lunes, 28 de julio de 2014

Lo que ella sabe

“Me temo que ella es más bien una chica mala,” le dice.

“Así lo veo,” el hombre responde. Ella viste una falda corta y se ha posicionado de tal manera que el hombre puede verla directamente, si se lo propone. Y él está tratando con su amigo

“Ella va a recibir un spanking, que viene ya de camino,” le dice al hombre.

“¿Qué ha hecho?”

“Su mano está siempre en sus bragas. Estaría masturbándose todo el día si yo no le pusiera fin a esto.”

“¿Ella sabe que no está permitido?”

“¡Oh, ella lo sabe! Literalmente, se lo he inculcado varias veces.”

“¿Crees que está húmeda ya?” pregunta el hombre.

“Estoy seguro de ello. Voy a dejar que lo percibas cuando lleguemos arriba.”

“¿Así que es una fulana?”

“Puta es la palabra que prefiero.”

“¿Puedo mirar mientras la azotas?”

“Por supuesto y, además, luego voy a dejar que le hagas un par de cosas.”

“Me gustaría.”

“A esa pequeña puta le gustaría también. Pero, si le llega a gustar demasiado, sabes lo que le pasará.”

“¿Cuánto es demasiado?”

“Ella lo sabe.”

viernes, 25 de julio de 2014

Los pezones

Nunca he visto un par de pezones que no me gustaran. Eso, a pesar del hecho de que los hay en todas las formas y tamaños. Algunos son tan grandes como las frambuesas, y tan suculentos, que invitan a chuparlos entre los labios y recorrerlos con los bordes de los dientes y, tal vez, mordisquearlos con suavidad. Algunos son tan pequeños como las rosellas rojas, redondos y flexibles y quieres rozarlos con el cielo de la boca. Pero, al final, te tienes que conformar hacerlo con la lengua. Algunos son del tamaño de un botón de la camisa. Sin embargo, me acuerdo de una chica cuyos pezones, una vez erguidos, eran tan grandes como la primera articulación de mi dedo pulgar.

Luego, están las intrigantes diferencias de las formas. Usted puede conocer mujeres cuyos pezones son cilíndricos, planos al final, como las pequeñas gomas de borrar en el extremo opuesto de los lápices, mientras que otros son más redondos, como una cúpula en miniatura. Los pezones de algunas mujeres parecen permanentemente erectos, mientras que los de otras están blandos incluso después de una detallada atención. No es necesario que las mujeres que los tienen duros estén siempre excitadas sexualmente. Parece ser solo una diferencia anatómica.

También varían en cuanto al color. He visto pezones marrones tan oscuros que eran casi negros, y pezones de rosa pálido. Luego está la aureola, el círculo oscuro que rodea el pezón, que, en algunas mujeres es realmente grande y en otras mujeres, casi vestigiales. Tantas  variaciones hacen casi un número ilimitado de posibilidades y cuando, por primera vez, consigues que ella te lo enseñe, nunca sabrás qué esperar, excepto que tú sabes que quieres verlos y tocarlos. Y no estoy entrando en temas concretos como los pezones invertidos, pintados o perforados o los fascinantes cambios que se producen durante el embarazo.

Existe otra cara de esto. Los hombres también tenemos pezones y, quizás, puedan tener alguna función natural, pero esto no significa que sean inútiles. Ella descubrió que los míos eran muy sensibles y que si los apretaba, me excitaba y contra más fuerte los apretaba, más me excitaba. Es por eso que, después de su visita, los tuve un par de días muy doloridos. ¿Le sorprende que un dominante se dejara ser tratado de esta manera? O, ¿que una buena mujer sumisa (y ella es indudablemente eso) se atreviera a ser tan cruel?

Yo sabía lo que ella diría. Que todo lo que quería hacer era agradarme, y al haber descubierto eso, me agradaba tener mis pezones pellizcados. Ella seguiría haciéndolo hasta que yo hube gozado lo suficiente. Y estaba seguro que eso era casi todo. Pero, yo me preguntaba si ello explicaba el entusiasmo con el que sus pequeños y fuertes dedos iban a trabajar. No pude evitar la sensación de que no era del todo altruista y que a ella le gustaba el resultado que recibía y que era todo demasiado obvio cuando, mirando hacia abajo, veía mi polla. ¿Esto me hace masoquista? De verdad, no me importa. Voy a decirlo. En realidad, ella estaba dispuesta a hacerme daño, pero, para mi placer. Ella   nunca iba a intentar tomar el control. Sabía que yo no iba a permitirle que hiciera eso y, de todos modos, ella no era esa clase de mujer.

miércoles, 23 de julio de 2014

Protéico

Nunca dejo de fascinarme por las dinámicas de la D/s (o como muchos prefieran decirlo, en un término más inclusivo). Por ejemplo, cuando estuve con shy, entré profundamente en un par de modos específicos de la D/s que nunca había intentado con ninguna otra persona. No, no voy a decirles los que son. Sólo voy a decir que fueron diferentes maneras de expresar la dinámica Dominante/sumisa en aquella relación. Como ustedes sabrán por este blog, hemos participados en spankings y un poco en bondage y otros actos comunes que las parejas de la D/s disfrutan  y también he descrito una o dos cosas que, tal vez, no sean tan comunes.

