“Cuando
algo nos asusta, nuestra primera reacción es correr muy rápido en la
dirección opuesta. La segunda respuesta es, en realidad, mucho más difícil. Es
estar en el lugar donde se ignoran todos los instintos y, en vez de correr, lo
suyo es quedarse y luchar.”
Ella
se encontró con esta frase y le encantó. Se sentía justo como una sumisa
demuestra lo que es. Ser como una sumisa que le gusta ser presionada y tener un
dominante que disfruta presionándola, incluso, más de lo que ella quiere. Este
tema era una lucha perenne y constante en su cabeza. Cuando él hacía una
declaración, asustaba a su sumisa y hacía que su mente decidiera salir
corriendo. Pero, bajo su sumisión, ella ignora a sus instintos y sigue su
liderazgo.
Desde
siempre, ella sabía que le gustaba el miedo y que la presionaran sus límites.
Hasta que llegó su Dominante, no supo hasta qué extremo.
El
vuelo: Arrodillada en el suelo, su cara sobre una almohada y las manos atadas a
su espalda. Así es como empieza su vuelo, oyendo su voz y tratando de escuchar
lo que él podría optar por usar. Preguntándose cuán duro es arrancar.
Preguntándose a sí misma: “¿Por qué hago esto?” Sentir su primer cachete no es
tan malo. Contar cada uno, cuando cada uno es más y más fuerte. Esto le produce
miedo, y le duele. Su cuerpo alejándose, ella corriendo. Al oír su voz, siente
el tirón de las pinzas. De vuelta al sitio. Llora, ruega, cuenta y muerde la
almohada. Este es su vuelo.
La
lucha: “Soy toda suya,” se dice a sí misma. Le da lo que él necesita y ella
también necesita. Cuando ella empieza a moverse, su voz y el tirón la traen de
vuelta. Esto es lo que ella quiere. El dolor se convierte en placer. Su llanto
es una liberación. El pedir, una alegría para el oído de ella. Permanece en esa
posición, porque ella quiere. Todos los instintos idos, sintiendo sólo el miedo
en vez del placer. Ella hace esto porque es lo que es y porque quiere. Ella
pertenece a esto. La confianza y el cuidado que él la ha prodigado le permiten
dejarse llevar. Ella está de rodillas en el suelo, la cara en la almohada y las
manos atadas a su espalda. Contando cada azote, gritando y amando la lucha.
Al
final, ella se siente muy afortunada por haber encontrado a alguien en quien
poder confiar lo suficiente en su sumisión y no saber cómo inyectarle el miedo,
pero ella también confía lo suficiente para que la lucha se acabe. Por lo
tanto, podemos jugar con el miedo y el placer que produce.
Soberbio. Realmente quisiera volar...... de esa forma y solo asi
ResponderEliminarGracias, Anónimo... para volar, sólo es tener un Dominante que te propulse la energía suficiente para despegar...y volar...
ResponderEliminarFeliz día