viernes, 30 de enero de 2015

La dominación a través de la intimidación

Durante algún tiempo, has estado conversando.
Has estado conversando online durante algún tiempo. Ahora ha llegado el momento de conoceros. "¿Tienes una falda larga?" “¿Cuál es la falda más corta que tienes?” “¿Sueles salir alguna vez sin ropa interior?” “¿Sales alguna vez sin sujetador?” “¿Te rasuras?” “¿Te lo tragas?” “¿Garganta profunda?” “¿Te gusta el sexo anal?” Estas son algunas preguntas prospectivas que has oído de los dominantes. ¿Sabes cómo lo sé? Porque son las preguntas que hacen la mayoría de los dominantes antes del primer encuentro con su posible sumisa.
La mayoría de las sumisas han tenido que salir y comprar una minifalda bastante corta para la gran cita, porque no tenían una que cubriera la mitad de sus muslos o un poco más arriba. Una falda corta es algo que nunca usarías solo por el gusto de salir, pero esta noche lo harás y, además, sin ropa interior. Esta noche harás lo que te digan y no tienes ni idea ni de lo que harás.
Estás de pie ante el espejo maquillándote, todo tu cabello tiene que estar perfecto. Estás pensando en todo lo que has hablado y en lo que estás de acuerdo, cosas que son muy personales. Nunca has compartido estas cosas con nadie, pero esta vez, sí, y es diferente.
Vas con tu coche hacia un restaurante local y miras hacia abajo y tu coño es casi visible. Sin bragas, puedes sentir el sudor entre tus piernas, las palmas de tus manos están sudando, estás tan nerviosa porque esto ha sido posible por motivo de alguien, del Dominante que has estado buscando.
¿Por qué es tan importante que lleves una falda tan corta y sin bragas? Después de todo, sólo os vais a encontrar para ver si ambos tenéis complicidad. Porque tal vez, exista la posibilidad de que los dos podáis formar una relación.
Te adentras en el aparcamiento del restaurante que él ha elegido. Sales del coche y él te saluda. Tienes un nudo en el estómago. Él se presenta a sí mismo, dándote su mano y se da la vuelta y empieza a andar hacia la puerta, y tú le sigues. Una vez dentro, ambos os sentáis y ahora tu pensamiento puede oscilar sobre la manera de ponerte a sus órdenes o sobre una simple ensalada.
Le miras y sus ojos están buscando los tuyos y le preguntas cómo se siente.
“Nada. Simplemente estaba observando tu belleza,” te responde.
Estás nerviosa, interiormente te sientes nerviosa y sí, te sientes intimidada. ¿Es por culpa de este primer encuentro o porque él podría ser tu futuro Dominante?
Él habla sobre lo que espera de tí, sus reglas, su trabajo, lo ocupado que está. Pero  hace tiempo para tí. Te dirá cuándo tienes que llamar, mandarle mensajes o emails. Sus preguntas pueden ser bastante personales, sobre todo de carácter sexual. Estás pasando por un proceso de entrevista. Él pasa la mayor parte del tiempo mirándote y te preguntará lo que llevas debajo de la falda. Dices que nada,  mientras él mira por debajo y separas tus piernas un poco.
Después de la cena, ambos salís del restaurante. El Dominante te dice:
“Vamos a empezar ahora tu entrenamiento.”
Puedes permanecer en tu coche, insinuarte que le acaricies su pene, hablar o puede que quiera reservar una habitación.
La intimidación es una herramienta de gran alcance y es una estrategia que funciona, y muy bien. Tú no estás preparada o no estás pensando que podrías ser víctima en cualquier momento.
Después, es el juego de la espera. “¿Te llamará o enviará un mensaje?” “¿Le has causado buena impresión?” “¿Te estabas comportando bien?” Todas estas preguntas te las estás haciendo en tu mente.
Ahora, puedes disfrutar al vestirte, puedes tener un gusto agradable, puedes tener necesidad de mostrar tu sumisión, pero existe una manera correcta y otra incorrecta. Si fueras una mujer vainilla, ¿hubieras hecho lo mismo? Me gustaría pensar que no.
Tal vez, te guste chupar la polla o ir a un hotel en la primera cita. Si eres de esta manera y sientes que debes hacerlo, entonces, que sea así, si ello no hace que te sientas mal. La sumisión es una necesidad y, como seres humanos, estamos buscando cosas en la vida. Una de ellas sería la aceptación. La segunda, un compañero y la tercera, ser amada. Eso sí, no dejes que nadie se aproveche de ti.