Pero, además de eso, descubrimos que ambos teníamos el gusto por otras cosas, y no muy específicas, cosas inquietas que nunca habíamos probado. Y no era que yo me estuviera muriendo por probarlas, esperando desesperadamente hasta que encontrara a una mujer dispuesta a experimentarlo. Todo lo contrario, a pesar de que había oído hablar de esas prácticas y leído sobre ellas, simplemente, ni siquiera se me pasaron por la mente de que yo pudiera disfrutarlas. Y no creía que llegara a tener una chica para ello. Pues necesitaba a alguien que se aprovechara de ese lado hasta ese momento oculto en mí. Pasaba  lo mismo con ella. Aquellas cosas que hicimos, hasta el punto que ella nunca las hubiera probado con ninguna otra persona, ni siquiera tampoco lo había pensado. Había algo en la química entre nosotros que provocaba, en cada uno de nosotros, el deseo de ese tipo particular de juego.

El caso es que yo también había hecho cosas con otras mujeres que luego no tuve deseos de hacerlas con ella. Aquellas mujeres provocaron especifidades particulares de mi personalidad sexual que, al sacarlas fuera, las activaron. Yo no quería activar esas partes con shy. No lo necesitaba. No era como si esas cosas todavía estuvieran una tras otra, buscando una salida. Yo era más que feliz dejando que se desvanecieran. Si un día pudiera conocer a otra mujer que las reactivara o, tal vez, que revelaran aún más aspectos de mi personalidad sexual, ocultos hasta ahora, no lo podría decir.

Todo lo que sé es que mi sexualidad toma diferentes formas con diferentes personas. El núcleo es el mismo. Y no podría volver al mundo vainilla. Necesito el intercambio de poder. Pero, la forma particular en la que se manifiesta, puede variar de acuerdo con lo que consigo, lo que el estímulo a la otra persona ofrece. He sido muy afortunado con shy, de que ella desarrollara activamente mis intereses sexuales y que ampliara mis horizontes sin fin. Estoy muy agradecido por ello. Y creo que ella lo encontró también divertido, explorando partes de sí misma con las que previamente, tampoco había estado en contacto. Los bebedores de cerveza pueden recordar el viejo anuncio de cerveza: “Refresca partes del cuerpo, donde las otras, no pueden llegar.”

viernes, 18 de julio de 2014

La música del alma

Echada sobre mi rodilla, tu vientre acurrucado sobre mi regazo, en reposo, para recabar mi atención. Tus bragas blancas siguiendo toda la curvatura de tu trasero, creando un triángulo blanco y suave, configurando la amplia curvatura de tus caderas. Y luego, tu carne desnuda estilizándose hacia tu estrecha cintura. Toda tú, semi desnuda, estás solo para mis ojos. Tú, puesta boca abajo, descansas. Sometiéndote a mi compasión. Con tus nalgas posicionadas y vueltas hacia arriba, con curvas seductoras y todo, entregadas a mi voluntad. Mantienes la posición, contienes la respiración y esperas el primer golpe. Sabes perfectamente la anticipación que estoy provocando en tí. Pero, lo que no sabes, es que yo elegiré el momento, porque me has dado tu control y te controlo. Es mi dominación sobre tu sumisión.

Mi primer golpe te envía ondas de choque a través de tu cuerpo. Un grito se escapa de tus labios. Tu carne satisfaciendo mi carne con una sensación aguda y punzante. Seguida con rapidez por otro y otro azote. Te retuerces, mientras tu cuerpo trata de evitar los golpes. Tu mente abraza el calor creciente en tus nalgas.

Observo cómo tu cuerpo se ondula una vez golpeado con mi mano. Siento que tu clítoris presiona mi pierna. Me deleito con el efecto que mis manos tienen sobre tu cuerpo. Soy un músico tocando un instrumento con respuestas exquisitas. Sé que aprenderé cómo tocar para componer mi canción. Noto que el retorcimiento de tu cuerpo ha cesado. Se está relajando y sopeso el momento adecuado para aumentar la intensidad.

Los azotes continúan. Me doy cuenta que todavía estás conteniendo la respiración. Exhalas lentamente. Los azotes están cambiando. Ya no son tan agudos y punzantes, pero te provocan un calor creciente, cada vez mayor. Los golpes son más fuertes, pero cada uno lleva a tu sexo más dureza. Te estás humedeciendo. La humedad se propaga hasta que tienes la sensación de un goteo por el interior de tus muslos. Percibo su aroma erótico, mientras los azotes mueven el aire y tu estado de excitación me llama la atención. Esto me gusta. Sigues echada y desnuda y los pliegues secretos de tu sexualidad floreciente, bajo mis manos.

