lunes, 29 de julio de 2013

El hacer de un Dominante


El otro día rastreando por Internet, me encontré un foro de relaciones D/s, donde una sumisa de 21 años estaba diciendo que su compañero “sumiso” quería que ella se vistiera para él con aspecto más dominante y ella buscaba consejos en el foro.

En otro apartado, un varón de 31 años, que se llamaba a sí mismo dominante, escribió: "Soy un dominante novato y le he preguntado a mi pareja qué le gustaría que me pusiera y qué no debería llevar." 

Hummm...

Estaba ya preparado para escribir una respuesta muy mordaz a ambos anunciantes, pero me contuve. De hecho, me enorgullecí de mi moderación. Después de todo, estoy seguor que ninguna de estas dos personas intentaba deliberadamente ser rara ni parecían estúpidas. Es probable que ambas estuviera interesadas en agradar a sus parejas.

O, tal vez, ¿las ropas hacen al dominante?

Estos no son ejemplos de lo que yo llamaría una relación D/s efectiva, pero, si funciona para ellos, entonces, ¿por qué no? Después de todo, ¿quién soy yo para juzgar? Cada uno con lo suyo.

Las lectoras desde mucho tiempo de este blog, probablemente, puedan adivinar mi primera respuesta. Un dominante no se puede hacer. La dominación es una cualidad de la Naturaleza, está codificada en los genes de cada uno. O se es o no es dominante. Así es, más o menos,  el fin del asunto.

Pero, por desgracia, no lo es.

Mi reciente artículo sobre Las mujeres que he conocido me ha impulsado un par de cometarios. Lo interesante de estas respuestas fue la forma que ambas hablaban de lo mismo. A saber, las mujeres latentemente sumisas estaban, de alguna manera, provocando más tarde en la vida. Las mujeres que nunca se imaginaron a sí mismas como sumisas, de repente, son despertadas y no tienen más opción que aceptar su naturaleza. Además, esto no es exclusivo. Ha sucedido muchas veces en mis diferentes encuentros con las mujeres que he provocado. En algún momento, la mujer se volvió hacia mí y dijo que no tenía ni idea de que ella fuera sumisa. Que su despertar había sido una completa sorpresa. Esto me ha llevado a la conclusión de que es probable que haya muchas otras mujeres sumisas latentes por ahí que nunca han sido provocadas y tristemente nunca lo serán.

Aún así, esto me lleva a pensar,  ¿es posible hacer a un Dominante? ¿Es posible coger a una persona que nunca ha mostrado ningún signo de ser dominante y, de alguna manera, convertirlo en una personalidad dominante? ¿Las personas switch se convierten en dominantes cuando asumen el papel de un dominante?

Pues bien, si una mujer puede ser una sumisa latente, ¿es posible que un hombre sea un dominante latente?

Yo no he asesorado a muchas parejas, pero en aquellas que lo he hecho, la pareja masculina siempre empezaba con el deseo de agradar a su mujer y, solamente después, permitía que su naturaleza dominante saliera a la superficie. En cada caso, el hombre empezó por no comprender lo que su pareja estaba preguntándole qué hacer. Al principio, sin duda, era un caso de “de pasar a través de los movimientos” para tratar de darle chispa a la relación o algo parecido. Puedo apreciar por qué tantos hombres, después de años de condicionamiento social, son reacios a poner una mano o un cinturón sobre el trasero de su mujer. Puedo comprender por qué un hombre tendría dificultades para aceptar que su pareja quiere que él defina su gusto y hacer cumplir su voluntad a través de sus disciplinas, rituales y estructuras.

Sin embargo, con el tiempo, estos hombres que tuve la suerte de aconsejar, empezaron a comprender que la dinámica de la D/s y más, se dieron cuenta de que ellos tenían un núcleo dominante que era más que capaz de llevar el control de la relación. Por supuesto, cada uno era diferente, pero todos tenían algo en común; la conciencia de que ellos tenían  su propio poder, que ellos podían expresar su poder y que se hacía sentir, natural y con derecho hacerlo. Una vez que ellos se hubieron liberado de las inhibiciones sociales a las que habían estado encadenados, les fue mucho más cómodo convertirse plenamente en hombres dominantes. No, no eran sádicos. Y no, tampoco estaban interesados en el asunto de las cuerdas, sexo pervertido, el juego de la humillación, etc. No, lo que ellos compartían era el sentido de la honestidad, la confianza y la responsabilidad de asumir el papel dominante en su relación.

Según mi conocimiento, esto les ha hecho personalmente más equilibrados y sus relaciones mucho más fuertes y también más equilibradas.

Al final, tal vez lo que se requiere es una especie de llamada de atención a todos los hombres dominantes de por ahí. Algo a lo que ellos dirán estar de acuerdo para ser ellos mismos. Tal vez, como las sumisas, existen muchos dominantes latentes entre la gente, justo esperando ser despertados.

