Ella tiene un consolador de cristal. Es una cosa
muy larga, fría y elegante. Le digo que quiero una foto de ella con el
consolador en su culo. Sé lo mucho que ella puede recibir. Estoy seguro que el
consolador no la dilatará hasta su límite. Pero, ella todavía vacila. Creo que
sé por qué. No es el temor de que esa cosa sea demasiado grande para ella. Es
el sentido de la vergüenza que ella siente. Por supuesto, hay algunas cosas que
me excitan más que una mujer sonrojándose.
“No hay prisas,” digo. “Soy un hombre paciente.
No le doy una fecha límite. Trabajando entre
nosotros dos, necesitamos que ella consiga un estado de ánimo adecuado para
hacerlo tal como se lo he dicho. Necesita comprender que nunca le pediré lo
imposible, pero tampoco le voy a exigir nunca que haga las cosas fáciles. ¿Cuál
sería el punto? Si no es una prueba de su obediencia, o de su nivel de puta, o
su amor por los límites o cosas perversas, entonces, ¿cuál es el propósito? Necesita ser presionada para sentir que hay
una voluntad que es mucho mayor que la suya. Cuando ella sepa esto, hará lo que
la pida.
Se va hacer una foto preciosa y hermosa de su
trasero con un juguete tan exquisito. Yo puedo esperar. Aunque mi paciencia no
es infinita.
(Más tarde). Ella es una mujer buena y obediente.
Finalmente, hizo lo que le pedí. Son unas imágenes preciosas. Las ha hecho muy
bien. Ahora, estoy pensando cuál debería ser su siguiente tarea. Más imágenes
de la penetración, creo.