martes, 27 de enero de 2015

El primer paso

Algunas veces, las cosas suceden espontáneamente, incluso antes de que tengas tiempo de preparar el terreno. Lo que quiero decir es, que usted se encuentra solo en una habitación con una chica,  una que usted sabe que es sumisa de una manera general. Pero, usted no tiene tiempo de averiguar exactamente lo que a ella le gusta. Sí, lo sé cómo dominante y se supone que es sobre algo que me gusta y es que, cuando se trata de la D/s, no hay mucho que no me guste y, en igualdad de condiciones, yo preferiría hacer algo que a ella le guste que no algo que no le guste. De esta forma, usted tiene una mejor respuesta. Por supuesto, algunas mujeres quieren hacer lo que ellas no quieren hacer. Y usted tiene que ser capaz de comprender las diferencias entre hacer que lo quiera hacer y, en absoluto, no quererlo hacer.
Pero, tú no sabes todavía bien lo que ella quiere y es incómodo sentarla y decirle: “Díme, querida, ¿estás a favor de las pinzas en los pezones? O ¿preferirías pasear atada a una correa?” Así, tratas de intuir lo que ella pudiera responder. Usted está volando por el asiento de sus pantalones o, más precisamente, por el asiento de ella. Hay mucha diversión con todo esto, pero al mismo tiempo, es una prueba severa de las habilidades de uno como dominante, tratando de juzgar lo comparativamente poco que sabes de ella y de sus reacciones sobre el tema, que es la línea más productiva a seguir.
Afortunadamente, ella me había dado una o dos señales. No sé si me dijo algo más de su timidez o de un deseo de ponerme a prueba o, simplemente, que ella pensaba que yo era un dominante que me controlaba. Pero, descubro que no podría ir mal con unos azotes a la vieja usanza sobre mis rodillas. Así que empezamos, sólo con mi mano en su trasero desnudo, y fuerte.

sábado, 24 de enero de 2015

¿Es su sumisión un regalo?

