Me gusta poner mi marca en su cuerpo. Quiero que muestre la evidencia
de que yo estuve allí, que yo era su dueño. Cuando ella se va, quiero que
sienta esas marcas sobre su carne y cuando ella las vea más tarde, le recuerden
lo que hice con ella. En el caso, (poco probable) de que alguien más viera esas
marcas, van a saber que su cuerpo había sido poseído.
Algunas veces, las marcas son recuerdos de un uso duro, moratones
realizados por el azote de un látigo o los cortes con la cane. Marcas lívidas,
virando lentamente de color rojo oscuro a púrpura e incluso, negro y azul,
rayas que se encuentran con ronchas hinchadas y que ahora han desaparecido,
pero mantienen la evidencia visual de lo que, cruelmente, sucedió sobre sus
nalgas, muslos o vientre.
Puedes hacer marcas con la mano. El primer golpe fuerte deja una
huella de la palma de la mano. No es duradera, ni tiene el delicado rubor que
una “mano spanking” provoca. Más duraderas son las marcas de los dientes.
Morder por placer sexual es toda una forma de arte, creo (el Conde Drácula
pudiera estar de acuerdo). Morder con la fuerza suficiente, deja una impresión
y una marca, con la fuerza necesaria para hacer daño, pero, sin llegar a herir.
Estoy tentado a hacerla salir a la calle con un chupetón en el cuello, como un
adolescente torpe y, tal vez, lo haga alguna vez, aunque ella se retorciera de
vergüenza. (Por lo menos, eso espero).
Hay marcas más permanentes, las marcas de los piercings y tatuajes.
Incluso, marcarla como en “La historia d’O.” Tal vez, hablemos de esto otro
día. Pero, lo que me gusta más que nada es escribir una inscripción en su
cuerpo. Su piel es tabla rasa, sobre la que puedo componer lo que yo quiera. La
barra pintalabios puede embellecer hermosamente los pezones o los labios
vaginales tanto como si fueran los de la boca, pero las palabras tienen un
poder especial. Las palabras escritas con las llamadas plumas indelebles, en
realidad, no duran mucho tiempo bajo la ducha, pero producen un buen efecto
durante un día o dos. Tal vez, algún día escriba algo más, incluso un pequeño
poema. Hasta ahora, solo he compuesto versos cortos. Por ejemplo, me gusta
escribir mi nombre sobre ella (la última vez que lo hice, me las arreglé para
escribir mal mi nombre sobre su vientre y no avergonzar a alguien que se enorgullece
de su dominio del español. Mi única excusa era esa, que yo estaba tan abrumado
con el deseo, de modo que mi mente consciente se me subió a la cabeza).
También, he escrito con tinta de color rojo brillante, declaraciones
tan elementales como “Puta” y, en su trasero, un nombre sin par con el que la
llamo cuando estamos jugando al “juego de la edad” y ella es mi hija y que no
voy a decirtelo. Escribir “puta” o “zorra” sobre su cuerpo es, de alguna
manera, tautológico, porque solamente una “puta” o una “zorra” te permitirían
escribirlo en su cuerpo de una manera tan relevante. Pero, me gusta hacerlo.
Sobre todo porque tengo la fantasía de que alguien más pudiera verlo y, por lo
tanto, sé lo que es. O, incluso, que yo la ordenase que lo mostrase en público.
Al ser descubierta, me da placer su vergüenza. Creo que ella tiene muchas
posibilidades de que esto suceda. Una vez que salimos a cenar fuera, después de
que yo lo hubiera escrito sobre ella y, en el restaurante, se desabotonó su
camisa para mostrarme que lo que yo había escrito, justo encima de su pezón
derecho, estaba todavía allí.
Me encantan las marcas producidas por los azotes. Es otra forma de tener la presencia de mi Dueño en mí durante días, cuanto más duren mejor. Me gusta mirarlas al espejo y ver como con los días van cambiando su tonalidad, observarlas es para mi muy excitante.
ResponderEliminarMe dan panico las marcas.. Tal vez, no me han enseñado a amarlas..
ResponderEliminarQué contraste entre tu comentario y el de marita. Con razón, las sumisas soy muy confusas....¡pero divinas!
EliminarFeliz día
estoy con Marita, y no me importa lucir ciertas marcas que se hicieron en lugares bien visibles
ResponderEliminar