Tal pensamiento me da un cierto grado de tranquilidad. A pesar de que sea una petición de principio de cómo nosotros podemos despertarles. Algo para otro tema en el blog, supongo.

sábado, 27 de julio de 2013

La pornografía

Nadie puede negar que hay mucha pornografía desagradable, porno que tolera e incluso provoca la violencia contra las mujeres. No me gusta eso y me gustaría que no existiera, aunque dudo de que la prohibición sea la respuesta. Pero, cada vez que leo una campaña contra esto, me pregunto si, de verdad, saben de lo que están hablando o si han pensado en profundidad sobre ello. Recientemente, leí en la prensa una entrevista con Gail Dines, que aparentemente es la activista más anti porno del mundo. Esto es lo que ella decía:

Como resultado de su investigación, Dines cree que la pornografía está impulsando a los hombres a cometer actos de violencia contra las mujeres. “No estoy diciendo que un hombre lea y vea porno y salga a violar a una mujer,” dice ella. “Pero, lo que yo sé, es que la pornografía da permiso a sus consumidores para tratar a las mujeres tal como son tratadas en la misma.” En un reciente estudio, el 80 % de los hombres dicen que el único acto sexual que más les gustarían realizar, es eyacular en la cara de una mujer. En 2011, un comentario en la revista Jezbel, incluyeron a un número de mujeres que decían que, en la primera cita, ellos habían experimentado eyacular en la cara de ellas sin preguntar y por sorpresa.

Aquí, dos cosas me parecen problemáticas. La primera es la forma en la que el argumento se mueve sin ninguna distinción o sutileza y la violencia (como en una violación) al correrse en la cara de una mujer. Ahora bien, creo que eyacular en la cara de una mujer sin preguntárselo o sin estar preparada para ello, son maneras extremadamente dañinas. ¿Es violencia? Las mujeres que han experimentado la violencia real en las manos de hombres maltratadores (golpes fuertes, heridas, huesos rotos) les pudieran parecer este acto jocoso. Existe también una asunción (ya sea deliberada o negligente, el tema no se sostiene por sí mismo) puesto que correrse en la cara de una mujer es inherentemente desagradable, algo que los hombres solamente hacen porque lo han visto en la pornografía y, por eso, sienten que tienen licencia para degradar a las mujeres y que es algo que ninguna mujer pudiera desear.

Esa no es mi experiencia. No estoy diciendo que todas las mujeres quieran siempre esto o, incluso, que la mayoría de ellas lo deseen la mayor parte de las veces. Pues, muchas mujeres parecen encontrarlo, no solamente aceptable, sino, incluso, placentero. Y, sospecho firmemente que la gente estaba haciendo esto mucho antes del surgimiento del mercado masivo de la pornografía. Es verdad, que sucede mucho en el porno, en parte por la necesidad de mostrar en la realidad que el hombre se corre (imposible demostrarlo si eyacula dentro de ella) y que esto es, por lo tanto, un acto real, no simulado. Y, tal vez, su frecuencia en la pornografía haya hecho que sea una práctica más común entre las parejas que lo consienten. Pero, si es así y, si les gusta, yo diría que es una buena cosa. La pornografía tiene efectos beneficiosos y perjudiciales.

Creo que los que estamos en el estilo de vida de la D/s, somos especialmente propensos a sufrir esta clase de pensamientos confusos. Yo estaría dispuesto a apostar que la Sra. Dines culpa a la pornografía de la prevalencia de los azotes y que esto se aduce como prueba del aumento de la violencia contra la mujer. Y creo, que todos nosotros sabemos cómo nos sentimos sobre este tema, ¿no?

miércoles, 24 de julio de 2013

La mejor clase de dolor

Ella es una puta del dolor y, ya que me encanta hacerle daño, ambos nos adaptamos bien. No es lo único que le gusta. Disfruta con la humillación y la objetificación, el bondage, el sexo compartido con otras personas o, simplemente, ser follada. Pero, en realidad, es el dolor lo que la excita de verdad y se adentra en lo más profundo de su mente sumisa.

Aunque, no cualquier dolor. Algunos tipos de dolor son difíciles de imaginar que tengan algún efecto erótico. ¿Alguien podría imaginarse el obtener placer teniendo sus dientes perforados, incluso en el caso improbable de que su dentista sea su dominante? Hay algunas cosas que me gustarían hacer en las que ella no está muy interesada. Pero, como soy un pervertido, es por eso que me gusta hacerlas. Si ella solo consigue hacer las cosas que le gusta, ¿dónde está la sumisión en eso? Es bueno que  tenga  algunas experiencias que presionen su resistencia. A ella, no le gusta mucho las ropas incrustadas, por ejemplo, contra su coño. Tampoco,  se preocupa mucho por esto. Tengo que ser muy firme al obligarla que tenga sus piernas separadas.

A ella, le gusta los azotes tanto como a mí. Es bueno ponerla sobre mis rodillas, tal vez, cuando ella no se lo espera, levantarle su falda, bajarle sus bragas y ponerme a trabajar. Es una gran postura, sentir todo el cuerpo de la mujer sobre mi regazo, especialmente, si ella se retuerce un poco y hay que sujetarla. Es hermoso ver su lindo y blanco trasero cómo se vuelve rosado y más rosado. Me gusta hacer una pausa y acariciarlo. Sentir el calor que producen los azotes. Y me gusta deslizar mi mano entre sus piernas, para sentir lo mojada que se está poniendo mí putilla. Tal vez, entonces, avanzaremos con algunos implementos de azotar, el flogger, la fusta, el cepillo o, quizás, el nuevo látigo de doma que he comprado. Estoy tan ansioso de que ella saboree esto. Y, finalmente, llegará la cane. Ella la acepta, incluso, aunque le tenga pavor.

Pero, nada de esto es lo que más anhela. El dolor que realmente llega a ella, que va directamente a la parte erótica de su cerebro y hace que le duela su coño y que babee, es el dolor en sus pezones, el dolor blanco, como yo lo llamo. Está ávida del mismo,  lo ansía de la misma manera que la persona adicta ansía su dosis. En primer lugar, los pellizco y retuerzo con mis dedos. Luego, los muerdo con alfileres de madera para ropa, a continuación, con algunos de plásticos que son más desagradables. Y, por último, las pinzas de acero con mordazas dentadas. Tengo varios tipos, todas garantizadas para producir un efecto dramático.


