jueves, 14 de noviembre de 2013

Un dedo en su ano



Yo sabía que ella tenía un hermoso trasero, redondo, suave y muy lindo. A petición mía, me envió algunas fotos suyas. Y cuando, por fin, lo vi de cerca y sin ropa, yo estaba lleno de deseos. Eran tantas las cosas que  quería hacer con él. Quería admirarlo, acariciarlo, hacerle fotos, besarlo, azotarlo. Pero, sobre todo, quería penetrarlo.

Y, por lo tanto, sucedió que, pasados los primeros momentos en que nos encontramos desnudos, puse una buena porción de lubricante en mi dedo medio, el más grande, y poco a poco y con cuidado lo inserté en su ano. A ella, parecía gustarle. Sé lo que yo hacía. Lo movía alrededor, por dentro y por fuera, y creo que murmuré algo sobre el deseo de hacerla mi culo de puta.

Lo cual, finalmente, lo hice de una manera importante. Espero que alguna vez pueda encontrar una manera de describir exactamente lo que la hice más tarde. Algunas personas podrían encontrarlo demasiado bruto, incluso chocante y provocador. Tengo que encontrar las palabras que transmitan la belleza de lo que hice y lo profundamente afectados que estábamos por ello cada uno de nosotros.

Pero, antes de que yo la hiciera esto, sucedió algo más. La próxima vez que estuvimos juntos en la cama, ella me preguntó muy respetuosamente, si había algo más que ella pudiera hacer por mí y que me gustara especialmente. Mientras yo estaba pensando sobre ello (una lista de una docena de cosas había estallado en mi cabeza), ella sugirió, con mucha dulzura, que podría hacérmelo. Ninguna mujer me ha que ha querido lamer el culo antes. Por supuesto, dije que sí. Y luego, después de un rato, ella se ofreció a meterme un dedo dentro de mí.

Yo me sentí bien, muy bien. Era un servicio que ella estaba encantada de hacerme, como una mujer buena. En ese momento, yo sólo quería disfrutarlo. Pero, después me puse a reflexionar, puesto que yo tendía a ofrecerme a ello. Y pensé, que me sentía muy dominante, tanto mientras yo presionaba mi dedo contra su ano y también cuando ella puso su dedo en el mío. Lo cual viene a demostrar lo que yo siempre he pensado. Que no existen actos intrínsecamente dominantes o sumisos, sólo mentes dominantes y mentes sumisas.

1 comentario:

  1. Un regalo para la sumisa, poder penetrar con sus dedos y con su lengua, los lugares más ocultos en su Amo, para darle el mayor de los placeres

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