lunes, 7 de octubre de 2013

Haciéndola una mujer mejor



“Hace mucho tiempo que no eres azotada,” le dice él.

“Sí.”

“¿Lo echas de menos?”

Ella se encoge de hombros. Tiene más de un punto de coqueta. Él toma nota de ello. Va a ser duro con ella.

“Bájate los pantalones vaqueros.”

Ella desabrocha el botón, se descomprime y baja sus pantalones hasta sus rodillas. La coge por su mano y la pone sobre su regazo. Tira con fuerza hacia abajo de sus bragas blancas de algodón y se acomoda brevemente admirando su trasero desnudo. Le gusta lo redondo y suave que es. Lo acaricia suavemente. Luego, golpea su nalga izquierda con fuerza. Ella chilla. Él azota la nalga derecha. Espera durante un momento, observando los contornos de su mano que aparecen sobre su trasero. Luego, empieza a azotar metódicamente, con un ritmo constante. Su culo se está poniendo de color rosa. De vez en cuando, hace una pausa, frotándolo con su mano, amasando la carne. Ahora, sus nalgas están doloridas y se retuerce poco a poco. Por lo cual, él coge un puñado de su cabello y se lo retuerce.

“No te muevas,” le dice. Luego, él reanuda los azotes.

“Necesitas algo más que mis manos,” dice él. “Quítate todas las ropas y túmbate boca abajo en la cama.”

Él pone las esposas de cuero en sus muñecas y abrocha las hebillas. Así es como ella sabe que esto va en serio. Ella podría zafarse todavía, pero no puede poner sus manos atrás para protegerse si el asunto se pusiera difícil. O mejor, cuando se ponga malo, porque sospecha que se pondrá.

Él empieza con el flogger. Lo mueve azotando a lo largo de su columna vertebral. Es agradable cuando él azota ligeramente contra su piel, pero luego, comienza a golpearla con mucha más fuerza. El flogger hace un ruido sordo en su carne. Ella gruñe conforme el castigo se hace más severo. Su trasero está ahora muy caliente.

Luego es con la tawse. No podía creer que una simple tira de cuero pudiese picar tanto. El crack pesado, los ecos del crack por toda la habitación. Ella se retuerce de distintas maneras en un punto donde su culo está ardiendo.

“No te muevas,” dice él de nuevo,  sin enfadarse pero exigiendo obediencia.

La tawse trabaja firme. Ella está ahora en el subespacio. Le duele, pero es el placer del dolor. Y si no es placer, es satisfacción. Ella lo desea y, por lo tanto, él lo hace. Lo que sea, será.

Él se detiene y se acuesta a su lado, abrazándola con fuerza, su mano acariciando suavemente su pobre y palpitante trasero.

“Sabes con lo que quiero darte ahora para terminar?”

Ella niega con la cabeza, la resistencia excitada de pronto por el temor será demasiado. “No, por favor,” dice. “Por favor, no con eso. Haré cualquier cosa que usted mi pida, nada más.”

“Harás lo que yo quiera que hagas,” dice él. No creo que tengas mucho poder de negociación.

Ella está tranquila entre sus brazos. “Tú sabes que lo necesitas,” le dice.

Ella asiente con la cabeza.

“Ello te hará ser una mujer mejor.”

“Sí.”

“Pídemelo,” dice él. “Pídemelo con delicadeza.”

Se produce un silencio. A continuación, una suave vocecilla dice: “Por favor, señor, me azotará con la cane?”

Él se levanta y saca la cane de la parte trasera del cajón. Es larga y muy delgada, pero fuerte. Él la chasquea de lado a lado en el aire.  Sabe bien lo que ese ruido le transmite a ella. Golpea la cane contra el trasero de ella, para que lo valore.

“Van a ser doce,” dice él. Ella gime.

Él levanta su brazo y deja caer la cane con fuerza en el centro de su trasero. A ella, se le corta la respiración. Él golpea de nuevo en el mismo sitio. Ella puede ver dos verdugones paralelos. Deja caer dos golpes más, muy juntos. Los cuatro golpes siguientes caen más abajo. Luego, hay dos justos al lado de la comisura que separa las nalgas de los muslos. Este es el peor sitio. Él pone su mano libre en la parte baja de su espalda,  no para inmovilizarla sino para tranquilizarla. Estoy aquí, estoy en el control. Sé lo que estoy haciendo.

Quedan dos para terminar. Él la va azotar un poco más fuerte, no mucho, pero perceptiblemente menos. Serán rápidos, mejor acabar ahora de una vez. La cane muerde profundamente, justo cruzando la separación de las nalgas. Ella grita.

Ya está hecho y él se echa a su lado, abrazándola con fuerza. Hay lágrimas en su mejilla y la besa.

“¡Buena mujer!” le dice.

Ella solloza mientras la emoción sale de ella.

1 comentario:

  1. No eso es ser muy duro?si ha sido obediente por qué ese castigo?

    No quiero ser maleducada, solo hablo desde mi ignorancia hacia su mundo...
    De todas formas me gusten más menos algunas entradas, me colado en su blog y me ha parecido muy nteresante meterme en la cabecita del rol dominante/sumisa.

    besos

    ResponderEliminar