Es algo que funciona muy bien online, que, por desgracia, tiene que ser una gran parte de nuestra actividad. Me encanta mirar a la pantalla mientras ella se pone las pinzas, ver su mueca de dolor, oír su gemido mientras la digo que tire de la cadena que las conecta. “¡Más fuerte, más fuerte!” Cuando estamos online, el dolor es limitado por lo mucho que ella puede hacer para aceptarlo. Ella es la única con su mano en la cadena, aunque yo esté dándole las órdenes. Pero, cuando está conmigo, entonces, en primer lugar, es bueno atarla. Por lo que, entonces, soy yo quien tiene el control completo. Puedo producirle más y más dolor y mucho dolor, apretando las pinzas, retorciendo sus pezones y probando sus límites. Ella tiene que confíar en mí, sabiendo que pararé antes de que el dolor sea realmente insoportable.

sábado, 20 de julio de 2013

Las mujeres que he conocido

A lo largo de mi vida, he conocido a unas pocas de mujeres.

Conocí a una mujer, una sumisa muy especial y maravillosa, que sentía tan íntimamente la necesidad de servir, que lloraba con lágrimas de remordimiento al ver que no podía.

Conocí a una mujer que, en el otro extremo de un teléfono, abusaba de su cuerpo para mi placer, hasta gritaba de dolor y frustración, esperando mi consentimiento para correrse.

He conocido a una mujer que olfateaba mis zapatos para poderse correrse. Para ella, era difícil hacerlo por sí misma. Yo ni siquiera tenía que estar presente. El mero hecho de tener mis zapatos a su alcance era suficiente para ella.

He conocido a mujeres que estaban tan aterrorizadas por su profundo deseo de someterse que actuaban deshonestamente. Más tarde, algunas de ellas me pidieron ser castigadas para poder ser perdonadas.

He conocido a mujeres que solamente podían ser provocadas por mí.

He conocido otras mujeres que solamente se abrirían de piernas para unas personas en concreto.

He conocido otras mujeres que solamente se abrirían de piernas para algunas personas, si ellas supieran que eso me agradaba. Especialmente, si yo estuviera presente.

He conocido a mujeres que han sometido sus cuerpos a mi placer, sabiendo que les iba a doler, pero dispuestas a aceptar el sufrimiento, puesto que podían ser complacidas. Pero, ellas necesitaban saber que yo no estaba considerando, en lo más mínimo, sus sentimientos, cuando las usaba de esta manera.

He conocido a mujeres que se convertían en las putas más bajas, llegando a sorprenderse ellas mismas por la intensidad de sus deseos, el calor de su fuego, la terrible picazón en su entrepierna que solamente una verga podía satisfacerlas. Mujeres que, para los ojos de los demás, eran todas unas señoras en su apariencia externa, convirtiéndose cuando gemían en bestias sexuales, creaturas carnales perdidas en un rapto erótico, dispuestas a hacer cualquier cosa, absolutamente todo. Dispuestas, prometiendo, suplicando hacer cosas que solían parecerles repugnantes y viles. Lamiendo y chupando de una manera propia de una estrella del porno.

He visto a mujeres revelar su deseo oscuro por el dolor. No sólo para ser azotada con una fusta, un látigo o con la mano. Cada mujer que he conocido tenía un antojo incontrolable por esas cosas. Pero, había otras mujeres, un porcentaje más pequeño, que tenían otras fantasías, otros escenarios, donde se les quitaba el consentimiento, donde no había palabra de seguridad, ni límites. Terribles y profundas fantasías por la tortura, la mutilación y el sufrimiento. Estas mujeres que eran, de alguna manera, sensatas y racionales, me pidieron dar rienda suelta a mi bestia interior y azotarlas con mi cinturón.

He tenido mujeres rogándome ser humilladas por necesidad. Para ser envilecidas, degradadas, objetificadas y luego atormentadas. Ponerlas en el fango y manipularlas como si fueran animales. Sin mostrarles ninguna consideración. Mujeres con una autoestima muy alta y un carácter fuerte, dispuestas a expresar una gratitud eterna por usar su boca como mi aseo personal.

Y las cuerdas, cuántas de ellas las han deseado y ansiado. Creo que todas han deseado ser atadas.

He conocido a una mujer, una mujer profesional de éxito, de mediana edad, una de las mujeres más ricas que he conocido en mi vida, que siempre estaba al cargo de todo lo que la rodeaba, diciéndome que la única vez que realmente se sentía ella misma, era cuando estaba de rodillas delante de mí, lista para servirme de placer. Ella haría cualquier cosa y todo lo que yo la pidiera.

He conocido a otra mujer, que me ha prometido su esclavitud. Los dos éramos adultos y muy conscientes de que esto no es una cosa legal, pero, de todas formas, es bastante significativo, tanto para las buenas como para las malas, ella era mi esclava y yo, su Dueño.  En un principio, la trataba muy bien, pero algunas veces, no. Ella no tenía opciones. Era esclava.

Admiro y respeto a todas estas mujeres. No pretendo tener una comprensión integral del por qué estas cosas suceden. Por qué y cómo las provoco. Algunas de ellas, nunca las he conocido en persona. Otras, rara vez, me las he encontrado. A otras, fui capaz de provocarlas, incluso, antes de que oyeran el tono de mi voz.

