Si algo he aprendido de las mujeres sumisas que he conocido, es que la
sumisión tiene muchas formas y no hay una forma patrón de llevarla a cabo.
Algunas prosperan en el dolor, otras en el control, otras en el servicio y
algunas también en la humillación. Por supuesto, a algunas - pequeñas zorras
codiciosas - les encantan todas esas cosas. Estos modos de sumisión no son un
tema de sí o no. Una sumisa podría experimentar alguna o todas esas cosas
juntas, mezcladas en un solo acto.
Sin embargo, es posible, por el bien de la claridad, poder separarlas.
Y si, por el momento, nos atenemos a la humillación, creo que ésta también
podría dividirse en dos tipos. Por una parte, existe lo que llamaré la
humillación privada, algo que experimenta cuando ella y su dominante están
juntos y solos. Y luego, está la humillación pública, que ocurre cuando se
involucra a una tercera parte. Sin duda, el mecanismo psicológico es muy
similar en todos los casos. Sospecho que la diferencia es, en gran medida, una
cuestión de grados.
Vamos al detalle. ¿De qué tipo de cosas estoy hablando aquí? Puedo
enumerar unas pocas formas de humillación privada. Por ejemplo, estar expuesta
ante él y, quizás, masturbarse mientras la mira. O ser sometida a un examen
íntimo totalmente desnuda, ponerla sobre sus rodillas, desnuda de cintura para
abajo, mientras él prueba y curiosea, tanto por delante como por detrás y,
posiblemente, haciendo algún comentario altamente personal sobre su anatomía,
mientras lleva a cabo la inspección.
Ser puesta de rodillas o gateando o sentada y rogarlo es otro
procedimiento. Esto puede extenderse hasta hacerla tu mascota, que bebe de un
bol en el suelo o come en tu mano, que ladra cuando se le ordena y juega a
buscar, cazando el hueso cuando su Amo se lo tira. Otra forma de humillación,
que desencadena algo más fuerte en algunas mujeres, pero que para otras, es
indiferente, es lo que podríamos llamar el control de los esfínteres. Ser
obligada a sentarse y orinar bajo una orden mientras el Dominante la observa,
es una situación altamente erótica para muchas sumisas, pero he observado que
otras, encuentran la atracción simplemente mistificadora. Existe una versión
más fuerte de esta, en la cual, es el dominante quien está haciendo pis y no la
sumisa. Pero, te voy a ahorrar los detalles, en caso de que haya alguna mujer
agradable leyendo. Estoy seguro que las chicas morbosas pueden imaginárselo por
sí mismas.
La humillación verbal tiene un efecto poderoso en algunas sumisas. Que
se les digan que es una pequeña zorra o una puta pueden convertir a algunas
mujeres en gelatina. Como también, se las pueden obligar a confesar los
pensamientos que solo las mujeres malas se suponen que tienen, las fantasías de
degradación, de abuso o de objetificación. Creo que todas estas situaciones
involucran uno u otro de estos dos sentimientos, a menudo, también combinados.
Por otro lado, existe la vergüenza corporal. Las mujeres son educadas
para mantener sus cuerpos ocultos o, al menos, ciertas partes de los mismos.
Las mujeres buenas no permiten que los hombres vean o toquen los sitios
secretos de sus cuerpos, a menos que ellos, los conozcan muy bien. A su vez, y con
frecuencia, sienten que ciertos actos no deberían ser presenciados ni por las
personas más cercanas y queridas y, hasta puede ser que, ciertos zonas de su
cuerpo no deberían ser explorados por nadie. Existe un tabú y romperlo o traspasarlo
provoca vergüenza. Pero, debido a que esos lugares y actos son sexuales, ello
puede causar excitación. Un buen dominante sabrá cómo activar esos sentimientos
y los pone a trabajar para su beneficio y, en última instancia, también para
beneficio de ella.
