Anoche,
ella no pudo haber estado más contenta con la deriva de su sueño, disfrutando
de la quema caliente de sus pezones y de los palpitantes moratones en su
trasero.
¡Qué
día tuvieron! Ella se las arregló para darle una sorpresa por la noche. Le pidió
los nuevos látigos y nueva lencería interior. Llegaron al hotel sobre la una de
la madrugada y se hundieron en la inmensa cama. El relajarse juntos en aquella
cama fue delicioso.
Él se
acercó y empezó a besarla apasionadamente y ella sintió su mano deslizarse bajo
sus legs y sus dedos encontraron muy rápidamente su clítoris. El día anterior
se depiló con cera el pubis, al estilo brasileño, y, a él, le gustaba su coño
bonito y limpio. Él se giró y empezó a jugar con ella y pudo sentir la hinchazón
de su clítoris, doliéndole al relajarse. Ella pudo sentir su propio cuerpo y
las sensaciones hormigueantes y sus piernas empezaron a temblar y, luego,
finalmente, ella se corrió con mucha violencia.
Ella
necesitaba su pene y cogerlo y sentir su latido fuerte y su dureza a través de
sus vaqueros y, al desabrochar su cinturón y sus pantalones, en su interior, lo juraba por Dios, que la sentía como si la
hubiera sentido toda su vida. Finalmente, fue capaz de liberar su hermosa polla
y envolverla con su boca.
Mientras
ella se la llevaba a su boca, sintió el latido, el cual se hacía más insistente
a la vez que le endurecía. Él empezó a gemir, a girarse en la cama y a gritar. Toda
ella estaba chupando y lamiendo, lo cual probaba que eran unas sensaciones
demasiado fuertes para él. No tenía paciencia para relajarse y disfrutar de las
habilidades orales de ella, se sentía impaciente y quería una liberación
inmediata. A veces, su necesidad, era urgente.
La
agarró del pelo por detrás y la atrajo hacia él con firmeza y ella gritó. Y
esta pensaba: “Este hombre me va a arrancar los pelos.” En absoluto, tenía
piedad de ella cuando él estaba caliente, ninguna. Se sentía como el personaje
de esas fotos de los hombres cavernarios arrastrando a su mujer de los pelos.
Sin embargo,
ella se humedecía cuando pensaba de la manera que él la cogía cuando sabía lo
que quería. En la vida cotidiana es amable, gentil y cariñoso, pero cuando su
polla se pone dura, él es un show. Era un tema precioso para muchas sesiones de
masturbación para ella.
Con los
pelos cogidos firmemente por su mano, él la susurró al oído:
“Quítate
los pantalones porque quiero usar tu coño.”
A ella,
le encantaba cuando le decía eso, se ponía húmeda instantáneamente. Él se pone
grosero y vulgar cuando está caliente, lo cual hace que sea mucho mejor. Ella no
estaba segura de cómo se comportaría con un dominante sádico y cortés. Su manera
es perfecta. Él es perfecto. Masculinidad primitiva, instintiva y primaria.
La sensación
de que él la cogiera a su manera, satisfacía un anhelo muy profundo dentro de
ella. El hambre de pertenecer a alguien, ser suya y saber que le necesitaba. Él
se alimentaba de esa necesidad y la saciaba de su pasión.
Él se
subió encima de ella y le dio una patada en las piernas para separarlas. A medida
que se iba subiendo, a pesar de que hizo una pausa para mirar a su coño y se
quedó mirando unos cinco segundos, pero que a ella, le parecieron unos minutos,
mientras se retorcía de vergüenza. Ella creyó que lo hizo a propósito y la hizo
saber que su coño era suyo para hacer lo que él quisiera, incluso, mirarlo, sin
tratar de cubrírselo. Ella descubrió algo muy erótico en este tipo de humillación.
La penetró
con fuerza, la agarró por la garganta, le pellizcó los pezones y cuando ella
empezó a gritar, él se inclinó y le dijo: “Bésame.”
Mientras
la agarraba, él la besaba, apretaba sus pezones y gemía y se quedaba sin
aliento en su boca, mientras él aumentaba su presión. ¡Había algo tan íntimo en
esto! Es imposible estar más cerca de un ser humano sin estar precisamente así.
Ella vertió todo lo que tenía en su boca, gemidos de placer y gemidos de dolor.
Él se estaba tragando la intensidad que la estaba infligiendo, dejando que
recibiera más de él.
Esta
intensidad se traducía en la fuerza con que la estaba follando. La penetraba hacia
abajo con fuerza para que la sintiera más profundamente dentro de ella y esta
la aceptaba como una invitación para ser follada y penetrada con más rapidez,
con más fuerza y más profundidad. Él se estaba esforzando con mucho frenesí.
Él gruñía,
tiraba y pellizcaba.
Ella
le miraba en el ardor de la pasión y le gritó para que le abofeteara la cara. No
tardó ni dos segundos para concederle esa petición y dos bofetadas le llegaron
a su rostro con su verga.
Él estaba
bañado en sudor y empezó gotear en su boca mientras ella estaba vocalizando su
orgasmo y mientras lamía el sabor salado de sus labios. Él soltó un grito
salvaje y llovió sobre ella. Esta sintió cómo él se había corrido.
Instantáneamente,
ella se puso muy caliente con la idea que ambos orgasmos – el de él y el de
ella – se habían cruzado en su coño, mientras él se estremecía y gemía de
placer. Ella se puso boca arriba, sin aliento y él se quedó encima de ella. Alzó
la cabeza, agarró su cara y la miró a los ojos diciéndole: “Ni siquiera he
empezado a utilizarte. No obstante, prepárate, niña.”
Que maravilla, como lo cuenta, como lo describe, como hace que me suba la temperatura!!
ResponderEliminarGracias por alegrarme la tarde del domingo!!
Ufff....¡¡a mi la noche del lunes!! qué rico..dan ganas de ser ella..y que lo diga yo! un 8 a este texto!
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