Sé con certeza que en el resto del mundo, hay muchas otras que son como estas mujeres que he tenido el privilegio de conocer. Así pues, mientras considero que todas y cada una de ellas son únicas, también sé que ellas comparten una hermandad común con tantas otras mujeres. Lo cual significa que, existen otros colegas por ahí, como yo, que parecen tener este efecto sobre ciertas mujeres.

Es algo extraño y desconcertante. He tenido mis teorías, algunas de ellas, las he escrito  en mi blog. Pero, en realidad, todo es teoría y fantasía.

Afortunadamente, no tengo que comprenderlas para poder disfrutarlas.

miércoles, 17 de julio de 2013

Jugando con disfraces

El hombre dominante eficaz suele a ser un hombre conservador. Al menos, esta es mi teoría. Tiende a gustar del orden sobre la vida y tiende a poner tiempo para ordenarla a su satisfacción. Me consta que también existen algunos dominantes desbordados por los problemas fuera de aquí, pero son la excepción a la regla

Por norma general, la inmensa mayoría de las mujeres sumisas con las que he hablado y han tenido una relación D/s exitosa, me han dicho que sus hombres dominantes han sido, hasta un cierto nivel, conservadores.  Suelen ser profesionales o, de alguna manera, autónomos y, a pesar de sus inclinaciones en sus propias casas, se presentan como hombres conservadores, respetables y dignos ciudadanos de su lugar de residencia en el mundo.

Sin embargo, veo una considerable variación en cuanto a la forma en que prefieren a sus mujeres. Todos ellos disfrutan de los beneficios y ventajas de una mujer sumisa en sus vidas y todos aprecian a una mujer que exhiba respeto, obediencia y  una  fuerte auto estima. Pero, es en los pequeños detalles, donde noto una considerable variación.

A algunos hombres dominantes, les gustan que su mujer sea “al natural.” Le gusta ver a su mujer no sólo desnuda, sino también, sin atavíos. Les disgustan que lleven los labios o las uñas pintadas cuando van a tener una sesión, tal vez, y tampoco quieran ver nada de joyería en su cuerpo. Quieren a la mujer tal como es, tal como ella vino al mundo.

A algunos hombres dominantes, les gusta ver a su mujer tranquila y conservadora. No les gustan las faldas cortas, a pesar de lo larga que sean sus piernas. No quieren ninguna joya reluciente y, en esencia, no quieren que nadie, excepto ellos, que ella sea una puta. Este conocimiento es para ellos y sólo para ellos.

Algunos hombres dominantes prefieren que su mujer muestre su sumisión en casi todas las facetas de su vida. Este no es el tipo de hombre que aceptará fácilmente que su mujer tenga preferencia por los alimentos grasos y las bebidas gaseosas. Él quiere que ella preste una estricta atención a su cuerpo y apariencia y le saque provecho a sus curvas femeninas. Ella, no sólo deberá elegir la ropa que realza su feminidad, sino que también deberá modificar su apariencia mediante el uso de ropa interior, tales como corsé, para acentuar las curvas bonitas de su cuerpo.

Hasta donde yo sé, todos aprecian las cosas bien hechas, los zapatos de tacón alto y les gusta ver a su mujer llevándolos tan a menudo como sea posible. A algunos les gustan elegir la ropa para ella, otros prefieren darle unas instrucciones específicas porque van a pasar inspección y sobre lo que no va a suceder. Algunos la adoran de color negro, otros prefieren otros colores. Algunos odian que usen pantalones, a otros les encantan ver su trasero cubierto por unos vaqueros.

En cuanto a su vestimenta, parece que no hay un criterio común. Corresponde a la mujer averiguar lo que a su hombre le gusta y no le gusta. Lo que él no cambiaría por nada en el mundo y lo que debe ser al momento.

Para las mujeres, este es la parte del juego más interesante: los detalles. ¿Por qué un hombre quiere a su mujer vestida solamente con faldas blancas, cuando otros la hubieran vestido de negro casi todos los días? ¿Por qué un hombre ve los labios pintados como innecesarios cuando otros están deseando ver los labios de su mujer pintados de rojo intenso casi todos los días?

En realidad, para la mujer, no debería y no le importa lo que él quiere que ella haga. Lo que importa es que ella quiera hacer lo que él quiere. Si él quiere verla con falda blanca, porque ella parece radiante para él vestida así, entonces, ella buscará faldas blancas. Si él quiere unos zapatos con tacón de ocho centímetros, entonces, serán los zapatos con ese tacón los que ella se pondrá. Ella quiere que la vea atractiva y quiere agradarle. Si a él le gusta, a ella le gusta.

Por supuesto, aquí hay una pequeña variación. Algunas veces, algunos hombres dominantes quieren probar a su mujer. Quieren que ella lleve algo con lo que se sienta incómoda, con algo que no se sienta atractiva. Él podía estar intentando aumentar su feminidad o intentar presionar sus límites en cuanto a su naturaleza conservadora o, a su vez, cambiarla para aumentar su sexualidad. Este es un tema diferente y un área, en la cual, la pobre mujer puede ser severamente desafiada. Ella tiene que agradarle, pero él está presionando en las zonas de auto estima en las que él no puede experimentar éxitos instantáneos.