Sé que lo quieres y lo deseas. Sé que necesitas mi control y que te ayude a construir la estructura que demanda tu obediencia, ya que también refleja mi deseo.

martes, 15 de julio de 2014

Lágrimas

“Besaba a las chicas y las hacía llorar,” me comentaba un Dominante muy orgulloso de sí mismo.

De vez en cuando, he hecho llorar a alguna mujer. Yo no diría que me guste mucho. Necesariamente, no me refiero a hacerlo. Y sin embargo, cada vez lo sentía como un acto muy significativo. Yo sentía que estaba en presencia de una emoción verdadera y eso es siempre un momento para ser apreciado.

Cuando digo que las hice llorar, lo que quiero decir es, que yo estaba allí y debido a algo que yo hice o dije, ella lloró. Pero, si la hice llorar, es cuestionable. Algunas mujeres hacen cosas y realmente no se sabe bien por qué. Pero, creo que siempre lo intento y lo consigo. Uno no se debe encoger de hombros y murmurar cosas sobre que las mujeres son diferentes de los hombres. Creo que la mayoría de los hombres se sienten aterrorizados ante las lágrimas de las mujeres. Quieren huir porque no saben lo que hacer. Un hombre, ante una situación difícil, siempre siente que debe encontrar una solución práctica. Tiene que hacer algo, algo que vaya a arreglarlo. Pero, a veces, eso no es lo que se requiere. Algunas veces, lo único que se necesita es estar allí y abrazarla. Y si te quedas, la recompensa no es sólo que a ella le gustará que eres el mejor para solucionarlo, sino que vas a aprender algo. Sabrás más sobre ella, de lo que hay en su interior profundo.

Lo que estaba pasando era un desbordamiento de la emoción, la sensación en aumento hasta el punto que no puede ser contenida, tiene que encontrar su expresión física. Puedo creer, al menos, en media docena de razones, del por qué las sumisas lloran. A veces, es solo porque el orgasmo es tan abrumador que no hay otro lugar donde ir para desahogar la emoción, excepto a través de los conductos lacrimales, efusivos, vaciándose. En otras ocasiones, puede ser, porque ella está sorprendida por algo que es injusto.  Las mujeres sumisas tienen un sentido muy agudamente definido de lo correcto e incorrecto. Ellas saben cuándo han cometido errores, pero también saben cuándo han sido injustamente tratadas. El hecho de que se hayan comprometido siempre a obedecer, solo porque hayan dicho que el placer de sus Dominantes es todo lo que les importa a ellas, no significa que sus sentimientos no se tengan en cuenta. Esto no significa que no sean valoradas. Algunas veces, puede ser un golpe mal considerado, otras una palabra dura. A veces, es frialdad y desprecio. ¿Por qué una mujer no debería llorar por este tipo de cosas?

Una mujer puede llorar porque está triste. Y muchas otras cosas pueden entristecerla. La crueldad del mundo o, simplemente, el reconocimiento de que el mundo no es, y nunca será, justo como nosotros queremos que sea. O, tal vez, ella tenga indicios de la evanescencia de las emociones humanas. Que nada es eterno, a pesar de lo que los poetas y los predicadores puedan decirte. Algunas veces, puede llorar por un amor perdido, que se escabulló o uno que nunca tuvo.

Pero, las lágrimas que han significado más para mí, las lágrimas que me ha hecho casi llorar, son las que vienen de un lugar tan profundo que las palabras no pueden formarse allí. Wordsworth tiene una frase sobre ello: “Los pensamientos, a menudo, están demasiado profundos para las lágrimas.” Pero, no estoy muy seguro de que los pensamientos más profundos de todos no sean aquellos que se basan en un pozo de lágrimas, sino los que pueden expresarse con palabras. Recientemente, en un post de una mujer sumisa en un blog, hablaba llorando porque se sentía “abiertamente rota.” Si usted puede hacerla llorar por eso, realmente, ha llegado a ella. Pero, ¿cuántas mujeres confían en sí mismas o en un dominante, para ir más lejos, hacia abajo?

sábado, 12 de julio de 2014

Historia de un Spanking

Su Dominante encontró un anuncio en una revista de contactos. Tanto a él como a ella, les gustan bastante este tipo de prensa. Por lo tanto, este anuncio era de un hombre que le gustaba azotar. El anuncio era muy sencillo, directo y muy tentador. Algo así, como: “Ven a mi casa para darte un buen azote.” Esto era todo. Su Amo se lo envió a ella para que lo viera. Por ello, cuando lo leyó, quiso ir aquella misma tarde.

La idea de su Dueño era llevarla a casa de alguien para que le azotaran su culo. De acuerdo, la idea le pareció a ella buena. Su Amo contestó al anuncio subrayando la frase. Ella estaba disponible. Su Amo podría salir temprano del trabajo y el Spanker estaba libre aquella tarde. Una vez que lo acordaron, ella estuvo bastante excitada el resto del día.

