martes, 20 de enero de 2015

Una mujer mejor

Él la tira hacia abajo sobre sus rodillas y levanta su falda.
“Voy a azotarte,” le dice.
“Sí, señor,” le responde. “¿Qué más hay que decir?”
“Pues, ¿tú sabes por qué voy a azotarte?”
Ella piensa. “¿Por qué usted quiere? ¿Porque usted puede?”
“Sí,” él dice. “Pero, también, porque voy a hacerte una mujer mejor”
Ella piensa sobre esto. “¿No soy buena ya?” Él está acariciando su trasero suavemente. Es tranquilizador.
“Y contra más te azote,” le dice, “llegarás a ser una mujer mejor.”
Ella sigue pensando, mientras él continua acariciando sus nalgas. Ahora, tira de sus bragas hacia abajo. Su mano la siente contra su trasero desnudo, pero también el hormigueo interior de la anticipación.
“¿Hay partes concretas que usted esté buscando mejorar, señor?” le pregunta.
Él considera cuidadosamente su tono exacto de voz. ¿Existe, aunque sólo sea débilmente, una sospecha de descaro? De repente, deja caer con fuerza su mano contra su nalga derecha. Ella chilla. Hay una breve pausa, luego, la otra nalga recibe el mismo tratamiento.
“Lo que espero,” le dice, “es que purgues, incluso, el más mínimo rastro de bravuconería, nerviosismo e insolencia.”
Él empieza a azotarla con fuerza. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Luego, hace una pausa. “¿Ha quedado claro, señora?” Él pregunta.
“Sí, señor,” ella contesta casi sin aliento.
Él reanuda los azotes hablando de los fuertes ruido y los gemidos ocasionales. “Por el momento, he terminado y esto va a llevar un buen rato. Voy a esperar que tus modales sean perfectos y tu actitud libre de culpa.”
Él la azota más fuerte, y aún más fuerte.
“¿Lo estoy consiguiendo en tí?” él pregunta.
“Sí, señor,” responde una voz débil y temblorosa. Ella le pregunta cuánto tiempo más antes de que cambie a su cinturón para azotarla.

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