viernes, 12 de diciembre de 2014

El punto de inflexión

A menudo, en el curso de unos azotes, siempre existe un punto de inflexión. Digamos que empiezas con un lento precalentamiento. La pones sobre tus rodillas, la falda levantada, las bragas bajadas y usas tu mano hasta que su trasero esté agradablemente caliente al tacto y haya tornado hacia una bonita sombra de color rosa.
Ahora, deseas aplicar algo más contundente. La has arrodillado o, tal vez, la hayas puesto boca abajo y seleccionas un implemento. Imaginemos que, por primera vez, es el flogger, que eres capaz de manejarlo casi acariciando, pero también puede picar si lo usas lo suficientemente fuerte. Ahora, ella está entrando en ello. Su respiración es más corta, hay jadeos o gemidos, incluso, se retuerce ocasionalmente. Por lo cual, necesita ser estabilizada con una mano sobre la parte posterior del cuello o en la parte baja de la espalda.
Ahora, es el momento para la siguiente etapa. Es en este punto, donde probablemente yo quiera introducir mi tawse. Este implemente ofrece un picor muy acentuado y un surco satisfactoriamente visible, cuando la correa de cuero pesado golpea de nuevo el trasero desnudo. Por ahora, el tono de su trasero es de un color rosa más oscuro, incluso, de color rojo brillante y su parte inferior está tan caliente que casi se puede sentir el resplandor.
Si ella realmente necesita unos buenos azotes y lo estás haciendo bien, es justo después de la aplicación de la tawse cuando has llegado al punto de no retorno. Para algunas mujeres, todo el tiempo o, para otras, una parte del tiempo, ya puede ser suficiente. Los azotes han hecho su trabajo, bien presionadas hacia el subespacio, donde puedes hacer casi todo lo que quieras con ellas. Pero más dolor, puede ser lo que ellas ya no quieran más. A veces, es justo en ese momento, cuando te das cuenta de que todo ha sido hasta ahora más que un preliminar. Por decirlo de alguna manera, la obertura de la ópera. Los azotes hasta ahora soportados por la chica, para algunas mujeres, no son el fin en sí mismo, sino simplemente una etapa en la que las preparan para algo más. El dolor infligido se ha limitado meramente a hacerlas más sensibles y receptivas a lo que está por venir. Es el momento, en que el dolor y el placer se confunden de verdad.
¿Qué forma tendrá exactamente la siguiente fase? Por supuesto, depende del método preferido por el Dominante y de la lectura que haga del estado mental de la sumisa y la sensación que tenga de lo que ahora ella necesite. Es posible que el Dominante pueda optar por preguntarle, pero de acuerdo con mi experiencia, las mujeres con frecuencia no son del todo coherentes en este punto. Tanto si ellas no saben realmente lo que quieren o que no puedan articularlo. Por lo tanto, es responsabilidad del Dominante tomar la decisión. Después de haber comprobado lo que usted crea, que ella efectivamente ha llegado a su punto de inflexión, usted se embarca en una escalada diseñada eventualmente para llevarla al momento en que ella ha recibido todo lo que ha podido o tanto como usted pensaba que era bueno para ella.
Lo que hagas exactamente para conseguir esto, como yo digo, le incumbe al Dominante como individuo. Todos tenemos nuestras preferencias. En el pasado, yo prefería la fusta como el medio más efectivo para llevar los azotes a una conclusión satisfactoria. Pero hace poco, he descubierto el potencial de un implemento que no fue diseñado para el uso que yo le aplico. Lo descubrí en el armario de un hotel bastante elegante donde yo me alojaba y, de inmediato, puse a trabajar mi fantasía y me lo lleve a mi casa. Es un trozo de madera pulida de unos veinticinco milímetros de ancho y cuarenta y cinco milímetros de largo, ligeramente acanalada y curvada. Está claro que fue diseñado como un elegante calzador, pero está bien equilibrado y ponderado y lo hace una herramienta perfecta para azotar. De un espesor ligeramente mayor que el de una cane, al dar un golpe firme sobre el trasero de una sumisa, produce una buena marca y, además, destacada.

He descubierto que, correctamente administrado, lleva a una chica sin demasiado demora al punto que quieras llevarla. Donde ella está aguantando para recibir más, retorciéndose y chillando, seducida solamente por la dificultad de recibir unos cuantos más, “sólo para complacerme” y ganarse el elogio de “buena chica.”

1 comentario:

  1. Yo creo que cuando escuchara "buena chica" me derrumbaría, por todo el torbellino de sensaciones vividas...
    Un saludo
    María

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