Su sumisión es un regalo, pero no de la manera que usted pudiera pensar al principio. Es un regalo que usted se hace a sí mismo.
A menudo uso la frase “regalo de sumisión” en la poesía y en la prosa lírica, porque es un cliché romántico bien recibido que evoca un sentido de gracia recatada e inocente en su devoción. Transmite pureza de corazón en la sumisa y honor en la persona que ella ha elegido para recibir su regalo.
En poesía, las metáforas y las sonrisas son una gracia salvadora cuando transmiten emociones y experiencias viscerales. Sin embargo, quiero demostrar que lo que sucede en las sesiones es aún más hermoso que un simple cliché romántico. ¿Qué sucede cuando una mujer hermosa, vibrante y eléctrica se somete a que sea mucho más profunda que la entrega de un regalo, sin importar cuán precioso sea?
Sí, una sumisa puede sentir que someterse a su dominante es como darle el precioso regalo de su voluntad, de ella, parque le dé órdenes y la use. Especialmente, porque ella no va a someterse a cualquiera, sino sólo a aquella persona especial que le ha demostrado ser digna de ese don.
Al ampliar esa línea de pensar, entonces, se deduce que el dominante digno se lo merece si la sumisión de ella es regalada con la dominación de él. Al igual que su atención y sumisión es un regalo, él la presta su atención y su cuidado. Él negocia la seguridad y su integridad por su conformidad y lealtad. Ello se convierte en una transacción.
No hay nada malo de tratar el mutuo regalo de la sumisión y la dominación como una transacción. El término intercambio de poder implica una transacción de poder personal. Se da y se toma y se devuelve como en una especie de bucle. La sumisa cede su poder a su dominante que se convierte en un prisma a través del cual ambos poderes, el de ella y el de él, se centran de nuevo en ella.
En realidad, ver la sumisión como un regalo tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que la sumisa puede en cualquier momento retirar su consentimiento y su regalo, y su deseo y cascada de efectos cesará. Y este mecanismo es, con frecuencia, usado para probar que las sumisas tienen mucho más poder en las relaciones que lo que ellos pudieran pensar. Hablando en román paladino, si la sumisa no quiere tener una sesión, no se tiene.
Sí, me estoy centrando exclusivamente en las fuerzas de una interacción consensuada entre un dominante y una sumisa. La codependencia y el abuso doméstico pueden obligar a las mentes más estables y más fuertes a permanecer en relaciones enfermas. Una relación abusiva es a una relación D/s, tal como un violación lo es a hacer el amor.
Habiendo dicho esto, me molesta pensar que una magnífica mujer sumisa me esté haciendo un regalo, cuando ella es lo más fiel a sí misma. Ha sido criada en una sociedad que dice que las mujeres que son sumisas son débiles y están traicionando ideales antiguos, aunque todavía no lo suficiente, para dar a las mujeres la igualdad de oportunidades y el respeto que disfrutan los hombres.
Ella ha tenido que luchar contra corriente para tomar posesión de sus propios deseos. Ha soportado la duda y el dolor y, posiblemente, la vergüenza de llegar al punto donde ella pueda admitir que es sumisa. El viaje del auto descubrimiento ha sido duro para algunas y más fácil para otras, pero la gran mayoría de las sumisas han tenido que recorrer ese camino. Su sumisión es laboriosa y ella no se aventuró en este viaje para nadie más que para ella misma. Los frutos de su labor son suyos, para disfrutarlos ella misma.
Algunos dicen que ser sumisa es una estrategia de supervivencia de las mujeres para asegurarse su pareja con ella y para complacerle y añadirle valor a su vida diaria. No tengo los requisitos necesarios para argumentar a favor o en contra de esa idea, pero no puedo imaginar que soy el único que, cuando una mujer se somete a mí, ella lo está haciendo para sí misma y no como un regalo para mí o como un soborno por mi atención.
Y esta es exactamente la forma que yo lo quiero. No puedo imaginármelo de otra manera. Es muy fácil enredarse definiendo la sumisión en términos de actos que la sumisa desarrolla para su dominante y a los actos que se somete para ser realizados sobre ella por él. Pero, eso es solamente lo que se ve en la superficie. La dinámica de la relación entre un dominante y una sumisa es mucho más compleja que los actos realizados y también lo son las motivaciones que impulsan a una mujer hacia la sumisión.
La sumisión es una estrategia, una herramienta, si se quiere, para desconectar a la sumisa de su mente crítica por un tiempo, para tener un respiro cuando el zumbido de las ideas y los pensamientos y las tareas pendientes se vuelven ensordecedoras y el acto de tomar una decisión sencilla se convierte abrumador, porque ella no puede dejar de pensar en los diferentes resultados y consecuencias y no puede elegir entre ellos.
Se trata de no tener que tomar decisiones, aunque sólo sea por un rato. Es como ponerse una venda intelectual en los ojos, donde la sumisa confía que su dominante la lidere a su núcleo interior, donde ella abre y se hace vulnerable sin tener que luchar con sus propias dudas e inseguridades. Someterse, es una manera de ni siquiera ser capaz de desagradar, simplemente, porque a ella no se lo permiten.
La sumisión es una táctica para calmar la mente de la sumisa. Es un vehículo para calmar el zumbido de los pensamientos e ideas que pululan dentro de su conciencia. Eso es aquietar el momento de la atención, el momento entre los latidos del corazón que el atleta espera para dar el salto, el momento de claridad que la permita pasar sobre el puente, suspendida de la incredulidad y llegar a salvo de aquí a allí.
A través de la venda intelectual de la sumisión, su conciencia se hunde en la oscuridad de su matriz emocional y ella encuentra partes de sí misma que son más calientes, más primarias e, incluso, más femeninas. Someterse no es un acto femenino en sí mismo, sino el camino de un ser femenino para conectar con el elemento femenino interior y eso es lo que el sacarla es para muchas mujeres. Me imagino que lo mismo es, más o menos cierto para los hombres sumisos, aunque confieso que no he pensado mucho en ese lado de la moneda, pues estoy demasiado cautivado por el elemento femenino.
Cuando el dominante de una sumisa la coge por la muñeca y la susurra justo en su oído, aquí es donde todo se vuelve real. Esta es la clave para entregarse, para dejarse ir, liberar su espíritu crítico como un globo, dejando que la mano de un niño se remonte  hacia  el vacío azul. Es entonces, cuando ella se puede fundir y dejar fluir sus emociones sobre él, cubriéndolo de todo para percibir todo. Y por un tiempo, no pensar, sino  simplemente, ser, sentir y ser toda la hembra femenina que ella es.
Por más que la sumisión sea llevada a través de actos y comportamientos, en el fondo, se trata de cuán profundamente afectada ella está por él. Se trata de cómo ellos conectan y cuán fácil y completa ella pueda estar  y sentirse en presencia de él. Se trata de crear juntos un contexto emocional en el cual ella se sienta lo suficientemente segura y con el apoyo necesario para retirarse a su cuerpo y ser indiferente al mundo externo. Para perder de vista todo lo demás y centrar toda su atención hacia dentro, sobre cómo ella se ve afectada por él.
No es una fantasía dominante disparatada, se trata de que la sumisa se centre exclusivamente en su placer. No, ella disfruta de que la usen, pero su atención está sobre ella. Su punto de vista de él es través de los efectos que él tiene sobre ella. Al igual que usted no puede ver el viento, pero sí a través del susurro de las hojas de los árboles, ella experimenta su caricia a través de las ondas del estanque de su conciencia y su cuerpo.
Esto es de lo que la sumisión trata. Se trata de experimentar y sentir. Se trata de la inmersión de la sumisa en sí misma para conectar con su centro radiante interior. No se trata de olvidarse de sí misma o de sus necesidades o disminuirse a sí misma. ¡Cielo  santo, no! Se trata de celebrar lo que ella es y lo que ella es capaz con tanta fuerza y profundamente que no puede ser cargada por las cosas simples, como pensar o tomar decisiones o preocuparse hacia dónde ir desde aquí.
Se trata de ser cogida por la mano de su dominante y dejarle que la guie, a través de las experiencias y sentimientos muy profundos, a recorrer el camino por sí misma. Y, mientras él se centra en liderarla, guiarla y garantizar su seguridad, ella le recompensa y conecta con él mediante la narración de su viaje a través de sus reacciones, a través de su responsabilidad, a través de la gracia con la que ella sigue.
Él la lidera para que ella pueda seguir y centrarse en sus sentimientos y en todo lo que ella posiblemente experimente. Ella delega la responsabilidad de su cuerpo y su mente en él para que su corazón y su alma puedan tomar vuelo.
No importa cuán romántica sea la idea, la sumisión no es un regalo. Es una expresión de una capacidad de profunda belleza interior y la fuerza, el coraje y la voluntad de estar abierta y vulnerable. Es una manera de conseguir un nivel sin precedentes de conexión e intimidad con otro ser humano que no es tu opuesto, sino tu perfecto complemento.
Y es terriblemente sexy.

