Su
Dominante encontró un anuncio en una revista de contactos. Tanto a él como a
ella, les gustan bastante este tipo de prensa. Por lo tanto, este anuncio era
de un hombre que le gustaba azotar. El anuncio era muy sencillo, directo y muy tentador.
Algo así, como: “Ven a mi casa para darte un buen azote.” Esto era todo. Su Amo
se lo envió a ella para que lo viera. Por ello, cuando lo leyó, quiso ir
aquella misma tarde.
La
idea de su Dueño era llevarla a casa de alguien para que le azotaran su culo.
De acuerdo, la idea le pareció a ella buena. Su Amo contestó al anuncio
subrayando la frase. Ella estaba disponible. Su Amo podría salir temprano del
trabajo y el Spanker estaba libre aquella tarde. Una vez que lo acordaron, ella
estuvo bastante excitada el resto del día.
Su
Amo y ella se encontraron en el parking de un centro comercial para ir juntos
en el mismo coche. Ella saldría de su casa, él de su trabajo. Ella llegó un
poco antes que él y le esperaba en el interior de su coche. Ella vestía un top
lo suficientemente largo, como si fuera un vestido. Los pantalones, vaqueros.
Se los quitó. A ella, le encantaba la yuxtaposición de hacer estas cosas
increíblemente eróticas en lugares que son tan comunes. Se cambió de ropa en el
parking del centro comercial – los pantalones, el top, los zapatos de diario y
cambiados por otros de tacones altos y finos y medias de seda negra contra su
piel
Finalmente,
él llegó. Ella se subió al coche de este y se fueron. Iba a ser entregada a un
hombre extraño para ser azotada.
Llegaron
con bastante rapidez. Ella estaba nerviosa. Y este nerviosismo la hacía
transitar en un instante de un espacio excitante a otro espacio ultra nervioso.
Su Amo la cogió por la mano. Llamó a la puerta. Se presentaron. Le hizo
quitarse los zapatos. La acercó a un sofá y la ordenó que se arrodillara sobre
el asiento y se inclinara sobre el respaldo. Hizo tal como la dijo. Ligeramente
inclinada, su culo prominente al final de su espaldas. Mirando profundamente a
la cara de su Amo, mientras el extraño estaba detrás de ella, admirando su trasero disponible,
todavía parcialmente cubierto por el vestido que tenía levantado sobre ella y
unas bragas pequeñas de algodón.
El
sofá estaba ubicado en una habitación espaciosa para que su Amo pudiera estar
de pie detrás del mismo y ver las expresiones de ella. A él, le encantaba esto.
Ver las sensaciones que corrían por su rostro. Para él, esto era más erótico
que ver la actividad real que se iba a desarrollar y empezaba a realizar el
ritual.
Este
hombre extraño pasó lentamente su mano por el trasero de ella, cubierto, y por
sus muslos. Vuelta a empezar. Levantó su vestido, echándolo sobre el dorso de
ella. Acarició su espalda con la mano. Él admiraba esta forma desde atrás.
“¿Puedo?”
preguntó el hombre extraño, y su Amo respondió moviendo su cabeza:
“Sí.”
Él
bajó sus bragas y pasó su mano por el cuerpo semidesnudo de ella. A
continuación, la azotó. Y otra vez. Y, de nuevo, otra vez. Azotes suaves. Sí,
picaban un poco. La mano hace que la carne pique de una manera suave. El picor
no es como el que le produce la mano de su Amo y, como si estuviera leyendo su
mente, lo cual hace continuamente, su Amo le ordenó que se detuviera.
“Por
favor, déjame mostrarte como hay que azotarla.” Y dio la vuelta para ponerse
detrás de ella y empezó a golpear sus nalgas como siempre solía hacerlo y ella
se apretaba contra la parte trasera del sofá para aguantar los azotes que le caían.
“Esta es la forma de azotar a mi mujer,” le dijo al extraño.
Y,
entonces, empezó todo.
El
Spanker se excitó tanto que se autoconcedió el derecho de infligirle mucho
dolor, se volvió para azotarla. La golpeó con mucha fuerza. Una y otra y otra
vez, con la palma de su mano. “Le tendrá que doler más tarde,” pensaba mientras
los azotes llovían sobre ella. Él presionaba con su mano libre la parte baja de
su espalda, forzándola a levantar su culo. Tiró de sus pelos, apoyándose con
una mano sobre el hombro de ella. Una y otra vez.
Su
Amo se inclinó sobre ella, levantó su cabeza y sostuvo su cara entre sus manos.
Él quería verla detalladamente.
“Te
quiero en mi boca,” ella le susurró.
“Ya
lo sé,” él contestó. “Pero, eso no va a suceder.”
“¿Por
qué?,” preguntó nuevamente susurrando. Al querer esto, su boca se llenaría de
él, mientras sentía los golpes sobre sus nalgas detrás de ella.
“Porque
me quieres muy mal.”
Y
entonces, él bajó los tirantes del top de ella, le quitó el sujetador y metió
su mano por debajo para sostener su pecho durante un momento antes de volver a
ponerse detrás de ella.
“Prueba
esto,” dijo y le oyó que se quitaba el
cinturón de sus pantalones. El extraño no la estaba azotando lo
suficientemente fuerte para el placer de su Amo. “Te voy a mostrar lo mucho que
ella puede recibir” y su Amo blandió su cinturón frente a ella una y otra vez,
hasta que ésta se dió cuenta del ritmo puro del cuero contra su piel.
Puso
su top alrededor de su cintura, sus bragas bajadas hasta la mitad de sus muslos
y sus nalgas ardían. Ella estaba en el subespacio. Ese espacio mental
donde ella se traslada cuando el cúmulo de los azotes recibidos desbordaban sus
sensaciones. Les oía hablar de ella. Sobre la forma de su culo, el color de su
piel. Su capacidad para recibir y aceptar el dolor. El deseo de su Amo de que
la azotara este otro hombre más fuerte
que él y distinto.
Y
así, lo hizo. Ahora se desnudó, estaba sudando. Pellizcó la piel del ahora
dolorido culo, tiró de sus zonas más sensibles donde la mano y ahora el
cinturón la acababan de azotar. Y entonces, comenzó otra vez.
La
intensidad era tal que ella quería que la follara.
Echó
una pierna hacia atrás, alargó su pie y lo frotó contra el pene de este hombre.
Lo quería dentro de ella. Pudo oír a su Amo respirar, viendo el pie de ella
jugando con la polla de este otro hombre.
Ella
debió haberlo pedido, pero no lo hizo.
Este
hombre detuvo su asalto a su culo y, en su lugar, se inclinó para saborearlo.
¡Oh!
En
un momento dado, el hombre se puso a su lado. Abrió las piernas de ella y
expuso su coño. Su Amo se acercó y observó cómo este hombre la exploraba. Y
luego, hubo más azotes.
Pero,
ella no recordaba mucho más que esto. Hubo más. Más azotes y más exploración. Y
luego, se terminó.
Ella
se levantó. Su Amo la abrazó y, entonces, ajustó sus ropas. De nuevo, el
sujetador en su sitio. Se subió las bragas. De nuevo, el top colgando de sus
hombros. Como nueva, pero dolorida.
“Dále
las gracias,” le ordenó su Amo.
Y
lo hizo. Y también le abrazó. Y ella esperaba volverle a ver nuevo.
“Gracias.”