Ella
es una puta del dolor y, ya que me encanta hacerle daño, ambos nos adaptamos
bien. No es lo único que le gusta. Disfruta con la humillación y la
objetificación, el bondage, el sexo compartido con otras personas o,
simplemente, ser follada. Pero, en realidad, es el dolor lo que la excita de
verdad y se adentra en lo más profundo de su mente sumisa.
Aunque,
no cualquier dolor. Algunos tipos de dolor son difíciles de imaginar que tengan
algún efecto erótico. ¿Alguien podría imaginarse el obtener placer teniendo sus
dientes perforados, incluso en el caso improbable de que su dentista sea su
dominante? Hay algunas cosas que me gustarían hacer en las que ella no está muy
interesada. Pero, como soy un pervertido, es por eso que me gusta hacerlas. Si
ella solo consigue hacer las cosas que le gusta, ¿dónde está la sumisión en eso?
Es bueno que tenga algunas experiencias que presionen su
resistencia. A ella, no le gusta mucho las ropas incrustadas, por ejemplo,
contra su coño. Tampoco, se preocupa
mucho por esto. Tengo que ser muy firme al obligarla que tenga sus piernas
separadas.
A
ella, le gusta los azotes tanto como a mí. Es bueno ponerla sobre mis rodillas,
tal vez, cuando ella no se lo espera, levantarle su falda, bajarle sus bragas y
ponerme a trabajar. Es una gran postura, sentir todo el cuerpo de la mujer sobre
mi regazo, especialmente, si ella se retuerce un poco y hay que sujetarla. Es
hermoso ver su lindo y blanco trasero cómo se vuelve rosado y más rosado. Me
gusta hacer una pausa y acariciarlo. Sentir el calor que producen los azotes. Y
me gusta deslizar mi mano entre sus piernas, para sentir lo mojada que se está
poniendo mí putilla. Tal vez, entonces, avanzaremos con algunos implementos de
azotar, el flogger, la fusta, el cepillo o, quizás, el nuevo látigo de doma que
he comprado. Estoy tan ansioso de que ella saboree esto. Y, finalmente, llegará
la cane. Ella la acepta, incluso, aunque le tenga pavor.
Pero, nada de
esto es lo que más anhela. El dolor que realmente llega a ella, que va
directamente a la parte erótica de su cerebro y hace que le duela su coño y que
babee, es el dolor en sus pezones, el dolor blanco, como yo lo llamo. Está
ávida del mismo, lo ansía de la misma
manera que la persona adicta ansía su dosis. En primer lugar, los pellizco y
retuerzo con mis dedos. Luego, los muerdo con alfileres de madera para ropa, a
continuación, con algunos de plásticos que son más desagradables. Y, por
último, las pinzas de acero con mordazas dentadas. Tengo varios tipos, todas
garantizadas para producir un efecto dramático.
Es algo que
funciona muy bien online, que, por desgracia, tiene que ser una gran parte de
nuestra actividad. Me encanta mirar a la pantalla mientras ella se pone las
pinzas, ver su mueca de dolor, oír su gemido mientras la digo que tire de la
cadena que las conecta. “¡Más fuerte, más fuerte!” Cuando estamos online, el
dolor es limitado por lo mucho que ella puede hacer para aceptarlo. Ella es la
única con su mano en la cadena, aunque yo esté dándole las órdenes. Pero,
cuando está conmigo, entonces, en primer lugar, es bueno atarla. Por lo que,
entonces, soy yo quien tiene el control completo. Puedo producirle más y más
dolor y mucho dolor, apretando las pinzas, retorciendo sus pezones y probando
sus límites. Ella tiene que confíar en mí, sabiendo que pararé antes de que el
dolor sea realmente insoportable.
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