miércoles, 21 de enero de 2015

La expresión consciente del deseo

Algunas veces, son las palabras sencillas las que pueden usarse y definen sólo a la gente que las ha experimentado, a nadie más. ¿Te has preguntado por qué las cosas más importantes son las más difíciles de explicar?
Es la mente de ella la que gime y tiembla, y no su cuerpo, cuando está de rodillas para hacer una felación que realmente quiere. No es el gusto, ni la forma ni cualquier otra cosa. Las sensaciones no provocan que el deseo suceda. Ella había hecho muchas felaciones que eran como una prueba de su destreza. La diversión de la adición de los dientes, la búsqueda de los puntos claves, los lugares donde el cuerpo reacciona y el acto sexual de hacerle una felación a un hombre era para ella muy interesante, pero no era  sexualmente estimulante sólo por sí mismo.
Lo que estimula a la mujer es la intimidad y la vulnerabilidad. El deseo profundo que la despierta deleitándose en estrecho contacto. Su deseo de agradar, para agradar y ser disfrutado. Ese sentimiento de pasión, de juego en estado de embriaguez centrado en el cerebro. La pasión por su compañero de juego que se mueve más allá, “ja, ja, ja… no son inteligentes,” hacia un deseo de profundizar, no sólo para mostrar la habilidad o para complacer sólo físicamente a otra persona. El mero hecho de chupar y que luego adquiera expresión, sentir. El corazón se hace cargo de la estimulación física en su cerebro y el acto se convierte en la expresión del deseo.
La mujer se humedece al darle vueltas a la cabeza y no es porque ella sea una puta de la polla (mucho) o que realmente le guste darle al glande. Ella se humedece porque llega a ese lugar mental. Un sitio donde el deseo de agradar se convierte en sed. Una sed esperando ser saciada. Su corazón lleva a su cerebro a un lugar donde el mero hecho de tocar a su pareja de juego es una llamada mucho más elevada de lo que ella podía imaginar. El acto físico de la caricia no sólo ha ido más allá del placer, sino que está más allá del cálculo de los pensamientos. Es como encontrar un río de fuego y todo lo que puedes hacer es beberlo hasta que explota.
Esta bebida de fuego no es sobre el sexo oral, que sólo es para disfrutar, ni se trata de la estimulación física. Se trata de la intimidad del tacto, del calor de otro cuerpo, de la sed inmensa de estar con él y agradarle.
El acto físico se ha convertido en una expresión mental de la pasión para su pareja. Si ella no está siendo acariciada, esa sensación, su bebida de fuego, se disipa rápidamente, pues la pasión no es del cuerpo, sino del cuerpo de la mente.
Hay otras cosas que se interponen en el interior del cerebro de ella que promueve la pasión, además de las caricias íntimas primarias, pero no son exactamente de la misma clase. Hay muchos elementos diferentes y son todos iguales, aunque no inspirados por las mismas situaciones.
Las reacciones sexuales son comunes. El hecho de que la ropa interior de una mujer esté rutinariamente mojada por la razón que sea, no significa que ella esté debajo o arrodillada todo el tiempo. Sus reacciones sexuales están vinculadas con los sentimientos remitentes en su cerebro y la posibilidad con estos emisores es más increíble que cualquier otra cosa que haya encontrado en toda su vida.
¿Sabes lo que hace que ella se humedezca? El deseo y ver la expresión del deseo manifestado.
Conserva lo perverso.

martes, 20 de enero de 2015

Una mujer mejor

Él la tira hacia abajo sobre sus rodillas y levanta su falda.
“Voy a azotarte,” le dice.
“Sí, señor,” le responde. “¿Qué más hay que decir?”
“Pues, ¿tú sabes por qué voy a azotarte?”
Ella piensa. “¿Por qué usted quiere? ¿Porque usted puede?”
“Sí,” él dice. “Pero, también, porque voy a hacerte una mujer mejor”
Ella piensa sobre esto. “¿No soy buena ya?” Él está acariciando su trasero suavemente. Es tranquilizador.
“Y contra más te azote,” le dice, “llegarás a ser una mujer mejor.”
Ella sigue pensando, mientras él continua acariciando sus nalgas. Ahora, tira de sus bragas hacia abajo. Su mano la siente contra su trasero desnudo, pero también el hormigueo interior de la anticipación.
“¿Hay partes concretas que usted esté buscando mejorar, señor?” le pregunta.
Él considera cuidadosamente su tono exacto de voz. ¿Existe, aunque sólo sea débilmente, una sospecha de descaro? De repente, deja caer con fuerza su mano contra su nalga derecha. Ella chilla. Hay una breve pausa, luego, la otra nalga recibe el mismo tratamiento.
“Lo que espero,” le dice, “es que purgues, incluso, el más mínimo rastro de bravuconería, nerviosismo e insolencia.”
Él empieza a azotarla con fuerza. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Luego, hace una pausa. “¿Ha quedado claro, señora?” Él pregunta.
“Sí, señor,” ella contesta casi sin aliento.
Él reanuda los azotes hablando de los fuertes ruido y los gemidos ocasionales. “Por el momento, he terminado y esto va a llevar un buen rato. Voy a esperar que tus modales sean perfectos y tu actitud libre de culpa.”
Él la azota más fuerte, y aún más fuerte.
“¿Lo estoy consiguiendo en tí?” él pregunta.
“Sí, señor,” responde una voz débil y temblorosa. Ella le pregunta cuánto tiempo más antes de que cambie a su cinturón para azotarla.

