Una cosa sé de las mujeres sumisas: Son
codiciosas. Por mucho que se les den, ellas siempre quieren más. Por lo tanto,
¿qué les gustan que jueguen con sus pezones y se los atormenten? No importa lo
mucho que chillen, se retuerzan y te miren con ojos implorantes para que seas
misericordioso. Pueden depender de ello, de que en el momento que pares, ellas
estén buscando recibir un poco más. Sus pezones estuvieron hace un momento
sufriendo insoportablemente, como las agujas al rojo vivo perforándolos, pero
una vez que el dolor cesa, ellas esperan que insistas más. He estado allí con
ellas, he visto cómo se alimentan del dolor, de cómo contra más les hagas, más
lo necesitan.
Pasa lo mismo con los azotes. Unos meros
cachetes con la mano sobre las rodillas, terminan abriéndoles el apetito. Algo
un poco más fuerte pudiera ser un cinturón o una tawse, ambos implementos las
convencen de que eres serio. Y la única cosa que una mujer sumisa necesita
saber es que usted no es un diletante, de que usted no es sólo de jugar un
poco. Lo que usted realmente quiere es darle a ella unos buenos azotes. Usted
quiere darle a entender que le hará su marca. Ella lo quiere que pique, para
que con cada golpe, dé un salto pequeño, se mueva e intente posicionarse para
que el próximo golpe no llegue al mismo punto. Pero, si realmente usted sabe lo
que está haciendo, eso es exactamente lo que va a hacer, azotarla en el mismo
lugar que está dolorido por el golpe anterior. Pero, para una auténtica puta
del dolor (y he tenido la suerte de conocer a algunas), todo esto es mero
precalentamiento. Lo que ella necesita es algo cruel, algo que vaya a quitarle
el aliento, algo que le dé más de lo que ella esperaba. Probablemente, ese algo
sea la cane (sobre la que he escrito anteriormente y haré de nuevo pronto).
Así que, con una sumisa putita y
codiciosa e inclinada, retorciéndose y gimiendo, usted quiere asegurarse de que
no va a decepcionarla. Usted no quiere oírla después con una voz muy baja, sino
con una nota inconfundible de que, si no se queja, la próxima vez se lo
suplicará de esta manera: “No puedo recibir más, Señor.” A lo que añade,
preocupándose de no estar trepando, “si ese hubiera sido su deseo.”
Y sin embargo, después de todos sus
mejores esfuerzos, es posible que usted se quede con la sospecha de que podría
haberla azotado más, debería haber ido más lejos. Usted no hizo lo suficiente
para llevarla a donde ella realmente se sacia con el dolor y la humillación.
Sin embargo, en el corazón oscuro de ella, o en su pequeña mente codiciosa, solamente
desea un poco más.
Entonces, ¿qué se debe hacer? ¿Cómo
satisfacer su insaciabilidad? Creo que lo que hay que tener en cuenta, es que
una mujer sumisa no solamente anhela el dolor, sino también ser controlada.
Ella quiere sentir que las cosas se les han ido de las manos, que no quiere
seguir tomando decisiones. Hacer lo que se la dice, es una fuente de
interminable placer para ella que está siendo azotada con sus manos. Así que,
en lugar de intentar exprimir hasta la última gota de su deseo masoquista, usted
debe tener muy claro que su intención es dejarla deseando más, que todo esto
forma parte de su plan.
“Sí,” le dice a ella “creo que usted
puede recibir más. Quizás la próxima vez recibirá más. Pero, ahora mismo, usted
necesita saber quién decide cuándo es suficiente. Y tengo muy claro que es
usted. ¿No le parece?
Saludos Sr. Ben Ali
ResponderEliminarMuy buen escrito sobre la sumisa y el dolor. El dominante tiene el control.
Un placer leerle.