jueves, 20 de mayo de 2021

Una habitación con vistas a la calle

 “Oh, Señor, mire, finalmente ha dejado de llover. De hecho, creo que hasta puedo ver la luz del sol.”

 

Deslizándose por debajo de las sábanas, corrió las cortinas y dejó que la luz de media mañana entrara en la habitación. Por un momento, ella se quedó allí, disfrutando del cielo azul, cambiando a un gris opaco de los últimos tiempos.

 

“Dios, ahí, estás hermosa de pie,” él dice.

 

Sus palabras la llevan de vuelta a la cama y se acurruca bajo las sábanas, mirándolo y sonriendo, pero su atención ya no estaba allí. Él la estaba mirando por la ventana más allá de ella. No pudo evitar el mirar hacia atrás por encima del hombro para tratar de ver qué era lo que había llamado su atención, pues todo lo que podía ver era la ventana llena de luz.

 

“Vuelve allí, vuelve y párate frente a la ventana de nuevo,” él ordena.

 

Al acercarse a la ventana, ella puede ver a una pareja caminando por la calle y, por un momento duda, flotando en las sombras fuera de vista.

 

“Ahora, puta mía. Sin demora.”

 

Ella siente que su corazón se acelera y cierra sus ojos momentáneamente mientras se acerca a la luz del sol. Respira hondo y abre los ojos, la pareja ha pasado calle arriba. Por ahora, está a salvo.

 

“Tócate para mí. Díme, ¿estás mojada?” Él pregunta.

 

No necesita tocarse para encontrar la respuesta a esta pregunta. Su cuerpo ya ha comenzado a responder, pero se agacha y deja que sus dedos se deslicen sobre su mónticulo rasurado y entre los pliegues de su sexo.

 

“Sí, Señor,” responde.

 

“Bien, ahora frótate ese pequeño y lindo clítoris tuyo para mí.”

 

Sus manos tiemblan ligeramente, no puede apartar la vista de la carretera, yendo de un lado a otro para comprobar cada borde de esta. Su corazón está empezando a acelerarse ahora, no puede creer que esté haciendo esto, parada ahí desnuda, mojada y tocándose, cualquiera de los conductores que pasan ahora por debajo podría mirar hacia arriba y ver. De repente, el autobús está allí, frenando, deteniéndose y, sin pensarlo un momento, da un paso hacia un lado para volver a la sombra.

 

“¿Te dije que te podías mover?”

 

“No, Señor, pero Señor, el autobús, ¿por favor, Señor?”

 

Ella mira hacia atrás a través de la habitación, sus ojos suplicantes, pero puede ver por su sonrisa que aún no ha terminado.

 

“¿Dónde está el vaso, mi sumisa?”

 

Señala la cama. Está allí donde lo había colocado antes con la esperanza de que la recompensara hoy.

 

“¿A qué esperas, puta? Ahora, párate frente a la ventana y córrete ante el cristal, y no te muevas de ese lugar hasta que lo hayas hecho.”

 

Un escalofrío recorre su espina dorsal mientras alcanza el plug de cristal y se vuelve a su sitio en frente de la ventana. Está excitada más allá de lo creíble y deja escapar un gruñido cuando el plug de cristal se desliza silenciosamente y con facilidad en su coño humedecido. No se contiene, su cuerpo está preparado para esto y con su dedo rodea su clítoris y trabaja con el cristal rápido y fuerte dentro y fuera de ella. Sus piernas están abiertas, las rodillas ligeramente dobladas y ella sabe que cualquiera que mire hacia arriba seguramente sabrá de inmediato lo que está haciendo. La idea de ser vista así solo parece estimularla y en poco tiempo está al borde del orgasmo.

 

“Por favor, Señor, ¿puedo correrme, Señor? Le ruega.

 

“No todavía, puta, te diré cuándo.”

 

Su cabeza cae hacia adelante y cierra los ojos, todos los pensamientos sobre la ventana y el mundo más allá se han ido, mientras lucha por mantener su cuerpo bajo control. Sabe que no está permitido detenerse, lo que quiere ver es el control, y hasta dónde puede presionarla. ¿Dónde está su límite? Justo cuando deja escapar un gemido ella escucha las palabras que había estado esperando.

 

“Córrete ahora, zorra sucia.”

 

Cuando deja que su cuerpo se libere de nuevo, salta inmediatamente el orgasmo y grita, sus piernas tiemblan y su humedad brota y baja por el consolador de vidrio. Es la sensación de la humedad en sus dedos lo que finalmente la devuelve a la realidad y de repente recuerda dónde está. Al instante sus ojos están de vuelta en el mundo fuera de su ventana y lo primero que ve es el coche de su vecino entrando en la vía de acceso que conduce a sus casas. Una vez más, se desliza hacia la sombra al lado de la ventana y los ve detenerse y estacionarse en el camino de entrada.

 

“Vuelve frente a la ventana, puta. Nunca te dije que te pudieras mover.”

 

“Lo siento, Señor, pero mis vecinos, Señor, no pude dejar que me vieran de esa manera.”

 

“Ahora escúchame, mi amor. Quién te ve y quién no te ve es mi opción, ¿entiendes? La próxima vez que me preguntes, y si decido, puedes hacerte a un lado. ¡Me perteneces!”

 

“Sí, Señor,” susurra.

 

“Ahora vuelve a la cama y muéstrame lo mojada que estás. ¡Espera! Antes de que lo hagas, díme ¿qué ves en el suelo frente a la ventana?”

 

Allí en el suelo donde he estado parada, hay un pequeño charco húmedo, le dice sonriéndole…

 

“Creo que hice un desastre, Señor.”

 

“Creo que lo hiciste, puta, y qué…”

 

Pero antes de que pueda terminar su frase, ella está de rodillas limpiando de la manera que una puta puede hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario