sábado, 26 de octubre de 2013

Masoquismo



He estado leyendo un libro titulado “La defensa del masoquismo,” de Anita Phillips. O releyéndolo, porque lo leí cuando se publicó hace muy pocos años. Es un trabajo muy interesante, lleno de ideas e intelectualmente muy agradable. El caso básico que Phillips expone es que la masoquista no es una víctima, sino una persona que busca llevar a su pareja hacia su visión del erotismo para impregnar su imaginación. Por lo general, en su opinión, es la masoquista quien inicia la actividad masoquista y trata de hacerla atractiva a su pareja.

Phillips tiene una visión muy positiva del masoquismo. Argumenta que las mujeres (por supuesto, también hay hombres masoquistas) que son más atraídas por el masoquismo, son aquellas que han conseguido, en gran medida, su autoafirmación en el mundo real. Mujeres que tienen éxito, que lo han conseguido, que han vuelto al masoquismo para volver a promulgar la humillación y la sumisión que ellas ya no están obligadas a soportar, pero que les recuerda a sí mismas de las realidades de la situación de las mujeres en el mundo real.

Sin duda y, de acuerdo con mi experiencia, las mujeres que son más sumisas son las que frecuentemente son más asertivas en sus vidas diarias, confidentes y exitosas en su trabajo y en otros papeles. También, es cierto, que hay mujeres que son menos sumisas y modestas y que también anhelan ser dominadas. Creo que yo no las he encontrado porque no me siento atraído por ellas.

He discrepado algo con shy con respecto a sobre si ella es o no es masoquista. Lo que es cierto, es que ella se siente excitada cuando le digo que la voy a infligir un cierto dolor, como por ejemplo, ponerle unas pinzas de madera para la ropa en sus pezones. Normalmente, ella disfruta al amedrentarse por sí misma con sólo pensar que la puedo azotar con la cane cuando la llame, lo cual digo que puede ser en breve. Pero, sostiene que una masoquista es alguien que anhela el dolor por su propio gusto. Su postura es que quiere recibirlo porque lo disfruto cuando se lo inflijo y que su placer real procede, no del dolor en sí mismo, sino de saber lo mucho que disfruto. Es porque es sumisa a mí y quiere hacer lo que yo quiero, que ella sufra dolor.

No estoy seguro de estar de acuerdo con esto. Más de una vez, he tenido la sensación de que ella está tratando de que yo le haga cosas o me espera para que se las haga con más dureza o durante más tiempo. Por supuesto, que podría responder, sí, esto es porque sé que ella lo disfrutará más. Todavía tengo la sensación de que la dinámica viene, al menos, en parte de su propio disfrute del dolor. Acepto que, en general, es su deseo de agradar lo que motiva su disposición a soportarlo. Aunque, no creo que esto sea todo.

Algunos podrían decir que esto suena sospechosamente, puesto que el sujeto superior depende del sujeto inferior – en este caso, el dominante de la sumisa -  y, a su vez, porque la visión de Phillips de las masoquistas, como provocadoras, es un ejemplo clásico de este síndrome. Personalmente, no me importa si es o no es. Cualquier dominante con experiencia sabe que esto pasa siempre, que la sumisa nunca es meramente pasiva, que ella está siempre comprometida en una interacción de doble dirección. Si, en alguna ocasión, shy parece estar incitándome, ¿quién soy yo para quejarme?

Una de las razones por las que Phillips es tan positiva sobre el masoquismo, es que lo ve esencialmente involucrado en una relación. El masoquismo no es algo que practique por sí misma. Ella puede tener fantasías de ser raptada, encarcelada y encadenada en un calabozo solitario. Pero, su captor es siempre consciente de ella, su soledad es solo una imposición temporal y pronto volverá a imponer nuevos dolores. El masoquismo puede ser creativo y profundamente satisfactorio, porque siempre hay una conexión con otra persona, una conexión personal. La masoquista está profundamente comprometida con la pareja que la atormenta.

Hasta cierto punto, se trata de una cuestión de definiciones. Shy entiende el masoquismo como una voluntad inquebrantable y solitaria por el dolor. Por otra parte, la sumisa no desea nada para sí misma, excepto la satisfacción de agradar a su dominante. Pero, según Phillips, entiendo el término más bien como una descripción de la mitad de una dinámica sexual en la que la pareja, aparentemente subordinada, es tan influyente en lo que sucede como el supuestamente más dominante.

Debo confesar que mi parcialidad al libro de Phillips se debe, en parte, a su conocimiento de la pesada carga que nosotros, los pobres dominantes, tenemos que soportar y que no es, quizás, siempre apreciada, incluso por aquellas personas que están en mejores condiciones para beneficiarse de nuestros esfuerzos. Ella escribe: “Es una tarea difícil el conseguir una satisfacción sexual correcta – si vas demasiado lejos, tu pareja se siente devastada y si no vas lo suficientemente lejos, se siente defraudada. La dominación es menos popular de lo que generalmente se piensa – conlleva muchas responsabilidades.” He bocetado este tema a la atención de shy…

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