Su Amo y ella se encontraron en el parking de un centro comercial para ir juntos en el mismo coche. Ella saldría de su casa, él de su trabajo. Ella llegó un poco antes que él y le esperaba en el interior de su coche. Ella vestía un top lo suficientemente largo, como si fuera un vestido. Los pantalones, vaqueros. Se los quitó. A ella, le encantaba la yuxtaposición de hacer estas cosas increíblemente eróticas en lugares que son tan comunes. Se cambió de ropa en el parking del centro comercial – los pantalones, el top, los zapatos de diario y cambiados por otros de tacones altos y finos y medias de seda negra contra su piel

Finalmente, él llegó. Ella se subió al coche de este y se fueron. Iba a ser entregada a un hombre extraño para ser azotada.

Llegaron con bastante rapidez. Ella estaba nerviosa. Y este nerviosismo la hacía transitar en un instante de un espacio excitante a otro espacio ultra nervioso. Su Amo la cogió por la mano. Llamó a la puerta. Se presentaron. Le hizo quitarse los zapatos. La acercó a un sofá y la ordenó que se arrodillara sobre el asiento y se inclinara sobre el respaldo. Hizo tal como la dijo. Ligeramente inclinada, su culo prominente al final de su espaldas. Mirando profundamente a la cara de su Amo, mientras el extraño estaba detrás  de ella, admirando su trasero disponible, todavía parcialmente cubierto por el vestido que tenía levantado sobre ella y unas bragas pequeñas de algodón.

El sofá estaba ubicado en una habitación espaciosa para que su Amo pudiera estar de pie detrás del mismo y ver las expresiones de ella. A él, le encantaba esto. Ver las sensaciones que corrían por su rostro. Para él, esto era más erótico que ver la actividad real que se iba a desarrollar y empezaba a realizar el ritual.

Este hombre extraño pasó lentamente su mano por el trasero de ella, cubierto, y por sus muslos. Vuelta a empezar. Levantó su vestido, echándolo sobre el dorso de ella. Acarició su espalda con la mano. Él admiraba esta forma desde atrás.

“¿Puedo?” preguntó el hombre extraño, y su Amo respondió moviendo su cabeza:

“Sí.”

Él bajó sus bragas y pasó su mano por el cuerpo semidesnudo de ella. A continuación, la azotó. Y otra vez. Y, de nuevo, otra vez. Azotes suaves. Sí, picaban un poco. La mano hace que la carne pique de una manera suave. El picor no es como el que le produce la mano de su Amo y, como si estuviera leyendo su mente, lo cual hace continuamente, su Amo le ordenó que se detuviera.

“Por favor, déjame mostrarte como hay que azotarla.” Y dio la vuelta para ponerse detrás de ella y empezó a golpear sus nalgas como siempre solía hacerlo y ella se apretaba contra la parte trasera del sofá para aguantar los azotes que le caían. “Esta es la forma de azotar a mi mujer,” le dijo al extraño.

Y, entonces, empezó todo.

El Spanker se excitó tanto que se autoconcedió el derecho de infligirle mucho dolor, se volvió para azotarla. La golpeó con mucha fuerza. Una y otra y otra vez, con la palma de su mano. “Le tendrá que doler más tarde,” pensaba mientras los azotes llovían sobre ella. Él presionaba con su mano libre la parte baja de su espalda, forzándola a levantar su culo. Tiró de sus pelos, apoyándose con una mano sobre el hombro de ella. Una y otra vez.

Su Amo se inclinó sobre ella, levantó su cabeza y sostuvo su cara entre sus manos. Él quería verla detalladamente.

“Te quiero en mi boca,” ella le susurró.

“Ya lo sé,” él contestó. “Pero, eso no va a suceder.”

“¿Por qué?,” preguntó nuevamente susurrando. Al querer esto, su boca se llenaría de él, mientras sentía los golpes sobre sus nalgas detrás de ella.

“Porque me quieres muy mal.”

Y entonces, él bajó los tirantes del top de ella, le quitó el sujetador y metió su mano por debajo para sostener su pecho durante un momento antes de volver a ponerse detrás de ella.

“Prueba esto,” dijo y le oyó que se quitaba el  cinturón de sus pantalones. El extraño no la estaba azotando lo suficientemente fuerte para el placer de su Amo. “Te voy a mostrar lo mucho que ella puede recibir” y su Amo blandió su cinturón frente a ella una y otra vez, hasta que ésta se dió cuenta del ritmo puro del cuero contra su piel.

Puso su top alrededor de su cintura, sus bragas bajadas hasta la mitad de sus muslos y  sus nalgas ardían. Ella  estaba en el subespacio. Ese espacio mental donde ella se traslada cuando el cúmulo de los azotes recibidos desbordaban sus sensaciones. Les oía hablar de ella. Sobre la forma de su culo, el color de su piel. Su capacidad para recibir y aceptar el dolor. El deseo de su Amo de que la  azotara este otro hombre más fuerte que él y distinto.

Y así, lo hizo. Ahora se desnudó, estaba sudando. Pellizcó la piel del ahora dolorido culo, tiró de sus zonas más sensibles donde la mano y ahora el cinturón la acababan de azotar. Y entonces, comenzó otra vez.

La intensidad era tal que ella quería que la follara.

Echó una pierna hacia atrás, alargó su pie y lo frotó contra el pene de este hombre. Lo quería dentro de ella. Pudo oír a su Amo respirar, viendo el pie de ella jugando con la polla de este otro hombre.

Ella debió haberlo pedido, pero no lo hizo.

Este hombre detuvo su asalto a su culo y, en su lugar, se inclinó para saborearlo. ¡Oh!

En un momento dado, el hombre se puso a su lado. Abrió las piernas de ella y expuso su coño. Su Amo se acercó y observó cómo este hombre la exploraba. Y luego, hubo más azotes.

Pero, ella no recordaba mucho más que esto. Hubo más. Más azotes y más exploración. Y luego, se terminó.

Ella se levantó. Su Amo la abrazó y, entonces, ajustó sus ropas. De nuevo, el sujetador en su sitio. Se subió las bragas. De nuevo, el top colgando de sus hombros. Como nueva, pero dolorida.

“Dále las gracias,” le ordenó su Amo.

Y lo hizo. Y también le abrazó. Y ella esperaba volverle a ver nuevo.

“Gracias.”

martes, 8 de julio de 2014

Dos tipos de humillación

Si algo he aprendido de las mujeres sumisas que he conocido, es que la sumisión tiene muchas formas y no hay una forma patrón de llevarla a cabo. Algunas prosperan en el dolor, otras en el control, otras en el servicio y algunas también en la humillación. Por supuesto, a algunas - pequeñas zorras codiciosas - les encantan todas esas cosas. Estos modos de sumisión no son un tema de sí o no. Una sumisa podría experimentar alguna o todas esas cosas juntas, mezcladas en un solo acto.

Sin embargo, es posible, por el bien de la claridad, poder separarlas. Y si, por el momento, nos atenemos a la humillación, creo que ésta también podría dividirse en dos tipos. Por una parte, existe lo que llamaré la humillación privada, algo que experimenta cuando ella y su dominante están juntos y solos. Y luego, está la humillación pública, que ocurre cuando se involucra a una tercera parte. Sin duda, el mecanismo psicológico es muy similar en todos los casos. Sospecho que la diferencia es, en gran medida, una cuestión de grados.

Vamos al detalle. ¿De qué tipo de cosas estoy hablando aquí? Puedo enumerar unas pocas formas de humillación privada. Por ejemplo, estar expuesta ante él y, quizás, masturbarse mientras la mira. O ser sometida a un examen íntimo totalmente desnuda, ponerla sobre sus rodillas, desnuda de cintura para abajo, mientras él prueba y curiosea, tanto por delante como por detrás y, posiblemente, haciendo algún comentario altamente personal sobre su anatomía, mientras lleva a cabo la inspección.

Ser puesta de rodillas o gateando o sentada y rogarlo es otro procedimiento. Esto puede extenderse hasta hacerla tu mascota, que bebe de un bol en el suelo o come en tu mano, que ladra cuando se le ordena y juega a buscar, cazando el hueso cuando su Amo se lo tira. Otra forma de humillación, que desencadena algo más fuerte en algunas mujeres, pero que para otras, es indiferente, es lo que podríamos llamar el control de los esfínteres. Ser obligada a sentarse y orinar bajo una orden mientras el Dominante la observa, es una situación altamente erótica para muchas sumisas, pero he observado que otras, encuentran la atracción simplemente mistificadora. Existe una versión más fuerte de esta, en la cual, es el dominante quien está haciendo pis y no la sumisa. Pero, te voy a ahorrar los detalles, en caso de que haya alguna mujer agradable leyendo. Estoy seguro que las chicas morbosas pueden imaginárselo por sí mismas.

La humillación verbal tiene un efecto poderoso en algunas sumisas. Que se les digan que es una pequeña zorra o una puta pueden convertir a algunas mujeres en gelatina. Como también, se las pueden obligar a confesar los pensamientos que solo las mujeres malas se suponen que tienen, las fantasías de degradación, de abuso o de objetificación. Creo que todas estas situaciones involucran uno u otro de estos dos sentimientos, a menudo, también combinados.

Por otro lado, existe la vergüenza corporal. Las mujeres son educadas para mantener sus cuerpos ocultos o, al menos, ciertas partes de los mismos. Las mujeres buenas no permiten que los hombres vean o toquen los sitios secretos de sus cuerpos, a menos que ellos, los conozcan muy bien. A su vez, y con frecuencia, sienten que ciertos actos no deberían ser presenciados ni por las personas más cercanas y queridas y, hasta puede ser que, ciertos zonas de su cuerpo no deberían ser explorados por nadie. Existe un tabú y romperlo o traspasarlo provoca vergüenza. Pero, debido a que esos lugares y actos son sexuales, ello puede causar excitación. Un buen dominante sabrá cómo activar esos sentimientos y los pone a trabajar para su beneficio y, en última instancia, también para beneficio de ella.

