dice él. “Tengo que hacerte una auscultación adecuada.”

Ella se echa sobre él, con la cara hacia abajo y con la cabeza vuelta. Está tratando de simular que no está allí, que está en otro sitio.

“Separa tus nalgas otra vez,” dice él.

De su bolsillo, saca un tubo de lubricante y vierte un poco en el dedo.

“Vamos a ver lo apretado que lo tienes,” dice él, presionando con el dedo contra su pequeña y redonda abertura. Lo entra y saca suavemente, luego pone un poco más de lubricante y esta vez empuja con dos dedos. La sensación de placer está empezando a superar tanto su dolor como su aguda vergüenza. Pero pronto, ella se vuelve a sonrojar.

“Necesitamos que lo dilates, dice él. “Por lo tanto, en cualquier momento podrás recibir una polla sin molestias. Me agrada que tu pequeño agujero esté un poco apretado, pero no quiero que mi placer esté a expensas de hacerte sufrir. Quiero que seas mi pequeño culo de puta, capacitado para dar un servicio anal perfecto siempre que sea necesario, estrecho pero no tan demasiado. Así pues, voy a dilatarlo un poco y también a quitarte tu vergüenza, de modo que siempre te sientas relajada cuando yo lo necesites. He conseguido introducirte ya dos dedos y, ahora, voy a meterte el tercero.”

Ella siente sus dedos retirados, luego reinsertados, llenándola completamente.

“¿Cómo te sientes?” Pregunta él.

“Bien”, ella contesta. Esta se siente mejor que bien, pero no está del todo segura de que se crea un culo de puta. Interiormente, ella piensa que, probablemente, es ya uno de ellos. Tal vez, mucho más de lo que él se da cuenta. Piensa mucho sobre esto. Pero, ¿es esto lo que realmente ella quiere ser?

“Creo que puedes recibir más,” dice él. “Eventualmente, voy a introducirte los cuatro dedos, justo hasta la articulación del pulgar. Y después de un poco más de entrenamiento, el pulgar también. Mi objetivo es conseguir introducirte mi puño y toda mi mano en el interior de tu ano.”

El pánico recorre su interior. Lo que él está describiendo es prácticamente imposible.

“Creo que piensas que no se puede hacer, pero estoy seguro que con el tiempo, sí. Solo necesitamos enseñarte la manera correcta. Y lo primero de todo, es dilatarlo un poco.”

Sus dedos se deslizan hacia su interior. Ella gime. Pero, no le hace daño.

Te he comprado un nuevo plug,” dice él. “Es un poco más grueso.”

Lo saca de su bolsillo. Ella oye el crujido del embalaje mientras lo desenvuelve.

“Míralo,” dice él.

Ella gira su cabeza. “Es enorme. Dios mío,” piensa ella, “por favor, no.”

Pero, ella sabe que no tiene nada que decir cuando él está con este estado de ánimo. La lubrica un poco más, luego, despacio, empieza a presionar el plug. Habla con ella mientras lo hace, dándole ánimos. La dice qué nalgas tan bonitas tiene, cuán intenso placer le produce el penetrarla por ese agujero. Le comenta cuánto adora su pequeño y querido ano, tan apretado, tan tímido y, sin embargo, tan codiciado cuando ya está preparado. Ella se sonroja un poco más, pero no puede decir que no le gusta lo que él le dice. Este usa palabras como la sodomía, palabras que ella nunca se diría a sí misma puesto que le producirían un rubor ardiente en la boca de su estómago. Le dice que empuje hacia abajo para relajar los músculos de su esfínter, que los abra ella misma para él como una buena puta y, ella lo hace. Poco a poco, el plug entra y su culo finalmente se cierra alrededor de la parte más estrecha del mismo. La base plana se asienta cómodamente entre sus nalgas.

“Eres una mujer magnifica,” dice él.

A ella le encanta estar penetrada por el plug. Le gusta la sensación física de estar dilatada, de estar llena. Más que esto, a ella le gusta la sensación de estar abierta, su culo disponible, su culo hecho el centro de su ser sexual (no que su coño no lata de simpatía). Y esto de ser penetrada con el plug es muy reconfortante. Le aporta una sensación de seguridad. Y luego, cuando al final, el plug sale, ella está tan abierta y vacía que tiene la necesidad de su polla.

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