Los hombres, con
frecuencia, se sorprenden al descubrir lo mucho que las mujeres se masturban.
Por alguna razón, todavía tienen la idea de que no es propio de una “dama” o
que las mujeres no están tan interesadas en el sexo genital como los hombres. Y
algunas veces, un hombre puede estar incómodo con ese pensamiento, incluso si
una mujer vive con él y por ello (al menos en teoría), tiene el sexo disponible
para ella en cualquier momento que ella lo quiera. Sin embargo, ella continúa
masturbándose. Él se siente amenazado al saber que ella insiste en hacérselo a
sí misma a pesar de sus mejores esfuerzos para satisfacerla. Los hombres creen
que la masturbación es un sustituto del coito, pero para muchas mujeres que no
saben cómo funciona, el auto satisfacerse es una clase de actividad diferente
del coito y que, sin embargo, algunas persisten con esa práctica en su
matrimonio.
Los hombres pueden
sentirse aún más amenazados al saber que ellas emplean una pequeña máquina como
ayuda. Si una mujer puede tener una experiencia sexual plenamente satisfactoria
con un objeto inanimado, ¿esto hace que el pene de un hombre esté de más?
Personalmente, dudo que muchas mujeres heterosexuales quieran contestar que
“sí”.
(Por supuesto, los hombres
casados continúan masturbándose también, pero creo que, para ellos, esto es un sustituto del coito.
Por cualquier motivo, no consiguen que sea como un coito, tal como ellos
quieren, así pues, lo priorizan al hacérselo ellos mismos).
Según mi experiencia, las
mujeres sumisas generalmente suelen tener un impulso sexual bastante alto.
Piensan en el sexo más que la media y lo quieren hacer más. En particular,
ellas se masturban mucho más. En una ocasión, como un experimento, alenté a una
mujer a ver cuántas veces podía hacerlo en un período de 24 horas. Yo la
incitaba activamente “alimentándola” de pensamientos obscenos, historias, etc.,
y se las arregló para llegar a cifras de dos dígitos, lo cual me impresionó
poderosamente (y estos eran actos separados, no orgasmos múltiples colocados en
serie). Cuando los hombres se masturban, el pozo del deseo, hoy por hoy, se
deseca. Necesitan tiempo para reponerse. Pero, para las mujeres, algunas veces,
parece que contra más lo hacen, más lo quieren.
Por supuesto, tengo una
evidencia anecdótica, basada en un ejemplo muy limitado, por mi creencia de que
las sumisas lo hacen más. Ya sea que ellas son más sexuales debido a que son
sumisas (de alguna manera, la sumisión se pone en contacto con el núcleo de su
sexualidad y se excitan, por así decirlo), o ya sea que su alta sexualidad las
conduce a la necesidad o la confianza de expresarse sexualmente de unas maneras
no convencionales, o ya sea porque la relación requiere mucho sexo y ser sumisa
tiene otra explicación conjunta. Es un motivo para una discusión futura.
Quizás, mis lectoras puedan arrojar alguna luz sobre esto.
Todo esto es una manera de
volver a la cuestión o al control del orgasmo, del que he hablado previamente.
Cuando un dominante se hace cargo de la sexualidad de una mujer, cuando ella
acuerda someterse, es bastante frecuente que él quiera establecer alguna
especie de control sobre las prácticas de su masturbación. Él calcula que en
adelante sus orgasmos no le pertenecen a ella, sino a él. Si ella se corre, se
corre no por su propio placer, sino por el de él. Por supuesto, es una de las
muchas paradojas de la D/s de que ella no pueda correrse para él sin placer
para ella misma. Pero, el dominante puede buscar el control de su masturbación
de manera que tener su placer no sea algo sencillo, se trata de que ella no
consiga lo que ella quiere.
El control de cómo y
cuándo ella se corra es un recurso particularmente útil para aquellos
dominantes que están trabajando en la distancia o, quizás, incluso
completamente online, cuyas sumisas no están disponibles para ellos cara a
cara. Por supuesto, tienes que confiar que cuando dices no, no te puedes correr
hasta pasado mañana, ella obedecerá. No existe otra manera, si usted está
físicamente separado y no puede
controlarla. Pero, si ella no va a jugar limpio y hacer lo que usted diga,
¿cuál es el punto de todo esto? Pretender ser solamente sumisa es seguramente
una pérdida de tiempo de cada uno.
El control de la
masturbación es capaz de una casi infinita elaboración. Los clímax pueden estar
estrictamente regulados, para que sean permitidos menos frecuentemente de lo
que a ella le gustaría. Pueden ser denegados por completo, por períodos
prolongados o, tal vez, incluso indefinidamente (lástima por la pobre mujer
cuyo dominante sea tan cruel).
Cuando es permitido, un
orgasmo puede ser necesario en un momento determinado (ella debe correrse
siempre los jueves o que sea la última cosa que haga por la noche). Se le puede
conceder un horario estricto (solamente tiene diez minutos desde el momento que
empiezas a tocarte hasta el tiempo que te corres, después de ese tiempo tienes
que parar, tanto si has llegado o como si no). Las necesidades adicionales
pueden ser forzadas. Ella puede ser autorizada a hacerlo solamente en una
cierta posición (algunas mujeres lo encuentran difícil correrse de pié, por
ejemplo), o en un cierto espacio, como en su coche, aparcado en un lugar
solitario.
Tal vez, ella tiene que insertarse un plug
primero o un dildo. O se tiene que poner pinzas de la ropa en sus pezones
mientras lo hace (a los Amos normalmente les gustan asociar dolor con placer).
Puede ser que él le quiera decir lo que ella debe pensar, alentándola a
disfrutar de pensamientos obscenos. Los dominantes con frecuencia se auto
divierten poniendo dificultades en el camino. Ella pudiera ser forzada a
hacerlo con su mano izquierda (es interesante porque pocas mujeres parecen ser
ambidiestras masturbadoras) o sin las manos, forzadas a encontrar algo contra
lo que frotarse ellas mismas, como un picaporte o un poste de la cama. Una cosa
que me gusta hacer es llevarla hasta el borde del climax, entones hacer que se
detenga, luego reanudarlo más tarde, de nuevo parar antes de correrse y
continuar de esta manera hasta que esté medio loca con el deseo.
Cuando no lo esté
haciendo, puede prohibírsele que se toque. Las mujeres con frecuencia
encuentran esto especialmente difícil de cumplir. Muchas de ellas les gustan
tocarse a sí mismas mucho durante el transcurso del día, no necesariamente con
vista a inducir el orgasmo, sino solo como un gesto reconfortante. Una sumisa
me dijo que ella nunca se daba cuenta de lo mucho que le gustaba hacer esto
hasta que se lo prohibieron. He conocido a más de una mujer que no podía
dormirse, a menos que no tuviera su mano entre sus piernas.
Para algunas sumisas, el
control del orgasmo no funciona. No están preparadas para ceder el control de
esa parte de su sexualidad, especialmente en la distancia. La masturbación es
algo que ha llegado a depender de su bienestar psicológico. En los primeros
días, a veces, me golpeaba la cabeza contra una pared, intentando imponer la
disciplina orgásmica cuando claramente no estaba funcionando. Para algunas
mujeres, si se les denegaba el orgasmo, perdían el interés por el mismo. Se
obtiene más de ellas al avivar su deseo, no intentando regularlo. Es una dura
lección para un Amo, esa flexibilidad es esencial. Su instinto natural es
insistir en su poder para dictar. Solamente con la experiencia, se aprende que existen
otras maneras de imponerte.