martes, 25 de diciembre de 2012

¿Dominante o sádico?


Durante mucho tiempo, pensé que yo necesitaba una masoquista que no fuera sumisa para conectar con ella, para alimentar al sádico que hay dentro de mí. Yo, ni siquiera, estaba buscando a una sumisa y, sin embargo, las rechazaba, diciéndoles que no eran de mi misma especie.

 

Siempre, he encontrado mujeres sumisas atractivas y deslumbrantemente hermosas, pero pensaba que estaban fuera de mi reino. No había manera de que yo infligiera dolor a una criatura tan hermosa y mágica; necesitaba comunicarme con una mujer de mi misma especie. También, hermosa y mágica, pero con la diferencia de que  no se convirtiera en cenizas debajo de mí.

 

Entonces, una mujer maravillosa y hermosa apareció en mi vida. Una sumisa de pura raza; inteligente, cálida, atenta y sin atracción por el dolor. Ella y yo nos escribíamos y, aunque, ella subrayaba cada párrafo manifestando que no le gustaba el dolor y le decía que ella  era lo que yo necesitaba, no pudimos dejar de comunicarnos.

 

Durante el tiempo que estuvimos juntos, me enseñó una profunda lección. Una después de otra; me mostró la belleza sensual de la sumisión y la entrega y me dio una idea interior de mí mismo y cuán dominante he llegado a ser instintivamente en presencia de una mujer sumisa. Antes, yo nunca le había prestado atención a esa parte de mí, pero ella se convirtió en un espejo para mí y a través de ella, veía que existía mucho más para mí que la oscuridad del poeta sádico y romántico. En verdad, también soy un dominante.

 

El dominante que soy es tan crudo y sin refinar como el sádico que soy. Estoy seguro de que mi personalidad esencial sale en mi escritura y especialmente en mi poesía; una gloriosa ausencia de sutilezas, brutalmente honesta, una saludable falta de tacto, egoísta, arrogante y un romántico empedernido. Sin embargo, no se puede negar el hecho de que soy lo suficientemente arrogante como para decirle a una hermosa mujer sumisa lo que hacer y, luego, simplemente cogerla.

 

Sin embargo, no me etiqueto como dominante. Yo, de hecho, discuto con la gente que entiende que lo soy. Sospecho que la etiqueta que llevo conmigo tiene ciertas connotaciones que me hacen estar a la altura.

 

No soy frío ni distante; soy agresivo e invasivo con ella. No me voy a alejar de tí por mí mismo. Invadiré tu cuerpo, tu alma y te morderé y lameré tus lágrimas y profundizaré en lo que te hace gritar de dolor. Yo no estoy al mando; no voy a decirle que se arrodille, clavaré mis dedos en su clavícula y haré que se arrodille por sí misma. No estoy buscando su obediencia y no voy a parar hasta que se rinda.

 

Sin embargo, dicho esto, la razón principal por la que elegí la etiqueta sádica, es simplemente porque es la parte de mí que colorea todo lo que soy. La empatía, la irresistible urgencia a diseccionar a la persona con la que estoy hablando con el fin de aprender lo que la motiva, la condenada necesidad de hacerme real a través de la respuesta de ella  en todo lo que está siempre presente. Así que, la simple verdad es que soy un sádico con personalidad dominante. No es que la distinción tenga mucho peso en mí; cuando me miro en el espejo, todo lo que veo, soy yo.

 

Bajo mi contexto, he tenido la ocasión de pensar en la distinción entre una masoquista y una sumisa, de cómo estos aspectos en una potencial pareja se adecuan de acuerdo con quien soy y lo que soy.

 

Sé que necesito a la masoquista; es fundamental para mí. La alimentación de una sumisa que solamente soporta el dolor como un gesto de sumisión hacia mí, sinceramente, no es tan satisfactorio. Por otro lado, la alimentación de una sumisa que anhela el dolor tanto como yo anhelo infligirlo, se convierte en una relación simbiótica donde ella también me alimenta. Ser masoquista es tan esencial como ser mujer.

 

Por otra parte, he notado que mi corazón responde poderosamente a la sumisa. Contra más necesito a la masoquista, más me enamoro de la sumisa. Todavía tengo que averiguar por qué. Justo, porque sé que es verdad. Sinceramente, no puedo evitarlo. El deseo de agradar, obedecer y seguir, un poco de timidez y la chispa en sus ojos cuando ella me mira, desmontan mis defensas antes de darme cuenta de que estoy sintiéndome poseído. Y el tercer contacto, es que todavía estoy moviendo mi cabeza, mientras trato de comprender la gravedad que “una mujer” ejerce sobre mí. No es la edad o el juego del rol de papá y la niña, sino que me gusta saborear el sentimiento de protección y consuelo cuando lo siente un poco, cuando quiere esconderse y sentirse segura durante un tiempo. Tal vez, eso me pueda convertir en un dominante tierno algún día; solo sé que me sienta muy bien cuando ella busca refugio entre mis brazos.

 

Por lo tanto, he pasado de pensar que las masoquistas no sumisas eran mis únicas compañeras posibles, hasta llegar a darme cuenta de cuánto  voy a ganar en mi propio viaje. También, he percibido que las sumisas masoquistas con una niña en su corazón, son puras criptonitas para mí.

 

La única cosa, incluso la más peligrosa para mi corazón, sería una sumisa masoquista con una  niña pequeña en su corazón, llevando un vestido suéter de Cashemira.

 

Me desmayo…


4 comentarios:

  1. hasta el mas duro de los sádicos tiene su debilidad! cuanto me alegro que ante una sumisa masoquista con una niña pequeña en su corazón te desmayes!
    Creo que maravilloso... ver al mas duro de los machos total mente desarmado ante una mujer.
    Leidy Princes
    PD: te sigo debiendo un correo.... No se me olvida

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  2. Jajajja...ya ni pienso en ese mail....

    Felices fiesta y gracias por tu comentario...

    Ben Alí

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  3. Leo y me siento atrapado a mi mismo en una etapa de mi propia vida que sucedió ya hace varios años... Cuando me sentía alimentado en mente, cuerpo y alma en cada ocasión que me permitía amañar una escena en el continuo tiempo y espacio, corromper la vida de alguien incauto para que me suplicara por que liberara mi Sádico interno; es un placer que aun en mis memorias perdura por encima del orgasmo sexual y cualquier otra satisfacción, sentir la sangre acelerando por cada milimetro de mi cuerpo, sentir que mis propios ojos se encienden en una pasión escarlata, sentir la tensión de cada minusculo musculo en mi cuerpo relajandose poco a poco para infligir cada vez más dolor, reprimiendome menos a cada momento... Afortunadamente con mi esclava he encontrado un diamante en bruto de perfecta sumisión y masoquismo, por ahora solamente dolor en pequeñas dosis, pero eso mismo es lo exitante de la educación que le estoy dando... superará sus limites cada día un poco más, cada vez ira humedeciendo su intimidad con mas dolor...

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  4. Qué lástima que haya llegado tarde...mecachisss!

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