domingo, 18 de enero de 2015

Aniversario

Hoy hace cuatro años que empecé este blog. Mucho ha llovido desde entonces y muchos cambios en mi vida, pero de esto no es de lo que trata mi blog.
Mi blog es una especie de género híbrido, un blog de sexo anónimo. Mis escritos son de todas las formas y tamaños. Algunos son instructivos. Por lo general, aconsejan sobre qué implementos usar para azotar, hablan de sesiones y posturas, de Dominantes y sumisas, de dominación y sumisión. Incluso, dan consejos a personas con problemas. He hecho un poco de todo, diciendo lo que me gusta usar para azotar y cosas por el estilo. También he tratado de ayudar a lectores que me han escrito pidiendo mi opinión sobre problemas que tienen. La mayoría de las preguntas que me hacen es: “Cómo puedo persuadir a mi marido o pareja para que sea Dominante?” Ahora no voy a dar una respuesta, pero es un tema al que yo podría volver más adelante, ya que las respuestas no son fáciles.
El mundo de los blogs es inmenso y diverso. Algunos blogs son personales, yo diría más bien confesionales, pues el autor quiere que participes en su vida sexual, quiere que sigas el progreso de su relación con parejas sexuales. Algunos son altamente gráficos. Se puede ver con precisión cómo ella es azotada o atada (tiendo a leer sólo los que tratan de mujeres sumisas heterosexuales y, en menor extensión, los de hombres dominantes heterosexuales. Pero, por supuesto, todo el espectro de la sexualidad está representado en la blogosfera). Algunas veces, existen fotos, incluso, vídeos de la pobre chica arrodillada siendo azotada o rociada con semen o teniendo sus pezones atormentados. Creo que no es difícil decir cuándo son genuinas.
Como ustedes saben, mi blog no es así. Nunca he publicado fotos. De vez en cuando, he dado detalles más o menos gráficos de cosas que he hecho con mujeres o cosas que he pretendido hacer con chicas. He recibido quejas de que no siempre dejo claro quiénes son. ¿Cuándo es real? Comprendo por qué la gente quiere saber eso. Pero espero que comprendan por qué soy tan reacio a decirlo. Definitivamente, doy por hecho que este no es un blog confesional. No puedo trazar el curso de mis relaciones siguiendo las entradas dos veces por semana. Usted no sabe en este momento, ¿verdad querido lector o lectora? si tengo una relación con una sumisa o no. Y no voy a decirlo.
No estoy tratando de bromear. Sólo trato de identificar lo que es este blog y lo que no es. De qué se trata y para quién es. Si usted quiere la emoción de ver el trasero de una mujer consiguiendo el tratamiento completo (y no hay nada de malo en ello. A veces, me gustaría verme a mí mismo) sería mejor que se fuera a otro lugar. No es, espero, un blog que trate esencialmente sobre mí. Ni voy a dar una lista con las cien cosas que te gustaría conocer de mí, tal como hacen algunos bloggers. Nunca váis a saber si prefiero a los gatos o los perros. (No sé por qué os importa). Por supuesto, me doy cuenta que existe una sensación que tenga que ver conmigo. Como dice el dicho: “El estilo es el hombre.” Este es un blog sobre lo que pienso, lo que me interesa, sobre todo sobre la experiencia D/s. Es un discurso-meta (que hace esta presente entrada, supongo, una meta-meta-discurso).
Tal vez exagero la medida en que me mantengo al margen de este blog. De vez en cuando, la gente que me conoce revolotea dentro y fuera, pero no existe una narrativa coherente y consistente. No existe una estructura real. Sólo divago sobre lo que me viene a la cabeza y, supongo, que proseguiré divagando hasta que empiece a aburrirme. Todos los blogs son una indulgencia. Nadie me pide que le escriba y, ciertamente, nadie me paga. Lo hago porque quiero, porque me divierte. Si consigo lectores, reconozco que es bonito. No quiero ni me gusta estar hablando en una habitación vacía. Pero, creo que tampoco estoy entre una muchedumbre agradable. Algunos de mis lectores – no más de cuatro – me conocen y creo que escribo para ellos y para muchas otras personas, así como para mí. Y si otras personas quieren escucharme y leerme, eso es genial.
Bueno, lo que he escrito de mí y sobre mi blog es suficiente. Os prometo algo de carbón la próxima vez.

