viernes, 25 de julio de 2014

Los pezones

Nunca he visto un par de pezones que no me gustaran. Eso, a pesar del hecho de que los hay en todas las formas y tamaños. Algunos son tan grandes como las frambuesas, y tan suculentos, que invitan a chuparlos entre los labios y recorrerlos con los bordes de los dientes y, tal vez, mordisquearlos con suavidad. Algunos son tan pequeños como las rosellas rojas, redondos y flexibles y quieres rozarlos con el cielo de la boca. Pero, al final, te tienes que conformar hacerlo con la lengua. Algunos son del tamaño de un botón de la camisa. Sin embargo, me acuerdo de una chica cuyos pezones, una vez erguidos, eran tan grandes como la primera articulación de mi dedo pulgar.

Luego, están las intrigantes diferencias de las formas. Usted puede conocer mujeres cuyos pezones son cilíndricos, planos al final, como las pequeñas gomas de borrar en el extremo opuesto de los lápices, mientras que otros son más redondos, como una cúpula en miniatura. Los pezones de algunas mujeres parecen permanentemente erectos, mientras que los de otras están blandos incluso después de una detallada atención. No es necesario que las mujeres que los tienen duros estén siempre excitadas sexualmente. Parece ser solo una diferencia anatómica.

También varían en cuanto al color. He visto pezones marrones tan oscuros que eran casi negros, y pezones de rosa pálido. Luego está la aureola, el círculo oscuro que rodea el pezón, que, en algunas mujeres es realmente grande y en otras mujeres, casi vestigiales. Tantas  variaciones hacen casi un número ilimitado de posibilidades y cuando, por primera vez, consigues que ella te lo enseñe, nunca sabrás qué esperar, excepto que tú sabes que quieres verlos y tocarlos. Y no estoy entrando en temas concretos como los pezones invertidos, pintados o perforados o los fascinantes cambios que se producen durante el embarazo.

Existe otra cara de esto. Los hombres también tenemos pezones y, quizás, puedan tener alguna función natural, pero esto no significa que sean inútiles. Ella descubrió que los míos eran muy sensibles y que si los apretaba, me excitaba y contra más fuerte los apretaba, más me excitaba. Es por eso que, después de su visita, los tuve un par de días muy doloridos. ¿Le sorprende que un dominante se dejara ser tratado de esta manera? O, ¿que una buena mujer sumisa (y ella es indudablemente eso) se atreviera a ser tan cruel?

Yo sabía lo que ella diría. Que todo lo que quería hacer era agradarme, y al haber descubierto eso, me agradaba tener mis pezones pellizcados. Ella seguiría haciéndolo hasta que yo hube gozado lo suficiente. Y estaba seguro que eso era casi todo. Pero, yo me preguntaba si ello explicaba el entusiasmo con el que sus pequeños y fuertes dedos iban a trabajar. No pude evitar la sensación de que no era del todo altruista y que a ella le gustaba el resultado que recibía y que era todo demasiado obvio cuando, mirando hacia abajo, veía mi polla. ¿Esto me hace masoquista? De verdad, no me importa. Voy a decirlo. En realidad, ella estaba dispuesta a hacerme daño, pero, para mi placer. Ella   nunca iba a intentar tomar el control. Sabía que yo no iba a permitirle que hiciera eso y, de todos modos, ella no era esa clase de mujer.

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