Permítanme hablarles sobre algunos aspectos de la relación de una pareja Dominante y sumisa conocidos y la fascinación que ella tenía por la Historia de O y las similitudes entre las dos relaciones. Con frecuencia, ella solía llamar a la película “mi video de entrenamiento.” Cada vez que la veía, descubría más aspectos de su propia sumisión.
La película empieza donde O y René se suben a un automóvil y él le pide que se quite la ropa interior: Liguero y bragas. Él le entrega unas ligas para mantener sus medias alrededor de sus muslos. O sigue mirándose por el retrovisor para comprobar si el conductor les presta atención, y probablemente, porque se siente un poco cohibida, cruza las piernas.
Esto es lo que luego le dice René: “Nunca cruces tus piernas ni mantengas las rodillas juntas.”
En un momento de su relación, su Dominante le dijo que ya no podía cruzar las piernas. Ese día, ella lo recordaba con mucha claridad. Él se sentó en su sillón reclinable y ella, frente a Él en el sofá. Normalmente ella no me sentaba ahí, pero ese día, llevaba un vestido muy lindo y sin ropa interior y se había levantado el vestido para mostrárselo. Ella se sentó en el sofá, de modo que cualquiera que pasara por la calle pudiera verla. Tendía a tratar de evitar eso. Cuando se sentó, cruzó las piernas.
Durante un par de momentos, su Dominante no dijo nada. Luego habló: “Abre las piernas.”
Ella abrió un poco las piernas.
“Bien, quiero ver tu coño.”
Ella separa sus piernas un poco más.
“¡Más abiertas!”
Ella separó las piernas lo más que pudo.
“Eso es lo que quiero ver. Una vista hermosa,” dijo Él.
De nuevo, se mantuvo en silencio durante un rato antes de que su Dominante hablara de nuevo.
“No volverás a cruzar las piernas.”
No fue fácil. Al principio, con frecuencia olvidaba que se suponía que no debía cruzar las piernas, y su Dominante tenía que corregirla. O cuando estaba en la oficina, a veces, sólo se daba cuenta después de un par de minutos que sus piernas estaban cruzadas. Siempre se lo confesó a su Dominante y la había castigado por ello en varias ocasiones.
A ella, no le importaba de que no le permitiera cruzar las piernas nunca más, pues eso no significaba que nunca lo hiciera. Cuando su madre terminó en el hospital y ella se sentaba al lado de la cama durante horas, cruzaba sus piernas muchas veces por la incomodidad de las sillas, y este gesto aliviaba su espalda un poco cuando las cruzaba. ¿Aliviaba su espalda? Su Dominante no le decía nada al respecto, no al principio, pues lo entendía, sin que ella se lo explicara, pero al poco tiempo, hubo un recordatorio suave de que debía dejar de cruzar las piernas de nuevo. Ella se detuvo. Incluso a veces, tenía muchas ganas de cruzarlas, y no lo hacía. Cuando pensaba en hacerlo, pensaba en su Dominante, pensaba en el compromiso que hicieron, y no cruzaba las piernas.
¿De qué le sirve no cruzar las piernas? ¿Por qué obedece a su Dominante en esto? En definitiva, no es porque sea bastante saludable no cruzar las piernas. Se trata del control. Sobre sentir su control, incluso, cuando están sentados juntos. Se trata de obedecer, estén juntos o no. Se trata de pertenecer. Sobre ser suya. Suya para liderarla. Suya para poseerla. Suya para obedecerle.
Ella es consciente de que sería muy fácil cruzar las piernas cuando su Dominante no esté cerca y nunca decírselo. Pues simplemente, no puede hacerlo. Ella se ha comprometido. Seguir sus reglas solo cuando le conviene, sinceramente, a ella, no le sienta bien. Devaluaría totalmente el compromiso que ambos tienen. No siempre es fácil, pero nadie dijo que lo sería. Cree que, si te has comprometido, debes cumplirlo.
La escena anterior de La Historia d’O le recordó ese sentido de pertenencia al seguir esta regla. Se siente más natural no cruzar las piernas y, aunque existe la opinión generalizada de que cruzar las piernas es ser “como una dama,” ahora, ella prefiere no tener las piernas cruzadas. Sin embargo, cruzó los tobillos, y eso está permitido.
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