viernes, 16 de enero de 2015

La lucha interior: Luchar o volar

“Cuando algo nos asusta, nuestra primera reacción es correr muy rápido en la dirección opuesta. La segunda respuesta es, en realidad, mucho más difícil. Es estar en el lugar donde se ignoran todos los instintos y, en vez de correr, lo suyo es quedarse y luchar.”
Ella se encontró con esta frase y le encantó. Se sentía justo como una sumisa demuestra lo que es. Ser como una sumisa que le gusta ser presionada y tener un dominante que disfruta presionándola, incluso, más de lo que ella quiere. Este tema era una lucha perenne y constante en su cabeza. Cuando él hacía una declaración, asustaba a su sumisa y hacía que su mente decidiera salir corriendo. Pero, bajo su sumisión, ella ignora a sus instintos y sigue su liderazgo.
Desde siempre, ella sabía que le gustaba el miedo y que la presionaran sus límites. Hasta que llegó su Dominante, no supo hasta qué extremo.
El vuelo: Arrodillada en el suelo, su cara sobre una almohada y las manos atadas a su espalda. Así es como empieza su vuelo, oyendo su voz y tratando de escuchar lo que él podría optar por usar. Preguntándose cuán duro es arrancar. Preguntándose a sí misma: “¿Por qué hago esto?” Sentir su primer cachete no es tan malo. Contar cada uno, cuando cada uno es más y más fuerte. Esto le produce miedo, y le duele. Su cuerpo alejándose, ella corriendo. Al oír su voz, siente el tirón de las pinzas. De vuelta al sitio. Llora, ruega, cuenta y muerde la almohada. Este es su vuelo.
La lucha: “Soy toda suya,” se dice a sí misma. Le da lo que él necesita y ella también necesita. Cuando ella empieza a moverse, su voz y el tirón la traen de vuelta. Esto es lo que ella quiere. El dolor se convierte en placer. Su llanto es una liberación. El pedir, una alegría para el oído de ella. Permanece en esa posición, porque ella quiere. Todos los instintos idos, sintiendo sólo el miedo en vez del placer. Ella hace esto porque es lo que es y porque quiere. Ella pertenece a esto. La confianza y el cuidado que él la ha prodigado le permiten dejarse llevar. Ella está de rodillas en el suelo, la cara en la almohada y las manos atadas a su espalda. Contando cada azote, gritando y amando la lucha.
Al final, ella se siente muy afortunada por haber encontrado a alguien en quien poder confiar lo suficiente en su sumisión y no saber cómo inyectarle el miedo, pero ella también confía lo suficiente para que la lucha se acabe. Por lo tanto, podemos jugar con el miedo y el placer que produce.

martes, 13 de enero de 2015

No te equivoques...

Esta noche, eres mía. Desnudaré tu alma y despojaré tu cuerpo desnudo. Me encanta tu sabor en mis labios, pues mi hambre es insaciable. Te llevaré al borde del éxtasis total, volverás a la anticipación enloquecedora. Trazaré los contornos de tu húmedo deseo con mi lengua. Implacable hasta que me grites que te coja.
Mi dureza roza tu piel brillante y arqueas tu espalda mientras resistes…inútilmente. Fijando tus manos por encima de la mía, mi boca un camino de besos lujuriosos a través de tu cuerpo hasta que me ruegas que te penetre. Los pezones en mi boca, lamiendo, chasqueando, chupando hasta que tu corazón amenaza con golpearse en el olvido.
Estás en mi dominio y soy el Amo de un lugar sin paredes ni definición. Di mi nombre y arrastra tus uñas por mi espalda. Marca tu territorio. Mientras tiro de tu pelo y facilito tu tormento. Sondearé tus secretos más profundos y exploraré tu santuario interior. Prepara tu mente y prepárate. No hay vuelta atrás. Traspasaremos a horcajadas las puertas entre el cielo y el infierno y tus gemidos resonarán en todas partes la misma noche.
Ven a mí. Déjame mostrarte los lugares en los que nunca te has atrevido a aventurarte. Una vez que te haya llevado allí y asolado en el olvido… Nunca volverás a ser la misma. Las chicas buenas no siempre quedan bien. Estoy aquí para mostrarte por qué.

viernes, 9 de enero de 2015

¿Cuándo empieza la dominación y la sumisión?

