Me he
estado preguntando, por qué siento como una patada en las espinilla el humillarla.
Realmente, no necesito saber la respuesta. Tales escenarios me ofrecen un gran
placer y al saber ella que me gusta tanto, también obtiene una gran
satisfacción. Funciona a la perfección. Así que ¿por qué trocear la pregunta
para buscar la razón? Sin embargo, no puedo resistir la especulación sobre los
motivos. Si hay algo que pueda ser conocido, quiero saberlo.
La
mejor manera de llegar a una respuesta pudiera ser ensayar un ejemplo típico.
Una de las cosas que provoca sentimientos de humillación en ella, es cuando se
ve obligada a enfrentarse a su propio puterío, frotarse su nariz contra el
hecho de que ella es una mujer caliente impulsada por su necesidad sexual. Ella
conseguirá estar muy húmeda durante un episodio sexual de esta naturaleza o,
incluso mucho antes, solo con anticipar lo que le va a suceder.
Así
que yo podría decirle que se pusiera delante de mí y se levantara la falda y
tirara hacia abajo de sus bragas y abriera sus piernas y sacara su pelvis hacia
adelante para yo poder examinarla. La
miraría a sus ojos, tal vez, la cogería por sus pelos y le tiraría hacia atrás
para que su cara se elevase hacia la mía. A continuación, pondría mi dedo en su
coño y lo giraría en su interior. Por supuesto, ella estaría húmeda y le preguntaría
el por qué, para conseguir que verbalizara su excitación.
Una
vez comprobado que está sexualmente necesitada (parece ser que esa es una forma
de estar la mayor parte del tiempo), podría empezar a explorarla. Sacaría mi
dedo de su coño y, arrogantemente, lo secaría en su mejilla. Luego la preguntaría
si necesita correrse. Pregunta tonta, estando mojada por completo. Ella
asentaría o, tal vez, susurraría: “Sí, señor.” Y luego, me sentaría justo
enfrente de ella y extendería mi mano con el dedo paralelo al suelo y le diría:
“Puta, frota tu clítoris contra mi dedo y vamos a ver lo necesitada que estás.”
O, tal vez, le diré que puede correrse, pero sólo si hace todo el trabajo sola
por sí misma. Literalmente, no voy mover un dedo. Y ella no puede usar sus
manos. Así que se vería un poco desconcertada y frustrada también. Le he dado
permiso para que se corra, pero, le he negado los medios para conseguirlo. “Por
lo tanto, frótate contra algo,” le diré. “Presiona tu coño contra la esquina de
la mesa y córrete por tí misma.”
Tal
vez, ella lo pueda hacer, tal vez, no. Pero voy a disfrutar viendo cómo lo
intenta. O, tal vez, le diga que me quite los zapatos y calcetines. Luego, ella
tiene que tumbarse en el suelo y abrir sus piernas y coger mi pie y ponerlo
entre sus piernas. “Folla mi dedo,” la digo.
Sé
que ella se siente vulnerable e, incluso, que es degradante. Cuando me pide que
ponga mi dedo en su culo, mientras lo hace, es inútil tratar de permanecer en
su dignidad. Pero, ha llegado al punto de dejar de preocuparse demasiado sobre si
esto es bueno para ella. Ésta consigue un inmenso placer de esto y esta es toda
la justificación que ella necesita. ¿Puede ser tan malo para sentirse tan bien?
Y supongo que ella confía en mí.
No
todos los escenarios de humillación están directamente relacionados sobre forzarla
para que admita su necesidad sexual. Algunas veces, se trata de romper tabúes.
He hablado con ella sobre el control del esfínter. Quiere huir y esconderse.
Pero, sabe que llegará tarde o temprano. Y lo teme, pero se pone húmeda con
solo pensarlo.
Tal
vez, usted piense que todo esto es bastante burdo, incluso, un poco confuso.
Tal vez, pensabas que yo era una pareja más sofisticada. Pero, si, en realidad,
quieres humillar a una mujer, ponla cara a cara contigo para decirle lo
necesitada y ansiosa que está por el sexo. Tienes que bajarte y hablarle
groseramente de vez en cuando. Por lo tanto, la pregunta ahora es, ¿Qué saco de
ello al obligarla a hacer estas cosas? (Para disipar toda duda, las hará, si se
las digo. Ella se acurrucará en su vergüenza interior, pues se siente muy bien
más allá del punto en me puede decir que no.)
Una
cosa que, sin duda, siento es una sensación de poder. Siento un subidón de
adrenalina sexual al conseguir que ella haga estas cosas. Si quieres, puedes
llamarlo sadismo. Es un placer para mí ver lo lejos que puedo presionarla, la
cantidad de energía que realmente tengo para hacer que ella haga cosas de las
que se avergonzaría. Pero, yo no las disfrutaría, a menos, que yo supiera lo
excitado que yo estaba mientras ella las hace. Ella se sonroja, se muere de
vergüenza, pero se pone húmeda y muy mojada. No es solo que ella quiera
complacerme, sino que ese deseo está siempre muy fuerte y latente en su cuerpo.
También la excita el haberse despojado de sus inhibiciones, al verse forzada a
enfrentarse a sus bajos deseos. Porque, por mucho que ella diga que hace lo que
hace para complacerme, no hay duda de que existe una necesidad básica, un deseo
profundo en su interior por el mero placer físico del sexo. Ella es una puta y
lo sabe, pero, algunas veces, necesita un empujón antes de que se atreva a
admitirlo.
Admito que hay una cierta circularidad en esta descripción. Ella se excita, porque sabe que lo que hace me excita. Me excita porque sé que al hacer ella estas cosas, la excita. Ella quiere saber dónde empieza y si es recíproco, no está demandando la paridad cuando lo que ella quiere es ser sumisa. Yo la tranquilizo. Soy quien toma la iniciativa. Soy el único que dicta el guión. Y si, alguna vez, se trata de hacer una elección entre lo que realmente quiero y lo que ella desea, vamos a hacer lo que yo quiero. Ella lo sabe. Es lo que quiere. ¡Oh, Dios! Aquí vamos de nuevo a…
Para la sumisa el placer de su Amo es siempre lo primero, y con las escenas descritas aquí, como no humillarse ante usted Señor!
ResponderEliminar