viernes, 15 de abril de 2011

La isla de los perros

El dogging (de la palabra inglesa dog, perro) es un fenómeno social que se originó en el Reino Unido y parece haberse extendido mucho más rápidamente por otros países del norte de Europa. ¿Por qué ha sido así? No tengo ni idea. La gente de otros países no parece pensar que los ingleses sean muy sexuales, pero se sorprenderían.
Para aquellos que no estén familiarizados con esta práctica, se trata de reunirse por la noche con desconocidos en lugares remotos, como en parkings y descampados fuera de la ciudad y tener sexo entre ellos. Por lo general, una mujer es llevada por su pareja y realiza un acto sexual con él o, tal vez, con otro hombre, mientras los otros hombres están de pie mirando, acariciándose ellos mismos y esperando conseguir su turno. A menudo la mujer cogerá a más de un hombre a la vez, pero raramente hay más de una mujer en todos los grupos en cuestión. Para aquellos de ustedes que estáis de vuelta, podéis admirar el atractivo de una actividad aparentemente sórdida. Quiero suponer (yo nunca he participado, en caso de que os lo estéis preguntando) que esto tiene algo que ver con el atractivo erótico del sexo anónimo (exactamente, por qué esto atrae tantísimo, es un tema para otro día), combinado con la emoción procedente de los peligros obviamente involucrados. Pensemos que algunas personas encuentran los deportes extremos altamente excitantes.
La Isla de los Perros es una novela de Daniel Davies que explora esta actividad con algunos detalles. Es una mirada triste contemporánea, más bien fría, de los suburbios de Inglaterra, la cual, según se ha dicho, tiene mucho en común con la literatura de J. B. Ballard. La Isla de los Perros es un barrio de Londres, pero el título también puede implicar una visión bastante ictericiada de las mismas Islas Británicas.
En un momento determinado, el protagonista de la novela especula sobre por qué el dogging tiene tanto atractivo:
“¿Por qué un hombre quiere ver a su pareja ser follada por otra persona? Y, ¿por qué ninguna mujer quiere ver a su novio o marido hacerlo? La respuesta, yo digo, es masoquismo emocional… al ver que una pareja está teniendo sexo con otra persona, sentimos unos celos sexuales muy intensos – y ahí radica el placer masoquista. Pero, este placer también deriva por mantener esos celos contenidos. En otras palabras, nosotros experimentamos la ascética, una auto elevación del placer al conquistar un impulso poderoso. Pero, ¿qué pasa con este impulso?... Creo que se expresa como una excitación sexual, porque ver a la pareja teniendo sexo con otra persona es excitante. Pues de ello se deduce, que si el marido ve a su esposa ser penetrada por otro hombre, lo primero que querrá hacer después, es follársela él mismo – en cuyo caso, su deseo por su esposa es, en verdad, un acto agresivo de venganza por la transgresión (a lo cual accedo, por supuesto), lo que refuerza la teoría de Robert J. Stoller, de que el verdadero motor del deseo sexual es el deseo de hacer daño, incluso – o especialmente – en alguien que amamos.”
No he leído el libro de Stoller (uno reciente es Pasión y Dolor: un psicoanalista explora el mundo del sadomasoquismo, que tiene toda la pinta de ser muy interesante). Instintivamente, no estoy dispuesto a aceptar que la máquina del deseo sexual sea el deseo de hacer daño. Sin embargo, Davies tiene razón al sugerir que al observar cómo tu pareja es penetrada por otro hombre, despierta una gran cantidad de poderosas emociones, no todas positivas o cómodas. Sucede que pensar en estas cosas es más complicado de lo permitido y espero explicarlo en un futuro comentario.

1 comentario:

  1. Cuando leo este comentario mi imaginación vuela a la fecha en que se publicó.
    Si hubiera leído este comentario cuando fue escrito, hubiera sentido rechazo por su contenido.
    Lo recuerdo perfectamente porque unos meses después conocí a un hombre que me impactó. Cuando me hablaba de introducir a una tercera persona en el ambiente (ejercicios mucho, muchísimo más simples que el dogging) mi mente se cerraba y la desconfianza anidaba en mí. Pero supo ganarse mi confianza. Y mi tranquilidad.
    He llegado a entender muy bien y a ver el gozo de una situación así, especial, donde a pesar de otras personas, el "juego", la complicidad es entre dos. El placer de sentirse especial y que la situación es de los dos. Hay qué difícil me resulta expresar todo esto.
    Puedo entender perfectamente los "celos contenidos".... la punzada interior, que estimula. El reto de saberse por encima.
    Desde el 2011 han pasado unos años y mi mente ha volado bastante. Aunque soy lenta. Trato de dar pasos seguros, comprobando si la baldosa por delante de mí se mueve.
    Mi mente ahora puede imaginar una situación donde soy apretada contra el cristal del balcón, rodeada por un hombre que me manosea sin piedad, mientras un desconocido nos observa desde el balcón de enfrente. Y el hombre que pone mis vellos de punta me amenaza ronco con invitar a ese hombre.... me lo creo y no me lo creo. Sé bien que es capaz de jugar sólo con la idea en mi mente o bien de traerme a un hombre o una mujer a la habitación. Y estoy preparada para ambas cosas, mi sexo se licúa y mi cerebro se vuelve gas...
    No es que yo hoy quiera ir a un descampado con hombres desconocidos. Pero desde abril de 2011 hasta ahora, he aprendido muchas cosas. Y sé que hay hombres con los que puedes ir a cualquier sitio.
    Y esto quería que lo supiera, Ben Alí.
    rarita

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