Después
de una o dos horas, la digo que quiero ver cómo se corre. Ella no decía nada,
pero sé que lo presentía.
“Sé
que eres tímida,” le digo. “Este es el problema. Por esto, es lo que yo quiero
verlo.”
Ella
lo pensaba. Pero, no había forma de seguir adelante. ¿Acaso no me dijo, hace
media hora, que iba a hacer cualquier cosa que yo quisiera? “¿Cualquier cosa?” Ella
había asentido. Y esta era mi primera petición. Ella no iba a caer en el primer
obstáculo.
Le
había dicho que trajera su vibrador, así que fui a buscarlo. Se sentó en la
cabecera de la cama y me puse frente a ella. Abrí bien sus piernas. Apretó el
vibrador contra ella y escuché el suave zumbido mientras yo observaba su cara.
Me miraba, pero no sabía lo que estaba viendo; ella tenía una especie de mirada
perdida. Después de un rato, empezó a emitir pequeños gemidos, exactamente, no eran
palabras, sino “¡Oooh!” Luego, otro “Oooh.” Y, entonces, otro más. Yo me
preguntaba lo que ella estaría pensando, pero no quería seguir hablando para no
interrumpir su concentración. Había una fina capa de sudor sobre su frente y su
rostro estaba enrojecido. Yo miraba entre sus piernas, a la pequeña máquina
rosa presionando su clítoris. Los gemidos
venían ahora un poco más seguidos. Entonces, de repente, ella dijo susurrando:
“¿Por favor, quiere poner un dedo sobre mí?” Y, así, lo hice, presioné con un
dedo su coño. Y otro, en su culo, por si acaso. No pasó mucho tiempo después de
esto. Los sonidos “Oooh” aumentaron de volumen y frecuencias y ella empezó a
tembar y su cabeza se inclinó hacia atrás.
Sé
que ella se va a ruborizar cuando lea esto. Pensé que era lo mejor que yo había
visto nunca.
Describe y transmite como nadie. Un placer leerlo, siempre
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