Además de los tabúes, a las chicas buenas se les enseña a que no
deberían pensar en ciertas cosas y, por supuesto, no lo hacen. Ser forzadas a
confrontar el hecho de que por muy retacada que sea superficialmente, debajo de
ella existe un caldero hirviente de deseos sucios que les provoca vergüenza y,
al mismo tiempo, la contemplación y la admisión abierta de tales pensamientos y
deseos, las humedecen. Esto, si se maneja adecuadamente, puede tener un efecto
liberador. Es bueno pensar que su dominante acepta lo que ella es, que él
activamente la quiere para que sea su pequeña y morbosa mujer. Ella ya no va a
tener que enterrar sus pensamientos perversos y profundos en su mente y
pretender que no existen en su interior. Ahora, ella tiene licencia para ser
mala, ya que no es por culpa propia, sino que es ordenada a hacerlo y sólo
siendo una puta para su dominante y no para nadie más.
Sin embargo, todo lo que es humillante cuando sólo su dominante está
presente, es posible que lo sea doblemente en presencia de un tercero. Hay una
cierta humillación en ser puesta sobre sus rodillas, con las bragas bajadas y
ser azotada como una colegiala traviesa. Pero, si otro hombre está mirando,
¿cuánto más humillante es esto? Creo que esto sería aplicable a cualquiera de
los actos que he mencionado más arriba, que la humillación se agrava cuando
otra persona está presente. No solamente está indignada su modestia; se ve que
es así. No sólo ella es una zorra; sino que es conocida por ser una puta.
Por el miedo a la exposición, ciertos actos se pueden realizar en lugares
públicos. Si una mujer es ordenada a ir en público sin bragas, ella tiene un
miedo atávico de que el viento pueda levantar su falda, que pudiera sentarse de
tal manera que mostrase que no hay nada por debajo, de que pudiera caerse en la
calle y avergonzarse o, incluso, de que pudiera sufrir el mismo evento
catastrófico que le aconteció a Katharine Hepburn en “Educando a un bebé.” E
incluso, si ninguna de estas cosas ocurren, ella no puede liberarse de la
sospecha de que todo el que la mira ya sabe que no lleva bragas. Seguro que
ellos pueden verlo en su cara.
Ser obligada a realizar actos sexuales en presencia de testigos, rompe
un tabú muy potente. Los animales no conocen la vergüenza y se aparean en
público, los seres humanos no lo hacen. Sin embargo, todo depende. Desde luego,
yo no diría que la participación en un trío sea necesariamente un acto
humillante para una mujer. Por el contrario, puede ser emancipador o,
simplemente, divertido. Pero, sin duda, el potencial de la humillación está allí,
aunque solo sea porque, si ella parece estar disfrutando mucho, ¿no la hace a
ella una puta?
Con frecuencia, los actos de humillación pública giran en torno a una forma de visualización. La mujer se exhibe, hace el show, tal vez, a todo el mundo. De nuevo, esto no es necesariamente vergüenza. A algunas mujeres, les gustan exhibirse. De hecho, se podría decir que es un instinto fundamental y básico. Usted sólo tiene que contemplar la conducta de chicas jóvenes y no puede dejar de observar que no les importan mostrar sus bragas. ¿A qué edad, la vergüenza empieza a dar patadas? No soy mujer, por lo tanto, no estoy muy seguro. Lo que sí sé es que, para mí, como dominante, es muy excitante provocar esta vergüenza, forzar a una mujer a reconocerla y todavía, no darle opción, excepto para realizar un acto vergonzoso. Por supuesto, sólo me emociona porque sé que, a pesar de sí mismas, esto es lo que quieren y necesitan. Si hacer estas cosas redujera sus lágrimas a una verdadera angustia, no se me ocurriría que seguir provocándolas.
Con frecuencia, los actos de humillación pública giran en torno a una forma de visualización. La mujer se exhibe, hace el show, tal vez, a todo el mundo. De nuevo, esto no es necesariamente vergüenza. A algunas mujeres, les gustan exhibirse. De hecho, se podría decir que es un instinto fundamental y básico. Usted sólo tiene que contemplar la conducta de chicas jóvenes y no puede dejar de observar que no les importan mostrar sus bragas. ¿A qué edad, la vergüenza empieza a dar patadas? No soy mujer, por lo tanto, no estoy muy seguro. Lo que sí sé es que, para mí, como dominante, es muy excitante provocar esta vergüenza, forzar a una mujer a reconocerla y todavía, no darle opción, excepto para realizar un acto vergonzoso. Por supuesto, sólo me emociona porque sé que, a pesar de sí mismas, esto es lo que quieren y necesitan. Si hacer estas cosas redujera sus lágrimas a una verdadera angustia, no se me ocurriría que seguir provocándolas.
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