Ella no es una fanática del control del orgasmo. Le gusta correrse, la sensación previa, cuando su coño se contrae con solo pensarlo, el flujo de jugos mientras juega y luego esa sensación de rodar, palpitar, sentir su orgasmo cuando fluye a través de ella y, finalmente, esos momentos sin aliento, mientras se recuesta y recupera. ¿Por qué le iba a gustar que le negaran esos momentos de placer?
Como un rol normal, no lo hace. De hecho, un dominante anterior que disfrutaba negándoselo con mucha frecuencia, ella descubrió que la ponía de mal humor, enfadada y rabiosa cuando pasaban días y días sin un final feliz a la vista, pero, ¿qué pasa con el control del orgasmo? Ese es un asunto completamente diferente.
Debe masturbarse dos veces al día durante diez minutos cada vez, pero no puede correrse. Si siente que no puede controlarlo más de lo que puede, hace una pausa y vuelve a controlarse, pero no puede acortar el tiempo total. Es sólo miércoles, quedan otros dos días completos de agonía antes de que Él esté con ella y su recompensa por toda esta espera suya.
Hoy está como una perra, caliente todo el día, sus jugos siguen goteando y sus bragas están constantemente húmedas. Puede sentir su clítoris dolorido, palpitante y rozando la costura de sus vaqueros. La ducha es lo peor, extender sus labios para poder afeitarlos, limpios y suaves lleva a sus dedos a tocar y probar hasta que gruñe de frustración y agonía por la necesidad de correrse, pero no se rendirá. ¡No lo hará!
La razón por lo que no lo hará, es porque sabe que, si lo hiciera, sólo estaría decepcionándose a sí misma e incluso eso, al principio sería un alivio, pero un alivio vacío y solitario. Ya no quiere correrse con sus dedos. Ultimamente, lo ha hecho demasiado. Quiere correrse en sus dedos, quiere sentir su polla dentro de ella mientras su cuerpo finalmente se somete al suyo de nuevo. Quiere correrse para Él, para su toque, mirándole a los ojos como lo suele hacer. Ella esperará a que Él la libere de este tormento. ¿Es sábado ya?