jueves, 3 de junio de 2021

Primer paso de una sumisa

Ellos han estado hablando sobre esto desde hace unas semanas. ¿Rebeca es sumisa? ¿Ella quiere ser sumisa? ¿Le gustaría que le ordenaran? ¿Llevar un collar? ¿Ser esposada? ¿Ser azotada? ¿Estar atada? Ellos han hecho algo de esto en el pasado, pero ocasionalmente. Rebeca había notado que lo anhelaba cuando no sucedía durante un periodo de tiempo más largo. A veces, se preguntaba qué haría su marido si ella fuera “traviesa,” con la esperanza de que él dijera que la iba a azotar. O atarla. O ponerle pinzas en los pezones, como castigo.

Entonces Rebeca se topó con un blog de una mujer sumisa. Se sintió humedecida cuando leyó las palabras, de la misma manera que se humedecía cuando veía películas de ataduras. Estar a merced de un hombre, era algo que la intrigaba. Que la hicieran cosas, sentirse impotente. Ella siempre ha reprimido los sentimientos de sumisión, pero hablar de ellos con su esposo, los hizo aflorar.  

Luego, sucedió que una noche volvieron hablar del tema. O más bien, lo hicieron a través de mails (algo que frecuentemente hacían cuando ellos querían hablar de cosas que los niños no deberían oír). La conversación parecía más seria que antes. Rebeca obtuvo una respuesta de su marido cuando ella le envió un mail diciéndole que estaba llevando un sujetador de concha y que lo llevaba todo el día. Él respondió: “Así es como debe ser,” y ella le comunicó que la próxima vez debería esperar a que él le ordenara que se lo pusiera. La conversación se centró en “órdenes” y en recibir instrucciones. ¿Rebeca quiere recibir órdenes? Sí. ¿Rebeca quiere ser sumisa? Sí.

A ella, le fue comunicado de que podría recibir mensajes con instrucciones. Y tendría que enviar pruebas de que estaba siguiendo tales instrucciones. Su marido le dijo que podría prepararla para la noche cuando se fueran a la cama. Que él decidiría lo que tendría que vestir, o cómo debería esperarle. Que quería que usara con más frecuencia su collar de lo que lo había hecho hasta ese momento. Ellos hablaron de muchas cosas – todas relacionadas con la sumisión - y su marido le preguntó claramente: “¿Quieres ser mi sumisa?”

 Rebeca respondió: “Sí.”

 

Las palabras que siguieron le causaron una ola de emociones, satisfacciones, excitación, surgiendo a través de su cuerpo: 

 

“El sentimiento de sumisión siempre había estado ahí. Ahora que lo has admitido, no te dejará de nuevo. Me dará un inmenso placer tratarte así y seguir sometiéndote a mi voluntad. Te esclaviza para obedecerme en todo. Te haré tatuar y sabré que usarás y mostrarás el tatuaje con orgullo.” 

 

Cuando ella retornó al dormitorio, después de haberse preparado para la noche, se sorprendió al ver su collar sobre la almohada. Apenas pudo reprimir sus risitas. Caminó hacia donde él estaba sentado en el sillón. Se puso de pie, la atrajo hacia sí y la besó. Luego, le susurró al oído:

 

“Somos iguales en todo, excepto en el sexo. Me obedecerás y lo disfrutarás, porque esto es lo que quieres. Te respeto por ser quien eres. Pero, te haré mi sumisa. Te amo.”

 

Las rodillas de Rebeca se debilitaron.

 

Le pidió que ofreciera su cuello. Rebeca lo hizo. Su marido le impuso el collar. Él salió para ir al baño y cuando regresó, se sentó en el sillón, mirándola. Antes de que saliera de la habitación, ella recibió otra orden: “Cuando yo regrese quiero verte el dido insertado.”


Rebeca volvió a su sitio, de espalda a su marido. Ella estaba totalmente expuesta a él bajo la luz brillante de la habitación. Lentamente le insertó el plug, poco a poco, dándole tiempo a su ano para ajustarse al diámetro del dildo. Una vez que fue colocado, lo sentía pesado. Ella esperó. Su marido vino a sentarse frente a ella en el borde de la cama. Con suavidad, él acarició su hombro, su brazo, vuelta a su hombro, luego por su espalda. De nuevo a su hombro, juego por el frente, ahuecando primero uno, luego, el otro seno. Su mano volvió a su hombro por la espalda. Acarició sus nalgas, y luego empujó un poco el plug. Este gesto le envió a Rebeca escalofríos por todo su cuerpo y aun más cuando dejó que el plug se moviera hacia atrás y lo empujara de nuevo.

 

Dentro y fuera. Rebeca pudo sentir que su coño se humedecía. Le gustaban las sensaciones recorriendo su cuerpo, provocadas por el movimiento del plug. Entonces, ¡Duele! Su marido tiró de sus pezones y los retorció. Derecho. Izquierdo. ¡Duele! ¡Orgasmo! ¡Humedad! Dedo en su clítoris. Dedo en su coño. Pezones estirados y retorcidos. Este tratamiento continuó una y otra vez en sus pezones pellizcados. Su trasero fue follado con el plug. Y entre orgasmos, su marido la agarró por el collar, la puso de pie y la besó suavemente. Cuando, por fin, metió un par de dedos en su coño y mantuvo el plug en su lugar, Rebeca frotó vigorosamente su clítoris. Su orgasmo final fue fuerte, largo y abrumador.

 

Ella se sentó encima de su esposo cuando él arrojó su semen profundamente por su cuerpo, enviando escalofríos de placer a través de sus entrañas.


 

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