Suelen pedir las spankees, y las sumisas, cuando quieren, desean y necesitan ser azotadas.
A ambas les encantan los azotes.
Wikipedia dice:
Los azotes son una forma común de castigo corporal, que implica el acto de golpear las nalgas de otra persona para causar dolor físico, generalmente, con la mano abierta. Las formas más severas de azotar son con una paleta, cinturón, caña, látigo o vara implicando el uso de un objeto en lugar de una mano.
Como antes, ella había experimentado los azotes con la paleta, el flogger, la cane y el cinturón. Para el propósito de este artículo, quiero hablar sobre los azotes con la mano abierta.
En este tipo de Spanking, hay algo que tiene un atractivo increíble. Por lo general, a todas, les encantan los azotes con la mano abierta y, afortunadamente, ella los ha experimentado varias veces. Algunas solo fueron un par de azotes de su Dominante, pero, en otras ocasiones, le dieron unos azotes tan intensos que sus nalgas no solo estaban rojas, sino moradas y magulladas después. ¡Deliciosas!
Cuando ella cierra los ojos, ve… siente…
Se echa hacia adelante sobre un sofá, una mesa o el regazo del Spanker, e inmediatamente ella se sitúa en el espacio mental correcto. Una mano recorre la curva de su trasero, poniéndola tensa y luego, relajada. Ella nota el calor, sin saber si procede de su mano o de su propio cuerpo. El primer azote es inesperado. Sólo uno, el cual la hace apretar los músculos y, en el momento en el que, de nuevo, se relaja, otro golpe aterriza sobre su otra nalga. Esta vez, le cuesta más relajarse. Cuando lo consigue, una serie de cachetes llueven alternativamente sobre su trasero. Ella hace una mueca. El dolor es lo que más recuerda. Es un alivio cuando Él se detiene, pero, inmediatamente, siente un tirón profundo dentro de ella: Quiere más.
Cada vez que su mano toca su cuerpo, ella se tensa. Algunas veces, Él golpea cada una de sus nalgas solo una vez. Otras veces, no parece detenerse. Azotando primero la izquierda, luego, la derecha. La izquierda, otra vez. Derecha, izquierda, derecha, izquierda…
Mientras Él la azota, ella se tensa. Espera a que termine. Quiere que termine. Cada vez que se detiene, ella se desespera, no quiere que termine. Hay décimas de segundo en las que se pregunta cómo se siente su mano. Si su trasero se siente como si estuviera en llamas, entonces, su mano también tiene que estar dolorida.
Este es el primer pensamiento que parece evaporarse de su mente. Lentamente, pero con seguridad, siguen más pensamientos… hasta el punto, donde se siente como si estuviera en un vacío. No hay nada a su alrededor. Sin espacio. Nadie. Es ella sola. El dolor y ella. Ella y el dolor. Se aferra al dolor todo el tiempo que puede. Es su ancla. Algo a lo que puede aferrarse. Pero no quiere aguantar. Quiere dejarlo ir. Quiere ser libre. Lucha contra los últimos momentos de intentar tener el control, y luego… se deja ir. Se relaja. La tensión en su cuerpo se ha ido. No se cae, no. Flota. Es ligera, es libre.
Ella está en un lugar profundo de su mente, en un lugar al que no puede llegar. Un lugar al que no quiere llegar. Todavía es consciente de su mano golpeando su trasero. No duele. Ya no. Le da la bienvenida. A veces, se detiene, pero la desesperación que sentía antes también se ha ido. Nada puede tocarla donde está ahora. Nada puede alterar. Nada puede… nada.
Está, donde Él la ayuda a levantarse. De nuevo, vuelve a ser consciente de lo que le rodea, pero, al mismo tiempo, no lo es. Su cuerpo y mente están llenos del sentimiento más gloriosamente feliz que jamás haya experimentado. Se siente allí, mirando a su alrededor, y es como si viese por primera vez lo que le rodeaba. Las personas que le rodean son hermosas. Quiere sentirse así para siempre.
Es solo, cuando la sensación de flotar desaparece, cuando vuelve a ser plenamente consciente de lo que la rodea y vuelve al presente. Ella siente ternura. Su trasero está magullado, y donde se sienta, puede sentirlo. Le trae una sonrisa a la cara, y cada vez, después de eso, para el mismo día, y tal vez, incluso los dos siguientes, cuando se sienta, lo siente. Lo siente y sonríe, recordando el proceso de soltar todo el control, recordando el dolor… y ya está deseando los próximos azotes. Le encantan los azotes.
Nota: (Añadida al terminar de escribir este artículo): Finalmente, ella había hablado con su dominante sobre las cosas que extraña. Una de esas cosas eran los azotes, y le había dicho que había alguien que estaba dispuesto a darle unos azotes con frecuencia (dos o tres veces al mes). Su dominante estaba de acuerdo y le había dicho que podía contactar con ese hombre.)
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