Por lo tanto, ¿cuándo empieza?
A la vista de ello, se diría que cuando el Dominante decide tomar el control y la sumisa decide consentirlo y, hablando honestamente, yo tendería a estar de acuerdo con esta sencilla explicación.
Pero, ¿cuándo empieza la relación?
Si miramos a la última frase, podemos ver dos pistas. La decisión de asumir el control y el consenso. Para ambas partes, este proceso es válido para los dos y sigue una línea fundamental, sentirse seguros. Como persona dominante, - con independencia de la “escabroso”, pero, por el bien de este artículo, hablaré solo en un sentido atrevido. Sé que tengo una responsabilidad moral de proteger de  cualquier daño a las personas con naturaleza sumisa. Y las sumisas que tienen que ser muy conscientes de las posibles situaciones de riesgo en que pudieran encontrarse. Especialmente, si ellas fueran demasiado lejos. Esto es algo muy importante que está en la mente de todos.
En el mundo vainilla, esta idea individual de la responsabilidad moral por la seguridad se mantiene por sus propios códigos de conducta ética. En el mundo “perverso” que nos ocupa, incluso cuando se entra en una sesión, pero sobre todo, al entrar en una relación D/s, esta idea de la responsabilidad por su seguridad, nunca se deja del todo cuando se transmite a la persona que autoriza la toma de su control, el aspecto de la confianza.
La decisión de autorizar
En lo que respecta a las sumisas y al tópico de este escrito, esta decisión de autorizar procede de estar bien informado, a través de compartir, de qué esperar, como se verán todos los riesgos previsibles, los beneficios a la persona por participar en esto, cómo resolver los problemas dentro de la relación y muchas cosas más. Por esto, es por qué el acto de sumisión se conoce “como consenso informado.”
La decisión de tomar el control
Para aquellos de ustedes que han leído asiduamente mis escritos, sabrán que la confianza para mí, está en compartir.
Una breve visión de fondo: He leído mucho sobre la conducta del consumidor, que abarca temas como la antropología social, la psicología y la sociología y la conducta cognitiva. Esto ha influenciado mucho en mi forma de pensar sobre el control.
El control es un rol activo o responsabilidad hacia los demás o sobre la conducta de otra persona. Toda conducta es un intento de satisfacer las necesidades de gran alcance que están dentro de nosotros y se compone de tres elementos claves. Lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos. Y en un momento dado, toda nuestra conducta es un intento para satisfacer estas necesidades dentro de nosotros. Estas necesidades incluyen:
La necesidad de sobrevivir y reproducirse.
La necesidad de pertenecer (amor, compartir y cooperar).
La necesidad de poder.
La necesidad de libertad.
La necesidad de divertirse.
Si bien esta lista no es exhaustiva, son las necesidades que usted encontrará en cada uno. Sin embargo, el control o falta del mismo no es una necesidad. Es la manera de cómo debemos funcionar con el fin de satisfacer nuestras necesidades.
La necesidad de pertenecer - por ejemplo, estar en una relación - es cuánto estamos dispuestos a aceptar el control o la falta del mismo. Nuestras vidas son una lucha continua para obtener el control de nosotros mismos para ser capaces de satisfacer estas necesidades, aunque sin privar a quienes nos rodean de satisfacer las suyas.
Cuando satisfacemos una necesidad, incluso desde una edad temprana, almacenamos una imagen mental de nosotros mismos y cuando queremos satisfacer esa necesidad una vez más, usamos esa imagen como base para lograrlo. Lo que es importante tener en cuenta aquí, es que no hay dos personas que compartan exactamente la misma imagen-ejemplo de la necesidad de estar sometida a un dominante.
O más concretamente, la necesidad de estar controlada o tener el control ejercido sobre un aspecto de su vida que usted quiere cambiar. La realidad es que muchas de esas imágenes – necesidades – son difíciles de cambiar, pero pueden ser cambiadas. Sin embargo, forzar esto, incluso en el nombre de ser dominante o sumisa es, por lo general, contraproducente.
La única manera de lograr un cambio en estas necesidades es encontrar primero algunas fotos – necesidades –que compartes con los demás y así construir la confianza, el respeto, etc., y luego, implementar un cambio consensuado informado.
En otras palabras, la decisión de un dominante de tomar el control también trata de sentirse seguro.
Por lo tanto, ¿cuándo se inicia la dominación y la sumisión?
Cuando los dos nos sintamos seguros.
Y llegar a este punto, no tiene nada que ver con lo pervertido o el mundo vainilla, pero tiene que ver todo con el escuchar a los demás como iguales.

