Puedes llegar a conocer a alguien muy bien
durante un periodo de meses, escribiendo por correo electrónico, hablando por
teléfono o chateando por la webcam. Tienes la oportunidad de conocer su sentido
del humor, su situación doméstica, su historia, ocupaciones, sus gustos
sexuales, etc. Si tienes suerte, puedes incluso llegar a verla desnuda. Así
que, en esa medida, es un anticipo de cómo las cosas eran hace cien años o más,
cuando el cortejo era un ritual regulado por la represión de todo lo que
pudiera conducir hacia la consumación tan devotamente deseada por la pareja en
cuestión. A decir verdad, no es un gran avance, y muy diferente de la forma
habitual contemporánea de la conexión sexual, donde en primer lugar, se las ve
en carne y hueso. Con frecuencia, antes de, incluso, haberlas oído hablar y
puedes amarlas antes de que sepas mucho de su vida.
Cuando, después de semanas o incluso meses
de cortejarla online o mail, finalmente, tienes la oportunidad de conocer, cara
a cara, el objeto de tu interés (como
las parejas victorianas, al fin, se reúnen sin un acompañante en su noche de
bodas), usted es una masa de emociones agitadas. Los nervios apenas empiezan a
describirlo. Seamos realistas, hay todavía muchas cosas que no sabes de ella. Sabes cómo mira, pero desconoces sus modales en la mesa.
Afortunadamente, la webcam ha eliminado todos los temores, de modo que, ella
pudiera ser un camionero sudoroso y velludo suplantando a una chica guapa (mi
amigo solía mosquearme con esto: “Ni
siquiera sabes si es una chica,” solía decirme. “Quiero decir, ¿Dónde está la
prueba?”)
Pero, si todavía no sabes a lo que huele. No sabes si ronca ni cómo
camina. Usted ha oído su risa y conoce
sus gustos por la ropa (y, de hecho, en ropa interior, te ha asegurado que sabe
lo que te gusta). Pero, no sabes si a ella le gusta besar de la misma forma que
a ti o, incluso, si realmente sabe cómo besar. Y puedes hablar durante horas
sobre lo que te gusta hacer en la cama, cuáles son tus límites y preferencias y
puedes practicar algo de ello por Internet. Pero, no es lo mismo cuando ella
está sentada frente a ti en la mesa de un restaurante; y menos aún, si estáis
juntos en la cama. Porque, en ese momento del primer encuentro, por mucho que
hayas decidido que le gustas una barbaridad a ella en persona, todavía no sabes
cuánto le gustas a ella. Lo que tú sabes es que estás insoportablemente
excitado.
Yo sabía que ella era encantadora, aún más de cerca. Sabía que era
atractiva (no es lo mismo) y ella es impresionante cuando la ves en realidad.
Para lo que yo no estaba preparado, era para la especie de aureola sexual que
tiene ni para su calidad humana. Esto es algo que se puede sentir solo con el
contacto físico real. Es difícil transcribirlo en palabras, pero podría
sentirlo con fuerza. Se trata de una mujer con un erotismo inteligente, que
tiene un placer desvergonzado en su sexualidad y que me estaba ofreciendo la
oportunidad de disfrutar con ella. Me sentí muy afortunado.
Creo que fue por mutuo acuerdo, decidir que el primer encuentro cara a
cara fuera en un sitio público, sin travesuras. Necesitábamos hablar, sentirnos
cómodos, estar tranquilos el uno con el otro. Ella eligió el restaurante
perfecto, elegante, tranquilo, nuestra mesa reservada, donde tuviéramos la
cantidad justa de privacidad para las dos primeras horas y conseguir conocernos
el uno al otro.
No creo que pudiera haber ido mejor, pero, en todo el tiempo, lo pude
sentir sin tensión. Exactamente, era mucho más agradable que eso. Una especie
de sentido implícito, una especie de sentido no hablado, pero palpable, que
esto no era más que un preliminar, que seguiría en su momento, después de un
decoroso intervalo, el encuentro más íntimo hacia el que habíamos estado moviéndonos
durante algún tiempo y, en especial, en las últimas semanas. Por lo tanto, la
cena, no. Un aperitivo simple, en el que hubo una especie de juego previo y
prolongado de palabras, pero sin tocamientos y con silencios inequívocamente
elocuentes. Nervios, mariposas, incertidumbres, temores, sudores,
arrepentimiento y la decisión. Estas sensaciones fueron el alcance de aquellos
momentos intensos. Excepto que yo sabía que, en ese preciso momento, no podía
hacer lo que yo quisiera con ella. ¿Hay siempre un sentimiento más maravilloso
que este?
A la salida del restaurante, tomamos una dirección inequívoca. Nos
detuvimos un breve momento y, ella hizo algo que sólo una mujer excitada podría
hacer y fue, simplemente, perfecto. Tomó la decisión de elegir el camino que
sus deseos y sentimientos le indicaban. Adoro a una mujer que haga una cosa
así. Esto hizo que la adorase aún más.
Todo un día y más días pasaron antes de que la volviera a ver. No sé
la manera de publicar algo sobre el próximo encuentro que no me avergüence
tanto como a ella y, tal vez, a tí tampoco, querida lectora. Así que,
probablemente, tendré que correr un tupido velo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario