jueves, 1 de noviembre de 2012

Denegación


Este es el quinto día desde que le negué el permiso para correrse. Tiempos atrás y, por muchas otras razones, como enfermedad, cansancio, bajada de su libido, etc., ella ha estado sin orgasmos durante  periodos mucho más largos. Pero, su Dominante le ha dicho que ella no puede pensar en tenerlos porque es incapaz de pensar en otra cosa. Su coño está activo por el deseo. Hoy, ha sido un día particularmente cruel para ella, ha estado atormentándola con palabras y hechos, molestándola sin piedad y provocándola con astucia. Y ahora, con su invitación a que se siente sobre su regazo, de nuevo, va a provocarla. Pero, ella no duda. Si no puede correrse, un abrazo es la siguiente mejor cosa que le podrá pasar. Ella pone sus brazos alrededor del cuello de él y se arrima.

“¿Te has portado bien?” Le pregunta él.

“Por supuesto,” contesta ella. Esta ha tenido oportunidades, no ha estado controlada día y noche, pero, seguramente, él sabe que ella nunca le decepcionará. “Sin embargo, dígame una cosa.”

“Sí.”

“Cuando usted me niega el orgasmo, más o menos, usted también lo sufre. ¿Nunca tiene la necesidad de tener algún alivio? usted me entiende.”

Él le contestó que no solamente le está prohibido correrse, sino que tampoco sería follada, ni incluso una felación en el ínterin. Existe algo extrañamente perverso al autonegarse cosas también a sí mismo, puesto que son cosas de él que también le gustan a ella, como entregarse de todo corazón y el compromiso. E incluso, ¿es un acto de solidaridad al unirse a ella en el ayuno sexual? Sin embargo, todavía hay cosas que él podría hacer si quisiera. Una vez, cuando a ella le había denegado el orgasmo durante una semana, la forzó para que viera como él se masturbaba en frente de ella, eyaculando en la palma de su mano y luego sobre su cara. Fue un acto extraño para ella, incluso repelente, pero perturbadoramente excitante.

“No me gustaría volver a hacerlo por mí mismo, sin tí,” dice él.

“Estoy contenta,” responde ella y se acurruca sobre su hombro.

Él desliza una mano entre sus piernas hasta llegar a su ropa interior. Como era su costumbre, previamente le dijo que sólo debería usar ropa interior de algodón blanco hasta que no le permitiera correrse. Es una elección inteligente. En esos periodos de denegación, ella está humedecida en todo momento y el algodón es más absorbente que la seda o el satín que a ella le gusta usar.

Después de un rato, ella habla de nuevo. “Supongo que estoy destinada a aprender algo, ¿no?”

“Sabes la respuesta a esto,” dice él. “¿Qué es lo que debes aprender?”

“¿Obediencia?”

“Correcto. ¿Y?”

Ella suspira. “¿Paciencia?”

“Sí.”

“Cuándo haya aprendido lo suficiente, ¿me permitirá que me corra?”

“Esto no funciona así,” dice él. “Tú eres obediente y paciente porque eso es lo que yo quiero y tú quieres complacerme, no porque tengas la esperanza de una recompensa.”

Ella es castigada por esto. Entiende la lógica, pero una sensación de casi desesperación recorre su cuerpo al darse cuenta de que no hay nada que pueda hacer para aliviar su necesidad, excepto esperar a que él cambie su estado de ánimo.

Él desliza su dedo dentro de su ropa interior. Ella gruñe como si sintiera que le penetraban su coño. La folla un poco con su dedo, luego lo saca y con el mismo, le presiona su clítoris.

“¡Por Dios!” dice ella en voz baja. Durante un momento, piensa que podría correrse y luego, espontáneamente, ella se las arregla para controlarlo. Cambia de posición en su regazo. Puede sentir su polla dura debajo de ella. Saca su dedo de debajo de su falda y lo pega a su nariz. Instintivamente, ella quiere volver la cabeza hacia atrás, no está acostumbrada a oler su propio olor. Pero todavía, se mantiene quieta, al forzarla para que inhale porque ella sabe qué es lo que él quiere. Luego, pone su dedo en sus labios.

“Lámelo hasta dejarlo limpio,” dice él.

Ella se pregunta si puede seducirle chupándole su dedo y lo chupa en su boca lamiéndolo lascivamente.

“¡Esta pequeña puta!” dice él cariñosamente.

Después de un rato, él saca su dedo. “Es hora de que yo vuelva a trabajar,” dice él. Ella se levanta de su regazo. Conforme él sale de la habitación, no ve su pequeña mueca de decepción. Ella se acerca despacio hacia la mesa y empieza a frotarse contra ella, presionando la esquina dura de madera contra su ingle. Luego, hace una mueca y se aleja.” ¿A esto he sido reducida ahora, a follar los muebles?” piensa ella en su vergüenza.

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