viernes, 28 de agosto de 2015

Ávida

Una cosa sé de las mujeres sumisas: Son codiciosas. Por mucho que se les den, ellas siempre quieren más. Por lo tanto, ¿qué les gustan que jueguen con sus pezones y se los atormenten? No importa lo mucho que chillen, se retuerzan y te miren con ojos implorantes para que seas misericordioso. Pueden depender de ello, de que en el momento que pares, ellas estén buscando recibir un poco más. Sus pezones estuvieron hace un momento sufriendo insoportablemente, como las agujas al rojo vivo perforándolos, pero una vez que el dolor cesa, ellas esperan que insistas más. He estado allí con ellas, he visto cómo se alimentan del dolor, de cómo contra más les hagas, más lo necesitan.
Pasa lo mismo con los azotes. Unos meros cachetes con la mano sobre las rodillas, terminan abriéndoles el apetito. Algo un poco más fuerte pudiera ser un cinturón o una tawse, ambos implementos las convencen de que eres serio. Y la única cosa que una mujer sumisa necesita saber es que usted no es un diletante, de que usted no es sólo de jugar un poco. Lo que usted realmente quiere es darle a ella unos buenos azotes. Usted quiere darle a entender que le hará su marca. Ella lo quiere que pique, para que con cada golpe, dé un salto pequeño, se mueva e intente posicionarse para que el próximo golpe no llegue al mismo punto. Pero, si realmente usted sabe lo que está haciendo, eso es exactamente lo que va a hacer, azotarla en el mismo lugar que está dolorido por el golpe anterior. Pero, para una auténtica puta del dolor (y he tenido la suerte de conocer a algunas), todo esto es mero precalentamiento. Lo que ella necesita es algo cruel, algo que vaya a quitarle el aliento, algo que le dé más de lo que ella esperaba. Probablemente, ese algo sea la cane (sobre la que he escrito anteriormente y haré de nuevo pronto).
Así que, con una sumisa putita y codiciosa e inclinada, retorciéndose y gimiendo, usted quiere asegurarse de que no va a decepcionarla. Usted no quiere oírla después con una voz muy baja, sino con una nota inconfundible de que, si no se queja, la próxima vez se lo suplicará de esta manera: “No puedo recibir más, Señor.” A lo que añade, preocupándose de no estar trepando, “si ese hubiera sido su deseo.”
Y sin embargo, después de todos sus mejores esfuerzos, es posible que usted se quede con la sospecha de que podría haberla azotado más, debería haber ido más lejos. Usted no hizo lo suficiente para llevarla a donde ella realmente se sacia con el dolor y la humillación. Sin embargo, en el corazón oscuro de ella, o en su pequeña mente codiciosa, solamente desea un poco más.
Entonces, ¿qué se debe hacer? ¿Cómo satisfacer su insaciabilidad? Creo que lo que hay que tener en cuenta, es que una mujer sumisa no solamente anhela el dolor, sino también ser controlada. Ella quiere sentir que las cosas se les han ido de las manos, que no quiere seguir tomando decisiones. Hacer lo que se la dice, es una fuente de interminable placer para ella que está siendo azotada con sus manos. Así que, en lugar de intentar exprimir hasta la última gota de su deseo masoquista, usted debe tener muy claro que su intención es dejarla deseando más, que todo esto forma parte de su plan.
“Sí,” le dice a ella “creo que usted puede recibir más. Quizás la próxima vez recibirá más. Pero, ahora mismo, usted necesita saber quién decide cuándo es suficiente. Y tengo muy claro que es usted. ¿No le parece?

1 comentario:

  1. Saludos Sr. Ben Ali
    Muy buen escrito sobre la sumisa y el dolor. El dominante tiene el control.
    Un placer leerle.

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