martes, 8 de julio de 2014

Dos tipos de humillación

Si algo he aprendido de las mujeres sumisas que he conocido, es que la sumisión tiene muchas formas y no hay una forma patrón de llevarla a cabo. Algunas prosperan en el dolor, otras en el control, otras en el servicio y algunas también en la humillación. Por supuesto, a algunas - pequeñas zorras codiciosas - les encantan todas esas cosas. Estos modos de sumisión no son un tema de sí o no. Una sumisa podría experimentar alguna o todas esas cosas juntas, mezcladas en un solo acto.

Sin embargo, es posible, por el bien de la claridad, poder separarlas. Y si, por el momento, nos atenemos a la humillación, creo que ésta también podría dividirse en dos tipos. Por una parte, existe lo que llamaré la humillación privada, algo que experimenta cuando ella y su dominante están juntos y solos. Y luego, está la humillación pública, que ocurre cuando se involucra a una tercera parte. Sin duda, el mecanismo psicológico es muy similar en todos los casos. Sospecho que la diferencia es, en gran medida, una cuestión de grados.

Vamos al detalle. ¿De qué tipo de cosas estoy hablando aquí? Puedo enumerar unas pocas formas de humillación privada. Por ejemplo, estar expuesta ante él y, quizás, masturbarse mientras la mira. O ser sometida a un examen íntimo totalmente desnuda, ponerla sobre sus rodillas, desnuda de cintura para abajo, mientras él prueba y curiosea, tanto por delante como por detrás y, posiblemente, haciendo algún comentario altamente personal sobre su anatomía, mientras lleva a cabo la inspección.

Ser puesta de rodillas o gateando o sentada y rogarlo es otro procedimiento. Esto puede extenderse hasta hacerla tu mascota, que bebe de un bol en el suelo o come en tu mano, que ladra cuando se le ordena y juega a buscar, cazando el hueso cuando su Amo se lo tira. Otra forma de humillación, que desencadena algo más fuerte en algunas mujeres, pero que para otras, es indiferente, es lo que podríamos llamar el control de los esfínteres. Ser obligada a sentarse y orinar bajo una orden mientras el Dominante la observa, es una situación altamente erótica para muchas sumisas, pero he observado que otras, encuentran la atracción simplemente mistificadora. Existe una versión más fuerte de esta, en la cual, es el dominante quien está haciendo pis y no la sumisa. Pero, te voy a ahorrar los detalles, en caso de que haya alguna mujer agradable leyendo. Estoy seguro que las chicas morbosas pueden imaginárselo por sí mismas.

La humillación verbal tiene un efecto poderoso en algunas sumisas. Que se les digan que es una pequeña zorra o una puta pueden convertir a algunas mujeres en gelatina. Como también, se las pueden obligar a confesar los pensamientos que solo las mujeres malas se suponen que tienen, las fantasías de degradación, de abuso o de objetificación. Creo que todas estas situaciones involucran uno u otro de estos dos sentimientos, a menudo, también combinados.

Por otro lado, existe la vergüenza corporal. Las mujeres son educadas para mantener sus cuerpos ocultos o, al menos, ciertas partes de los mismos. Las mujeres buenas no permiten que los hombres vean o toquen los sitios secretos de sus cuerpos, a menos que ellos, los conozcan muy bien. A su vez, y con frecuencia, sienten que ciertos actos no deberían ser presenciados ni por las personas más cercanas y queridas y, hasta puede ser que, ciertos zonas de su cuerpo no deberían ser explorados por nadie. Existe un tabú y romperlo o traspasarlo provoca vergüenza. Pero, debido a que esos lugares y actos son sexuales, ello puede causar excitación. Un buen dominante sabrá cómo activar esos sentimientos y los pone a trabajar para su beneficio y, en última instancia, también para beneficio de ella.

Además de los tabúes, a las chicas buenas se les enseña a que no deberían pensar en ciertas cosas y, por supuesto, no lo hacen. Ser forzadas a confrontar el hecho de que por muy retacada que sea superficialmente, debajo de ella existe un caldero hirviente de deseos sucios que les provoca vergüenza y, al mismo tiempo, la contemplación y la admisión abierta de tales pensamientos y deseos, las humedecen. Esto, si se maneja adecuadamente, puede tener un efecto liberador. Es bueno pensar que su dominante acepta lo que ella es, que él activamente la quiere para que sea su pequeña y morbosa mujer. Ella ya no va a tener que enterrar sus pensamientos perversos y profundos en su mente y pretender que no existen en su interior. Ahora, ella tiene licencia para ser mala, ya que no es por culpa propia, sino que es ordenada a hacerlo y sólo siendo una puta para su dominante y no para nadie más.

Sin embargo, todo lo que es humillante cuando sólo su dominante está presente, es posible que lo sea doblemente en presencia de un tercero. Hay una cierta humillación en ser puesta sobre sus rodillas, con las bragas bajadas y ser azotada como una colegiala traviesa. Pero, si otro hombre está mirando, ¿cuánto más humillante es esto? Creo que esto sería aplicable a cualquiera de los actos que he mencionado más arriba, que la humillación se agrava cuando otra persona está presente. No solamente está indignada su modestia; se ve que es así. No sólo ella es una zorra; sino que es conocida por ser una puta.

Por el miedo a la exposición, ciertos actos se pueden realizar en lugares públicos. Si una mujer es ordenada a ir en público sin bragas, ella tiene un miedo atávico de que el viento pueda levantar su falda, que pudiera sentarse de tal manera que mostrase que no hay nada por debajo, de que pudiera caerse en la calle y avergonzarse o, incluso, de que pudiera sufrir el mismo evento catastrófico que le aconteció a Katharine Hepburn en “Educando a un bebé.” E incluso, si ninguna de estas cosas ocurren, ella no puede liberarse de la sospecha de que todo el que la mira ya sabe que no lleva bragas. Seguro que ellos pueden verlo en su cara.

Ser obligada a realizar actos sexuales en presencia de testigos, rompe un tabú muy potente. Los animales no conocen la vergüenza y se aparean en público, los seres humanos no lo hacen. Sin embargo, todo depende. Desde luego, yo no diría que la participación en un trío sea necesariamente un acto humillante para una mujer. Por el contrario, puede ser emancipador o, simplemente, divertido. Pero, sin duda, el potencial de la humillación está allí, aunque solo sea porque, si ella parece estar disfrutando mucho, ¿no la hace a ella una puta?

Con frecuencia, los actos de humillación pública giran en torno a una forma de visualización. La mujer se exhibe, hace el show, tal vez, a todo el mundo. De nuevo, esto no es necesariamente vergüenza. A algunas mujeres, les gustan exhibirse. De hecho, se podría decir que es un instinto fundamental y básico. Usted sólo tiene que contemplar la conducta de chicas jóvenes y no puede dejar de observar que no les importan mostrar sus bragas. ¿A qué edad, la vergüenza empieza a dar patadas? No soy mujer, por lo tanto, no estoy muy seguro. Lo que sí sé es que, para mí, como dominante, es muy excitante provocar esta vergüenza, forzar a una mujer a reconocerla y todavía, no darle opción, excepto para realizar un acto vergonzoso. Por supuesto, sólo me emociona porque sé que, a pesar de sí mismas, esto es lo que quieren y necesitan. Si  hacer estas cosas redujera sus lágrimas a una verdadera angustia, no se me ocurriría que seguir provocándolas.

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