“Me encanta la forma en que me sonríe y cuando se ríe, la forma en que ilumina todo su rostro, de hecho, todo su ser. Me encanta que, donde quiera que vaya, parece ser capaz de tomar esa sonrisa y esa risa y difundirlas por todos lados. Amo sus ojos, la forma en que me miran. La pasión y el amor que veo por mí dentro de ellos, me hacen temblar.
Amo sus labios y sus dientes. Sus labios, tan sensuales y apasionados, mientras me besan, enmascarando sus dientes detrás de ellos. Me encanta la forma en que los recorre por mi cuello o por mi pecho en busca de mi piel tierna para poder pellizcarme y morderme con esos dientes dentro. Golpeándome, haciéndome gritar, sabiendo que es su necesidad de poseerme lo que lo hace morder.
Me gusta su cabello, los tonos marrones y grises entretejidos, la forma en que la luz atrapa los rizos en la parte posterior de su cabeza. Me encanta el hecho de que nunca se molesta en cortárselo, a menos que esté conmigo, y la forma en que eso se ha convertido en “parte de las cosas que hacemos,” cuando estamos juntos.
Amo sus hombros y pecho, donde llenan su camisa, la fuerza y el poder que hay dentro de ellos, la forma en que mi cabeza descansa perfectamente sobre ellos y la manera en que se aprietan y tensan cuando él me sostiene. Me encanta perderme en ellos, mientras me presiona, inmovilizándome con su fuerza y peso.
Me encanta su cuello, acurrucada en él con mi nariz y labios, inhalando su aroma, lamiendo y saboreándole. Me encanta el sonido que hace cuando está enterrado profundamente dentro de mí y yo lamiendo y chupando su cuello, ese gruñido y gemido me hace abrir más las piernas tratando de tener más y más de él dentro de mi alma.
Amo su polla, la manera en que se siente y sabe en mi boca, en especial, cuando sabe tanto a él como a mí. Me encanta la forma en que llena mi coño. Mis jugos lo hacen resbaladizo y húmedo y esa sensación de dilatarse y llenarse mientras se corre dentro de mí.
Amo su cuerpo, el hecho de que él siempre esté caliente, la manera en que mi cuerpo encaja perfectamente con el suyo. Me encanta cómo se siente su piel contra la mía y cómo huele. Sin loción para después del afeitado, ni colonia, sólo su propia esencia pura. Me encanta acurrucar mi nariz en su axila y aspirar su aroma, me encanta poder olerlo en mí. Ese olor me hace sentir segura.
Pero hay una parte de su cuerpo que realmente adoro, que me muestra lo mucho que me ama, que me corrige y me castiga cuando es necesario, que me da placer y me duele todo al mismo tiempo. A menudo, me pueden al mirarlas, tocarlas, explorándolas con mis manos. Sus manos me acarician, me sostienen, me azotan, me acarician, me guían y me controlan. Sus dedos me pellizcan, me rascan, me tiran del pelo, me provocan, me hacen cosquillas y me llenan. Sus manos son suaves, fuertes, firmes y amorosas, todo lo que él es para mí, y todo lo que desea de mí, de alguna manera, estoy conectada a sus manos. Amo sus manos…” Así, ella testimoniaba sus sentires a su Dominante.
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