La mujer sumisa haría bien en seguir los deseos idiosincrásicos de su hombre para que vista lo mejor que ella pueda. En la película “Nueve semanas y media,” Elizabeth le pregunta a su hombre cuándo va a ir comprarle algo para ella a una tienda: “¿Pero, no quieres saber si “me gusta.”? Él movió su cabeza para indicar que “No”. Me encantó esa escena.

Para no dar pie a que penséis que soy un “perfecto machista,” permítanme recordar a mis lectoras femeninas que una mujer tiene miles de maneras y recursos para dirigir al hombre de su vida, para que vea las cosas a través de sus ojos. Del mismo modo que una sumisa puede señalar el zapato adecuado, también puede indicar la americana idónea, el bolso o un par de pendientes. Chicas, usad vuestra imaginación.


Tal vez, después de todo, hay un factor común en los deseos del hombre dominante en cuanto a la presentación de su mujer. Quiere que ella aparezca bella antes sus ojos. Muchas mujeres sumisas no habrán sido unas fans vistiendo a “Barbie,” pero, el que su dominante quiera vestirla, es una cuestión totalmente diferente.

lunes, 15 de julio de 2013

Dolor blanco

“Gracias,” ella susurró en la oscuridad mientras la cogía para darle un beso sincero de agradecimiento, tiñendo su voz como el aroma de mi semen tiñe su aliento.

Aturdido todavía por mi liberación, con la evidencia de que  ahora me mantengo caliente y seguro dentro de ella, la besaba, sin decir una palabra. En su lugar, en la oscuridad acerqué mi mano temblorosa a su nalga suave y la acaricié con delicadeza.

Con un suspiro de satisfacción, ella se acurrucó en el hueco de mi cuello. Apreté sus hombros y la acerqué más hacia mí y el ritmo constante de su respiración relajada me arrulló lentamente en la realidad.

Luego, sin una palabra, extendió su pequeña mano y encontró la mía, quieta, descansando sobre mi pecho y la puso a descansar sobre su seno.

Yo sonreí en la oscuridad. Sabía lo que ella quería.

Escuché un delicioso y breve grito mientras mis dedos, rápidamente, encontraron sus cabellos y empezaron a jugar con ellos.

Los rodeé entre mis dedos. Sacudiéndolos. Tirando de ellos.

Cuando apreté, se escaparon de sus labios unos gemidos lujuriosos. Un chillido sorprendente cuando la pellizqué, pero, que no me sorprendió.

Ella tenía los pezones muy sensibles. Sin duda, es una buena cualidad en una mujer.

Pellizcos. No puedo ayudarme por mi mismo. Me gusta pellizcar. Soy un pellizcador. Eso es lo que hago.

Bueno, es una de las cosas que hago.

Lo que pasa, es que tengo una cosa para pellizcar pezones y, con los años, he desarrollado una mordaza muy fuerte. Recuerdo a una querida amiga que, una vez, me dijo que mis dedos eran peor que cualquier mordaza.

Sonríe.

De cualquier modo…

Yo no cedía. Yo pellizcaba fuerte.

Más fuerte.

Su cabeza voló hacia atrás y su espalda, arqueada. Sin lamento, sin aliento, una ingesta aguda de la respiración que casi se ahoga por las arrugas de las sábanas acompañando a su movimiento. Casi, pero, no del todo.

Un latido de su corazón. Dos latidos.

Tres.

Yo mantenía la presión y, poco a poco, aceptó la sensación interior y se derrumbó hacia abajo. Sin soltar su pezón, la atraje hacia mí con mi otro brazo alrededor del cuello y los hombros.

Ella hundió su cara en el rincón de mi cuello y la besé en la frente.

“Te amo.“

No puedo recordar si lo susurré lo suficientemente fuerte para que ella lo oyera. De todos modos, ella no respondió. Estaba centrada, engullendo el agudo dolor blanco cálido de su pezón.

A medida que su respiración se hacía más profunda y más pacífica, otra vez rocé mis labios cariñosos sobre su frente. Entonces, rápidamente, doblé mi presión sobre su torturado pezón.

Ella sintió su rigidez en el abrazo y, aturdido, primario…algo sonó detrás de sus labios cerrados antes de que tuviera la oportunidad de abrirlos para el jadeo apropiado. Por el momento, sus labios se abrieron, ningún sonido se escapó de su boca.

Sin respuesta a los estímulos externos, con excepción de lo que le estaba sucediendo a su pezón, con su cuerpo rígido entre mis brazos, su cabeza echada hacia atrás contra mi brazo, ella nunca hizo un movimiento para escapar de lo que le estaba haciendo.

De hecho, mientras ella lentamente – más despacio que antes -  encuentra un nuevo equilibrio con el dolor, la besé en su frente, en sus párpados, en su mejilla y sentí su beso en mi hombro como respuesta suya.

Ella besó mi hombro.

Pero, de nuevo, yo estaba usando menos de la mitad de mi fuerza.

Hasta ahora.

“No puedo aguantar más sin gritar,” ella jadeó, susurró y suplicó a través de sus dientes apretados. Así que le dí los nudillos de mi mano alrededor de su cuello para que los mordiera y la abracé con fuerza.


Y luego, la pellizqué con todas mis fuerzas.

viernes, 12 de julio de 2013

Consejos y pautas para una sumisa sola

Hace ya algún tiempo, escribí una serie de artículos sobre “La sumisa sola.” Principalmente, estaba dedicada a distintos tipos de sumisas y sobre cómo una sumisa sin pareja, podría llegar a realizarse o vivir momentos D/s.

Hace poco, escribí sobre cómo una sumisa sola podía mantener su fiebre de mujer sumisa, incluso, sin ser estimulada por un dominante.

Pero, ¿qué pasa con una sumisa sola, consciente de su naturaleza, que no está buscando un dominante, pero sí pasar momentos agradables? ¿Cómo una sumisa sola “podría tener una sesión” y qué consejos puedo ofrecerle para que su juego sea prolongado y seguro?

Estoy pensando aquí en la mujer sumisa, aunque estoy seguro que la mayor parte de estas pautas pudieran aplicarse también a al hombre sumiso.

Antes de llegar mucho más lejos en esta discusión, creo que es importante para tí, mujer sumisa, que tengas claros tus objetivos. ¿Estás buscando sexo? ¿Estás buscando servir? ¿Estás buscando experiencias sadomasoquistas? ¿Estás buscando la aventura de una sesión o una relación ocasional? Tal vez, ¿sólo estás buscando un amigo para follar con algo de perversidad? O, ¿sólo quieres a alguien para sexo telefónico sin necesidad de conocerle? Ninguna de estas cosas es mala, pero, a menos que realmente conozcas lo que quieres, creo que no será muy difícil encontrarlo.

A mi modo de ver, hay dos grandes opciones disponibles. La primera es usar los recursos locales (por ejemplo, las kedadas o los posibles grupos D/s) y la segunda es buscar a un Buen Dominante a través de anuncios, foros o chats online. En principio, quiero compartir mis pensamientos sobre el acercamiento vía Internet.

Por supuesto, unirse a cualquiera de los sitios webs de Dominantes y sumisas, etc. Anunciarse en ellos y participar. Estos son excelentes recursos puesto que aumentan las posibilidades de encontrar lo que estás buscando. Por otra parte, también atraen a un gran número de personas que probablemente no estén buscando nada. El problema es tratar de separar estos dos grupos. Además, en este tipo de grandes comunidades, es fácil para una sumisa sentirse abrumada con mensajes y mails de gente que está convencida de que ellos son la persona que necesitas. Entonces, ¿cómo evitar una avalancha de comunicaciones electrónicas y mejorar la oportunidad de reducir la búsqueda a unas pocas personas seleccionadas, mientras, al mismo tiempo, ser respetuosa con las demás y obtener una buena información de su formación como dominante? la respuesta ha de ser respetuosamente asertiva.

El error que muchas sumisas cometen es asumir que, puesto que ellas son sumisas, se deben mostrar a sí mismas y esperar a ser contactadas por un “Dominante.” A su vez, el dominante que estás buscando, puede indicarte que él está buscando una pareja sumisa para jugar, es poco probable que él quiera contactar contigo primero. La sumisa debe acercarse al dominante. La naturaleza de la sumisa experimentada comprende esta dinámica y la usa para su propio beneficio.

Por lo tanto, lo primero que debes hacer es escribir lo siguiente en tu perfil:  “Le invito a ponerse en contacto conmigo, pero no me comprometo a responderle. Estoy aquí buscando a alguien y cuando lo encuentre, contactaré con él directamente. Si necesitas ponerte en contacto conmigo, entonces, no eres la persona que estoy buscando esta vez.” O si, de verdad, no deseas tener personas que contacten contigo, entonces, escribe: “¡Por favor, no contacte conmigo! Si usted me contacta, entonces, usted no es el que estoy buscando en este momento. No contestaré.” O lo que sea. El languaje debe ser de tu propia elección.

Incluso después de haber dicho que se preparara para recibir un buen número de respuestas. Por desgracia, esa es la naturaleza de muchas de estas comunidades online. Puedes leer e ignorar a tu gusto. Le recuerdo que cuestione las motivaciones de aquellas personas que le contestan.

Si quieres atraer una gran cantidad de respuestas, entonces, publica una foto. Si, incluso, quieres atraer muchas más respuestas, publica una foto de tí misma desnuda. Si decides publicar una foto, asegúrate de que sea actual. Asegúrate también que todas tus respuestas al perfil sean honestas.

Manténgase alejada de cualquier persona que busque una esclava. Generalmente, estas serían relaciones de más larga duración.

Considera la posibilidad de una pareja más joven y preferentemente sin experiencia. Los hombres jóvenes tienen mucha energía pueden ser entrenados. Por supuesto, necesitarás encontrar a alguien que tenga el poder latente del dominante, el cual debería ser más fácil de detectar.

Otra alternativa es presentar el rol de una “mujer nueva” en un hogar establecido de forma periódica. Podrías estar buscando una pareja D/s que estuviera buscando una segunda sumisa para el hogar. Debes estar preparada para ser utilizada, tanto para las tareas domésticas como para lo sexual.

Si tu interés es principalmente sexual, considera buscar a un Dominante. Estos pueden no ser dominantes, pero podrían proporcionarte una ilusión decente durante un breve periodo de tiempo. También podrías desear que este dominante fuera de tu mismo sexo, o Dómina, para jugar y para sesiones de servicio.

Si, en especial, estás interesada en servir y no estás interesada en alguien más joven y no quieres ser la segunda sumisa, entonces, busca a dominantes disponibles hasta que encuentres a alguien que te atraiga. Lee lo que han escrito. Aprende todo lo que puedas antes de que te acerques a ellos con tu solicitud. Escríbeles con el mayor respeto que puedas y anticípales lo que estás buscando, tus objetivos, límites, etc. A continuación, espera su respuesta. Si es negativa, o no obtienes respuesta de ninguno, que suele ocurrir en muchos casos, entonces, debes dejar que el asunto corra por sí mismo. Si es positiva, entonces, no te pongas muy nerviosa ni excitada porque no tienes mucho que hacer antes de la sesión. Recuerda preguntarle y comprobar las referencias.

