Me hicieron esta pregunta hace unas semanas y, al
principio, me quedé aturdido, debido a lo mucho que consigo con los mismos y
siempre asumí de que yo era transparente y al hecho de que no fuera alucinante
para mí. Aunque hace algún tiempo ya había escrito sobre este tema, no estaba
muy seguro de cómo articular con exactitud lo que eso implica.
Aunque es
bastante vasto lo que recibo durante los momentos en los que la azoto, nada es
comparable con la conexión íntima entre mi sumisa, que me permite azotarla, y yo.
Hay tantas cosas
que me encantan al azotarla. La vista de su trasero desnudo, expuesto ante mí
con el inmanente conocimiento de que voy a golpearlo, azotarlo y dejarlo rojo y
magullado. Justo esa primera vista de su culo desnudo y ambos perdiéndonos en
su posición vulnerable y el poder de ese momento, es asombroso. Poseer ese poder
es muy embriagador. Me encanta el sonido del golpe de mi mano aterrizando en su
trasero y luego los gemidos y suspiros que le siguen. Me encanta la sensación
de su carne suave, golpeándola, agarrándola, rascándola y enrojeciéndola con
los golpes de mi mano.
Hay tanta belleza en unos azotes que, al mismo
tiempo, alimenta tanto a mi naturaleza sádica como sensual y que, para mí, no hay
nada comparable. A la vez, es visceralmente agradable cómo satisface mis
necesidades animales y carnales.
Me siento feliz
y emocionado al ser capaz de azotar. Me pierdo en el momento, en su respiración,
sus gemidos, el color de su piel y, simplemente, me enredo en ella a través de
esta actividad conjuntiva y deliciosa de una mano desnuda azotando. A veces, es
trascendental en medio de su intensidad.
“¿Qué consigo de
unos azotes?” ella preguntó. Alegría, belleza y una sensación de estar en
sintonía con mi pareja. aunque no consiguiera lo que está saliendo de ella, me
encanta absolutamente lo que consigo y soy feliz de poder darle un buen azote
en su culo blando y permitirle que reciba una multitud de regalos al azotarla
de tal manera.
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