Además de los tabúes, a las chicas buenas se les enseña a que no deberían pensar en ciertas cosas y, por supuesto, no lo hacen. Ser forzadas a confrontar el hecho de que por muy retacada que sea superficialmente, debajo de ella existe un caldero hirviente de deseos sucios que les provoca vergüenza y, al mismo tiempo, la contemplación y la admisión abierta de tales pensamientos y deseos, las humedecen. Esto, si se maneja adecuadamente, puede tener un efecto liberador. Es bueno pensar que su dominante acepta lo que ella es, que él activamente la quiere para que sea su pequeña y morbosa mujer. Ella ya no va a tener que enterrar sus pensamientos perversos y profundos en su mente y pretender que no existen en su interior. Ahora, ella tiene licencia para ser mala, ya que no es por culpa propia, sino que es ordenada a hacerlo y sólo siendo una puta para su dominante y no para nadie más.

Sin embargo, todo lo que es humillante cuando sólo su dominante está presente, es posible que lo sea doblemente en presencia de un tercero. Hay una cierta humillación en ser puesta sobre sus rodillas, con las bragas bajadas y ser azotada como una colegiala traviesa. Pero, si otro hombre está mirando, ¿cuánto más humillante es esto? Creo que esto sería aplicable a cualquiera de los actos que he mencionado más arriba, que la humillación se agrava cuando otra persona está presente. No solamente está indignada su modestia; se ve que es así. No sólo ella es una zorra; sino que es conocida por ser una puta.

Por el miedo a la exposición, ciertos actos se pueden realizar en lugares públicos. Si una mujer es ordenada a ir en público sin bragas, ella tiene un miedo atávico de que el viento pueda levantar su falda, que pudiera sentarse de tal manera que mostrase que no hay nada por debajo, de que pudiera caerse en la calle y avergonzarse o, incluso, de que pudiera sufrir el mismo evento catastrófico que le aconteció a Katharine Hepburn en “Educando a un bebé.” E incluso, si ninguna de estas cosas ocurren, ella no puede liberarse de la sospecha de que todo el que la mira ya sabe que no lleva bragas. Seguro que ellos pueden verlo en su cara.

Ser obligada a realizar actos sexuales en presencia de testigos, rompe un tabú muy potente. Los animales no conocen la vergüenza y se aparean en público, los seres humanos no lo hacen. Sin embargo, todo depende. Desde luego, yo no diría que la participación en un trío sea necesariamente un acto humillante para una mujer. Por el contrario, puede ser emancipador o, simplemente, divertido. Pero, sin duda, el potencial de la humillación está allí, aunque solo sea porque, si ella parece estar disfrutando mucho, ¿no la hace a ella una puta?

Con frecuencia, los actos de humillación pública giran en torno a una forma de visualización. La mujer se exhibe, hace el show, tal vez, a todo el mundo. De nuevo, esto no es necesariamente vergüenza. A algunas mujeres, les gustan exhibirse. De hecho, se podría decir que es un instinto fundamental y básico. Usted sólo tiene que contemplar la conducta de chicas jóvenes y no puede dejar de observar que no les importan mostrar sus bragas. ¿A qué edad, la vergüenza empieza a dar patadas? No soy mujer, por lo tanto, no estoy muy seguro. Lo que sí sé es que, para mí, como dominante, es muy excitante provocar esta vergüenza, forzar a una mujer a reconocerla y todavía, no darle opción, excepto para realizar un acto vergonzoso. Por supuesto, sólo me emociona porque sé que, a pesar de sí mismas, esto es lo que quieren y necesitan. Si  hacer estas cosas redujera sus lágrimas a una verdadera angustia, no se me ocurriría que seguir provocándolas.

sábado, 5 de julio de 2014

"Muérdeme"

Los cuerpos presionados fuertemente el uno contra el otro y una mano agarrando su garganta. Aliento caliente en la parte expuesta de su cuello, haciéndole temblar las rodillas y una creciente mancha de humedad en su ropa interior. Su mano libre cogiendo su muñeca en previsión de los movimientos a seguir. Dolor abrasador y los colores cálidos alrededor de sus ojos cerrados, mientras los dientes de él se hunden con fuerza en su carne. La mano alrededor de su cuello se tensa y lo mismo ocurre con la que está alrededor de su muñeca. Cualquier cosa, con el fin de hacer que se mantenga quieta, mientras su compostura falla y ella intenta luchar de forma gratuita. El dolor sólo crece y su grito de asombro inicial, se torna en un grito de dolor.

Ella sigue luchando, lo cual provoca que él libere su muñeca y la coja por la cintura. Tira de su cuerpo fuerte contra el suyo y siente crecer su excitación, añadiéndose  a la suya. De repente, hay una leve liberación y el tiempo suficiente para recuperar el aliento. Los colores claros de sus ojos, mientras el dolor disminuye. Él besa su mejilla y su hombro y, de vez en cuando, le da pequeños mordiscos hasta que se relaja totalmente. Él se mueve ligero y alarga su mano para coger un puñado de su pelo, tirando de su cabeza hacia abajo para exponer la parte posterior de su cuello. Ella siente el control de él sobre su cuerpo apretado, mientras la muerde dulcemente en la base de su cuello. Ella gruñe de dolor, como una reacción primaria y lucha con fuerza.