lunes, 5 de enero de 2015

El espacio del Dominante. Parte 2

Mientras me movía a través de los engranajes, por así decirlo, desde el flogger al cinturón y a la tawse, yo estaba prestando atención a las respuestas que estaba recibiendo. Pero, al mismo tiempo, me estaba volviendo más comprometido conmigo mismo; de ahí, el título de este post. Las mujeres sumisas me lo han dicho varias veces: “Yo sé lo que me excita cuando me azotan, pero no acabo de ver completo lo que el dominante saca de ello.” Siempre me pareció esto una pregunta extraña. Aquí, tengo a una chica guapa y desnuda, a mi merced y ella quiere, de verdad, que le azote su trasero. ¿Qué más puedo pedir? Pero, tal vez, no sea inmediatamente evidente para todos, porque lo que en otro contexto sería un acto abusivo, puede ser la fuente de un placer muy intenso, tanto para el Spanker como para ella que es azotada.
No es fácil poner en palabras lo que siento, porque las sensaciones son viscerales y atávicas. Sobre todo, es una sensación de poder, el placer embriagador de ser capaz de hacer lo que quiera con otro ser humano. Pero, ¿por qué son los azotes el medio que he elegido para hacer más que cualquier otra cosa que pudiera elegir? Supongo que es la manera más fácil de saber lo que estás consiguiendo realmente a través de alguien. Es si puedes ver u oír sus respuestas a tus acciones. Por lo tanto, mientras ella se retuerce y chilla, tengo una respuesta instantánea. Sé, sin lugar a dudas, que los golpes de cualquier implemento que estoy esgrimiendo, están teniendo un impacto en su mente, así como también en su trasero. Esto hace sentirme fuerte en el mando. Quiero ejercitar mi poder jugando con ella, probándola, burlándome de ella, dándole su placer, pero sólo bajo mis propios términos. Porque el placer que ella consigue, tiene un precio, el precio de una entrega total y el precio de aceptar tanto dolor como ella puede soportar.
Sin embargo, se podrían conseguir respuestas diferentes. Ella se retuerce y gime hasta el punto de llevarla al orgasmo y, a su vez, lo disfruto muchísimo (vea más abajo). Creo que una de las cosas que más me excita sobre los azotes es el conocimiento de que ella perversamente obtiene placer por el dolor que le he infligido. Por lo general, se supone que las mujeres no quieren este tipo de cosas. Se supone que ellas no deben disfrutar de la humillación de ser puestas a través de la rodilla de un hombre, se supone que no disfrutan de estar atadas e impotentes, no se supone que ellas obtengan placer de tener su trasero azotado hasta que pidan misericordia, hasta que los moratones se muestran. Una de las grandes satisfacciones para mí, es que las mujeres admitan o reconozcan lo mucho que les gustan los placeres prohibidos, lo mucho que disfrutan de la perversidad. Yo siempre he querido mujeres “corruptas,” para corromperlas, para que sean dueñas hasta de los placeres culpables que ellas no se atreverían a confesar a sus madres o a sus amigas o a sus parejas vainillas. Hacer que las mujeres admitan que el goce del dolor es un placer perverso en particular, y muy poderoso para mí.
(Espero que no haga falta decir que el placer que obtengo de infligir dolor no es el único placer que consigo de los azotes. También me deleito en saber que ella está consiguiendo lo que quiere y necesita. Existe el placer de dar y es una gran parte de mi gozo de la experiencia. Pero, eso es otra historia).
Por lo tanto, cuando llega el momento el final, la hora de azotarla con la fusta, estaba en una especie del espacio del dominante, totalmente centrado en mis acciones y sus reacciones. No creo que el espacio del dominante sea exactamente el mismo que el subespacio. La mujer sumisa quiere ser transportada, sacada de sí misma, puesta en otro lugar, un lugar donde ella apenas puede articular más lo que ella quiere, a pesar de que haya allí una palabra de seguridad por si la necesita. Ella ha perdido el control por completo. Pero creo que el dominante nunca puede perder el control. Él es el único que es responsable del bienestar de ella. Puedo casi imaginar, si me esfuerzo, llegar a estar muy excitado con darle unos azotes que, quiero seguir y seguir. Puedo imaginarme a mí mismo, sin tener en cuenta sus deseos, haciendo caso omiso de sus lloros y gritos. Digo que puedo imaginarme esto; pero, yo nunca lo haría, porque soy dominante adulto y responsable y me preocupo de las mujeres que azoto. Nunca les haría daño. Por lo tanto, necesito mantener el control, no sólo de la mujer, sino también de mí mismo.
No obstante, existe una especie de lugar al que llego, donde la intensidad de mi placer al azotarla es casi una experiencia espiritual. Lo que busco es el momento cuando ella piensa que ha recibido suficiente, que realmente no puede aguantar más y que la abrazaría y acariciaría su cuello y le susurraría a su oído que quiero que sea una buena chica para mí y lo que más me agradaría, sería si ella pudiera recibir un poco más en ese momento.
Otros seis azotes susurras y luego, pararía si ese fuera su límite. Y ella duda. Ella quiere agradarme, quiere ser recibir más, pero la fusta duele de verdad. Y luego, ella asiente con la cabeza. Ese es un momento mágico para mí, saber que la he llevado más allá de lo que ella pensaba que podría aguantar, que la he puesto en un lugar donde el complacerme es más importante para ella que el alivio del dolor. Un lugar donde el dolor ser convierte en placer, porque es soportado para mi placer, que es el de ella.
En ese estado, a menudo, quiero aplazar el follar a mi chica, porque creo que me sacaría del espacio del dominante. (Me resulta difícil de explicar por qué debería ser así). Yo preferiría, cuando llegue el momento de que ella ya no puede aguantar más, abrazarla y susurrarle en su oído y darle la atención que necesita. Y en esa ocasión, estoy recordando justo en este momento, lo que ella necesitaría además de los besos y las palabras que estarían por venir. Podría decirla que todo su cuerpo estaba a punto en la cresta de una ola de deseo. Así que, puse mis dedos en ella y empecé a follarla y encontré su clítoris y lo acaricié. Esto me dió tanto placer como los azotes. (Fue una buena cosa que ella estuviera todavía atada, porque se corrió con tal fuerza que, de alguna manera, se podría haber caído de la cama). Más tarde, la penetré y estuve muy contento de haberlo hecho, pues entonces, yo estaba en un espacio diferente.
Esta lectura se ha acabado. Todavía no creo que haya precisado qué es lo que experimento durante unos azotes. Creo que tengo que hacer algo más práctico en la investigación.