miércoles, 24 de julio de 2013

La mejor clase de dolor

Ella es una puta del dolor y, ya que me encanta hacerle daño, ambos nos adaptamos bien. No es lo único que le gusta. Disfruta con la humillación y la objetificación, el bondage, el sexo compartido con otras personas o, simplemente, ser follada. Pero, en realidad, es el dolor lo que la excita de verdad y se adentra en lo más profundo de su mente sumisa.

Aunque, no cualquier dolor. Algunos tipos de dolor son difíciles de imaginar que tengan algún efecto erótico. ¿Alguien podría imaginarse el obtener placer teniendo sus dientes perforados, incluso en el caso improbable de que su dentista sea su dominante? Hay algunas cosas que me gustarían hacer en las que ella no está muy interesada. Pero, como soy un pervertido, es por eso que me gusta hacerlas. Si ella solo consigue hacer las cosas que le gusta, ¿dónde está la sumisión en eso? Es bueno que  tenga  algunas experiencias que presionen su resistencia. A ella, no le gusta mucho las ropas incrustadas, por ejemplo, contra su coño. Tampoco,  se preocupa mucho por esto. Tengo que ser muy firme al obligarla que tenga sus piernas separadas.

A ella, le gusta los azotes tanto como a mí. Es bueno ponerla sobre mis rodillas, tal vez, cuando ella no se lo espera, levantarle su falda, bajarle sus bragas y ponerme a trabajar. Es una gran postura, sentir todo el cuerpo de la mujer sobre mi regazo, especialmente, si ella se retuerce un poco y hay que sujetarla. Es hermoso ver su lindo y blanco trasero cómo se vuelve rosado y más rosado. Me gusta hacer una pausa y acariciarlo. Sentir el calor que producen los azotes. Y me gusta deslizar mi mano entre sus piernas, para sentir lo mojada que se está poniendo mí putilla. Tal vez, entonces, avanzaremos con algunos implementos de azotar, el flogger, la fusta, el cepillo o, quizás, el nuevo látigo de doma que he comprado. Estoy tan ansioso de que ella saboree esto. Y, finalmente, llegará la cane. Ella la acepta, incluso, aunque le tenga pavor.

Pero, nada de esto es lo que más anhela. El dolor que realmente llega a ella, que va directamente a la parte erótica de su cerebro y hace que le duela su coño y que babee, es el dolor en sus pezones, el dolor blanco, como yo lo llamo. Está ávida del mismo,  lo ansía de la misma manera que la persona adicta ansía su dosis. En primer lugar, los pellizco y retuerzo con mis dedos. Luego, los muerdo con alfileres de madera para ropa, a continuación, con algunos de plásticos que son más desagradables. Y, por último, las pinzas de acero con mordazas dentadas. Tengo varios tipos, todas garantizadas para producir un efecto dramático.


Es algo que funciona muy bien online, que, por desgracia, tiene que ser una gran parte de nuestra actividad. Me encanta mirar a la pantalla mientras ella se pone las pinzas, ver su mueca de dolor, oír su gemido mientras la digo que tire de la cadena que las conecta. “¡Más fuerte, más fuerte!” Cuando estamos online, el dolor es limitado por lo mucho que ella puede hacer para aceptarlo. Ella es la única con su mano en la cadena, aunque yo esté dándole las órdenes. Pero, cuando está conmigo, entonces, en primer lugar, es bueno atarla. Por lo que, entonces, soy yo quien tiene el control completo. Puedo producirle más y más dolor y mucho dolor, apretando las pinzas, retorciendo sus pezones y probando sus límites. Ella tiene que confíar en mí, sabiendo que pararé antes de que el dolor sea realmente insoportable.

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