Los colores inundan de nuevo su rostro y todo lo que quiere hacer, es huir, pero se siente como un animal enchavetado, incapaz de moverse. Es su presa, justo, donde ella quiere estar. Él tira para acercarla y ésta jura que él puede sentir lo fuerte que su corazón está latiendo, mientras la sangre corre a través de ella. Cuando, por fin, deja que su cuerpo se sienta débil y su cabeza confusa y aturdida, suelta su pelo y la deja que levante su cabeza de nuevo, enviando otra ola de calor a través de su corazón. Él la sostiene, sonriendo ante el trabajo de su mano, mientras ella flota en su burbuja de dolor.

La quiere tanto…

viernes, 4 de julio de 2014

¿Escasean los dominantes?

Me pregunto sobre la verdadera naturaleza  de un montón de dominantes que pululan por los foros, chats, etc.

 

Supongo que pocas veces, se llega a la forma de cómo el dominante se percibe a sí mismo y cómo usted retrata su personalidad percibida online. Sin embargo, he encontrado un porcentaje enorme de dominantes inseguros, más de los que me esperaba. Esto confirma la opinión que he sostenido durante años, de que los dominantes verdaderos son, de hecho, una especie rara y de cómo a una sumisa online le es fácil confundir al dominante por su debilidad, por lo que sospecho que, muchos de ellos creen que son dominantes, porque ocultan su debilidad ante el mundo exterior.

 

Me he encontrado algunos individuos interesantes que han estimulado tanto mi intelecto como mi desconcierto, lo que ha hecho darme cuenta de mi propia fuerza de carácter y la falta de honestidad online. Para mí, un dominante es alguien que se ha trabajado a sí mismo y continuará trabajándose a través de cualquier problema que tenga dentro de sí mismo, pero, en su mayor parte, no revelarán fácilmente estas inseguridades a los demás, puesto que contradecirían su papel dominante. Puede ser que yo esté equivocado al pensar que, como dominante, usted no debería mostrar su debilidad de carácter. Pero para mí, hasta que usted no haya tenido una relación en la que haya empezado a explorar a la otra parte, un dominante que desee reclamar a una sumisa, debe permanecer confiado y paciente.

 

Los verdaderos dominantes son raros y los que afirman haber dominado esto después de un corto periodo de tiempo, no solamente muestran bisoñez e inexperiencia, sino algo más importante, demuestran el poder online de la dominación. Incluso yo mismo, si quisiera, podría cambiar y optar por tener online a una sumisa a mi cargo. No es difícil, si es capaz de publicar fotografías y los giros correctos de las frases en una conversación.

 

A menudo, me preguntan si la persona que usted cree que ha conocido online es, de hecho, la verdadera persona que va a dejar ese mundo cibernético y pueda confiar al 100 % en su instinto, en lo que ha dicho. La respuesta se reduce a la piedra angular de cualquier relación: La confianza.

 

Confío lo suficiente en mí mismo como para representar una visión honesta y abierta de mí personalidad y carácter. Sin embargo, nunca me expondré a mí mismo hasta que la confianza se haya forjado. De la misma manera que, un dominante tiene que aprender y experimentar sus roles, lo mismo vale para la sumisa. No es suficiente inclinarse y tener su culo bronceado. La verdadera sumisa está entrenada y acondicionada como tal y su lenguaje y compostura se rige por otros cánones, que son percibidos inconfundiblemente por los dominantes auténticos.

 

Para mí, la confianza y el dominio de sí mismo que le faltan a muchos dominantes con los que he hablado, y no estoy afirmando tampoco ser un dominante perfecto, es solo una cuestión de opinión. La prisa por reclamar una relación es, a la vez, preocupante y frustrante, pero seguiré siendo honesto y recordándole a la posible sumisa que la paciencia es, de hecho, y deberá ser una importante virtud en la búsqueda de su perfecto dominante.


Por último, me gustaría señalar que este artículo no va dirigido contra nadie en particular. Es una conclusión de mis conversaciones con otros dominantes y sumisas.

martes, 1 de julio de 2014

Cómo masturbarte en frente de tu Dominante

Una sumisa anónima me ha preguntado:

 

Hola Señor:

Le pregunto si usted me podría ayudar. Usted parece saber mucho sobre cómo conseguir que una sumisa se abra. Mi dominante quiere ver cómo me masturbo, pero no puedo. Me vengo abajo, me encierro en mí misma y él no sabe qué hacer. ¡Por cierto, hacer eso con mis ojos abiertos sería, de alguna manera, terrorífico! ¿Me podría aconsejar sobre cómo podría hacer esto por él? Gracias por todos sus escritos que sigo habitualmente.