O bien, deja que la puta interior que llevas dentro de tí salga hacia fuera y selecciona al azar la pareja de la larga lista de invitados que te han contestado y ve lo que sucede.

A pesar de que estas opciones sean elegidas, debes tener un cuidado extremo para jugar con seguridad. En las relaciones de largo plazo, esto no es realmente un problema, puesto que te tomas un tiempo para descubriros el uno al otro, pero en las de corto plazo, que son de usar y tirar, la seguridad se convierte en fundamental. Por lo tanto, hazlo todo correctamente. Asegúrate de tener a una amiga de confianza para llamarla en su momento y decirle que estás a salvo y segura. El primer encuentro debe ser en un lugar público. Con respecto al sexo, practícalo con seguridad y prevención. Establece los límites y unas pautas estrictas, etc. Usted debería saber todo esto.

Si usted elige usar los recursos de grupos de D/s locales o conocidos, tendrá menos personas de donde elegir, pero, sin embargo, le será mucho más fácil saber de ellos y comprobarlo. Además, puesto que las asociaciones locales tienen reuniones de juego, aparte de las kedadas, puedes observar y participar con parejas potenciales con relativa seguridad. También, algunos grupos locales pueden tener “sesiones en reuniones privadas” donde el sexo incluso pudiera ser permitido.

Como reflexión final, considera el contratar a una Dómina. Es posible que haya alguna en tu ciudad. Ellas saben lo que hacen y puedes disfrutar del lujo en sesiones de gama alta y que aportan una gran experiencia. Obtén referencias y disfrute.


 Por ahora, suficiente. Más adelante, es posible que escriba algo más.

martes, 9 de julio de 2013

Flujo de energía

Un buen director de cine conoce que así como es necesario mostrar el argumento central de una película a la audiencia, él/ella necesita buscar ese argumento momento a momento. La manera que él la mira, el modo que la cámara sigue a sus ojos o la selección de la música para esa escena, todo puede influir en el resultado, en la manera que es percibida por el espectador.

Lo mismo es igual para una relación D/s. En el corazón de la relación, está el intercambio de poder, donde uno tiene el poder y la otra renuncia al mismo. Sin embargo, el corazón de la unión está realmente en los momentos, de momento a momento. Su respuesta determina su próxima decisión. Él puede decidir en este momento que la felicidad de ella es más importante que su poder para salirse con la suya. Es una cosa fluida y los pasos de la danza deben ser capaces de ajustarse de acuerdo con el ritmo de la música de cualquier situación en particular, estado de ánimo o resultado. Más que ser algo rígido, como puede parecer a los novatos, la D/s demanda que los participantes sean flexibles de mentes.

Creo que el único error que un dominante puede cometer en la mente de la sumisa es no demostrar su compromiso. Como los niños que quieren que, por encima de todas las cosas, ellos sean las personas más importantes en la vida de sus padres. Por lo tanto, la sumisa puede llegar a estar un poco harta de hablar de las ocupaciones de su dominante.

Hace muchos años, cuando estaba aprendiendo a hablar francés, una compañera de estudios se quejaba de que ella no tenía tiempo para aprender su vocabulario. La profesora se volvió hacia la chica y le dijo:

“Nosotras buscamos el tiempo para las cosas que queremos hacer.”

Y, así lo hacen. Si quieren hacer algo, lo hacen. La opción es de ella.

Es fácil para un dominante salir diciendo a su sumisa que sea paciente, que ella tendrá una oportunidad para destacar “pronto,” que la conexión tiene flujos y reflujos, etc. Él se está engañando a sí mismo.

El flujo y el reflujo es la energía sentida de una persona a otra, momento a momento. El flujo y reflujo no se mueven por si mismos. Por el contrario, la energía es creada por el contacto de las dos personas, la electricidad se genera entre ellas.

El péndulo oscila y, por lo que es lógico, que si tú das energía suficiente, recibirás algo de retorno. Algo que finalmente va a suceder. Al igual que el diálogo hablado por los intérpretes en una película, las palabras hablan entre el dominante y la sumisa. En esas palabras, están las oportunidades para el intercambio de energía.

Que nunca se olvide. Ella no ha sido llamada “sumisa” para no ser nada, ella quiere someterse. Esperar que ella dé el primer paso no tiene ningún sentido.

Un hombre dominante debe dedicarse a su sumisa, no solo con regularidad, sino con la energía que esté dispuesto a intercambiar con ella. Una vez que esta tenga la chispa, la conexión se encenderá automáticamente. No habrá ninguna necesidad de esperar más allá del flujo.

Se necesita ser muy dominante para hacer el día de una mujer sumisa. Ella no busca rubíes ni diamantes, sino más bien un flujo estable de afectos, en cualquier forma que se adopte.


Un dominante puede cavar su propia tumba y, ¿para qué?

Control del pensamiento

“Usted puede controlar mi mente seductora y, tiernamente, a través de sus labios y dejarla escapar por el suave tobogán de mi pecho izquierdo. Sus pensamientos, sus palabras escritas mordisquean mis pezones provocando a mi pequeña almohadilla roja, adornada con una aureola básica y remanente. Los recuerdos asoman en mi cabeza despeinada. Los echa fuera y usted fuerza su errante cerebro profundamente en el montículo de mi pálido vientre.  Sus reflexiones cosquillean mi clítoris antes de entrar en mi coño.”


