sábado, 24 de abril de 2021

Sus primeras lágrimas

Una de sus tareas diarias es ofrecer a su marido sus nalgas para que las azote. Esto siempre sucede cuando se van a la cama, ya que es el momento en el que ya no hay niños alrededor. Ambos son una pareja casada, en la que ella es sumisa a su marido, Dominante. Ha habido muchas conversaciones entre ellos sobre su relación D/s. En sus charlas, ella le ha indicado lo que le gustaría en su relación especial, y eso incluía ser tratada con firmeza. Entonces, su marido le dijo que Él determinaría cuándo estaría lista para dar el paso siguiente. Como pueden imaginar, su estado era de impaciencia total.

 Ella sintió las lágrimas en sus ojos. La sorprendieron. Volvió a sentir el flogger en sus nalgas. Quemando. Dolía. Quería que se detuviera. Lo hizo. Su mano sobre su clítoris, frotándolo y sintiendo la humedad entre sus piernas. Sus rodillas se doblaron. Mantuvo su mano alrededor de su cuerpo. Agarrando su seno, apretándolo, pellizcando su pezón con fuerza. Nuevamente, ella se apartó de Él. El flogger, otra vez contra su trasero.

Esta noche, ella volvía del baño, desnuda. Estaba muy cansada, pero incluso entonces: “Mis tareas diarias no se saltearían. La luz brillante del techo del dormitorio estaba encendida, no la pequeña lamparita de noche. Sobre la cama, estaba mi collar y el látigo. Me puse de pie ante Él, mi espalda se giró hacia Él y levanté mi cabello para que pudiera poner el collar en mi cuello. El flogger quemó mi trasero más rápido y fuerte de lo que yo esperaba. Derecha, izquierda. Derecha. Dolía mucho. Quemaba demasiado. Puse mis manos en mi culo tratando de prevenir los próximos picores del floguer. Apartó mi mano del trasero de una palmada. Izquierda, derecha. Me aparté de Él. Nunca me había dolido tanto. Fue implacable.”

“Me duele mucho,” ella lloraba. Las lágrimas corriendo ahora por sus mejillas.

De nuevo, su brazo alrededor de ella, agarrando su pezón, pellizcándolo, presionando su espalda contra el pecho de Él.

“¿De quién eres? le preguntó.

 “Soy suya,” respondió.

“Mi puta,” dijo. Ella asintió.

 “¿Estás llorando?” Le preguntó. No quería que se preocupara de ella. Estaba bien. Estaba cansada. Dolorida, pero estaba bien. Solo asentía. 

“Déjame ver,” dijo.

Le dio la vuelta, pero no cometió el error de mirarle. Todavía seguía llevando su collar. Él pudo ver las lágrimas. Con suavidad, Él frotó su pulgar sobre su mejilla, secando algunas lágrimas. Se volvió a girar bruscamente. El floguer tocó nuevamente su trasero, con fuerza. Las lágrimas volvían a correr por su rostro. La flagelación cesó. Su mano descansaba de nuevo sobre su clítoris.

“No puedo,” ella dijo. “Simplemente, no puedo.” 

“¿Demasiado cansada, mi amor?” Le preguntó, mientras la giraba hacia Él. Solo pudo asentir con la cabeza. No confiaba en su voz. Quería que Él continuara. Quería que se detuviera. Creía que quería que se detuviera más de lo que quería que continuara.

“¿Entiendes que lo estoy subiendo un poco de nivel?” 

Asintió.

“Esto es lo que quieres, ¿verdad? Esto es lo que necesitas.”

De nuevo, asintió.

“¿Comprendes que serás castigada por estar demasiado cansada esta noche?” 

Una vez más, ella asintió con la cabeza.

Más tarde en la cama, después de que le quitara el collar, Él quería saber si ella estaba de acuerdo. “Sí, lo estoy,” dijo. De nuevo, dijo que iba a ser más estricto. Quería que fuera su perfecta sumisa. Y Él sabía que era lo que ella también quería. Sí, lo era. Ella estaba totalmente de acuerdo.

“Pero, a partir de ahora, le dejaré determinar el ritmo en el que avancemos. Ya no presionaré y tiraré del siguiente paso.” Ella dijo.

En ese momento, sintió una increíble oleada de amor por Él. Pasó sus dedos por las mejillas de su cara, con dulzura. No quería nada más que estar con Él en ese momento. 

Las lágrimas de esa noche la sorprendieron. La sorprendieron de una manera positiva. Quería someterse a Él aún más. Quería llevar las marcas que hacía en su cuerpo. Pero no quería que Él se apresurara a hacer nada más. Aunque, con toda probabilidad, no era la intención de su marido, esa noche le dio una buena lección de paciencia.

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