 

Gracias por confíar en mí con su pregunta. Este es un gran obstáculo para muchas personas. Mucho más para las mujeres que para los hombres. Me imagino que esto se debe a que, para los hombres, la masturbación puede ser una manera (inconsciente) de probar su virilidad, mientras que, para las mujeres, es una experiencia muy personal y privada. Y, por supuesto, el tabú sobre el que las mujeres sienten algún tipo de placer sexual, sin importar que sea con sus propias manos, por desgracia, sigue siendo todavía una realidad.

 

Para un dominante, ver a su sumisa tan expuesta y vulnerable, es un deseo muy común. Y, no lo olvidemos: el mostrarle exactamente cómo a ella le gusta tocarse, más aún. La mejor manera de aprender, es de los expertos y ¿quién pudiera ser un mejor experto? Por supuesto, él pudiera aprender cosas sobre su cuerpo que usted todavía no conozca. Pero, en su caso, se trata de compartir momentos muy íntimos que hasta ahora, usted nunca ha compartido.

 

Y aquí, está la verdadera respuesta: Compartir e intimidar.

 

Ahora bien, ¿cómo abordarlo? Por supuesto, siempre que esto no sea un límite acordado entre vosotros, tu Dominante podría “forzarte,” pero, como tu pregunta transmite la sensación de que no está acordado, deseas proseguir. Necesitas romper algunas barreras y la clave es la intimidad y compartir.

 

En primer lugar, ambos tenéis la opción de masturbaros al mismo tiempo, uno frente al otro. Compartir. Esto tiene el beneficio de demostrar a la sumisa que es increíblemente erótico y excitante que su dominante la observe. E ilustra que él puede ser también vulnerable. Algunas veces, esto es suficiente para inclinar la balanza y podrías mantener tus ojos cerrados al principio. Sin embargo, esto pudiera ser un paso demasiado grande en esta fase.


 Por lo tanto, ¿qué tal comenzar con más intimidad y con un acercamiento más seguro? He aquí un posible escenario. Acostarse juntos, disfrutar de un masaje y relajarse mutuamente. Supongamos que te sientes cómoda masturbándote junto a él. Así que, una vez que hayas llegado a una fase donde te sientas del todo cómoda, este es el momento donde debes empezar. Toca, juega o haz lo que sea necesario para sentiros ambos excitados y sentir la conexión mutua. Asegúrate de que os escucháis vuestra propia respiración, los movimientos y las señales. Es altamente probable que, por la forma con que tu Dominante te habrá entrenado, sólo deberás orgasmar cuando te lo ordene. Y podrás jugar hasta que estés a punto de estallar. Tal vez, te susurre al oído lo mucho que aprecia y valora lo que él está viendo, lo atractiva que estás, abandonada totalmente a cualquier cosa que él haga. O quizás, puedas sentir esa apreciación en cada uno de sus movimientos.

 

Incluso, podría decirte que cierres tus ojos, sentir, sólo sentir, su caricia, cada respiro suyo sobre tu piel, cada marca de sus dientes, cada arañazo, cómo clava su uña, etc. Hasta que estés cerca de empezar a relajarte. Él moverá su mano lentamente, y cogerá la tuya para que os toquéis mutuamente. Pero, no del todo. Puesto que su mano está sosteniendo a la tuya, él tiene todavía el control. Su voluntad dicta. Tal vez, su otra mano esté vagando por otra parte de tu cuerpo, manteniendo siempre el contacto.

 

No, no tienes autorización para correrte. Vuestros cuerpos están cerca. Tal vez, su brazo te acune junto a él, el contacto, siempre la seguridad. Y él continua moviendo su mano y la tuya, sus dedos y los tuyos, hilando, hurgando, escalando un pico. Tal vez, susurrando efusivamente lo increíble de ver y sentir, porque quieres. Es muy posible que su mano sea demasiado lenta para ti. Quizás, necesites que él se mueva más rápido, más lento, de alguna manera diferente o, tal vez, tú quieras llevar el control. Pero no puedes, hasta que él retire su mano. Y entonces, lo hace. El mantiene el control, esta vez de tu mano, murmurando, todavía más cerca, diciéndote lo que tienes que hacer: “Para, despacio, rápido, muévete, detente... pues lo quieres, lo necesitas, es imparable.” ¿Y si te dice: “córrete por mí, ahora?”

 

Este es un escenario posible que pudiera ayudarte en tu camino. Estoy seguro que lo trabajarás por tí misma. Y podrás ser capaz de mostrarle lo que él quiere ver sin tu ayuda. Para algunas sumisas, que su dominante tenga el control, le favorece para poder centrarse. Incluso, cuando la masturbación es a voluntad.  Después de todo, tú te masturbas para él.

 

Nunca olvides que romper esas barreras es un proceso lento. Se necesita paciencia, pues, hay mucho que disfrutar a lo largo del camino. Así que, feliz viaje, mis mejores deseos y buena suerte.