“Kilómetros de distancia… gimo, suspiro, anhelo y deseo por tener su permiso para tocarme.” Me escribió una sumisa anónima.

sábado, 6 de julio de 2013

Por Internet

Es la primera vez. Durante un tiempo ha estado entrando, pero ella trataba de demorarlo. “Dame tiempo” - dice ella. Y para ser justo, él se lo dio, pero ella sabía que no podría posponerlo indefinidamente. Él tenía su camino planificado.

Ella no se atreve a mirar a la pantalla y cuando habla, apenas es un susurro. Él habla con ella durante un rato sobre esto y aquello. Sabe que él está intentando ponérselo fácil. Pero, todo lo que ella puede pensar es que, en cualquier momento, puede empezar. Solo de pensarlo, le produce pánico.

“Quítate la camiseta”, dice él. Hay un cambio muy sutil en su tono de voz; difícil de ponerle su dedo encima, pero inconfundible. Y no puede ser negado. Ella no puede rechazar lo que vuela en el ambiente. En una especie de trance, ella saca su camiseta blanca por su cabeza y se sienta allí en sujetador. Es llanura blanca, nada de fantasía. Nada que le pudiera llamar la atención por sí misma. Excepto que ella puede sentir sus ojos sobre sí misma, casi como si estuvieran aburridos.

Durante un tiempo, hay un silencio sepulcral. Ella no va a ser la primera en romperlo. No tiene nada que decir, absolutamente nada. Ella está en un espacio vacío, esperando que sus palabras lo llene.

“Ve y trae unas pinzas para la ropa,” le dice. “Diez.”

Su cabeza nada. ¿Debe ser eso? Sí, por supuesto, debe ser. ¿Qué espera ella? Va hacia la cocina, retorna con las pinzas y las pone sobre la mesa delante del ordenador.

“Eres muy buena,” dice él.

Normalmente, ella hubiera sonreído con esas palabras. Pero, su cara se sintió congelada. Ella mira a las pinzas, esperando las instrucciones que le diera a continuación.

“Quítate el sujetador,” dice.

Así pues, por fin, ha llegado el momento que ella tanto estaba temiendo. Exactamente, ¿es la palabra temor? ¿No ha sentido ella, cuando ha anticipado esto, una punzada de excitación en su plexo púbico? ¿Una contracción en su coño? Si él dijera: “No, después de todo, no lo haremos hoy, prefiero en otro momento” ¿Qué sentiría ella? ¿Alivio o decepción?

Ella aproxima sus manos hacia su espalda y desabrocha el sujetador. Se siente   ruborizada. Ella quiere, torpemente, mantener sus pechos entre sus manos, protegiéndose a sí misma de sus ojos curiosos. Pero, sabe que él no aceptará eso. Y si quiere que él los vea, ¿por qué no se quitó el sujetador desde el primer momento?

Hay una pausa muy larga, luego él habla nuevamente. “¿Sabes lo que viene ahora?”

En silencio, ella asiente con la cabeza.

“Buena chica,” dice él.

Ella intenta sonreír. “Debe parecerle como una mueca,” piensa ella.

“Trae unos cubitos de hielo,” dice él.

No es exactamente lo que ella esperaba. Piensa que él siempre tiene un cierto refinamiento. Nunca son iguales dos veces seguidas. Por lo general, ella disfruta de su ingenuidad. Pero, ahora, piensa que prefiere acabar de una vez y sin grandes lujos.

Ella vuelve con un bol con cubitos de hielo. Sus pezones se han “despabilados” anticipadamente. “Siempre me traicionan,” piensa ella. Simplemente, les encantan ser expuestos, mostrarse. Con solo mirarlos al sentarse, tienen ganas de hacerse notar. Y el dolor, también les gustan. Están orgullosos de lo mucho que pueden recibir.

Ella se siente muy susceptible entre sus piernas. Sabe que se está humedeciendo, incluso aunque tenga un nudo en su estómago. La última vez que él le hizo daño fue terrible. Y después, le dijo que pudiera ser incluso peor que la última vez. Ella puede sentir que su corazón se desboca.

“Ponte el hielo en tus pezones, primero en uno, luego, en el otro,” dice él.

Ella coge un cubito de hielo y lo pone contra su pezón derecho. El hielo empieza a derretirse, bajando hacia su vientre. Ella coge otro cubito y lo pone contra el otro pezón. Siempre duelen más cuando están fríos, ella lo sabe.

Ella mira a la pantalla, para ver sus ojos fijos en sus pezones. Ahora estaban grandes, rígidos e inflamados. Dolían un poco por el hielo y la anticipación.

“Usted sabe exactamente dónde van las pinzas, ¿verdad?

Ella asiente con la cabeza.

“Cuatro alrededor de cada pezón, como los puntos de una brújula. Cuando yo te lo diga.”

Ella guarda silencio.

“Y, luego, sólo existe un sitio para la quinta pinza, ¿no?

De nuevo, ella asiente con la cabeza.

“Pídeme que te duelan,” lo ordena él.

“¿Debo pedirlo? Sí, supongo que debo,” piensa ella. “Pero, no estoy segura si puedo.”

“Estoy esperando,” dice él. Este mantiene todavía su tono de voz.

“Quiero que usted me haga daño,” dice ella susurrando.

“Pídeme que te haga más daño,” dice él.

Ella aspira profundamente. “Por favor, ¿Quiere hacerme más daño, Señor?


“Sí,” dice él. “Te lo haré.”