jueves, 7 de noviembre de 2013

De Él




Deberían ser las tres de la madrugada, cuando ella se despertó. Estaba en un sueño profundo y sintió los dedos cálidos de él pellizcando sus pezones, pensando que estaba soñando. Ella se quedó allí disfrutando la sensación de hormigueo que recorría su cuerpo, mientras salía con suavidad de su sueño.

Más pellicos, cada vez más fuertes y más duros y llenaban su cuerpo de una profunda satisfacción. Sin embargo, la dejaban con un hambre por más, más voraz. Aún no estaba lo suficientemente despierta como para decir algo y, de espaldas a él, instintivamente,  empujó su trasero hacia éste. Continuó pellizcándola y tirando de su pezón y todo lo más que podía hacer, era gemir y sollozar, ese sollozo que él sabe ahora explicarle. “Más, por favor.”

Ella siguió empujando más hacia él, retorciéndose de placer, desafiándole, burlándose y, entonces, de repente, sintió su control. Cuando, inesperadamente, la cogió de sus cabellos. La respiración de él era cada vez más dificultosa y ella sabía que el sádico estaba a punto de hacer su gran entrada. Uhmmm… ella ya empezaba a amar a su sádico. Su maravilloso y delicioso sádico.

Justo, cuando estaba a punto de darse la vuelta, sintió sus poderosas manos agarrando  los cabellos de su media melena rubia. A la vez que la empujaba  hacia atrás con tal ímpetu que incrustó su cabeza sobre la almohada, se subió sobre ella, una mano tirando de sus cabellos y la otra cogiendo sus mejillas y la levantó mientras ella le susurraba: “Quiero que te corras ahora mismo dentro de mí, esta noche.” Él decidió que no hubiera más conversación. Iba a ser como él quisiera. Realmente, él tiene una manera especial de actuar sin palabras.

Ahora, ella estaba despierta, presente y siendo usada. “¡Oh, cómo me gusta cuando me utiliza!” se decía a sí misma. Él la penetraba con vigor, con toda su energía. La presionaba con toda la fuerza de su cuerpo dentro de ella y jadeaba y gruñía como un animal. Ella sentía su poder, la tomó como su presa y, a su vez, se sentía flotando en una felicidad profunda, sabiendo que sólo le importaba complacerle durante toda esa noche.

Esa noche era para él, solamente para él y no se disculpó al respecto. Solo empujando, golpeando, el hombre de las cavernas penetraba a su puta incondicional. La pellizcaba, la mordía, tiraba de sus pelos y la penetraba. Él se corrió, se bajó de su cuerpo, se dio la vuelta y se durmió. Hacía calor y ella se sentía como él. Para que la usara, para que abusara de ella. No en vano, era su tesoro. Ya era de él.

2 comentarios:

  1. La sumisa siempre debe buscar el bienestar de su Señor. Ahora se volverá a dormir, feliz, de haber complacido a su Amo.

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